Somos más y menos inteligentes que nuestros antepasados
Desde que empiezan a estudiarse las diferencias individuales en inteligencia –que Francis Galton (1822-1911) llamó “excelencia”– y a establecerse comparaciones entre la inteligencia de los antiguos y de los modernos, básicamente hay dos aproximaciones en competencia. Según la aproximación conservadora, que el propio Galton inaugura al estudiar la demografía británica de la época victoriana, las condiciones modernas de vida y ciertos cambios ecológicos habrían invertido las presiones tradicionales favorables al incremento generacional de la inteligencia. Estos cambios incluyen el fin de la miniglaciación de mediados del siglo XIX, la mejora en las técnicas y la producción agraria, pero también avances en la medicina que reducen la mortandad infantil, o innovaciones sociales como el nacimiento de los “estados de bienestar”, la escolarización y la sanidad universal.