Ver todas las publicaciones archivadas en Ciencia y sociedad

La salud mental masculina también es un tema de salud pública

Desde hace décadas se acumulan evidencias de que los trastornos de la salud mental no pueden atribuirse a causas exclusivamente individuales (Krieger, 1994). Por encima de “culpar a la víctima”, los investigadores de salud pública tienden hoy a tener en consideración importantes determinantes sociales y culturales. Este es el enfoque que defiende sir Michael Marmot desde la Organización Mundial de la Salud, y que el psicólogo clínico Robert Whitley (universidad McGill) sugiere extender específicamente al área de la salud mental masculina. El pasado 21 de diciembre el Dr. Whitley pronunció una conferencia sobre este mismo tema en el university college de Londres, invitado por la red de psicología masculina de la Asociación Británica de Psicología que dirige el Dr. John Barry. Significativas brechas de género en salud mental perjudican a los hombres: los hombres se suicidan y abusan de substancias tres veces más que las mujeres, sufren cuatro veces más de sobredosis por opioides, o cinco veces más de trastornos de atención. También tienden a tener más diagnósticos de autismo (3:1) y trastornos de personalidad …

Es hora de dejar de culpar a los hombres por sus problemas de salud mental

Muchas campañas de salud mental animan con regularidad a que la gente pase más tiempo hablando. Estas campañas consideran que hablar es un signo de instrucción emocional, esencial para el desarrollo de salud mental y resiliencia psicológica. Y esta insistencia en conversar se usa a menudo cuando se discute sobre la salud mental de los hombres, a la vez que se estereotipa a los hombres como silenciosos y auto-destructivos, arrogantes y estoicos ante los problemas de salud mental. Por ejemplo, la campaña nacional australiana de salud mental “Beyond Blue” abre su página web sobre salud mental de los hombres con la frase “es sabido que los hombres suelen reprimir sus cosas”. Del mismo modo, artículos recientes sobre salud mental de los hombres se centran en el supuesto carácter taciturno de los hombres, con acusaciones del tipo “los hombres necesitan hablar de su salud mental” o “no hablar sobre salud mental está matando literalmente a los hombres”. Este discurso culpa a los hombres mismos por sus problemas de salud mental. El argumento es algo así como: …

Cuando las brechas de género en salud mental afectan más a los hombres

Robert Whitley (*) es investigador de psiquiatría social en el Hospital Douglas de salud mental de Montreal, situado dentro de un enclave natural en la ribera del río San Lorenzo. También da clases en la universidad McGill, y está especializado en estigma de la enfermedad mental y en salud mental masculina, dos asuntos que erizan las sensibilidades pero no siempre reciben la atención pública que merecen. El pasado mayo el Dr. Whitley presentó un simposio en esta universidad (en la foto, el edificio Leacock) para abordar los “nuevos horizontes” en salud mental masculina desde una variedad de perspectivas más allá de la ciencia médica. En el panel tomaron parte Daniel Bilsker, experto en adicciones de la universidad de British Columbia, Barbara Kay, periodista y columnista canadiense del National Post, la escritora científica Susan Pinker, asimismo especialista en temas de género y autora de La paradoja sexual, junto con la eurodiputada Teresa Giménez Barbat, que impulsa el estudio de la salud masculina desde una perspectiva renovada de género, a través de la plataforma EUROMIND. En primer …

El mayor estudio sobre diferencias de sexo en el cerebro

El estudio de las diferencias de sexo en el cerebro no es una mera curiosidad zoológica. En áreas como la investigación biomédica resulta vital si aspiramos a una medicina de precisión que evite sufrimiento, ahorre presupuesto público y termine produciendo un genuino bienestar social. El debate alcanza incluso a los parlamentos nacionales y transnacionales, como el de la Unión Europea, donde ya se ha debatido un informe sobre igualdad de género en la investigación clínica y la salud mental, con un énfasis en las mujeres. Notables diferencias de sexo en desórdenes psiquiátricos son lo bastante conocidas: el Alzheimer, o los desórdenes de ansiedad y depresión afectan significativamente más a las mujeres, mientras que los hombres sufren más por autismo, dislexia o esquizofrenia, lo cual apunta a que algunos trastornos donde la diferencia de sexo es pronunciada pudieran ser una manifestación «extrema» de rasgos típicos del cerebro masculino o femenino. Otras diferencias de sexo en la psicología y el comportamiento difícilmente pasan desapercibidas: los hombres sobresalen en razonamiento espacial, o en agresión, mientras que las mujeres …

Género y salud mental. ¿Importan también los hombres?

La Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género del Parlamento Europeo ha preparado recientemente un informe titulado «Promoviendo la igualdad de género en la salud mental y la investigación clínica». Este informe fue aprobado por el Parlamento en sesión plenaria en febrero del 2017. El informe debe ser bienvenido, aunque sólo contenga recomendaciones y no obligaciones. Los activistas de la salud mental pueden utilizar esos informes como herramienta para un cambio positivo en el área, especialmente cuando hay deficiencias en la comprensión y la prestación de servicios. Desgraciadamente, el informe se queda corto en numerosos frentes: Ignorando a los hombres En primer lugar, la expresión “igualdad de género” es implícitamente igualada a la salud de las mujeres a lo largo del informe. De los 163 párrafos en el informe, solamente 2 son dedicados a la salud mental de los hombres. Del mismo modo, el recuento de palabras revela que las palabras “mujeres” y “niñas” aparecen 217 veces, mientras que “hombres’ y “niños” sólo aparecen 45 veces. Los hombres tienen tasas significativamente más …

Por qué los canallas prefieren las ciudades

Desde las historias bíblicas de Sodoma y Gomorra hasta las idealizaciones del movimiento romántico, existe una percepción tradicional que asocia la ciudad con el pecado y el desorden, en contraposición a la vida virtuosa en el campo. Pues bien, parece que esta percepción tan reaccionaria no es del todo errónea y la psicología moderna puede ayudar a entenderla mejor.

No podemos ignorar esta silenciosa crisis de salud mental masculina

El 13 de junio es el día de la concienciación sobre la salud mental de los hombres, hacia la mitad de la semana de la salud de los hombres en Canadá. Tanto el gobierno federal como el provincial poseen estrategias oficiales para promover la salud mental. Estas estrategias incluyen sugerencias y objetivos para mejorar la salud mental de toda la población. También incluyen medidas dirigidas a sub-poblaciones de un mayor riesgo; incluyendo inmigrantes, jóvenes y nativos Americanos. Este enfoque es encomiable. Sin embargo, una sub-población de alto riesgo es ampliamente ignorada tanto en la estrategia federal como la provincial: los hombres de mediana edad. Puede que algunos encuentren risible la afirmación de que los hombres de mediana edad son un grupo vulnerable. Una percepción común es que estas son las mismas personas con carreras, ahorros, coches, vacaciones y cuantiosas cantidades de capital social. ¿De qué se podrían quejar? La cruda realidad Tristemente, las estadísticas cuentan una historia diferente. Alrededor del 80% de los suicidios son llevados a cabo por hombres, con los hombres entre 40 …

¿Están sesgados los «estudios de género»?

Desde los años 90 del siglo pasado arrecian críticas académicas a los “estudios de género” y las tendencias asociadas con el posmodernismo, el relativismo y la “teoría crítica”, dentro de lo que se ha denominado a veces “science wars”. Un reproche frecuente contra esta área de las ciencias humanas es que está particularmente afectada de ideología y por una agenda política concreta, lo cual se percibe como una limitación extracientífica que reduce el espacio de las explicaciones consideradas a priori aceptables. 

La inteligencia de los países

Reseña de Hive mind. How your nation’s iQ matter so much more than your own, de Garett Jones. Stanford University Press. 2016 El mismo año en que Charles Murray y Richard Herrnstein publicaron The bell curve 52 académicos firmaron un editorial en The wall street journal explicando lo que a su juicio constituía la ciencia aceptada de la inteligencia hasta entonces.

Cuenta atrás para identificar los genes que nos hacen inteligentes

La inteligencia general es un rasgo humano complejo, heredable entre generaciones, y que cumple la llamada “cuarta ley” de la genética de la conducta. Es decir, hay bastantes variantes genéticas responsables de las variaciones entre individuos y grupos. Sólo recientemente disponen los científicos de los instrumentos de análisis adecuados para identificar el origen de estas diferencias humanas tan importantes.

La ciencia percibida como «inmoral» también es percibida como menos creíble y rigurosa

Algunos epistemólogos –la gente que se dedica a estudiar la naturaleza del conocimiento humano– distinguen entre “racionalidad instrumental”, que persigue simplemente la victoria de nuestros valores predilectos, y “racionalidad epistémica”, que persigue una mayor correspondencia entre nuestro mapa y el territorio: lo que Aristóteles y los escolásticos llamaban “adecuación”, o simplemente “verdad”. No es lo mismo razonar para ganar que para averigüar lo que es cierto. Se supone que la ciencia por excelencia se fundamenta en la racionalidad epistémica. Según esta posición común, resumida por Matteo Colombo, de la universidad holandesa de Tilburg, el modo cómo evaluamos la calidad de las pruebas y los argumentos en favor de las hipótesis verdaderamente científicas “sólo debe ser afectado por valores epistémicos, dirigidos a la verdad, tales como confirmación, adecuación empírica y poder explicativo y predictivo”. Aunque no cabe duda que los valores “no epistémicos” (ideas morales, ideológicas, económicas, etc) forman parte de la actividad científica, influyendo en el modo cómo los políticos deciden emplear ciertas conclusiones de la ciencia, o en los procesos de financiación, existe también …

¿Seguro que votaste racionalmente el 20D?

Los sesgos cognitivos son algo así como atajos mentales. Afectan en especial a lo que Daniel Kahneman llama “sistema 1”, nuestra parte más emocional en la toma de decisiones, pero también se encuentran en situaciones que requieren una forma de pensar más lenta y reflexiva. Hasta los científicos más pulcros se engañan rutinaria y sistemáticamente.

La verdad sobre los «estereotipos»

La palabra “estereotipo” (en inglés: “stereotype”) es de acuñación reciente. Fue inventada por el periodista Walter Lippmann en los años 20 del siglo pasado, principalmente para describir creencias sociales sobre ciertos grupos, y la idea fue desarrollada por el psicólogo Gordon Allport, autor de The nature of prejudice (1954). Desde un principio la idea estuvo ideológicamente impregnada por altos propósitos morales, del tipo que los teóricos de Frankfurt consideran “interés emancipatorio”. Según la descripción de Lee Jussim, de la universidad de Rutgers en Nueva Jersey, Allport concebía el pensamiento basado en estereotipos como “una resistencia no justificada hacia la superación de los prejuicios”, y como “una gran contribución a la injusticia social”.

El enfoque biosocial en el trabajo social

La aproximación evolucionista al estudio del ser humano inaugurada por la teoría de Darwin, y desarrollada con posterioridad gracias a los descubrimientos de la genética y la biología molecular (“síntesis moderna”) se ha ido ampliando en las últimas décadas, desde la antropología cultural a la criminología, y los problemas sociales estudiados por los trabajadores sociales también pretenden incorporar este enfoque biopsicológico, aunque no sin resistencias. No se trata de meras curiosidades teóricas, ya que incorporar lo bio en los estudios sociales y psicológicos, en principio, ayuda a intervenir más eficazmente en los problemas.

Educar en civilización

Invertir enormes sumas de dinero y buenas intenciones no es una garantía de éxito para resolver algunos problemas educativos y patologías sociales que parecen arraigados en un “mundo hobbesiano”. Tras inyectar miles de millones en intervenciones para reducir las brechas raciales durante las últimas décadas, en EE.UU las distancias de hecho se han ampliado: la brecha entre blancos y negros en test que miden habilidades de lectura y matemáticas ha crecido 5 puntos desde 1992 a 2013.

¿Hay que eliminar el «factor de impacto» de las revistas científicas?

En teoría, la ciencia es universal. En la práctica, es aristocrática. Los científicos están sometidos a un sistema de publicación dominado por unas pocas revistas de impacto y grupos editoriales, por un par de países, y por un solo idioma: el inglés. Esto influye también en la divulgación. Según los cálculos de Carlos Elías (La razón estrangulada. La crisis de la ciencia en la sociedad contemporánea. Debate. 2008), de todas las noticias científicas publicadas en España basadas en revistas de impacto, el 37.6% provienen de Nature, el 12.4% de Science, seguido por el 4.8% de Proceedings. Ninguna de estas noticias se basa en revistas científicas españolas. Nature y Science monopolizan virtualmente el mercado de la comunicación científica, con sus potentes gabinetes de prensa, a la cabeza de lo que Elías llama “ciencia producida para salir en los periódicos”.

La conducta antisocial también está en los genes

  La genética conductual humana tiene más de un siglo de historia, pero la disciplina sufrió un duro golpe a mediados del siglo pasado, cuando el estudio de la herencia se asoció con las ideologías derrotadas en la guerra mundial. El predominio del conductismo radical, en psicología, o de los antropólogos boasianos en las ciencias humanas, parecía preludiar unas humanidades libres de influencias biológicas. Esta campaña cultural se recrudeció en los años setenta contra los estudios de gemelos y las teorías sociobiológicas (embrión de la psicología evolucionista), como muestra el éxito de las ideas de Lewontin y Gould, que casi se convierten en sabiduría convencional, afectando también al estudio de las bases genéticas de la conducta criminal.

Terroristas: sólo os espera la muerte

Hace unos meses se fugó otro terrorista etarra. Esa vez fue Alberto Plazaola, condenado a 46 años de prisión por dos delitos de asesinato frustrado y otro de estragos por la colocación de una bomba en la puerta de un bar en Eskoriaza en 1987. Fue excarcelado por la Audiencia Nacional en diciembre de 2014 tras permanecer 24 años en la cárcel, seis de ellos en Francia. Cuando el Tribunal Supremo decidió que no se restasen de su condena los años pasados en las cárceles francesas, el etarra debía haber vuelto a prisión y cumplir los seis años que la Audiencia Nacional le restó de forma indebida. Parece ser que tuvo una “premonición” y le faltó tiempo para poner tierra de por medio ayudado por una oportuna concentración de apoyo que dificultó el operativo policial que se había dispuesto en Oñate para detenerle. Ahora está en busca y captura. Quizá en algún país bananero.

Cosas de las que no hablamos sobre razas humanas, pero son ciertas

Desde mediados del siglo pasado hablar de razas y diferencias biológicas entre grupos humanos es un tabú eficaz. La idea hegemónica, según el punto de vista de los antropólogos boasianos, o de los psicólogos conductistas radicales, es que los seres humanos son naturalmente iguales y que la causa de las diferencias es básicamente ambiental, sobreentendiendo que “ambiente” se refiere a “cultura” y “educación”. El periodista John Derbyshire lo llama “Dogma de las Cero Diferencias entre Grupos” (siglas en inglés DZGD): la ya vetusta idea de que no existen características inherentemente humanas, incluyendo diferencias entre poblaciones, y de que la naturaleza humana es una “construcción social” y una “tabla rasa”.

El efecto de la lotería en el status

En un post previo, intenté explicar la visión un tanto inusual del historiador económico Gregory Clark, según la cual el status socioeconómico a lo largo de distintos países es altamente heredable (0.7-0.8). La “verdad sobre la movilidad social” es que el status fenotípico correspondería con un status genotípico que se transmite a través de generaciones. Especialmente en el largo plazo, el linaje es más determinante que el azar o las intervenciones sociales.