Autor: Eduardo Zugasti

Fracasología ilustrada

Reseña de Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días. Espasa. 2019. Por Maria Elvira Roca Barea Que el nacimiento del “siglo de las luces” y la denominada Ilustración van históricamente de la mano con el oscurecimiento del papel de España en Europa, y el conjunto de la civilización, podrá ser un hecho difícil de conciliar con una forma de pensar que reclama la supremacía de la razón frente a los prejuicios, y del conocimiento sobre la ignorancia, pero es igualmente tozudo. Ya el enciclopedista Masson de Morvillers responde a su pregunta ilustrada Qué se debe a España con un tajante Nada se le debe. Con excepciones honrosas, esta actitud entre el derrotismo y la propaganda desmoralizante disfruta todavía de buena salud entre los practicantes de la miscelánea de pesimismo histórico, desprecio mutuo y subordinación cultural que Elvira Roca Barea llama -siguiendo al historiador Manuel Lucena Giraldo- “fracasología”. No es casual que el “auge de occidente” y la simétrica “expulsión de España del canon occidental” consagrada por el relato ilustrado, europeo y …

La psicología de envejecer sin hijos

Robin Hadley es un psicólogo británico que estudia el insólito asunto de cómo afecta a los hombres envejecer sin hijos. Su tesis doctoral es un estudio cualitativo publicado por la universidad de Keele basado en las experiencias de 10 hombres adultos sin descendencia, con dos conclusiones llamativas: hay pocas diferencias de sexo en el deseo de tener hijos, y los efectos psicológicos de no tener hijos podrían ser incluso peores para los hombres. El pasado mes de abril Hadley presentó su trabajo en una sala del University College de Londres, otro de los eventos públicos organizados gracias al grupo de psicología masculina del profesor John Barry, que acaba de editar el primer manual profesional sobre salud mental masculina. Paradójicamente, hablamos de hombres sin hijos cuando más hombres tienen, en apariencia, más oportunidades reproductivas. Se estima que la probabilidad de dejar descendencia típica de la especie medida según el Índice de Estado Biológico, para un individuo escogido al azar, era menos de la mitad (0.4) que en la época moderna (0.8), en especial tras la revolución …

HBES 2018: Un lenguaje darwiniano común

La sociedad internacional para el estudio de la Conducta Humana y la Evolución (HBES), que publica la revista Evolution and Human Behavior, celebró su 30 conferencia anual a inicios de este mes de julio en la universidad de Amsterdam. Junto a la presentación de trabajos y resultados inéditos, las conferencias principales cubrieron temas muy diversos; desde la ciencia genética de los gemelos (Nancy Segal) a la matrilinealidad en China (Ruth Mace), pasando por la crisis de replicabilidad en psicología (Dan Fessler) o el conflicto biológico entre huéspedes y parásitos (Toby Kiers), entre otros. El primatólogo holandés Frans de Waal, célebre autor de la Política de los chimpancés (1981) se encargó de clausurar la conferencia con un alegato científico en contra del antropocentrismo: los primates no humanos, y otras especies como los elefantes, poseen mecanismos de cooperación eficaces y complejos, incluyendo “intencionalidad compartida” y un rudimentario sentido de la justicia o “aversión a la desigualdad”, según muestran varios estudios empíricos publicados durante los últimos años (Lagergraber, 2007; Campbell y De Waal, 2011; Clay y De Waal, 2013; …

Por qué los canallas prefieren las ciudades

Desde las historias bíblicas de Sodoma y Gomorra hasta las idealizaciones del movimiento romántico, existe una percepción tradicional que asocia la ciudad con el pecado y el desorden, en contraposición a la vida virtuosa en el campo. Pues bien, parece que esta percepción tan reaccionaria no es del todo errónea y la psicología moderna puede ayudar a entenderla mejor.

Conferencia Internacional para el estudio de las diferencias psicológicas individuales (ISSID 2017)

La personalidad humana también ha sido moldeada por la evolución. Y desde esta perspectiva, la psicología presenta una doble cara. Estudia los sistemas que han evolucionado para resolver problemas específicos con los que se encontraron nuestros ancestros, y que tuvieron un impacto en su supervivencia. Son lo que llaman “adaptaciones” y son prácticamente universales. Pero estos «sistemas» varían considerablemente a través de grupos e individuos, lo que termina traduciéndose no sólo en diferencias triviales del carácter o la personalidad individual, sino en las diferencias humanas que más importan y traen de cabeza a educadores y legisladores, desde el desarrollo económico y político al impacto de las conductas antisociales. En la psicología de la personalidad habría algo así como dos “mundos” (Burgess y MacDonald, 2005): uno de mecanismos universales y otro de diferencias individuales. Ambos son aspectos complementarios. Las diferencias individuales ciertamente existen, pero son inteligibles dentro del rango normal que presentan los sistemas evolutivos –comunes a la especie. Para el más influyente psicólogo diferencial del siglo XX, Hans Eysenck (1916-1997) “los individuos realmente difieren entre sí y parece que …

La verdad sobre los «estereotipos»

La palabra “estereotipo” (en inglés: “stereotype”) es de acuñación reciente. Fue inventada por el periodista Walter Lippmann en los años 20 del siglo pasado, principalmente para describir creencias sociales sobre ciertos grupos, y la idea fue desarrollada por el psicólogo Gordon Allport, autor de The nature of prejudice (1954). Desde un principio la idea estuvo ideológicamente impregnada por altos propósitos morales, del tipo que los teóricos de Frankfurt consideran “interés emancipatorio”. Según la descripción de Lee Jussim, de la universidad de Rutgers en Nueva Jersey, Allport concebía el pensamiento basado en estereotipos como “una resistencia no justificada hacia la superación de los prejuicios”, y como “una gran contribución a la injusticia social”.

Cómo los altos ideales arruinan la ciencia

No hay duda de que la corriente más influyente en lo que algunos llaman “ciencia social moderna” todavía es la teoría crítica. A grandes rasgos, los partidarios de esta escuela sostienen que un “interés emancipador” debe guiar la ciencia, con la luminosa perspectiva de crear “un mundo que satisfaga las necesidades y capacidades de los seres humanos”. Al liberar a la ciencia del “interés dominador” y de las ilusiones del positivismo, la teoría crítica se presenta como una posición no sólo moral sino epistemológicamente superior a las alternativas. En breve: la “crítica” orientada por el interés emancipador también mejora la ciencia.

La evolución del pelo largo

El pelo largo humano no es universal, varía entre poblaciones. Y esta variación depende de presiones evolutivas recientes y locales, probablemente varios milenios después de que los humanos “modernos” salieran de África hace 60.000 años. Para la biología y la psicología evolucionista tan interesante es descubrir los universales como los particulares humanos, y ya tenemos un catálogo interesante de particularidades humanas: color de los ojos, pelo y piel, persistencia de la lactasa, adaptación a las alturas, adaptación al frío, estatura de los pigmeos, los genes EDAR, ASPM y MCPH1, el microbioma, el tiempo de sueño o el pelo largo en la cabeza.

Por qué la gente cree ser secuestrada por extraterrestres

Los ufólogos, escritores e investigadores de “misterios” suelen quejarse de que la ciencia no se toma en serio sus temas favoritos. Es falso. En el contexto del proyecto “Libro Azul”, dirigido por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, el laboratorio de “comidas y medicamentos” del Departamento de Salud, Educación y Bienestar de los Estados Unidos llegó a analizar una tarta entregada por un vecino de Alabama para descartar que tuviera un origen alienígena, según cuenta Jacques Vallée en su libro Magonia. Hasta 1969, técnicos del ejército estudiaron –empleando recursos públicos– más de 12.000 supuestos informes OVNI. Pero la redacción final del proyecto, bajo la dirección de Edward Condon en la universidad de Colorado, básicamente coincidió con conclusiones de investigaciones previas (los proyectos “SIGN” o “GRUDGE”): “Nada de lo que procede del estudio de los OVNIs en los últimos 20 años ha aumentado el conocimiento científico”.

Lo que hay que saber sobre la inteligencia

Reseña de Intelligence. All that matters, de Stuart Ritchie, John Murray Learning. 2015. 147 Páginas. Hay algo peligroso en la ciencia del intelecto humano. Definir y cuantificar las capacidades mentales, tal y como pretende hacer la psicología diferencial, es algo farragoso para los antiguos, que ven el “alma racional” más bien como un préstamo divino, pero para los modernos la idea de que algo así como la inteligencia es medible, variable y heredable también choca con fuertes expectativas morales, dentro de una ya larga tradición de malentendidos, malevolencia y mitos sobre la psicología (Colom, 2000). Este pequeño libro de Stuart Ritchie, posdoctorado en la universidad de Edinburgo, es un buen remedio contra concepciones erróneas, pero muy extendidas, acerca de la inteligencia humana.

¿Hay que eliminar el «factor de impacto» de las revistas científicas?

En teoría, la ciencia es universal. En la práctica, es aristocrática. Los científicos están sometidos a un sistema de publicación dominado por unas pocas revistas de impacto y grupos editoriales, por un par de países, y por un solo idioma: el inglés. Esto influye también en la divulgación. Según los cálculos de Carlos Elías (La razón estrangulada. La crisis de la ciencia en la sociedad contemporánea. Debate. 2008), de todas las noticias científicas publicadas en España basadas en revistas de impacto, el 37.6% provienen de Nature, el 12.4% de Science, seguido por el 4.8% de Proceedings. Ninguna de estas noticias se basa en revistas científicas españolas. Nature y Science monopolizan virtualmente el mercado de la comunicación científica, con sus potentes gabinetes de prensa, a la cabeza de lo que Elías llama “ciencia producida para salir en los periódicos”.

Galileos del siglo XXI. La nueva censura ideológica de la ciencia

  El conocido caso de Galileo Galilei, padre de la ciencia moderna condenado por la Inquisición a un arresto domiciliario y vetado por la Iglesia católica entre otras cosas por defender el sistema heliocéntrico (y de paso ridiculizar al Papa) suele esgrimirse como ejemplo de un intemporal conflicto entre ciencia y religión. Pero la ciencia también puede entrar en conflicto con ideologías seculares, lo ha hecho históricamente, y lo está haciendo hoy.

La evolución de la disfunción sexual masculina

Habida cuenta de que el ser humano es una especie sexualmente reproductiva, y que las fuerzas de la evolución han favorecido la aparición de fuertes recompensas somáticas que motivan la actividad sexual, pudiera suponerse que la selección natural habría eliminado virtualmente los genes que provocan disfunciones sexuales. Sin embargo, no es así.

El error de Rousseau. La guerra en las sociedades sin estado

Azar Gat es un profesor de diplomacia y estudios de seguridad en la universidad de Tel Aviv, en Israel. Es autor de un libro reciente sobre la historia del nacionalismo, en el que no demuestra un conocimiento exhaustivo del caso español, y de distintos trabajos sobre historia militar y de la guerra más estimables. Entre ellos dos muy voluminosos: War in human civilization (2010) y A history of military thought. From the enlightenment to the cold war (2001). Hace poco ha publicado un artículo en la revista Evolutionary anthropology (2015), en el que discute lo que llama “el error de Rousseau”.

La conducta antisocial también está en los genes

  La genética conductual humana tiene más de un siglo de historia, pero la disciplina sufrió un duro golpe a mediados del siglo pasado, cuando el estudio de la herencia se asoció con las ideologías derrotadas en la guerra mundial. El predominio del conductismo radical, en psicología, o de los antropólogos boasianos en las ciencias humanas, parecía preludiar unas humanidades libres de influencias biológicas. Esta campaña cultural se recrudeció en los años setenta contra los estudios de gemelos y las teorías sociobiológicas (embrión de la psicología evolucionista), como muestra el éxito de las ideas de Lewontin y Gould, que casi se convierten en sabiduría convencional, afectando también al estudio de las bases genéticas de la conducta criminal.

Cosas de las que no hablamos sobre razas humanas, pero son ciertas

Desde mediados del siglo pasado hablar de razas y diferencias biológicas entre grupos humanos es un tabú eficaz. La idea hegemónica, según el punto de vista de los antropólogos boasianos, o de los psicólogos conductistas radicales, es que los seres humanos son naturalmente iguales y que la causa de las diferencias es básicamente ambiental, sobreentendiendo que “ambiente” se refiere a “cultura” y “educación”. El periodista John Derbyshire lo llama “Dogma de las Cero Diferencias entre Grupos” (siglas en inglés DZGD): la ya vetusta idea de que no existen características inherentemente humanas, incluyendo diferencias entre poblaciones, y de que la naturaleza humana es una “construcción social” y una “tabla rasa”.

El efecto de la lotería en el status

En un post previo, intenté explicar la visión un tanto inusual del historiador económico Gregory Clark, según la cual el status socioeconómico a lo largo de distintos países es altamente heredable (0.7-0.8). La “verdad sobre la movilidad social” es que el status fenotípico correspondería con un status genotípico que se transmite a través de generaciones. Especialmente en el largo plazo, el linaje es más determinante que el azar o las intervenciones sociales.

Somos más y menos inteligentes que nuestros antepasados

Desde que empiezan a estudiarse las diferencias individuales en inteligencia –que Francis Galton (1822-1911) llamó “excelencia”– y a establecerse comparaciones entre la inteligencia de los antiguos y de los modernos, básicamente hay dos aproximaciones en competencia. Según la aproximación conservadora, que el propio Galton inaugura al estudiar la demografía británica de la época victoriana, las condiciones modernas de vida y ciertos cambios ecológicos habrían invertido las presiones tradicionales favorables al incremento generacional de la inteligencia. Estos cambios incluyen el fin de la miniglaciación de mediados del siglo XIX, la mejora en las técnicas y la producción agraria, pero también avances en la medicina que reducen la mortandad infantil, o innovaciones sociales como el nacimiento de los “estados de bienestar”, la escolarización y la sanidad universal.

Los patriarcas violentos de los que descendemos

Típicamente desde Rousseau, existe en occidente una persistente tendencia cultural favorable a la dulcificación del pasado humano. Por ejemplo, se rebautiza la cultura del hacha de guerra, característica del neolítico noreuropeo, como “cultura de la cerámica cordada”. Simultáneamente, para los “antropólogos de la paz”, la guerra no forma parte de la naturaleza humana y la caracterización de los pueblos tradicionales como guerreros brutales se tacha como errónea e interesada, quizás malévola. Pero según el genetista Gregory Cochran, los estudios genéticos de hecho muestran que nuestro pasado se parecería más a las fantasías literarias de Conan el Bárbaro que a la idealizada antropología de la paz: “las visiones de Howard eran más adecuadas que las de los arqueólogos, más certeras que las de gente como Excoffer y Currat, que asumen que no ha existido ningún reemplazo de poblaciones en Europa desde que los modernos desplazaron a los neandertales. Más certera que Chris Stinger y que Brian Ferguson.”

La ciencia de los dos sexos. Por qué no es «simplista» hablar de machos y hembras

Tradicionalmente, las personas “intersex” resultan desconcertantes. Sólo con el auge de la ciencia médica natural (Vázquez y Cleminson, 2009), a partir del siglo XVIII, se clarifica definitivamente la división en dos sexos, y se alienta un espíritu compasivo y racionalizador hacia las personas con sexo dudoso, desterrándose como fantásticas y maravillosas las viejas historias sobre hermafroditas verdaderos. El régimen liberal y la “ciencia ilustrada” europea politizan el sexo: la autoridad para “asignar” la identidad sexual a los individuos pasa de las familias a los médicos forenses, que detentan ahora el “saber positivo del cuerpo y alma”.