Como explica Avi Tuschman, las orientaciones políticas no son elecciones racionales puras, sino disposiciones naturales que han sido moldeadas por fuerzas evolutivas. Una de las implicaciones de esta perspectiva es que las ideologías personales son orientaciones difíciles de alterar, especialmente a medida que vamos madurando. Los experimentos pioneros de Jack y Jeanne Block, que analizan los cambios en la orientación política desde la infancia, mostrarían que las raíces de la ideología emergen bastante pronto, a los cuatro años de vida. No sólo los genes influyen en el “fenotipo político”, según evidencian distintos estudios, sino que la alineación de los individuos en un espectro político de “izquierda” a “derecha” parece ser casi universal. Según datos de World Values Survey, tan sólo el 18% de las personas (la muestra incluye 97 países) no se identifican en algún punto de este espectro. Por otra parte, la personalidad básica, o emociones tan aparentemente poco políticas como el asco, también son determinantes.
En cierto modo se puede decir que las personas no pueden evitar ser de derechas o izquierdas. ¿Pero hasta qué puntos podemos mitigar la intolerancia? ¿Depende la tolerancia de ser ideológicamente progresista?
Suele suponerse que las personas con una orientación política “conservadora”, debido a su menor apertura a la experiencia, mayores escrúpulos, o mayor etnocentrismo, son más intolerantes hacia otros grupos que la personas con una orientación política “progresista”. De hecho no faltan metaanálisis mostrando que las personas conservadoras tienen más prejuicios y son políticamente más intolerantes hacia minorías étnicas, homosexuales o lesbianas. La mayor “cerrazón mental”, menor sofisticación intelectual, y quizás menor inteligencia general podrían explicar la intolerancia de los conservadores.
Esta “brecha de los prejuicios” entre conservadores y progresistas ha sido puesta en duda sin embargo por un estudio publicado en Current directions in psychological science (PDF). Como pasa con la supuesta brecha en prejuicios científicos entre conservadores y progresistas, aquí también el diablo está en los detalles.
Parte de la percepción sobre la intolerancia de los conservadores es probable que proceda de la sobrerrepresentación de científicos sociales ideológicamente identificados como progresistas, como ha denunciado Jonathan Haidt. Pese a esto, distintas evidencias apuntan ya que “liberales” y “progresistas” se muestran intolerantes contra los grupos que no comparten su visión del mundo.
Los autores de este nuevo trabajo proponen la hipótesis del “conflcito ideológico”, según la cual sería posible predecir “que los conservadores y los progresistas son igualmente intolerantes contra grupos sociales cuyos valores y creencias son inconsisntentes con los suyos propios (por ejemplo, defensores del derecho al aborto para los conservadores, y oponentes del derecho al aborto para progresistas). La hipótesis también predice que “tanto progresistas como conservadores desarrollarán varias estrategias en defensa de su visión del mundo”. Esto es lo que llaman “procesamiento motivado de la información”, y que consiste en seleccionar la información más conveniente para las propias creencias.
Los factores de personalidad no determinan la intolerancia, debido a que aquellos rasgos asociados con ideologías progresistas, como la “apertura a la experiencia” también predisponen a los progresistas para no tolerar a los grupos que desafían su forma de ser “abierta”.
Para Brandt y sus compañeros “la intolerancia no conoce fronteras ideológicas”. De hecho, sus resultados mostrarían que los progresistas son más intolerantes con los conservadores que a la inversa, en contradicción con la supuesta “brecha de prejuicios”. En el contexto de los EE.UU, esto implica que los estudiantes radicales en realidad se muestran más intolerantes hacia los defensores del “Tea Party” que a la inversa.
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«homosexuales o lesbianas» ¿Es que las «lesbianas» no son «homosexuales»?
Este tipo de estudios, y sobre todo las conclusiones que los autores aseguran alcanzar, son bastante sospechosos y tendenciosos, y buscan justificar la irracionalidad reaccionaria.
Véase aquí, cuando Jonathan Haidt busca justificar los valores de «autoridad» y «lealtad», asegurando que son bienes morales que han de conservarse para siempre…
http://unpocodesabiduria21.blogspot.com.es/2014/11/la-rectitud-de-la-mente-2012-jonathan.html
No parece tan difícil refutar sus planteamientos. Las evidencias de psicología experimental siempre podrán ser discutidas como que no son tales evidencias, pero de lo que no cabe duda es de que hay grupos muy interesados en que se justifiquen los valores de «autoridad» y «lealtad».
Yo no sólo estoy de acuerdo con esa apreciación concreta de Haidt, sino que doy una bienvenida calurosa a los estudios de científicos sociales, psicólogos experimentales, filósofos, etc, de un corte ideológico conservador. Estas son buenas noticias para las ciencias humanas, donde -como ha subrayado precisamente Haidt- la gente de derechas está claramente infrarrepresantada.
Pues no sé si hay algo de incongruencia entre alentar el desarrollo de las ciencias humanas y apoyar el corte ideológico conservador.
«Autoridad» y «lealtad» son la base del ideario conservador y también irracional. Se parte de la idea de que el comportamiento humano requiere «mano dura» y «obediencia ciega» para evitar el caos. Haidt mismo admite que el gran error conservador es la creencia en el «mal absoluto». Ese gran error es el que está detrás de esos mismos valores que él cree eternos.
Qué tendrá que ver la autoridad, que remite a la auctoritas romana, un valor totalmente clásico, con la «irracionalidad». Un poco de pudor, por favor.
Un meta-estudio tiene una validez esperimental varios ordenes de magnitid por encima a un simple estudio.
Vamos, que hasta que esto no se reproduzca en multiples estudios siegue siendo más creible el meta-estudio inicial, los de derechas sois más intolerantes.
«Qué tendrá que ver la autoridad, que remite a la auctoritas romana, un valor totalmente clásico, con la “irracionalidad”. Un poco de pudor, por favor.»
Según explica el señor Haidt en su libro «The righteous mind», según creo recordar, la «autoridad» sería una «intuición moral» que no vendría de los romanos, sino del sustrato intuitivo del «hombre en estado de naturaleza» (nuestra herencia prehistórica, que conforma casi todo nuestro código genético en lo que se refiere al comportamiento). Haidt enumera seis de estas «intuiciones morales» básicas, a saber, «autoridad», «lealtad», «santidad», «cuidado», «juego limpio» y «libertad». Según Haidt, nacemos con estas intuiciones, y en unos individuos están más desarrolladas que en otros (así suelen ser las variaciones hereditarias de temperamento).
Las personas conservadoras tendrían una mayor tendencia a las intuiciones de «autoridad» y «lealtad». No es algo muy diferente a lo que propone el artículo de TC («Como explica Avi Tuschman, las orientaciones políticas no son elecciones racionales puras, sino disposiciones naturales que han sido moldeadas por fuerzas evolutivas»).
Ahora yo añado (y aquí viene lo de la racionalidad) que también hay personas que nacen siendo más agresivas o libidinosas. Estas tendencias en la sociedad moderna actual suelen ser antisociales (en la sociedad primitiva originaria podían ser adaptativas) por lo que la racionalidad busca controlarlas (mediante estrategias de diverso tipo: eso daría para mucho comentario).
A mi parecer, también sucede lo mismo con la «autoridad» y la «lealtad». Los conservadores (o derechistas o reaccionarios) según el esquema de Haidt no hacen más que seguir los instintos morales originales, y a él eso le parece muy bien. A mí me parece muy mal, igual que me parece mal que un agresivo o lujurioso compulsivo no sea sometido a algún tipo de control social por el bien de todos.
Los principios de «autoridad» y «lealtad» son ideales para las organizaciones delincuenciales, ya que lo único que interesa es respetar al jefe, obedecerlo y ser leal con los camaradas en la lucha contra todos los demás.
Ese control es la expresión de racionalidad. Prescindir de ese control sería, sí, un poco lo nietzscheano de retorno a lo primitivo, originario o auténtico. A Nietzsche y otros irracionalistas les parecía estupendo. De ahí salió el fascismo.
«A mi parecer, también sucede lo mismo con la “autoridad” y la “lealtad”. Los conservadores (o derechistas o reaccionarios) según el esquema de Haidt no hacen más que seguir los instintos morales originales, y a él eso le parece muy bien. A mí me parece muy mal, igual que me parece mal que un agresivo o lujurioso compulsivo no sea sometido a algún tipo de control social por el bien de todos.»
No creo que ni Haidt ni nadie con sentido común niegue que la autoridad puede derivar en autoritarismo o la lealtad en adhesión ciega. De ahí a comparar los valores de la autoridad y lealtad con la lujuria y la agresividad, media un trecho.
«No creo que ni Haidt ni nadie con sentido común niegue que la autoridad puede derivar en autoritarismo o la lealtad en adhesión ciega. De ahí a comparar los valores de la autoridad y lealtad con la lujuria y la agresividad, media un trecho.»
O yo no me he expresado bien o no me han leído bien. «Lujuria y agresividad» son impulsos antisociales que las intuiciones morales de las que habla Haidt tratan de moderar, cada una a su manera. También la autoridad y la lealtad (por el bien del equipo). Lo que pasa es que el autoritarismo puede pasar fácilmente de una intuición con un fin social a satisfacer un deseo impulsivo individual, y en ese sentido el autoritarismo sí se parece mucho a los deseos impulsivos del tipo de la lujuria y la agresividad. Con la «lealtad» no parece que suceda algo parecido. Quizá en forma de masoquismo, no sé…
En cualquier caso, de lo que yo quería hablar es de que estas «intuiciones morales» serían prescindibles en una sociedad perfectamente cooperativa. Conservadores como Haidt o los otros mencionados en el artículo lo que buscan es justificar la base del comportamiento conservador al tratar de hacer ver que tal tipo de intuiciones seguirán siendo necesarias cuando en realidad parecen tan problemáticas como la agresividad.
A veces el remedio es peor que la enfermedad, sobre todo si se consigue superar la enfermedad. ¿Por qué conformarse con el antibiótico si podemos llegar a la curación total? Solo a un industrial farmacéutico con pocos escrúpulos podría parecerle bien…
http://unpocodesabiduria21.blogspot.com.es/2014/11/la-rectitud-de-la-mente-2012-jonathan.html
Bueno, avíseme cuando aparezca esa «sociedad perfectamente cooperativa». Hasta entonces excúseme de participar en la conversación, no me interesa.
«Bueno, avíseme cuando aparezca esa “sociedad perfectamente cooperativa”. Hasta entonces excúseme de participar en la conversación, no me interesa.»
Excusado queda. No a todo el mundo le interesa la ciencia…
Aquellos a quienes sí nos interesa no dejamos de hacer «experimentos mentales» sin los cuales las hipótesis no pueden ni siquiera establecerse…
Un principio como el de que las condiciones cooperativas futuras son inamovibles con respecto a las de hoy no me parece muy científico. Aristóteles, ciertamente, nunca se planteó que pudiera existir un mundo sin esclavitud… Eso limitaba un tanto su capacidad para participar en discusiones.
Yo no he dicho ni insinuado en ninguna parte que las «condiciones cooperativas» sean inamovibles. Si desprecio, como utópica y absurda, la idea de una cooperación humana «perfecta».
«Yo no he dicho ni insinuado en ninguna parte que las “condiciones cooperativas” sean inamovibles. Si desprecio, como utópica y absurda, la idea de una cooperación humana “perfecta”.»
Sigue siendo un planteamiento anticientífico. Como ya expliqué, condiciones que en su tiempo parecieron utópicas y absurdas demostraron realizarse más adelante.
El planteamiento de lo «utópico y absurdo» solo podemos hacerlo a partir de tener en cuenta todos los factores en juego. En la discusión acerca del progresismo y conservadurismo innatos y acerca de una actitud intolerante también por parte de quienes supuestamente defienden la tolerancia…
«Los autores de este nuevo trabajo proponen la hipótesis del “conflcito ideológico”, según la cual sería posible predecir “que los conservadores y los progresistas son igualmente intolerantes contra grupos sociales cuyos valores y creencias son inconsisntentes con los suyos propios»
…lo que nos encontramos es un discurso conformista que a mí me parece relacionado con el del señor Haidt, cuando defiende que valores reaccionarios como la «lealtad» y la «autoridad» son inamovibles.
En cuanto a que la idea de una cooperación perfecta es absurda, denota falta de conocimientos, así como de imaginación.
Los seres humanos no somos tan complicados y con el tiempo se llegará a crear mecanismos culturales de control de la conducta que desactiven los instintos antisociales que hemos heredado de la prehistoria. Los cambios han sido tan espectaculares al cabo del proceso histórico que solo desde el punto de vista (éste sí totalmente absurdo) de que el proceso histórico no va a continuar (con sus correspondientes cambios culturales) podemos hacer la afirmación de que la cooperación perfecta es inalcanzable (una sociedad donde los únicos rasgos antisociales queden circunscritos al ámbito de enfermedad mental, por ejemplo: los esquizofrénicos y los psicópatas siempre serán anticooperativos, como es lógico).
Y, desde luego, para la cooperación perfecta necesitamos posicionamientos ideológicos que promuevan cambios culturales, de ahí lo negativo de decir que «todos los posicionamientos ideológicos son intolerantes». No todas las ideologías son igualmente prosociales, por eso existe un desarrollo civilizatorio. Y tampoco todas las intuiciones morales que heredamos de la prehistoria son igualmente valiosas si lo que buscamos es la mejora de la cooperación hasta sus últimas y lógicas consecuencias.
Su forma de manipular o despreciar los argumentos contrarios, insinuando nada menos que falta de interés por la ciencia, falta de conocimientos, actitud «anti científica», déficit de «imaginación», malevolencia moral, conformismo, y ya un largo etc -en apenas dos comentarios- es una ilustración anecdótica de que las conclusiones del artículo son básicamente correctas: los progresistas son muy intolerantes con los conservadores.
«Su forma de manipular o despreciar los argumentos contrarios, insinuando nada menos que falta de interés por la ciencia, falta de conocimientos, actitud “anti científica”, déficit de “imaginación”, malevolencia moral, conformismo, y ya un largo etc -en apenas dos comentarios- es una ilustración anecdótica de que las conclusiones del artículo son básicamente correctas: los progresistas son muy intolerantes con los conservadores.»
Yo creo que es evidente que la conclusión correcta de los comentarios hostiles del señor Eduardo (desde su «Bueno, avíseme cuando aparezca esa “sociedad perfectamente cooperativa”. Hasta entonces excúseme de participar en la conversación, no me interesa.») es que por algún motivo personal rehuye un debate racional, lo cual, por supuesto, es acorde con la actitud conservadora intolerante. Nada más intolerante que negar la discusión racional cuando los argumentos del contrario le han dejado sin respuesta. En realidad, tiene más que ver con el temperamento del que habla, un problema personal.
La ciencia, lógicamente, es algo que tiene que ver sobre todo con el progresismo. Si por los reaccionarios fuera, nos habríamos quedado en el chamanismo.
«La ciencia, lógicamente, es algo que tiene que ver sobre todo con el progresismo»
No hace falta decir nada más.
Me resulta muy desagradable encontrarme con estos que se envuelven en una bandera, ya sea la patria, la modernidad, el progresismo, la ciencia, la ilustración, la razón. Ellos, y sus excrecencias, son el epítome de lo que dicen representar.
Sí, no hay más que decir.
«Me resulta muy desagradable encontrarme con estos que se envuelven en una bandera, ya sea la patria, la modernidad, el progresismo, la ciencia, la ilustración, la razón. Ellos, y sus excrecencias, son el epítome de lo que dicen representar.
Sí, no hay más que decir.»
La diferencia entre unos y otros es que algunos son capaces de demostrar lo que dicen, y los otros se quedan en los insultos y las descalificaciones personales, sin añadir un solo argumento
Es vital volver a enmarcarse un un punto conciso. Este articulo da demasiado…. Me quedare con un punto dentro del analisis del «rival» muchos conservadores, nos damos el trabajo de analizar a profundidad las raices del progresisimo. Y son muy pocos «posmodernos» los cuales no subestimas las fuerzas motoras de nuestro pensamiento.
Se cree que con valores inalienables, eternos y supeiores han encontrado todas las presuposiciones. El debate intelectual , rarisima vez toma un sendero de honestidad; ya que siempre relacen vocablos que leyes universales que resisten cualquier argumento. Libertad, derechos, tolerancia,, si se quiera debatir ningun precepto es intocable.
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Las izquierdas se han apoderado del término progresismo sin que las derechas hayan sabido o podido evitarlo. Y si entendemos el progreso como el querer mejorar supongo que tanto unos como otros quieren hacerlo. Difieren en las formas y en los objetivos, y tampoco siempre, ni mucho menos. ¿Intolerantes?. Los hay en ambos lados, no sabría decir en cual más, o si por «igual». Por otro lado, el debate habitual ¿hay que ser tolerante con los intolerantes?. Y si la respuesta es que si ¿hasta que punto? ¿hasta que las libertades y la democracia estén amenazadas?.
Pienso que hay que ser tolerante sólo hasta cierto punto, lo difícil es saber cual. No se pueden permitir casos como el de Hitler, por ejemplo, se tienen que cortar de raíz, si puede ser.