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Guerra social

Los planes de los “halcones” para cortar la financiación de la ciencia política y social no son simplemente estrechos de miras y simplistas, también dañarán la seguridad nacional. 

Scott Atran

Scott Atran

Con los recortes automáticos orientados a apuñalar millones de dólares de los programas domésticos, la financiación militar y las investigaciones científicas patrocinadas por el gobierno, incluyendo alrededor de un 6 por ciento de reducción para el Instituto Nacional de Salud (National Institute of Health, NIC) y la Fundación Nacional para la Ciencia (National Science Foundation, NSF), los responsables políticos y los profesionales están intentando evitar lo peor para reformular las prioridades. En un importante discurso el pasado mes, el líder mayoritario de la Cámara Eric Cantor (R-VA), propuso claramente que se dejara de financiar la ciencia política y social: “Los fondos que actualmente se gasta el gobierno en ciencia social, incluyendo políticas sobre todo tipo de cosas, debería gastarse en la cura de enfermedades”, dijo, haciéndose eco de una propuesta similar que hizo en 2009. El gobernador de Florida Rick Scott ha presionado en el mismo sentido, proponiendo que se desvíen los fondos estatales de disciplinas como antropología y psicología “hacia carreras en las que la gente consiga trabajo”, especialmente en tecnología y medicina. Son palabras de combate, pero tambén simplistas.

A los halcones legisladores del presupuesto la ciencia social podrá sonarles a gasto frívolo, pero lejos de librarnos de grasa sobrante, la desfinanciación de estos programas socavaría fundamentalmente intereses nacionales. Guste o no, la investigación en ciencia social proporciona información para todo, desde la seguridad nacional, al desarrollo tecnológico, el cuidado de la salud o la gestión económica. Por ejemplo, no podemos decidir qué fármacos tomar, a no ser que sean evaluados propiamente sus riesgos y beneficios, y no podemos saber cuánta fe debemos tener en un proyecto dado de ciencia o ingeniería, a menos que sepamos cuánto debemos confiar en el juicio de los expertos. De la misma forma, no podemos prepararnos del todo para detener a nuestros adversario, a no ser que entendamos los límites de nuestra propia capacidad para entender por qué los demás ven el mundo de otro modo. Pese a los miles de millones de dólares del contribuyente que se derramaron en la guerra global contra el terrorismo, el radicalismo contra los intereses clave de nuestro país sigue extendiéndose, y la ciencia social ofrece modos mejores que la guerra para hacer cambiar el rumbo.

En apoyo a la presión del representante Cantor para desfinanciar la ciencia política y social, un artículo reciente en The Atlantic apunta que “el dinero (que) podría ir la investigación sobre el cáncer que salva vidas”, fue en su lugar a proyectos financiados por el NSF que “carecían de impacto real en el mundo”, tales como los 750.000 dólares gastados en el estudio de “valores sagrados implicados en conflictos culturales”. Quizás el uso de palabras como “sagrado” o “cultura” incitan un desprecio semejante, pero aquí está prestándose una escasa atención a las propuestas de la ciencia, como ocurre a menudo en muchos reproches a la ciencia social. De hecho, los resultados de este proyecto en particular, el cual dirigido, han figurado en numerosas sesiones informativas para el National Security Staff en la Casa Blanca, el Senado y los comités del Congreso, el Departmento de Estado y el parlamento británico, y el Knesset israelí (incluyendo al primer ministro y el ministro de defensa). Además, las oficinas de investigación en el Departamento de Defensa también han apoyado a mi equipo de trabajo, que figura significativamente en recientes disposiciones estratégicas que se centran en al Qaeda y en problemas más amplios sobre la radicalización y la violencia política.

Permítanme explicar exactamente qué es lo que hacemos. Mi equipo de investigación dirige experimentos en laboratorio, incluyendo estudios de neuroimagen, apoyados en trabajo de campo con líderes políticos, revolucionarios, terroristas, y otros, que muestran cómo los valores sagrados son determinantes clave de la identidad personal y social (“quién soy” y “quiénes somos”). Los humanos procesan esas identidades como reglas morales, deberes y obligaciones que desafían los cálculos utilitarios e instrumentales de la realpolitik o de los mercados. Dicho simplemente, las personas que defienden un valor sagrado no lo venderá (los asentamientos israelíes, el programa nuclear israelí, las armas estadounidenses) a cambio de ningún iPad, o incluso de paz.

Los valores sagrados de “actores devotos”, según parece, genera acciones independientes de los riesgos calculados, los costos y las consecuencias, una contradicción directa de los modelos de “actor racional” de la política y la economía, que se centran en los intereses materiales. Los agentes devotos, en contraste, actúan porque creen sincera y profundamente que “es lo que tienen que hacer” con independencia de los riesgos o recompensas. En la práctica, esto significa que tales agentes a menudo refuerzan sus compromisos políticos y sociales para hacer frente a enemigos más fuertes. Piensen en los revolucionarios estadounidenses, que estaban dispuestos a sacrificar “nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor” en la lucha por la libertad contra el mayor poder militar de su tiempo, o los modernos terroristas suicidas que están a dispuestos a sacrificarlo todo por su causa.

Los valores sagrados, como cuando la tierra se convierte en “Tierra sagrada”, sostienen los compromisos de los revolucionarios y algunos grupos terroristas para que resistan, y en ocasiones superen, ejércitos numerosos y policía bien equipada que funcionan con recompensas medidas tales como sueldos mejores o promociones. Nuestra investigación con líderes políticos y poblaciones generales también muestra que los valores sagrados, no los juegos políticos o la economía, subyacen a conflictos intratables, como el de los israelíes y los palestinos, que desafían la negociación racional de tipo económico basada en un toma y daca. Experimentos de campo en Israel, Palestina, Nigeria y los Estados Unidos indican que los compromisos con tales valores pueden motivar y sostener guerras guerras más allá de costes y bajas razonables.

¿Cuáles son entonces las implicaciones prácticas de estos hallazgos? Quizás lo más importante es que nuestra investigación explica por qué los esfuerzos para lograr la paz que descansan en el dinero u otros incentivos materiales están condenados al fracaso cuando se enfrentan con valores nucleares. En nuestros estudios con colegas en Afganistán, India, Indonesia, Irán, el Mediterráneo y el Norte de África, hallamos que las ofertas de incentivos materiales que comprometían valores sagrados a fallaban menudo, en realidad incrementando la violencia e indignación hacia el trato. Por ejemplo, un estudio de 2010 sobre actitudes hacia el programa nuclear iraní halló que muchos iraníes no veían el programa nuclear el país programa nuclear del país como algo sagrado. Pero para aproximadamente el 13 por ciento de la población, el programa se había convertido en sagrado por medio de la retórica religiosa. Este grupo, que tiende a estar próximo al régimen, cree ahora que el programa nuclear está asociado a la identidad nacional y con el mismo Islam. Como resultado, ofrecer a estas personas recompensas materiales o castigos por abandonar el programa sólo incrementa aún más su indignación y apoyo a él. Predeciblemente, nuevas sanciones, o bien la percepción ampliada de sanciones, generan declaraciones y acciones aún más beligerantes para incrementar el ritmo, la capacidad industrial, y el nivel de uranio enriquecido. Por supuesto, la mayoría descontenta con estas acciones aún podrá forzar al régimen para que cambie su curso, o bien se redoble la represión.

Entender cómo este proceso desempeña un papel en el tiempo es una clave si queremos ayudar a los amigos, frustrar a los enemigos y gestionar los conflictos. El fin último de tal investigación es ayudar a salvar vidas, recursos y tesoro nacional. Generando conocimiento psicológico sobre cómo individuos de diversas culturas y grupos generan valores e intereses que son potencialmente compatibles o antagonistas con los nuestros, podemos ayudar para que los ciudadanos de la nación y nuestros aliados potenciales estén libres de peligro. Nuestra investigación relacionada con los aspectos materiales y espirituales de disputas medioambientales entre nativos americanos y las poblaciones de la cultura mayoritaria en América del Norte, y Centroamérica también han revelado modos sorprendentes pero prácticos de reducir los conflictos y gestionar de forma sostenible gestionar de forma sostenible los bosques comunes y la vida salvaje.

Quienes desean retirar la finanaciación a la ciencia social denuncian una torre de marfil que sólo parece existir en su imaginación, ignorando a sabiendas los razonamientos y las conclusiones basados en evidencias con el fin de llevar adelante una agenda política. Sólo 11 millones de dólares del presupuesto de 7 mil millones de presupuesto de la NSF va a parar a la investigación en ciencia política. Es extremadamente dudoso que librarse de todo el presupuesto del NSF para la ciencia política, que equivale a un 0.5 por ciento del coste s un sólo bombardero B-2, realmente ayude a producir investigación en el cáncer que salva vidas, cuando las pruebas para desarrollar un sólo medicamento pueden costar más que un B-2. Y esto no implica que debamos escoger entre alguno de los dos, como es lógico.

La ciencia social de hecho está moviéndose en dirección a las ciencias “duras”. Consideren esta ironía: un cercano colaborador sobre el proyecto de “valores sagrados”, Robert Axelrod, anterior presidente de la Asociación de Ciencia Política Americana, elaboró recientemente un estudio sobre el cáncer potencialmente innovador basado en un modelo de ciencia social de las células cancerígenas consideradas como agentes cooperativos en competición con comunidades de células saludables. Trabajos independientes de investigadores del cáncer en los Estados Unidos y el extranjero han establecido que la cooperación propuesta por Axelrod y colegas entre células tumorales de hecho tiene lugar en líneas celulares derivadas de cánceres humanos, lo cual tiene implicaciones significativas para el desarrollo de tratamientos efectivos.

Investigación proveniente de otros campos de las ciencias sociales, incluyendo la psicología cognitiva y social, y la antropología, siguen teniendo profundas implicaciones para una enorme variedad de problemas humanos: incluyendo cómo mejorar el diseño y la navegación en el transporte y las redes de comunicación, la gestión de sistemas informáticos y ciberseguridad, la reconfiguración del cuidado y el diagnóstico médico de emergencias, la construcción de respuestas eficaces para la incertidumbre económica, y la mejora de la competitividad industrial y la innovación. Por ejemplo, quizás la mayor amenaza a largo plazo para la seguridad de la industria y la defensa de los EE.UU es la ciberguerra, allí donde las amenazas más insidiosas y difíciles de gestionar podrían surgir no de las vulnerabilidades del software o del hardware, sino del “wetware”, las inclinaciones y sesgos de los cerebros humanos que interactúan socialmente, como cuando se hace un favor a un amigo (como “haz clic en este enlace”). En reconocimiento de este hecho, Axelrod ha sugerido a la Casa Blanca y el Departamento de Defensa un “código de honor” animando a que los individuos no sólo mantengan la ciberseguridad por sí mismos, sino que también evitando que comentan errores por los amigos y que informen de tales errores.

Los funcionarios elegidos poseen el mandato de establecer prioridades para la finanaciación de la investigación en interés de la nación. Desde que Abraham Lincoln estableció la Academia Nacional de las Ciencias, sin embargo, una clara prioridad ha consistido en permitir que la investigación se gobierne líbremente, y en que sea libre para dudar, desafíar, y últimamente para cambiar la sabiduría recibida si se basa en una sólida lógica y evidencias. Lo que el representante Cantor y sus colegas de parecida mentalidad parecen estar diciendo que esto esta bien, pero sólo en los campos que consideran adecuados: en la tecnología, la medicina y los negocios. (Aunque posiblemente están dispuestos a hacer una excepción para la ciencia de las encuestas, que puede apoyar a vender casi cualquier cosa, incluso ideas terribles como dejar de financiar el resto de las ciencias sociales).

Es impresionante pensar en que estos políticos influyentes y las personas que les apoyan no desean razonamientos basados en evidencias e investigación capaz de informar las decisiones que tienen que ver con la naturaleza y las necesidades de nuestra sociedad, pese al hecho de que una gran mayoría de la legislación federal y estatal trata de temas sociales, más que de tecnología o defensa. Seguro que hay errores y despilfarros en las ciencias sociales, como en cualquier otra ciencia (de hecho, todo proceso evolutivo progresa mediante ensayo y error), incluyendo, más recientemente, miles de millones gastados en un equivocado uso de ratones en la investigación del cáncer.

Pero aquellos que desearían dejar de financiar a las ciencias sociales subestiman gravemente la relación entre la amplia gama de libertad de la investigación científica y su impacto concreto, y entre la teoría y la práctica: allí donde la imaginación disciplinada logra descubrir, pongamos por caso, que los agentes devotos no responden a inventivos materiales o a desintencitvos (por ejemplo, sanciones) del mismo modo que lo hacen los agentes racionales, o o que las comunidades de personas y de células del cuerpo podrían compartir profundos principios  organizativos así como respuestas a amenazas de agresores externos, tal conocimiento posee una profunda influencia en nuestras vidas y bienestar.

Antes incluso de que se rebelaran en 1776, los colonos americanos acaso podían disfrutar de los mayores standard de vida del mundo. Pero querían algo diferente: una sociedad libre y progresista que no se podía comprar con dinero. Tal como ironizaba Ben Franklin, “El dinero nunca ha hecho feliz al hombre y nunca lo hará”, pero “Si un hombre gasta todo su dinero en su cabeza, nadie puede arrebatárselo, una inversión en conocimiento siempre paga el mejor interés”. Franklin fundó la primera sociedad cientifica americana “para mejorar el conocimiento común”, lo cual supuso una llamada a muchos asuntos prácticos, así como a “todos los experimentos filosóficos que pongan Luz en la Naturaleza de las Cosas, y multipliquen las Comodidades y Placeres de la vida”. George Washington, Thomas Jefferson, John Adams, Alexander Hamilton, Thomas Paine, James Madison y John Marshall se unieron a la sociedad de Franklin para tomar parte en la revolución política, social y económica que ayudaron a expandir. Como los Padres Fundadores, deseamos que nuestros descendientes sean capaces de imaginar un gran futuro para nuestro país y un mundo mejor para todos. Para ello, nuestros niños necesitan la amplia comprensión sobre el funcionamiento del mundo que las ciencias sociales pueden proporcionar, y no sólo una educación técnica para trabajos bien pagados.


Scott Atran es un psicólogo y antropólogo del John Jay College, universidad de Michigan, la universidad de Oxford y el Artis Research. Es autor de Taking to the enemy y In gods we trust.

Publicado en Foreign Policy. Foto: EDGE

1 Comentario

  1. Juan says

    Magnífico artículo sobre la importancia de la investigación en ciencias sociales. En estos momentos se sacrifica, en este caso en España, no sólo la investigación fundamental y la aplicada de ciencias exactas, sino las líneas de agronomía, las series históricas estadísticas, la investigación social participativa, y un sin fin de posibilidades de conocer mejor la realidad, para mejorarla. Siempre existe un riesgo de involución, y de retorno del oscurantismo, o el fundamentalismo neoconservador. Y es curioso que las recetas de los recortes sean vistas como muestra de eficiencia y buena gestión. ¿buena gestión de los problemas sociales?

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