La menopausia alrededor de los 50 años es algo que no ha dejado de sorprender a los científicos y ha desencadenado mucha especulación y gran número de estudios. No es corriente en la naturaleza que un animal sobreviva varias décadas a su capacidad reproductiva. La mayoría de los investigadores sostiene que es un acontecimiento adaptativo al que se le ha llamando «la hipótesis de la abuela». Esta hipótesis, que la antropóloga Sarah Blaffer Hrdy prefiere llamar “la hipótesis de la madre prudente” (Mother Nature. Sarah Blaffer Hrdy. Ballantine 2000), sostiene que una hembra que aún tiene suficiente energía hará mejor en cuidar de los hijos de sus hijos que no a los suyos propios.
Las abuelas comparten con sus nietos un 25% de su ADN y los biólogos evolucionistas creen que una abuela fuerte y vigorosa habría contribuido a la supervivencia de esos genes ayudando a sus hijos e hijas en procurarles alimento y protección. Esta estrategia podría haberse originado en el Pleistoceno, alrededor de 1.7 y 1.9 millones de años atrás. Incluso, para algunos autores, tan lejos como los 2.6 millones de años.
En nuestras opulentas sociedades postindustriales, cuando una mujer ya no dispone de óvulos puede adoptar embriones que se implantarán en su cuerpo o serán gestados en el de una madre de alquiler, o puede conseguir óvulos de una donante y fertilizarlos con esperma de un dador y gestarlos ella u otra mujer.
Este último caso parecía el de las niñas gemelas que tuvo un personaje habitual de las revistas del corazón: cierta baronesa vinculada al mundo del arte. Por lo que se especuló, la dama habría solicitado a su propio hijo aportar el esperma que habría fecundado los óvulos de una donante anónima (y quizá también la propietaria del vientre que gestó a las niñas). Es decir, de seguir los protocolos más usuales
de una técnica cuyo resultado serían unas niñas totalmente ajenas biológicamente hablando, a tener unas criaturas con las que compartiría el 25% de los genes.
Desde cierto punto de vista, se trata de una jugada maestra, pues este parentesco, cuya carga incestuosa es rebajada por la frialdad del laboratorio, fortalecería estadísticamente los lazos entre adoptante y adoptadas e, incluso, entre adoptadas y un hermano adoptivo que pasa a estar relacionado con ellas con un 50% de los genes.
Tener una abuela resulta igualmente beneficioso para los nietos tengan el sexo que tengan, puesto que todos comparten con ella este 25% de genes. Sin embargo, estudios recientes sugieren que una abuela materna sería tan beneficiosa para los nietos como para las nietas mientras que una abuela paterna (el caso de la baronesa) lo sería más para las nietas. Esto se desprende de un prolijo y extenso estudio2 llevado a cabo por Leslie Knapp, directora de la división de Antropología Biológica de la Universidad de Cambridge, y sus colaboradores. Examinaron la documentación que proporcionaban siete sociedades de las que se habían guardado buenas referencias familiares. Se encontró una elevada correlación entre el grado de relación genética de las abuelas viviendo cerca de sus nietos y el grado de supervivencia de los mismos. Y se descubrió que las abuelas paternas resultaban ser un factor relevante en la perduración de las nietas y no tanto de los nietos.
La explicación sugerida es que los nietos y las nietas difieren en el cromosoma X que les legan sus padres o sus madres. Un hijo recibe de su madre el cromosoma X, y sólo puede pasárselo a las hijas. Así que la abuela está relacionada con su nieta en un 50% en sus cromosomas sexuales. Si las abuelas invierten en sus nietos a causa de su relación genética, su incentivo adaptativo para hacerlo puede variar en forma relativa a este vínculo y afectar la supervivencia de unos u otros.
Si una abuela no comparte su cromosoma X con un nieto, según estos estudios, su relación genética es del 23%. Si lo comparte, como es el caso de la abuela paterna con la nieta, su relación podría ser del 31%. No se sabe de qué manera esta diferencia podría afectar la supervivencia de los nietos, o cual es el mecanismo que lleva a que aparentemente las abuelas favorezcan unos nietos por encima de los otros. Pero el resultado del proceso que dio lugar a esas niñas podría haber sido más conveniente de lo que uno podría pensar.
Referencia: Grandma Plays Favourites: XChromosome Relatedness and Sexspecific Childhood Mortality, by Molly Fox, Rebecca Sear, Jan Beise, Gillian Ragsdale, Eckart Voland and Leslie A. Knapp. (2009) Published online before print October 28 doi: 10.1098/rspb.2009.1660
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