La ética médica es una disciplina fascinante, dado que aborda temas repletos de consideraciones filosóficas, morales y éticas que rara vez son blancas o negras. Muchos lectores tal vez recuerden el trágico caso de Terri Schiavo, que trata sobre la provisión de cuidados vitales a largo plazo para una persona que es improbable que se recupere de un estado vegetativo. Otros debates dentro del campo de la ética médica incluyen si es aceptable emplear células madre embrionarias para propósitos de investigación, o si la eutanasia y el aborto deben ser prácticas permitidas (y si lo son, bajo qué condiciones).
De los últimos ejemplos, quizás ninguno está tan cargado políticamente como la legalidad y moralidad del aborto. Con independencia de que la posición de uno sea favorable al aborto, el siguiente caso probablemente resultará sorprendente. Alberto Giubilini y Francesca Minerva, dos expertos en ética situados en universidades australianas, publicaron un corto artículo en Journal of Medical Ethics donde argumentan a favor de los así llamados abortos tras el nacimiento (after-birth abortion, un eufemismo para el asesinato de un recién nacido). No creo que pueda hacer justicia a su posición sintetizándola así que reproduciré sus palabras (Pág. 263 en las conclusiones):
Si criterios tales como los costos (sociales, psicológicos, económicos) para los padres potenciales son razones suficientes para practicar un aborto incluso cuando el feto está sano, si el status moral del recién nacido es el mismo que el del feto y si ninguno posee ningún valor moral en virtud de ser una persona potencial, entonces las mismas razones que justifican el aborto deberían justificar también el asesinato de una persona potencial cuando está en el estadio de un recién nacido.
Entonces añaden en la misma página (última frase del artículo):
…si circunstancias económicas, sociales o psicológicas cambian de tal modo que cuidar de los hijos se convierte en una carga insoportable para alguien, entonces se debería dar la oportunidad a las personas para que no se les obligue a hacer algo que no se pueden permitir.
Y si las últimas citas no son suficientemente claras, aquí está el extracto como tal del artículo (Pág. 261):
El aborto es ampliamente aceptado incluso por razones que no tienen nada que ver con la salud del feto. Al mostrar que (1) tanto los fetos como los recién nacidos no tienen el mismo status moral como personas reales, (2) el hecho de que ambos son personas potenciales es moralmente irrelevante y (3) la adopción no siempre beneficia realmente a las personas, los autores argumentan que que lo que llamamos “aborto tras el nacimiento” (matar a un recién nacido) debería permitirse en todos los casos donde lo es el aborto, incluyendo casos en los que el recién nacido no está discapacitado.
Mi sentimiento es que, con independencia de si uno está a favor o en contra del aborto, lo más probable es encontrar chocante cuando no repugnante el argumento anterior.
Es interesante que la teoría evolucionista proporcione tres contextos bajo los que el infanticidio podría ser adaptativo (Wilson, 2007, Pág. 19): (1) Si una madre no posee los recursos necesarios (como por ejemplo, comida) para cuidar adecuadamente de su recién nacido; (2) Si la calidad del recién nacido es tal que la probabilidad de que sobreviva lo bastante como para encontrar una pareja es mínima; y (3) Si la amenaza de infidelidad (incertidumbre paterna) es alta. Añadirá también que dos de los pioneros de la psicología evolucionista (Martin Daly y Margo Wilson) demostraron en su libro Homicide que, de 60 sociedades preindustriales que practicaban el infanticidio, en ningún caso se aplicaba esta terrible realidad a los primogénitos (esto es, evolutivamente es típicamente subóptimo matar hijos a los cuales ya se ha dedicado mucha inversión parental, y aquellos que están más próximos a alcanzar la madurez sexual que sus equivalentes nacidos más tarde).
Excuso decir que el hecho de que los evolucionistas puedan ofrecer condiciones bajo las que puede ser adaptativo cometer infanticidio de ningún modo justifica o condona la práctica ni implica que la práctica deba considerarse legal, moral y/o ética. Un ejemplo es que yo mismo soy un evolucionista y aún así encuentro como poco extraños los argumentos de los dos expertos éticos. Proponer que debe justificarse el asesinato de los recién nacidos bajo condiciones adversas económicas, sociales o psicólogicas, me resulta un argumento grotesco y desmesurado.
Podéis seguirme en Twitter(@GadSaad). Si estáis en Montreal el 25 de mayo y suponiendo que queden entradas, podría interesaros asistir a mi próxima charla TED sobre las raíces evolucionistas de la toma humana de deciciones.
Fuente de la imagen: http://bit.ly/10SlJ9J
Publicado en Psychology Today
Es interesante como algunos «expertos en ética», en un intento de basar la ética en sólo reglas formales, olvidan tanto que los humanos somos irracionales en buena medida como que la protección del recién nacido es también adaptativa y está firmemente arraigada (no así la del embrión o incluso el feto). Los argumentos lógicos podrán ser irrebatibles (o no) desde el punto de vista formal pero, por suerte, la especie humana ha desarrollado formas de relación donde la empatía y la compasión los invalidan en la realidad. Y nos hace más humanos.
El editor de la revista donde se publicó el artículo afirmó en su momento que quienes protestaron por el contenido del artículo son «fanáticos opuestos a los valores de una sociedad liberal».
La coincidencia del editor con los autores (bueno, más que coincidencia, diría que se ha pasado de frenada) no es nada que deba sorprender, dado que el mundillo de los expertos en bioética es algo así como el mundillo de los pedagogos: no representan solo a un gremio académico, sino también a una especie de secta aquejada de una gran soberbia intelectual. Por lo demás, tanto unos como otros acaban influyendo enormemente en las políticas públicas. Tan solo es cuestión de alcanzar un mínimo nivel de consenso profesional; es entonces cuando los políticos toman el relevo y de las ideas se pasa a la práctica.
La falsa disculpa de Giubilini y Minerva, por cierto, es un ejemplo acabado de hipocresía. Al final, lo que lamentan es únicamente el eco mediático que ha tenido su artículo fuera de su esfera académica. De sus palabras se infiere que ellos habrían preferido influir únicamente sobre sus colegas, entre los cuales llamaría menos la atención un razonamiento como el suyo. Es algo así como «no nos dejen en pelotas ante el gran público antes de que esto sea ampliamente compartido».
Yo, en cambio, soy firme partidario de que se expongan ante el gran público, «en tiempo real», por así decirlo, las ideas que se cocinan en el ámbito académico, sobre todo las del mundo de las ciencias sociales y las humanidades, porque luego nos encontramos con engendros como la ideología de género cuando ya es demasiado tarde y han sido adoptadas oficialmente.
Al margen de las peculiaridades de este caso en concreto, yo si entiendo la preocupación de algunos académicos por llevar sus ideas a la arena pública. El «gran público» está muy lejos de ser una tribuna de sabiduría superior.
El caso de la «ideología de género» todavía es más especial, porque eso es una amalgama que incluye desde teóricos bizarros a popularizadores (periodistas, novelistas, tertulianos, etc) con discursos de lo más normalito y popular.
Y luego está la frase socorrida para estos casos: No hay tontería que no haya sido dicha por un filósofo.
Siguiendo la «lógica» de estos «expertos», el retirar un feto a los dos meses de gestación para darlo en adopción debería permitirse en todos los casos donde la adopción de un recién nacido es permitida, ya que en su articulo parecen querer igualar en condiciones a un feto con un recién nacido, como si un feto pudiera sobrevivir antes de cierta edad por separado de la mujer que lo lleva en el vientre, lo encuentro absurdo, en el desarrollo de los fetos se puede distinguir etapas, es como pretender igualar una morula, con una blástula con el feto a los seis meses y el recién nacido, no le encuentro sentido.
Comentario aparte, que rayos es un evolucionista, querer extrapolar una teoría científica de una rama, como en este caso la biología, a otras ciencias y/o aspectos de la vida, no le veo utilidad, puede que campos de estudio como la psicología evolutiva estén relacionados con la teoría de la evolución biológica, pero no son lo mismo, y hablar de evolucionistas, me suena a una especie de apego emocional pseudoreligioso a una rama de la ciencia, que precisamente por su estatus de ciencia, no le corresponde.
En resumidas cuentas, juanK, a usted le parece «pseudorreligioso» que haya gente que intente comprender cosas como el infanticidio en el marco de la evolución humana.
Nuestro Planeta está en peligro, y nuestra arrogancia, estupidéz y «greed», lo estan destryendo. Se necesita controlar la población. Punto.
Sobre todo la greed. La greed es malísima.
Yo defiendo el derecho de la mujer a abortar sin restricciones durante más o menos la primera mitad del embarazo: por ejemplo, hasta la semana vigesimocuarta (ya que a partir de ahí el riesgo para la abortante se dispara), como ocurre en Holanda. Mi argumento es el siguiente: tiene más peso ético un interés fundamental de una ‘persona real’ (la gestante interesada en interrumpir un proceso que está ocurriendo en su propio cuerpo)que un interés fundamental de una ‘no-persona (o persona potencial)’ sintiente (el feto, cuyo único interés puede ser el de no sufrir).
La posición de Giubilini y Minerva me parece equivocada porque si el recién nacido no está discapacitado y hay parejas competentes dispuestas a adoptarlo, la madre no puede tener ninguna justificación razonable para preferir matarlo en lugar de darlo en adopción.
Independientemente de lo (relativamente) usual que fuera el infanticidio de recién nacidos en culturas no estatales (con recursos reducidos a los del grupo local, poco margen para aumentar desproporcionadamente sus cargas y tecnología contraceptiva rudimentaria) no se deriva de eso ninguna justificación para el infanticidio en sociedades que no están en ninguno de esos casos.
Que el infanticidio no ha sido moralmente indiferente ni ejecutado tranquilamente lo demuestran mil circunstancias de los modos peculiares en que ha sido practicado según las épocas y las sociedades. Y la falta de tranquilidad al respecto también es «evolutiva», desde luego, porque el infanticidio es la primera y más evidente contraindicación para el éxito evolutivo.
«Evolutivamente» hablando (y lo digo con sorna porque la falacia moral naturalista está más que presente en un planteamiento como este) no hay nada más evolutivamente positivo que la desaparición de la necesidad del infanticidio, que ha sido, en el mejor de los casos, una fuente de ambiguedad moral, conflicto sin solución y estrés social y emocional considerable: pues ahora nos hemos librado de todo eso.
Podemos, sin peligro para la supervivencia de la familia y el grupo, declarar aliviados que nunca es aceptable. Menuda suerte que tenemos.
Primero de todo, no veo razonable que el propio autor del blog argumente sobre el artículo.
En cuanto al artículo en sí, lo primero que debemos preguntarnos es cuándo se puede matar y cuándo no. Y voy a ser claro señoras y señores, matar. Porque vivimos en el reino animal y vivir y morir está a la luz del día. Es algo normal que nosotros hemos hecho anormal.
Dicho esto, pasemos al quid de la cuestión. Se derrochan espermatozoides y óvulos constantemente. Si los dos se juntan tenemos un embrión y después un zigoto. ¿El embrión se puede abortar? Simplemente es un espermatozoide y un óvulo, de lo más común. El zigoto es un tiempo después. ¿Sigue siendo ético abortar? Y luego un feto. A la gente en cuanto tiene forma de personita ya le da pena.
Entonces, ¿la forma es lo que marca el punto de ruptura? ¿O que esté fuera o dentro del vientre? Yo considero que es un asesinato y no se debería hacer cuando tiene conciencia, conciencia humana. Porque todo el mundo ha matado una mosca alguna vez. Hay alguna diferencia entre una mosca y un embrión? ¿Y un zigoto? ¿Y un feto? ¿Y un recién nacido?
Como dirían muchos, siempre hay que dejarle vivir. ¿Y si no tiene familia? O tienen cualquier clase de problema que no se le pueda mantener. Pues ya tenemos a una persona que seguramente sea desgraciada toda su vida.
Lo fácil que es crear una vida y lo difícil que es destruirla. Si aún no tiene conciencia, no tiene vida propia, es un saco de carne y huesos que funciona de manera primitiva.
Aloe, no estoy de acuerdo con que «ahora» el infanticidio «nunca es aceptable». En el caso de los recién nacidos que padecen malformaciones muy graves el infanticidio sigue constituyendo la mejor opción.
Dejando al lado supuestas «justificaciones» modernas, el infanticidio es una práctica muy corriente a lo largo de los primates y alcanzando al ser humano. En muchas sociedades el infanticidio se practica de forma regular y no es fuente de «stress social» ni mucho menos un «conflicto sin solución». Entre los Ayoreo, un pueblo «indígena» suramericano, las mujeres se encargan de inspeccionar a los recién nacidos para detectar deformidades y, en su caso, enterrarlos en un hoyo. Daly y Wilson dedican un capítulo de su libro «Homicide» a este espinoso asunto. Napoleon Chagnon en su último libro habla del infanticidio practicado por las madres como un hábito rutinario en los yanomamo, que además no acarrea consecuencias psicológicas graves en las madres. No creo que «evolutivamente» hablando el infanticidio ni el aborto hayan supuesto ningún problema importante para el ser humano. Otra cosa muy distinta es la justificación actual.
Hoy en ‘El País’ viene una brillante justificación ética del derecho al aborto firmada por Jesús Mosterín:
http://elpais.com/elpais/2013/05/16/opinion/1368723975_483486.html
Rawandi, aunque me puedo equivocar respecto a algún caso concreto, por lo general los recién nacidos con graves malformaciones solo sobreviven mediante el empleo a fondo de tecnología médica.
Sí que encontraría lógico abstenerse de eso y limitar ese empleo, más cuando las perspectivas de mejora, desarrollo aceptable y llegar a llevar una vida mejor que la de un vegetal son inexistentes (y estoy segura de que se hace, solo que no se airea, como no se airea por lo general la elección de «no ensañarse» prolongando la vida de enfermos terminales y moribundos mediante la tecnología médica, siendo lo más común).
La diferencia entre eso y el infanticidio activo a mi no me parece mera cuestión de hipocresía, sino de grado. Y en lo que respecta a los dilemas morales que nos impone la naturaleza, todas las reglas que impongamos tienen ese aspecto que puede parecer superficialmente algo arbitrario o algo hipócrita, porque para la naturaleza todo es cuestión de grado y no de blanco o negro. Las dicotomías son nuestras.
(Creo que es es una de las razones por las que el infanticidio ha sido practicado muchísimas más veces de una manera que fuera lo menos activa posible, como abandono, exposición, etc., que por violencia activa. Siempre se ha buscado, o hacerlo antes de que socialmente se le diera al reción nacido el título de humano, o de forma que no hubiera homicidio directo, o de forma que se repartiera la culpa, como en el abandono de recién nacidos en nuestra propia cultura, también muy abundante)
Hombre, que una madre arroje un feto defectuoso a un hoyo no parece una forma muy pasiva de actuar. Son practicas muy frecuentes. Y también están los infanticidios activamente cometidos por los machos, bastante rutinarios, y muy corrientes y molientes en la mayoría de especies de primates.
El título de «humano» es una cosa muy reciente, y de aplicación mas que dudosa incluso en la época actual de los «derechos humanos». Las etiquetas que se aplicaban normalmente eran familiares o tribales.
En el notable artículo de Mosterín que enlacé ayer hay una metedura de pata que no puedo evitar comentar. Se trata de la siguiente afirmación: «Todos debemos respetar las ideas y valores católicos fundamentalistas del ministro mientras se limite a aplicarlas en su vida privada o en el entorno de sus correligionarios». Es evidente que en esa frase falaz Mosterín debería haber sustituido la palabra «respetar» por la palabra «conllevar».
Como ha explicado Fernando Savater en múltiples ocasiones, no son las «ideas» sino las ‘personas’ las que merecen respeto por principio. Las ideas absurdas, como por ejemplo las del fundamentalismo religioso de cualquier índole, no merecen ningún respeto.
La verdad es que, sin entrar en la brillante justificación del derecho al aborto, el artículo de Mosterín está lleno de
* falacias,
«Naturalmente, el embrión es un ser vivo, pero también lo es el mosquito e incluso las bacterias.» Para ver la falacia cámbiese la palabra «embrión» por «Rawandi».
* hombres de paja,
«Las decisiones sobre el embarazo no las deben tomar las embarazadas, sino los obispos, como en Irlanda, donde las mujeres se van a abortar a Inglaterra.» Si fuese verdad que Gallardón va a imponer el mandato de los obispos, la única reforma que podría acometer sería la prohibición absoluta, o sea, lo que pasa en Malta o en el Vaticano.
* incoherencias,
Es incoherente criticar a Gallardón por la deuda, y a la vez, no criticar a Zapatero, que supera a Gallardón en varios órdenes.
* contradicciones,
«La creación de un nuevo ser humano es un milagro maravilloso, pero la elección del momento oportuno para producir milagros en el vientre de una mujer debe realizarla esa mujer, » Pero, ¿qué pasó con las 14 semanas, los abortos espontáneos, etc?
* ridiculeces,
«Singh es un auténtico demócrata, que no pretende abusar del monopolio legal de la violencia que ejerce el Estado para imponer las opiniones y valores de su secta a los ciudadanos que no las comparten.» Todos los auténticos democrátas quieren imponer sus opiniones y valores, que expresan en su programa. Supongo que lo que no le gusta a Mosterín es que el origen de esas opiniones o valores sean de origen religioso, pero es cuando no tienen ese origen es igual o peor pues vienen de la demagogia, la ignorancia, la tradición o la búsqueda de enemigos para conseguir coherencia.
«Y es asombroso que le permita desviar la atención política desde la resolución de la grave crisis económica actual hacia las anacrónicas reivindicaciones episcopales sobre el aborto.» No es asombroso, es simplemente lógico.
falsedades,
«a lo que es normal en toda Europa (con la excepción de Irlanda y Polonia, bloqueadas por la tremenda interferencia eclesiástica)». Hay más excepciones.
y afirmaciones sin contrastar.
«El aborto siempre es un trauma y ninguna mujer lo realizaría a la ligera.» Este es un mantra de los «permisivos con el aborto» que debería contrastarse; más que nada porque la famosa comparación de Aído creo que está más cerca de la realidad en algunos casos.
¡Cómo está la filosofía!
Respecto a la brillante justificación; pues que quieres que te diga, es la misma matraca de siempre, que tú mismo expones previamente: entre los derechos de una persona real y (lo que sea, pues decís que no los tiene… interés lo llamas tú) de una no persona, prevalecen los primeros. Esa doctrina no es norma general (yo no puedo cortar un árbol mío sin permiso; es más, no puedo reformar mi baño sin permiso). Pero además, por supuesto que conlleva una imposición de vuestra ideología a toda la sociedad, que es la calificación de no persona a determinados seres humanos. Para que fuera brillante tendría que trabajar un poquito más.
Tú, por lo menos, tratas de salvar una de las principales contradicciones de tu postura (la de que los que están a favor de la ley de plazos también son antiabortistas a partir de ese plazo), pero no lo haces brillantemente, porque entras en otra (ya no dejas libertad de decisión a la mujer a asumir riesgos). Yo he visto intentos más brillantes pero tienen consecuencias que no te gustan.
Un saludo.
Vellana, ¿cómo puedes tildar de falacia la frase de Mosterín «el embrión es un ser vivo, pero también lo es el mosquito»? Esa frase es una verdad evidente y continúa siendo veraz aunque cambiemos la palabra «embrión» por «Rawandi», como tú propones.
Me temo que no tienes claros los conceptos fundamentales implicados en la cuestión del aborto. El embrión es un ‘ser vivo’ (un organismo), pero no es un ‘ser sintiente’ (un organismo capaz de sufrir) y tampoco es ‘persona’ (un organismo en el que ya ha brotado la autoconciencia). En cambio, yo soy las tres cosas: ser vivo, persona y ser sintiente.
Yo no he dicho que cualquier interés de una persona deba «prevalecer» sin restricciones en cualquier situación, como por ejemplo en la “reforma de tu baño”. Mi argumento es muy diferente: sostengo que el poder decidir si abortar o no constituye un ‘interés ético fundamental’ de la mujer embarazada, y que ese ‘interés ético fundamental de persona’ debe prevalecer sobre cualquier tipo de interés que pueda tener una ‘no persona’ como es el feto.
De hecho, un feto de 14 semanas ni siquiera es un ser sintiente, lo cual implica que carece completamente de intereses. Por tanto, las ideas del integrista católico Gallardón sobre el aborto son sencillamente disparatadas. También son un desatino las ideas de los sijs sobre el cabello, pero al menos ellos, a diferencia de Gallardón, no intentan convertir sus supersticiosas creencias en la ley de su país.
El plazo legal de 14 semanas no marca el inicio de ninguna actitud “antiabortista” sino simplemente el periodo a partir del cual se requiere algo más que la mera voluntad de la abortante para justificar una operación que pone en riesgo su propia vida.
Un saludo
Todos los auténticos democrátas quieren imponer sus opiniones y valores, que expresan en su programa.
Esto no es cierto, así tal cual. Se supone que los auténticos demócratas quieren que se imponga (constitucionalmente, o por suficiente consenso) una serie de reglas básicas, referentes precisamente a los derechos individuales, por un lado, y a los principios del gobierno y el Estado de derecho, por otro.
Secundariamente, cada uno de los auténticos demócratas tendrá su propia opinión respecto al resto de los temas públicos, y lógicamente pretenderá hacer campaña para que sus opiniones sean aceptadas y se pongan en práctica, lo cual no es exactamente «imponer».
Por poner un ejemplo: Un auténtico demócrata puede tener la firme opinión de que la iglesia católica (o el Islam) es un mal social e histórico de envergadura, y hacer campaña para convencer de esto a otros.
Pero como, por otro lado, si es demócrata respeta la libertad religiosa de los demás, como parte de los derechos fundamentales de las personas, de ninguna manera se plantearía imponer la prohibición de la práctica de esa religión ni de la existencia libre de la iglesia que le parece dañina. Se planteará cosas congruentes con los principios democráticos, como limitar o eliminar los privilegios confesionales de esa Iglesia en el ámbito del derecho público (precisamente por respeto a la libertad religiosa de todos) o limitar las consecuencias civiles restrictivas para las personas de tal o cual creencia (como no reconocer civilmente los matrimonios forzados o los votos religiosos) pero no puede «imponer» restricciones a la libre práctica y organización de una iglesia, por muy mal que le caiga.
En el caso de que se trata, para que hubiera una imposición, tendría que hablarse de forzar a alguien a abortar, lo cual no se plantea.
Si en el futuro al que vamos (y no debe faltar mucho) la privatización de la sanidad implica que un seguro médico pueda negar cobertura a quien no abortó sabiendo que el feto tenía malformaciones graves, el partidario de la libre elección, que no se llama asi por nada, debería oponerse a esa actuación de la aseguradora.
… Y veríamos ese día lo que haría Gallardón, el cual no es exactamente un integrista católico, sino un déspota oportunista, integrista solo del propio Gallardón.
«los auténticos demócratas quieren que se imponga (constitucionalmente, o por suficiente consenso) una serie de reglas básicas, referentes precisamente a los derechos individuales, por un lado, y a los principios del gobierno y el Estado de derecho, por otro.»
Exacto, Aloe. Esos son los valores inherentes a la democracia moderna. Por lo visto esos valores laicos molestan a mucha gente. De ahí que nuestro Gobierno meapilas se haya cargado la asignatura de Educación para la Ciudadanía.