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el conseller Saura y el buen salvaje

Ayer estuve viendo el programa 59″ en la versión catalana de La2. Se analizaban las causas de las vergonzosas y atemorizantes escenas de violencia vividas estos días en dos estadios distintos en nuestro país. En una de sus intervenciones, Francesc Marc-Álvaro, periodista que, aparte de sus fantasías nacionalistas, suele ser muy razonable, acusaba veladamente al conseller d´Interior de la Generalitat Joan Saura de inoperatividad general por culpa de sus anteojeras, digamos, progres. Esa insinuación, que no daba tiempo a desarrollar, la sustentaba en una supuesta dificultad de la izquierda para enfrentarse a conflictos sociales que exigen cierta contundencia en la respuesta. Una policía “de izquierdas” puede funcionar cuando el enemigo resulta comprensible para su mentalidad, como en el caso de la delincuencia común, pero no en situaciones sin motivo aparente como las del pasado domingo. A esto le respondió Milagros Pérez Oliva, redactora jefe de El País, reprochándole amablemente una imputación que no hubiera hecho si esta conselleria estuviera dirigida, por ejemplo, por un miembro de Convergencia (y no digamos, añado yo, si fuera, en un escenario de ciencia ficción, del PP).

Creo que francesc Marc-Álvaro apuntaba bien su tiro. Para la izquierda, el ser humano es todo bondad, estropeada sólo por los vicios de la sociedad donde habita. Un conflicto social ha de ser siempre producto de la injusticia. La violencia de un individuo o de un grupo tiene su origen irremisible en las desigualdades socio-económicas. La “causa” es un elemento indispensable, tanto si hablamos del 11S (las humillaciones y la pobreza del Tercer Mundo) como de cualquier estallido destructivo en un barrio de una gran ciudad. Debido a esto se hallan impotentes paral enfrentarse a la violencia de quien lo tiene todo, o se acerca a tenerlo todo se forma incomparable a la mayoría de lugares del mundo, y por ello sufrimos las incívicas consecuencias de los altercados en los campos de fútbol, de los botellones que dejan tantos rincones de nuestras ciudades hechos un erial o de unas fiestas de Gracia que mantienen a los vecinos totalmente a merced de quien esgrime derechos tan incomprensibles como el de la propia diversión (con esa aura tan oportuna de “alternalismo”.

Pero Milagros Pérez Oliva podría no errar tampoco ya que, en el caso de policías “de derechas”, el temor a ser acusados de represores o de fascistas también funciona de forma muy eficaz impidiendo la defensa decidida de los derechos de los más “débiles”, definición bastante acertada y que utilizaban algunos de la mesa.

Hay muchos motivos para la violencia grupal. Naturalmente que existen condiciones de vida precarias o protestas originadas por causas ideológicas. Pero hay fundamentos más estructurales, en el sentido psicológico y social, que no se suelen tener en cuenta. Los hombres, sobre todo jóvenes, tienen más tendencia a dejarse llevar por el entusiasmo, a consentir en la guerra, las violaciones o los impulsos asesinos, a sentirse estimulados en involucrarse en interacciones violentas cuando van en grupo. Esto es muy efectivamente corregible cuando se comprende que no siempre hay “causas” justificatorias. La tranquilidad que tienen estos hinchas de saber que van irse mayormente de rositas es lo que les impulsa a esta evidente autoindulgencia. La naturaleza humana no es una condena: se inventó la cultura (y la policía es una parte importante de esta cultura) precisamente para poner freno a aquellas tendencias que resultan incompatibles con sociedades cada vez con mayor número de miembros y una tendencia a encontrar más práctica la interacción pacífica para sobrellevarse los unos con los otros. Aquí no hay “causa” pero, si se quiere una, podría ser el vértigo complaciente en la liberación de ciertas conductas que uno a nivel privado puede condenar pero que no parecen tan malas cuando se diluyen entre un amplio número de “camaradas”. Y si encima los jugadores de ciertos equipos les ríen las gracias, ni te cuento.