Existe una palabra para intentar denigrar a quienes intentan elaborar los temas filosóficos de la tradición empleando los métodos de la ciencia moderna: cientificismo. Esta crítica de la razón científica tiene muchas fuentes y entusiastas seguidores. Téologos, periodistas, gurús, humanistas y filósofos coinciden comúnmente en cuestionar el proyecto de la Ilustración basado en la ciencia. El mismo Benedicto XVI puede citar con toda normalidad a los filósofos; Nietzsche, Adorno y Horkheimer cuando se trata de subrayar la «candorosa y simplista seguridad» del docto crítico con el ser religioso, o cuando es preciso recordar la «dialéctica de la ilustración» que aparentemente descubre la conexión entre la razón positivista y las experiencias totalitarias del siglo XX.
Los filósofos vuelven a descubrir viejos reproches contra la razón en la más conocida propuesta de Jean-François Lyotard. La ciencia, según el enfoque «posmoderno» tan popular especialmente en las naciones latinas sería sólo el último de los metarrelatos sobre la salvación humana. Pero esta «condición posmoderna» de la cultura apenas logra sostenerse después de abril de 1996, cuando el gran aguafiestas Alan Sokal destapa la impostura intelectual de una buena parte de las humanidades. Por más que desde entonces los intelectuales literarios traten de replicar denunciando otras «imposturas científicas», en realidad ya nada vuelve a ser igual. Un blog científico muy conocido en internet certifica la decadencia de algunos términos clave comúnmente asociados al posmodernismo y la concepción standard de las ciencias sociales. Y lo hace calculando su impacto en las principales revistas científicas norteamericanas: «posmodernismo», «construccionismo», «poscolonialismo», «marxismo» o «psicoanálisis» interesan cada vez menos en la última década.
No es que haya nada radicalmente novedoso en la idea de reunir la filosofía con la ciencia. Tal como recuerda Carlos Elías [1], el significado original de filosofía ya remite al conocimiento verdadero o ἐπιστήμη, que se opone a la mera opinión, la δόξα. Es bien sabido que Platón prohibía la entrada a la Academia a quienes no conocieran la geometría, y puede mencionarse que Aristóteles dedicara mucho más tiempo al estudio de la zoología que a la metafísica. La que se considera primera revista científica del mundo moderno se llama Philosophical transactions of the Royal society. El mismo Newton, un practicante de la «filosofía natural», es decir, de la física, publica en 1687 sus Philosophiae naturalis principia mathematica. Dalton publica en 1808 New system of chemical philosophy. Lamarck, en 1809, su Philosophie zoologique. Y las naciones anglosajonas aún hoy en día siguen llamando «doctores en filosofía» (Ph. D) a todos sus doctorados, con independencia de que sean químicos, biólogos o filósofos.
Sin embargo, lo cierto es que a partir de la «revolución científica» que culmina Isaac Newton -y certifica Kant, en su Crítica de la razón pura declarando la imposibilidad de la metafísica como ciencia, va consumándose una paulatina separación entre científicos y filósofos. Las «dos culturas» de C.P. Snow se alejan paulatinamente hasta situarse cada una en sendos extremos de la galaxia cultural, al igual que las dos «fundaciones» sugeridas por Isaac Asimov en su célebre saga literaria. En el siglo XX los partidarios del empirismo lógico intentan reparar la ruptura del bloque ciencia-filosofía, como lo llama Gustavo Bueno. Pero la filosofía de la ciencia posterior abandona progresivamente el «barco» de Quine y Neurath, donde navegan científicos y filósofos, y toma partido por la llamada «teoría crítica» de la escuela de Frankfurt, por el moderado escepticismo de Karl Popper, o por el relativismo de Thomas Kuhn y Paul Feyerabend, que termina borrando la demarcación entre ciencia y magia. En general, los intelectuales del bando de las humanidades toman partido por el pesimismo epistemológico, recuperando acaso el lema de Emil du Boys-Reymond: Ignoramus, Ignorabimus (Ignoramos, ignoraremos), y ayudando a difundir en la academia y en la cultura mediática una imagen sombría de la ciencia y la tecnología.
El cuestionamiento de una filosofía independiente se valora por lo común como un reproche de los científicos más positivistas, pero al menos desde los años ochenta del siglo pasado son los propios filósofos quienes abogan nítidamente por la reunión de la ciencia y la filosofía, y cuyo proyecto general parece más orientado por el optimismo del matemático David Hilbert: We shall know, we will know (Debemos saber, sabremos).
Una de estas corrientes críticas es la neurofilosofía, que Patricia Smith Churchland elabora en un volumen publicado en 1986 y aún no traducido al español. La filosofía, matiza Smith Churchland en 2002 [2] «surge finalmente a partir del reconocimiento de que las ciencias del cerebro y su tecnología asociada están suficientemente avanzadas y que es posible un auténtico progreso en la comprensión de la mente y el cerebro. Más aún, predice que la filosofía de la mente dirigida sin la comprensión de las neuronas y del cerebro probablemente resulte estéril». La filosofía aparecería no como una instancia reguladora o «crítica» contra el poder y la organización de las ciencias, sino como «el lugar para sintetizar resultados e integrar teorías a través de las distintas disciplinas», lo que exige a los filósofos el pesado deber de conocer las neurociencias y las ciencias cognitivas que afectan a cuestiones esenciales en los debates de la filosofía tradicional: el libre albedrío, el sentimiento y la inteligencia, el comportamiento moral, la naturaleza política del ser humano, etcétera. Lo que James Fowler llama «ciencia emergente de la naturaleza humana» sintetiza este esfuerzo por traer las cuestiones filosóficas a la ciencia experimental más rigurosa.
La otra corriente contra la soledad de las humanidades es la filosofía experimental, un movimiento conducido por Joshua Knobe desde la universidad de Carolina del Norte que comparte el «compromiso de emplear experimentos controlados y sistemáticos para explorar las intuiciones y los conceptos de las personas, y de examinar de qué modo los resultados de estos experimentos influyen en los debates filosóficos tradicionales». Los filósofos experimentales ya están alcanzando algunas conclusiones provisionales sobre dominios tradicionales como la filosofía del lenguaje, la teoría de la acción y el debate en torno al libre albedrío. A diferencia de los filósofos partidarios de la metafísica, los filósofos experimentales desconfían de las intuiciones expertas y populares y de las afirmaciones declaradas trascendentales «a priori». A diferencia de muchos científicos sociales del modelo standard, los filósofos experimentales reconocen la necesidad de investigación redundante para confirmar sus conclusiones.
Todo esto está sucediendo en el mundo anglosajón, que para bien y para mal prácticamente monopoliza la creación de conocimiento científico en el mundo. En España, los filósofos profesionales -la mayoría funcionarios en calidad de profesores de la enseñanza media- vienen denunciando desde hace unos años el desplazamiento de la filosofía tradicional en los planes del ministerio de Educación hacia nuevas asignaturas como Filosofía y ciudadanía o Educación por la ciudadanía que aparentemente arriesgan la función «crítica» de los filósofos. Éste es sin duda un tema complejo y políticamente infectado, pero cabe cuestionar si las mismas humanidades en España han sido lo suficientemente «críticas» consigo mismas en las últimas décadas. Planteando la cuestión desde el punto de vista corporativo, la filosofía impartida por los humanistas es un irremplazable elemento de la educación. Pero esta es una «evidencia» en buena medida sostenida en el predominio de la «cultura de letras» sobre la «cultura de ciencias». No es evidente que la filosofía impartida por humanistas que ignoran la ciencia natural o apenas hacen ningún esfuerzo por comprenderla, y muchas veces son explícitamente hostiles a la ciencia, ayude realmente a «apreciar la capacidad de la razón», o a «valorar el esfuerzo por el rigor intelectual» -como establece el currículum preparado por las autoridades educativas. Sin duda un saber crítico sobre cuestiones no directamente «instrumentales», como señala Fernando Savater, es indispensable para completar una educación a la altura de los tiempos. Pero no hay ninguna razón para excluir a la ciencia experimental de esta instancia crítica ni mucho menos para oponerla a la filosofía. De hecho, la mayoría de los mejores científicos han sido también filósofos, y la mayoría de los mejores filósofos han sido también científicos.
[1] Carlos Elías, La razón estrangulada. La crisis de la ciencia en la sociedad contemporánea. Debate, 2008
[2] Patricia Smith Churchland, Brain-wise. Studies in neurophilosophy. MIT, 2002
Eduardo Robredo Zugasti
eduardo.robredo@terceracultura.net
Pingback: Contra la filosofía
La filosofía es la madre de todas las ciencias.
Solo que que con el progresivo prefeccionamiento de sus propios métodos de estudio y mejor conocimiento de sus objetos de estudio, las ciencias se fueron distanciando, emancipando, como hijos que repudian a su madre.
Como dijo Kant, la filosofía es una «Hecuba» desvalida.
Un artículo interesante y que anima a reflexionar. ¡Gracias!
Por otro lado, una duda que me asalta: ¿No cree que es arriesgado poner a Kuhn en el mismo paquete que a Feyerabend? Desde algunos sectores de las humanidades se ha venido malinterpretando y leyendo a medias (solo La estructura… y no los artículos que años después habrían de matizar el lío prodigioso en que se transformó el «paradigma» y la «ciencia normal») la obra de Kuhn. Mientras coincido plenamente en poner la etiqueta de relativista a Feyerabend, debo resistirme a que la comparta con Kuhn.
Saludos y ánimo con el blog tan suculento que teneis,
Luis
Gracias; es posible que sea arriesgado, pero no es disparatado sobre todo si se tiene en cuenta la recepción pública de estos filósofos en algunos intelectuales de letras, no necesariamente filósofos. Feyerabend profundiza en el relativismo de Kuhn. Lo que no me parecería tan justo es añadir al mismo «Paquete» a Popper, y sobre todo a Lakatos, como hace el famoso documento Public understanding of science de la Royal Society, o el trabajo de Teocharis y Psimopoulos sobre los «filósofos de la ciencia».
Eduardo
vamos, por favor, ¿sigues con tu sociología (socialista) de la naturaleza humana? jeje.
pues muxo cuidado, amigo.
lo del cientificismo es el positivismo, doctrina por cierto derivada de Hegel, e iniciada por Comte, cuyo peldaño mayor, era la Sociología.
y eso es el aberrante cientificismo, mucho más dañino social y políticamente que el mismísimo creacionismo. o sea, una teología -teodicea- mucho peor.
otro dato, otro simple dato: los métodos científicos son antes que nada métodos filo-sóficos. el método científico, que, como digo, es antes que nada un método racional -y por tanto, en este caso, no un método científico-, solo puede servirle a las mal llamadas ciencias sociales para ciertas cosas, pero no precisamente en lo que son propiamente sociales.
no hablemos de la aberración de la «ciencia política del derecho» que destroza de una vez la política y el derecho.
ciao.
El trabajo inmenso de Kant para poner a Dios a salvo de la razón de la Ilustración abrió la senda que ensancharon Hegel, Schopenhauer, Nietszche o Heidegger. Sobre estos hombros, sus discípulos posteriores, hasta ayer mismo, han consumado la reducción de la filosofía a una sola de sus ramas (para mí la menos honorable): la metafísica.
Una filosofía que ignora la ciencia no es más que la hija bastarda de la teología. El panorama estándar de la filosofía actual está repleto de teólogos, de lo que se deriva su propensión natural al activismo social. El resto de los filósofos, los no metafísicos, tienen mucho trabajo que hacer.
Excelente artículo, Eduardo.
Lleva Vd. razón. Pero el dar la razón sucede desde una especie de otro mundo, que no puede ser el de la ciencia. Quizás si el (ámbito del) imposible juicio sobre el mundo que plantea Wittgenstein; esto es, de la valoración ético-estética, teleológica o como queramos sobre los hechos (i. e., la ciencia natural). Si he entendido a Kant (pero esto no lo puede decir la ciencia; sino que lo tiene que determinar mi inteligencia u otra superior a la mía, o sea casi todas), si lo he entendido me parece que académicamente una filosofía que prescinda de los conocimientos científicos resulta un pretencioso disparate, supersticioso o peor. De acuerdo. Pero otra cosa es lo que cabe decir «mundanalmente», para ciudadanos libres y racionales(filosofía en sentido cosmopolita), una vez que el ágora ateniense se ha hecho virtual, ergo universal; gracias a la ciencia, pero gracias también a la razón que primero fue filo-sófica o proto-científica. En eso creo que debemos ser flexibles, no sea que, realmente, so capa de introducir rigor científico y experimental en el manejo de los conceptos, se nos cuele la prohibición de pensar libremente (los que no son o no somos científicos, ¿no tenemos la capacidad de pensar sobre asuntos comunes, o sobre asuntos poéticos?); i. e., de jugar con las palabras, a ver si de ellas salen cosas. esto tendrá el riesgo del escolasticismo o el verbalismo, pero como no creo que tengamos otro acceso que el lingüístico a la naturaleza (al ser) me parece a mí que de ahí puede venir no poco provecho. Al fin y al cabo, si Platón llevaba razón, la justicia es obligación común para los seres humanos, se trata de un sentido que en todos debe estar, y por lo tanto discutirse. A partir de ahí caben todas las argumentaciones científico-experimentales, pero los axiomas o principios filosóficos son anteriores. (Naturalmente que los axiomas o principios en letra pequeña, no nos importe concederlo.) Personalmente, concluyo por el momento, tengo claro que para la superstición no resulta peligroso el «cientificismo», que es cosa de expertos, sino el libre pensar generalizado. Pues bien, aquí está el lugar de la filosofía, como un lugar político, sin límites. Con grandes regiones para la ciencia en el continente del saber, pero con una pequeña reserva de personajes en un país estrafalario y minúsculo. Atentamente, Martín López, Almería.
——-y eso es el aberrante cientificismo, mucho más dañino social y políticamente que el mismísimo creacionismo. o sea, una teología -teodicea- mucho peor.——–
Tiene razón X. Brotons… Como es sabido, F. Hayek y otros (como muestra un botón: los habermasianos sociologos de salón, p.e.) emplearon el término cientificismo de un modo peyorativo para designar la imitación de las ciencias naturales en los estudios sociales. Hayek –dice Bunge– “y otros miembros del campo ‘huma¬nístico’ (de tertulias de café) de los estudios so¬ciales consideraron el cientificismo como su principal enemigo, más que a la anticiencia o la seudociencia.”. X. Brotons, también, como nos muestra su afirmación” No alcanzo a saber las razones, todo lo leído al respecto siempre se ha quedado en consignas, o afirmaciones sin apoyo empírico alguno, es decir more dogmático o illuminati demostrata (es decir no ‘demostrata’). Cosas de la filosofía ¿‘intuicionista’, ‘revelada’? He aquí la muestra:
—— (…) el método científico, que (… no es un método científico)… solo puede servirle a las mal llamadas ciencias sociales para ciertas cosas, pero no precisamente en lo que son propiamente sociales.———– Es decir, las ciencias sociales no son estudiables científicamente, porque están a un nivel ontológico sobrenatural (‘) que no cabe abordar científicamente sino que habrá que hacerlo a golpe de ¿intuición?, ¿‘comprensión’? Que apoya esta tesis? Nada… Palabra de Kant o Dilthey…. O X. Brotons,… ¡te alabamos, señor!
Hombre, cabría también que se tratara de la palabra de C. Castoriadis, pero entonces sería de agradecer que X. Brotons pusiera su ontología (no materialista ni naturalista, en lo social al menos) del siempre reconfortante filósofo greco-francés.
Baldomero
Es muy común el miedo al «cientificismo» en las ciencias sociales, sobre todo cuando se considera que las ciencias naturales son lo mismo que la física y la química. Cuando en realidad, como demuestra Mayr en The growth of biological thought, resulta que la biología científica es una ciencia histórica…Sólo que es una ciencia histórica con una sólida metodología y una base matemática y «consiliente», a diferencia de las ciencias humanas «standard» que quieren ser independientes.
Eduardo
No todos los filósofos somos iguales, ¿eh?
A mí también me parece exagerado incluir a Kuhn entre los relativistas; por ejemplo, Weinberg, poco amigo de éstos, le tiene bastante aprecio.
Por otra parte, esperaba un tono más contundente en el artículo (acorde con su título). Para mí la filosofía tiene los años contados. Así, por citar sólo un caso, no tendrá mucho sentido teorizar sobre la naturaleza del alma usando términos y planteamientos metafísicos en pleno desarrollo de la neurociencia.
La culminación de la revolución científica que dice Vd., realizó Isaac Newton, se basaba totalmente en la continua intervención divina en el sistema solar. Si eso no es metafísica, que venda «Dios» y lo vea. Otra cosa fue la imagen totalmente ajena a lo teológico que de la obra newtoniana hicieron los científicos republicanos franceses como Laplace, pero se trataría de un caso de imagen pública de la ciencia y no de investigación científica en sí.
Una de las razones más importantes que esgrime Snow en el problema de las dos culturas, es el escepticismo y la decepción de los intelectuales de letras ante la muy importante relación entre ciencia y guerra-poder (tenga en cuenta la fecha, 1959, menos de 15 años después de la Segunda Guerra mundial, en plena Guerra Fría, con una creciente escalada del armamento nuclear entre ambos bandos, y el miedo generalizado a una Tercera Guerra Mundial). Ese, que es uno de los temas principales en los debates entre ciencia y sociedad del siglo XX, brilla por su ausencia es su argumentación.
Saludos.
A Fabrizio:
De eso se trata: de que cuando la razón sin sentido filosófica haya muerto, cuando se le haya acabado la cuenta de los días, se podrá ejecutar la constelación de un sentido que será quizás más terrible que todas las dictaduras habidas. Esto es, que será posible la teocracia + tecnociencia. No digo que vaya a ser real: pues nadie sabe qué es lo que tiene los días contados. Pero posible sí: ¿no es real ya la coexistencia de alta ciencia e irreflexión y/o esclavitud mental general? naturalmente que esto nada tiene que ver con una atribución a la ciencia de culpas más o menos demostrables. Las culpas son de los hombres particulares. Al lugar de esa atribución es a lo que llamamos alma. Indebidamente, sin sentido: pero necesariamente; como una disposición kantianamente innata. En el sinsentido del hablar libre, transgresos del cierre de categorías de las ciencias partivculares, reside una posibilidad, claro que solamente posibilidad, de evitar esas sumas esclavizadoras de lo más in y lo más retro: ciencia + religión. No sigo ninguna corrinete, que conste, pienso, bien o mal, por mí. MLL.
Al hilo de lo anterior: aplaudir el fin de la filosofía, de esa forma de pensamiento no estrictamente científica que va quedando cuando los saberes se emancipan y se van del lado de las matemáticas y del control experimental, aplaudir su fin no deja de ser otra forma de filosofía, o de plasmación social del pensamiento, de lo cual ya tenemos un ejemplo preciso y precioso en el pensador que inicia la filosofía escrita: Platón. esto es, los científicos en la parte superior de la pirámide; los productores, abajo, después de recibir una formación básica. Entre medias los militares, por si a los de abajo se les ocurre subir a ver qué hacen los de arriba (los dialécticos, los teólogos, los científicos y los ingenieros de almas y de cuerpos).
En resumidas cuentas: que sí, que no se puede renunciar (¿quién lo hace?) a los hechos, a la ciencia de los hechos, que afirmar lo positivo no es positivismo; pero que, por otro lado, y como alguien, más de uno, ha ido apuntando aquí, quizás no haya tanta inocencia en el trabajo científico o en lo que hacen seres como nosotros con el trabajo científico. Y que si ha de haber una tercera cultura no pasa por el fin de la filosofía, sino por tomarse en serio las dudas de frankfurtianos y heideggerianos. Saludos, MLL.
Eduardo, no te dejes influir demasiado por las arrebatadas críticas de Carlos Elías a las humanidades. La semana pasada grabamos para TeleUNED un debate sobre su libro «La razón estrangulada», y su posición fue mucho más moderada. Espero que dentro de pocos días pueda verse por internet.
Hola Eduardo, pues yo no abarcaría tanto y señalaría como únicos responsables de los problemas que tienen las Humanidades y su poco apego a la convergencia sin lugar a dudas a los giliwikis..
Explicación aquí:
http://weblogs.madrimasd.org/futurosdellibro/archive/2009/02/06/112401.aspx
Saludos.
Fundamentalmente de acuerdo. Pero con un pequeño matiz.
Igualmente, existe una palabra para intentar denigrar a quienes elaboran temas científicos empleando métodos de la tradición: filosofía. Es un reproche (tipo estás haciendo «filosofía», tío, de qué vas?) que le hacen al mismísimo Dawkins, como comenta en The Selfish Gene, a lo que responde ‘bueno ¿y qué?’
Cientificismo para «los de humanidades» es lo que filosofía para «los de ciencia», reduccionismo materialista y metafísica cósmica respectivamente. Ignorancia mutua.
Claro que hay que ser sinceros y reconocer que no es la ciencia precisamente la que está desprestigiada sino la filosofía. Incluso los creacionistas intentan empaquetar a dios con el halo de autoridad social de la ciencia, por no hablar de la propia secta lunática la cienciología.
Lo que quiero decir es que aunque probablemente la filosofía tiene más que perder de su desconexión de la ciencia que ésta, es posible que el progreso científico venga de un apoyo mutuo. No me refiero claro a la filosofía como profesión monopolizada por una facultad. Me refiero a la posición que permite integrar y hacer comprensiva los conocimientos científicos, el naturalismo metodológico.
No es algo raro el científico que hace extraordinarias aportaciones a la ciencia y al mismo tiempo mantiene en otras áreas las supersticiones más bárbaras, como la creencia en dios, en la superioridad racial, en la nación, etc. El propio Newton (http://www.vanityfair.com/culture/features/2008/04/hitchens_newton200804) tiene un pie en la tradición mágica.
En cualquier caso, camarada Eduardo, vanguardia de la revolución naturalista, gran entrada y magnífica – subversiva foto.
Jesús, no suscribo toda la crítica de Elías a las humanidades, que por lo que toca a la filosofía está basada en el artículo de Teocharis y Psimopoulos, o en el informe de Public understanding of science. Sí la empleo como punto de apoyo porque su libro es un toque de atención importante, y porque aunque haya mutua incomprensión -como apunta Daniel- sin embargo el mayor esfuerzo de crítica y progreso racional lo tenemos que hacer los «humanistas».
Eduardo
Quizás lo que está ocurriendo es que la ciencia en sí no necesita de filósofos. Quizás la ciencia nos está demostrando que no dejamos de ser unos animales más con un instinto de supervivencia camuflado en eso que ha dado tanta bola y que hemos venido llamando Razón. Sí, la Razón ha dado mucho juego, nos llevó al centro del mundo, nos hizo muy cercanos a Dios, e incluso lo superamos en algún momento. De hecho esa Razón, y esos filósofos, nos han permitido manejar tal concepto de Dios, o Naturaleza, o Cosmos, o Idea, o lo que sea, a nuestro gusto. Pero en definitiva no pasamos del nivel de Animal que hablaba. Somos otra especie. Gracias a la Ciencia.
Un saludo.
Hola a todos;
parece que mis palabras «Eduardo, no te dejes influir demasiado por las arrebatadas críticas de Carlos Elías a las humanidades», les han sonado a algunos como una especie de censura o guía espiritual; reconozco que mi redacción puede haber dado pie a esa interpretación, y quiero dejar claro aquí que no se trata en absoluto de nada parecido. Se trata simplemente un comentario sobre varias posibles interpretaciones de la «responsabilidad» de la filosofía en el desprestigio del pensamiento científico entre la gente de humanidades; mi intención era sólo hacer ver que «la» filosofía no es un ente monolítico, y que «habemos» muchos filósofos que defendemos el escepticismo y la racionalidad.
En mi opinión, la filosofía mal entendida es la carcasa vieja y oxidada de la curiosidad y el amor al conocimiento de la que en su día surgió la ciencia. El problema es que la carcasa ha quedado infectada de mediocridades incapaces de hacer el esfuerzo necesario para comprender la ciencia y siguen alimentándose de los restos que allí quedaron adheridos a las paredes.
La filosofía del siglo xxi existe, pero ha abandonado el núcleo original y está ocupada en comprender, asimilar y dar sentido humano y humanista a los nuevos y apasionantes descubrimientos de la ciencia.
Muchos falsos «filósofos» siguen agarrados a Aristóteles y Platón convencidos de que la verdad filosófica sigue ahí, al margen de la ciencia. La filosofía auténtica tiene que estar necesariamente al lado de la verdad y hoy por hoy, la verdad es la ciencia. La única función relevante que puede desempeñar la filosofía auténtica debe ser la de darle sentido humano a todo lo que la ciencia descubre y no tiene tiempo de explicar e interpretar.
Saludos.
¡Pues vaya! Ahora resulta que David Hilbert pronunciaba sus discursos en inglés:
«We shall know, we will know.»
En fin, si lo dicen Denkins y Dawnett… Pero yo hubiera jurado que Herr Professor dijo en su discurso:
«Wir müssen wissen, wir werden wissen»
Y, pese a que Göedel -otro chalado que creía que en el argumento ontológico había algo de verdad- le chafó el programa, así lo dejó grabado en su tumba.
Saludos metafísicos,
En relación a este artículo, sugiero la lectura de nuestro Blog Simbiotica (http://simbiotica.wordpress.com/) que trata de construir asintóticamente esa simbiosis entre filosofía y ciencia en la que los horizontes se amplíen para la última y pueda construirse la primera sobre una base fuerte asentada en el propio método científico.
Un título simplista y un punto facilón. Lamento decirlo, pues simpatizo con el proyecto de ‘tercera cultura’. Pero el texto se sostiene sobre una oposición cruda entre la filosofía -saber humanístico- y la ciencia, difícilmente sostenible tanto si miramos a la tradición flosófica como si atendemos a lo que se hace en los mejores departamentos de filosofía del mundo anglosajón. Otra cosa es que seleccionemos los ejemplos que nos interesan:
«Los filósofos vuelven a descubrir viejos reproches contra la razón en la más conocida propuesta de Jean-François Lyotard». ¿Los filósofos?
Me quedo mejor con su conclusión, mucho más razonable:
«Pero no hay ninguna razón para excluir a la ciencia experimental de esta instancia crítica ni mucho menos para oponerla a la filosofía».
Pues eso. Por cierto, está por ver lo que da de sí la filosofía experimental; el hecho de que lleve el rótulo ‘experimental’ no la hace necesariamente prometedora.
Un saludo
Lo de la filosofía experimental me suena a «religión experimental». El problema es que todo lo que se puede someter a experimento forma parte de la ciencia y ya está probado o refutado o en vías de serlo.
La filosofía ha sido arrojada del paraíso de la verdad hace ya mucho tiempo y se ha fabricado su propio limbo paralelo donde vive una existencia onírica. Al día de hoy, la verdad, toda la verdad, está en la ciencia y el que no comprende eso, y tiene inquietudes intelectuales, acaba recalando en el limbo de la filosofía, mucho más placido y tranquilo que el de la ciencia, en el que hay que abrirse camino a través de una jungla de puntiagudas fórmulas matemáticas. Pero ese es el precio que hay que pagar para acceder al círculo de la verdad y muy pocos están en condiciones de hacerlo. La alternativa es resignarse a mirar por alguna rendija el espectáculo que tiene lugar en su interior, sin participar en él, o ingresar en el beatífico limbo filosófico, donde la entrada es gratis y se puede participar en cualquier atracción infantil.
Saludos.
Confusión total. El campo filosófico y el científico son estrictamente diferentes. No es que la filosofiía vaya-ni pueda ir- contra la ciencia, sino que parte de los conocimientos científicos para abordar su campo. Y lo que encontramos en su campo son ideas: causa, ser, mundo, materia, idea, ciencia, verdad, realidad. Qué sean estas entidades es algo que no puede decirnos la ciencia (y sin embargo se ve obligada a operar con muchas de ellas, de ahí la filosofía espontánea que todo científico tiene). Si en la historia de la ideas algún filósofo ha abordado estas cuestiones al margen de la ciencia-o contra la ciencia- tanto peor para él.
Acercar u alejar regiones del saber no es una cuestión de voluntad sino de que tales ámbitos sean realmente relacionables. La acusación de cientificismo esta justificada plenamente, por ejemplo, cuando los neuropsicólogos hablan de naturaleza humana y se quedan tan tranquilos sin definir ni el concepto de naturaleza ni el concepto de hombre y pensando que siguen haciendo ciencia. No es que haya que discutir los datos que nos brindan ni que a la hora de abordar tales conceptos no haya que tener en cuenta los resultados de las neurociencias, es que tal ejercicio conceptual es filosófico y sólo filosófico. No cabe otra disciplina para abordarlo del mismo modo que no cabe otra disciplina que la geología para analizar los movimientos tectónicos. Tu propio artículo tiene bastante de filosofía. Te recomiendo una lectura pausada y sin prejuicios de la obra de Gustavo Bueno, al que citas pero no parece que hayas leído demasiado.
De todos modos te felicito por participar en esta iniciativa y espero que tengáis éxito.Un saludo.
La distinción de Bueno la conozco pero no me convence del todo, aunque capta un aspecto del problema. Filosofía sería más bien un lugar de intersección entre categorías científicas y mundanas, por eso es positivo que siga habiendo filosofía en este sentido, pero no creo que las «ideas» tengan un peso substantivo, platónico.
Lo más importante es imprimir una dirección más experimental a las humanidades y a la propia filosofía tradicional, que es la estrategia que realmente está dando resultados.
Por ejemplo:
http://experimentalphilosophy.typepad.com/experimental_philosophy/2009/10/experiments-in-the-humanities.html
En el fondo ciencia y filosofía son lo mismo, reflejan la misma actitud antropológica para conseguir conocimiento honesto y racional. AL fin y al cabo «científicos» no empezaron a existir antes de la Inglaterra victoriana, y por una razón práctica más que teórica: intentaban crear un «lobby» capaz de atraer recursos públicos y poder distinguirse de los filósofos dogmáticos y de los charlatanes. Esto lo explica bastante bien Patricia Fara en su historia de la ciencia que acaban de editar en español.
Bravo por el último párrafo. Fosilización del conocimiento, corporativismo, escasa capacidad de autocrítica y de esfuerzo por parte del funcionario filósofo, que es, en buena medida responsable de la situación actual de la ¿disciplina? El sapere aude que hasta la saciedad reiteran no es, como pretenden, un conocimiento en sí mismo, sino una exhortación para formación crítica que ellos mismos ignoran. Del mismo modo, asistimos por otra parte a una apología acientífica de la ciencia (paradójicamente denominada «escepticismo») que confunde a ésta con la técnica (como si fuera una aplicación) y que la exime de someterse a controles científicos rigurosos que con gran soberbia exigen a otros saberes. La labor del científico no consiste en desacreditar, por ejemplo, a la homeopatía, mientras defiende como dogmas sus propias teorías, sino en atacar todas ellas con el fin de sustituirlas provisionalmente por otras que contribuyan mejor a nuestra compresión del mundo. ¿Satisfaría una buena parte de la ciencia actual -con especial mención para la física y para algunas teorías y tratamientos médicos- los criterios que sus valedores dogmáticos emplean -acertadamente- con las pseudociencias? ¿Resulta más novedoso, haces mayores aportaciones y te esfuerzas más por aprender cuando criticas una chorrada como la homeopatía que cuando repites como si fuera un conjuro una fórmula estéril de la filosofía medieval? Precisamente -y me dirijo también ahora al filósofo con trienios- según vamos conociendo más cosas acerca de la bioquímica del cerebro humano, de la naturaleza irracional de buena parte de «nuestras» decisiones y, en consecuencia, del funcionamiento y del fundamento psicológico de todas nuestras actividades filosóficas, científicas, emocionales, teóricas o prácticas, se hace más patente el convencimiento de que ningún saber es autosuficiente ni mejor, de que la especialización y la pugna son una catástrofe para todas las ciencias y de que las piezas del puzzle del conocimiento jamás encajarán si cada uno de nosotros posee unas cuantas y se niega a ampliarlas o a combinarlas con las que poseen los demás. No sé si debemos saber (¿pinta algo aquí la ética?), pero sólo sabremos si acabamos con los gremios, con los especialistas y con los fósiles.
la filosofia dice q 2+2 son 3 y por eso es una mierda :v
En primer lugar doy gracias a Dios porque me permitió leer este artículo.
Yo creo, y más que creer, tengo una impronta en mi mente de que fui creada por un ser supremo que guiada, cuidada por este ser maravilloso
No me considero un animal que hable, ni una especie más en evolución, En todo caso puede ser una especie o parte de una especie que está en involución. No puedo considerar a la ciencia como la verdad ya que cada descubrimiento atrofia cambia o de turba lo que anteriormente científicos han expuesto. No puedo ser parte de una filosofía que constantemente cambia según la conveniencia de la época. pero soy enseñada, redarguida, corregida e instruida en justicia por un Manual de vida que se llama Biblia. Esta directriz de mi vida está muy arriba de la ciencia, de la filosofía del hombre mismo. Así que, con mucho respeto a todos, no estoy de acuerdo en que ni hay una verdad absoluta, la hay no ha cambiado por siglos ni cambiará.. Se llama Jesús.. Buen día.