Adolf Tobeña: Desiguales
Fuente: euromind. Algunas palabras destacadas encierran y difunden un mito, al tiempo que acarrean un gran potencial de confusión. “Igualdad” es una de ellas. Su pedigrí y estatus en la escala de los valores políticos es incontestable, sobre todo desde que los ilustrados la elevaron a la Trinidad de los principios republicanos, como uno de los garantes insoslayables del ejercicio de la plena ciudadanía. La igualdad social dibuja y prefigura una meta moral de perfección. Un apetecible y prístino horizonte de reparto equitativo y adecuadamente distribuido de atributos, bienes, roles, servicios y costes para todo el mundo, en cualquier circunstancia y condición, y en todos y cada uno de los rincones del planeta. No debe extrañar, por consiguiente, que la mayoría de los idearios que compiten en el mercado de las promesas de la buena gobernanza, enarbolen la igualdad como enseña preferente. El problema recurrente con la igualdad es que ofrece una insospechada y tozuda resistencia a dejarse conquistar. Sea cual fuere la ruta ideológica de aproximación o el procedimiento normativo, económico o tecnológico de …