Muchos de los comportamientos sociales a los que ponemos etiquetas morales están relacionados con efectos genéticos que regulan la interacción entre hormonas y proteínas y activan «zonas de placer» en el cerebro. Estos comportamientos surgen de las adaptaciones de las diversas especies a sus entornos y de la genética que favorece el desarrollo evolutivo del cerebro social, incluso entre humanos.
Larry J. Young, de la Universidad de Emory en Atlanta, Georgia (EE.UU.), lidera una serie de experimentos para estudiar los efectos de manipulación transgénica por la línea germinal sobre los comportamientos sociales en pequeños roedores de la especie Microtus ochrogaster, un herbívoro parecido al campañol.
Las células de la línea germinal, prácticamente inmortales, contienen la información genética heredable del organismo. Las células que no contienen material genético heredable, como las que componen los órganos, son células somáticas. Cualquier mutación genética que afecte a las células somáticas no pasará a la próxima generación.
En un estudio publicado en Biology of Reproduction, Zoe Donaldson, del equipo de Young, logró crear un nuevo tipo de Microtus ochrogaster («prairie vole» en inglés), un mamífero que vive en las grandes praderas de Norteamérica, aplicando nuevas técnicas de manipulación transgénica.
Agregando nuevo material genético a embriones de la especie -específicamente, una proteína de fluorescencia verde proveniente de medusas- con virus como portadores, crearon «voles» adultos que resplandecen bajo cierta luz y transmiten la mutación a sus crías vía la línea germinal.
Esto abrió la puerta a otro tipo de experimento de manipulación genómica, esta vez para estudiar y conocer las bases neurobiológicas y genéticas de la organización social de este interesante roedor. Es decir: comprender cómo ciertos genes regulan la expresión de comportamientos innatos.
El campañol en cuestión, el de la pradera (prairie vole), es socialmente monógamo en general. Se aparea de por vida, ambos miembros de la pareja cuidan de las crías y de su territorio, y exhibe comportamientos que podríamos describir como afecto y cariño. Sin embargo, sus vecinos, los campañoles del prado (meadow vole: Microtus pennsylvanicus), son más individualistas y solitarios, promiscuos, agresivos entre sí, especialmente en la época de celo, y generalmente menos sociables.
Young y Donaldson, entre otros investigadores, llevan tiempo practicando experimentos para comprobar la hipótesis de que ciertos genes receptores de vasopresina regulan la expresión de las diferencias en comportamientos entre estas dos especies de campañoles, produciendo sensaciones de placer en el cerebro de los roedores monógamos.
A través de las técnicas de manipulación transgénica por la línea germinal aplicadas en el experimento anterior, esperan analizar por qué la monogamia produce esa sensación de placer y cómo las variaciones en la recepción de vasopresina afectan el comportamiento social y el desarrollo evolutivo. La información podría ser aplicable a otros mamíferos, incluyendo a los humanos.
Larry J. Young, de Emory, explica el fenómeno en YouTube.
vicente.carbona@terceracultura.net
¿esto significa que en el futuro ya no habrá terapistas de pareja sino médicos dispensadores de medicamentos?
Buena pregunta, Carla. Personalmente creo que en el futuro existirá un mejor equilibrio entre el toque humano y los fármacos, es decir, que existirán más y mejores maneras de normalizar las relaciones entre las personas y con el entorno biológico natural. Al menos eso espero.
Vicente Carbona
Supongos que habláis, por ejemplo, de la infidelidad. Si la infidelidad se explica por nuestros genes, quizás haya en el futuro un «medicamento» para tratarla… No habiendo prejuicios religiosos de por medio sino una mezcla de ética razonada y autodeterminación, yo personalmente no tengo nada que objetar. De cualquier manera, dada la forma como son tratadas muchas mujeres y niños en este planeta, espero que se siga investigando. A ver si de alguna manera se consigue controlar la violencia sexual de una puñetera vez.