Transcripción de la conferencia pronunciada por Susan Pinker el pasado 28 de marzo de 2017 en el Parlamento Europeo, dentro del ciclo de conferencias EUROMIND coordinado por la eurodiputada del grupo ALDE Teresa Giménez Barbat. La autora es una psicóloga del desarrollo educada en la universidad McGill y Waterloo. Columnista de The globe, Mail y The Wall Street Journal. Autora de dos libros: The Sexual Paradox: Men, Women and the Real Gender Gap (2008), sobre las raíces evolutivas de las diferencias de sexo en la escuela y el trabajo y de The Village Effect (2014), sobre los efectos en la salud de las redes sociales personales en la era digital (reseñada aquí en TC).
Hace falta coraje, diría yo, para intentar incorporar la ciencia y las ciencias sociales a la política. Esto es muy raro, incluso ahora, y por eso quiero expresar mi reconocimiento y mi agradecimiento.
Gracias también a Roger Corcho por hacerlo posible.
Creo que la serie de conferencias de EUROMIND, dedicada al humanismo y la ciencia, es una maravillosa iniciativa y es un gran honor estar aquí.
Me gustaría empezar mi charla con una pregunta para todas las mujeres en la sala. Me gustaría que recordarais cuando estabais en tercero de primaria, cuando teníais unos ocho años, y pensarais en aquel niño que se sentaba a vuestro lado y tenía problemas para aprender a leer, que quizás tenía problemas para hacer sus deberes, o quizás estuviera en clases de educación especial. ¿Os habéis preguntado alguna vez porque él ahora gestiona vuestro fondo de pensiones, y conduce un Mercedes de último modelo? Porque yo me hice estas preguntas.
Me dirijo a los hombres en esta sala. ¿Habéis pensado alguna vez en qué fue de aquella niña dotada y competente que se sentaba a vuestro lado en tercero de primaria, que no tenía problemas para leer o hacer sus deberes, o prestar atención en clase, o mostrar autodisciplina, y que ahora está trabajando para el gobierno, en organizaciones sin ánimo de lucro, en la enseñanza o en la asistencia sanitaria y conduce un Fiat de ocho años?
Dábamos por sentado que al derrumbarse las barreras contra las mujeres, hace unos cuarenta años, querrían exactamente lo mismo que quieren los hombres, que escogerían los mismos trabajos, que querrían vivir igual y que serían clones de los hombres.
Pero la pregunta que planteo hoy aquí es esta: ¿Son las mujeres simplemente versiones de los hombres a las que se han añadido unos ciertos rasgos? ¿Es verdad que las mujeres quieren lo que quieren los hombres?
Esta suele ser la premisa de la que partimos al hablar de género.
Me gustaría hablar de mi carrera como psicóloga infantil, porque ahí es donde comencé a plantearme esta cuestión.
Pues bien, cada día, durante veinticinco años, al abrir la puerta de mi despacho en la sala de espera me encontraba con un Daniel, un Jack o un David, así una hora tras hora, y sólo raramente una Julia o una Ana. Como saben todos los psicólogos, y especialmente los psicólogos infantiles: los chicos simplemente son más frágiles.
Pasé la primera mitad de mi carrera trabajando con chicos con problemas.
Veamos ahora algunos datos sobre el desarrollo mental de los chicos.
A modo de inicio, y para los que tenemos hijos; fijémonos por ejemplo en los trastornos de atención, que son el doble de frecuentes en los chicos que en las chicas. El trastorno de déficit de atención e hiperactividad es dos veces más probable si tenéis un chico. El trastorno de conducta es un desorden del comportamiento que se caracteriza no sólo por problemas de atención sino por un control pobre de los impulsos y la agresión. Hay niños que pinchan a sus compañeros con lápices o tijeras. Traté con uno que llegaba a poner collares encendidos a sus amigos. Esto es tres veces más frecuente en los chicos que en las chicas. Los trastornos del lenguaje como la dislexia, el retraso en el habla, o la afasia, son cuatro veces más comunes en chicos. En cuanto al trastorno del espectro autista, depende de dónde se sitúen en el espectro, pero en la parte más alta los casos son entre 8 y 10 veces más frecuentes en los chicos que en las chicas.
Los chicos simplemente son más vulnerables desde el principio, como puede verse. Esta no es una vulnerabilidad transitoria, se extiende hasta la vida adulta.
Los varones adultos contraen más enfermedades crónicas y más infecciones. Un azote de nuestro tiempo son las infecciones hospitalarias, tal como señalan los CDC y la OMS. Se trata de infecciones resistentes a los antibióticos, y poca gente sabe que el 70% de las muertes por estas infecciones nosocomiales son de hombres. El 30% son mujeres. Cuánto más alto es el nivel de testosterona en sangre, más probable es contraer alguna de estas enfermedades y acabar muriendo.
En la población carcelaria hay 10 veces más hombres que mujeres, y las mujeres están muy lejos de igualar la norma masculina –aunque no es algo a lo que aspiramos.
Las lesiones de columna vertebral suelen afectar a hombres jóvenes de entre 18 y 25 años, que hacen cosas como ir en moto sin casco, zambullirse en piscinas con poca agua o golpearse con una roca del fondo de un arroyo, río o lago, pagando así el precio por su impulsividad durante el resto de su vida.
De este tema vamos a tratar luego, así que no quiero robarte la palabra, Robert. Estas lesiones son cuatro veces más comunes en hombres que en mujeres.
En cuanto a los accidentes que afectan a los peatones, como el que sufrí yo hace dos años al ser atropellada por un camión mientras caminaba hacia mi coche, resulta que el 80% de los conductores que se llevan por delante a algún peatón, son hombres. Esto es algo serio. Si no disponemos de una política que empiece a tratar estos temas, seguiremos pagando un precio como sociedad.
Lo que es más importante: la expectativa de vida en general es mucho más corta para los hombres en promedio, entre 5 y 8 años más baja dentro de las sociedades desarrolladas e industrializadas, como Bélgica, España o Canadá. En países donde el parto no es causa de muerte, las mujeres viven bastante más. Es una brecha llamativa.
Pero no todos son malas noticias. También hay historias de éxito, y en ellas vamos a intentar fijarnos ahora.
Comencé a ver historias de éxito tras 20 o 25 años de ejercicio, cuando ví que alguno de mis primeros casos aparecía como historia de éxito en la prensa. Entonces fue cuándo empecé realmente a pensar en escribir La paradoja sexual.
Por ejemplo, un niño que tenía dislexia, con muchas dificultades para aprender a leer llegó a convertirse en un chef de éxito y a aparecer en los periódicos nacionales. Otro que tenía déficit de atención con hiperactividad se convirtió en un diseñador de cierto renombre. Primero lo vi en la prensa local de Quebec y luego volví a verlo en un periódico nacional, The globe and Mail, donde yo era columnista. Al domingo siguiente abrí mi ejemplar del New York Times, y allí estaba él. Yo nunca hubiera predicho que triunfaría en la vida. Pero lo cierto es que se decantó por una carrera no verbal, centrándose en aquello que se le daba bien, de una manera muy focalizada. Así que empecé a preguntarme en serio si había otra cara de la moneda en la fragilidad masculina. ¿Se trata de que una dificultad que se compensa con facultades en otras áreas?
Traté los casos de muchos de estos hombres en mi libro, pero me limitaré a presentar un par de ellos.
Uno de ellos se llama Daniel Tammet. Antes de que tuviéramos que modificar nuestro vocabulario para ser políticamente correctos a estas personas se las llamaba “idiots savants”, pero ya no. El suyo es un caso de autismo altamente funcional o síndrome de Asperger. Es un matemático británico de mucho talento, capaz de recitar más de 22.000 dígitos del número Pi de memoria. Pero es incapaz de afeitarse o conducir un coche, así que el carácter extremo de sus capacidades resulta chocante. Aún así, es un autor superventas de muchísimo éxito en su campo.
El otro personaje no es ninguna celebridad. Se trata de George Huard. Es un programador que se dedica a resolver problemas complejos de computación y trabaja para la universidad de Montreal. Es incapaz de hacer amigos. En las conferencias se encuentra simplemente con personas que le resultan familiares. No es capaz de cambiar sus rutinas, y si os fijáis, me contó que sigue vistiendo la moda de los setenta y principios de los ochenta, la época que toma como ideal de estilo. Nunca quiere cambiar el estilo de camisas o pantalones, porque los cambios no le gustan nada en absoluto.
Así pues, empecé a preguntarme a mí misma si el varón realmente era un buen modelo para la mujer. ¿Debería ser ese nuestro punto de partida? ¿Son los hombres la auténtica referencia para empezar a hablar de las mujeres y el éxito femenino? ¿Tiene esto sentido para nosotras? ¿Dónde está la diferencia?
Echemos ahora un vistazo, como hicimos antes con las chicas, a algunas estadística del desarrollo en las chicas a medida que crecen. En general –estoy hablando de promedios matemáticos–, las chicas al nacer pesan más, así que tienen una pequeña ventaja de partida. Incluso en el caso de los bebés nacidos antes de tiempo, o bebés prematuros, las niñas casi dos veces más de posibilidades de sobrevivir que los niños prematuros. Una de las investigadoras que indagó en lo que ocurría a continuación, examinó a estos prematuros a la edad de 8 años, y descubrió que su masa cerebral tenía un aspecto diferente, de modo que las niñas ciertamente habían alcanzado a sus pares nacidas a término. Su materia blanca era normal –esto corresponde a las conexiones cerebrales de largo recorrido. En cambio, en los varones su volumen seguía siendo reducido a 8 años del nacimiento.
Las muertes súbitas, que están incrementándose de forma misteriosa, son mucho menos frecuentes en las niñas. Y otro punto interesante para comentar es cómo afecta el entorno de forma diferencial a niños y niñas de forma diferencial.
Sarnia no es precisamente el orgullo de Canadá –ya que mencionaste Canadá en tu introducción. Sarnia es lo que llamamos “valle químico”, la zona de Canadá donde se concentra la industria petroquímica, en el norte de Ontario. La degradación medioambiental ha afectado de manera diferencial a los niños, de forma que ahora nacen la mitad de niños que de niñas en esa región. Hasta el punto de que han tenido que abandonar la idea de tener un equipo masculino de Hockey. Ahora las chicas tienen que irse a otra parte para encontrar chicos de su edad para salir o incluso casarse. Así que hasta los estragos de la polución afectan más a los hombres y los niños que a las mujeres.
Veamos ahora la fortaleza de las niñas en el ámbito educativo. Lejos de ser víctimas, en el aula son verdaderas campeonas. Parten con ventaja: tienden a hablar antes, hablan con más fluidez, y tienen un vocabulario más amplio que los niños de su misma edad –y estoy hablando de promedios, esto no vale para cada niño o niña particular. Tienden a aventajar pronto a los niños en empatía, y esta es una ventaja social, lo que los psicólogo llamamos “teoría de la mente” o “lectura de la mente”: la capacidad de ir más allá de la propia piel e imaginar qué piensa el cerebro del otro. Esto es mucho más fácil para las niñas que para los niños. Ellas tienden a deletrear, escribir y leer mejor en todos los países de la OCDE; y tienen la mitad de posibilidades de repetir curso. Tienen mucha más autodisciplina, y ahora se dice que la autodisciplina está más fuertemente correlacionada con el éxito que el CI. Es decir, que nuestra capacidad para posponer la recompensa, seguir trabajando en un proyecto sin abandonar, es más importante, según dicen ahora los neuropsicólogos, que el CI.
Y por último, una cifra absolutamente increíble. Desde que cayeron las barreras que impedían el paso a la universidad de las mujeres en los años 60, el acceso femenino se ha incrementado un 320%. Es decir, que se ha multiplicado por más que tres en un periodo tan pequeño de tiempo. Este es un progreso absolutamente espectacular.
Todo el mundo lamenta que las mujeres se hayan quedado atrás en muchas cosas, pero en lo que respecta a la educación, realmente las mujeres no son víctimas en absoluto. Durante este mismo periodo de tiempo el acceso masculino a la universidad sólo aumentó la mitad de ese porcentaje, alrededor de un 150%.
Aún así, la creencia popular atribuye las diferencias entre sexos a que existe un patriarcado: los hombres están arriba y por eso consiguen lo que quieren. Yo diría que este es un supuesto extendido en todas las sociedades industrializadas. Pero si las mujeres experimentan las diferencias en su desarrollo y como adultas que hemos visto ¿Cómo afecta esto a la presencia femenina en las distintas carreras? ¿Son tan diferentes?
Pues bien, cuando miramos datos de encuestas donde se pregunta a las mujeres si tienen estudios, si tienen un puesto de trabajo, cuáles son sus prioridades, cuál es su trabajo ideal, y qué les parecería si ellas pudieran organizarlo; resulta que a menudo dan prioridad a la flexibilidad, la autonomía y los fines humanitarios en su trabajo, mucho más que al poder y el dinero. Así que, si de ellas dependiera y pudieran elegir, a menudo renunciarían al dinero y el poder para trabajar en lo que les gusta. Tienden a poner el foco en la gente y los procesos orgánicos, no en las cosas. En consecuencia, no todas, pero sí muchas mujeres preferirían con mucho trabajar con la gente, o trabajar con políticas que afectan a la gente, antes que producir más artilugios por hora o vender más caro. También es curioso que den prioridad a trabajar con gente a la cual respetan. Esto es interesante. No les gusta trabajar con cualquiera.
El 60% de las mujeres con talento cambiarían un trabajo que les da dinero por otro que les de sentido. Incluso las mujeres que se encuentran en lo más alto a menudo escogerán carreras en las que trabajarán con personas y no con cosas, como puede ser la medicina y la política pública, en vez de trabajar en tecnologías de la información o ingeniería. Tienden a buscar un propósito social. La comunicación es una prioridad. Por eso encontramos que el 75% de la fuerza de trabajo sin ánimo de lucro es femenino, y el 90% del voluntariado es femenino. Y esta también es la razón por la que vemos una extendida brecha salarial.
A menudo las mujeres eligen ocupaciones diferentes, y es interesante que nuestra sociedad valore más los trabajos escogidos por los hombres, y pague más por ellos, que por el tipo de empleos preferidos por las mujeres en la política, el gobierno, en la educación o sin ánimo de lucro.
Existe algo conocido como “la paradoja de género”. Yo no quise titular así mi libro porque la paradoja de género se refiere a algo muy específico en la economía. Se refiere al hecho de que, aunque por término medio hay una brecha salarial, cuando se ponen en promedio los diferentes empleos, las mujeres tienden a decir que se sienten más satisfechas en sus carreras que los hombres, tienden a disfrutar más de su trabajo. A esto se refieren con “paradoja de género”.
Veamos qué pasa con las carreras. A menudo hablamos de carreras dominadas por hombres, como la física, por ejemplo, o la ingeniería. Pero miremos las carreras donde predominan las mujeres, y veamos si hay algún tema recurrente.
En patología del habla y del lenguaje, el 96% de las profesionales son mujeres. Son gente que se dedica a ayudar a otros a recuperarse de una apoplejía, o logopedas que enseñan a hablar con fluidez. La psicología clínica, mi propio campo. Yo enseñaba psicología clínica en el programa de graduación en la universidad de McGill, y allí tenían un programa de discriminación positiva para atraer a los varones. Para poner un ejemplo, en una clase de evaluación podía encontrarme con 12 mujeres y quizás un varón, dependiendo del año, porque había años en que no había ninguno.
Obstetricia y veterinaria ahora son carreras casi exclusivamente femeninas, lo cual llama la atención. Es muy difícil entrar en las escuelas de veterinaria, a veces más incluso que entrar en medicina, y aún así predominan las mujeres. Obstetricia y ginecología son especialidades médicas predominantes femeninas. En pediatría también predominan las mujeres. Los servicios comunitarios, y aquí no sólo incluyo trabajadores sociales, sino también organizadores comunitarios, gente que realmente invierte su tiempo en intentar cambiar la sociedad desde abajo. No valoramos mucho estos servicios y no los pagamos demasiado, a pesar de lo cual las mujeres deciden dedicarse a ello.
Medicina familiar. Más de la mitad de los médicos de familia son mujeres.
La política pública y el gobierno atraen a más mujeres que hombres ahora mismo, pero no tengo el dato para esto. Si alguno de los presentes lo tiene le ruego que me lo comunique, y así podré actualizar mi presentación.
Echemos un vistazo, si el tiempo lo permite, a las carreras profesionales de mujeres que tienden a resultarnos invisibles, porque consideramos que los hombres son las normas, que el standard de éxito es masculino.
La persona más poderosa del mundo en política sanitaria es la doctora Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud. Consiguió controlar la epidemia del síndrome respiratorio agudo en 2003, la epidemia de gripe aviar en 2007, y la de gripe A en 2009. Pero nadie sabe quién es. Tiene mucho poder. Dicho sea esto de paso, se formó de economía doméstica.
Esta es el área profesional donde las mujeres a menudo prevalecen, pero lo cierto es que no sabemos ni oímos nada de ellas.
Elinor Ostrom es un premio Nobel. Sus comienzos también fueron poco convencionales. Tras obtener su master trabajó como jefa de personal –aunque su máster era de administración pública, título que se sacó mientras criaba a sus hijos. Después se doctoró de la misma manera, y luego fue profesora a tiempo parcial en la universidad, ya entrada en los treinta. No fue hasta los 76 años cuando obtuvo el premio Nobel por su teoría de los bienes comunes, sobre la viabilidad de compartir recursos comunitarios.
Este es un buen momento para hablar sobre de las diferentes trayectorias hacia el éxito de hombres y mujeres. Las distribuciones matemáticas y sus carreras parecen diferentes. Las trayectorias de los hombres tienden a ser como una pirámide escalonada, de manera que ascienden gradualmente hasta la cúspide, y entonces descienden gradualmente hasta su retiro.
Las trayectorias de las mujeres no son así, como vemos en el caso de Elinor Ostrom. Sus trayectorias tienden a parecerse a un sombrero vaquero, o un Stetson, donde hay una suerte de arranque gradual al principio, y luego, cuando los niños alcanzan cierta edad, un salto hacia arriba seguido por una meseta de éxito. El descenso comienza mucho, mucho después que en los hombres. El puesto se mantiene más tiempo del que tienden mantenerlo los hombres, y luego otra meseta final al final de sus carreras.
Asi pues, en realidad ni siquiera tiene sentido comparar el éxito masculino y femenino, porque la trayectoria tiene una forma diferente, al menos por ahora.
Quizás os preguntéis por qué, y creo que Teresa ha hablado brevemente sobre esto. Sabemos que hay fuerzas sociales que afectan a lo que eligen las mujeres, pero eso no lo explica todo. Hay razones múltiples por las que las mujeres cambian a lo largo de la vida. Una razón son las hormonas prenatales. Multitud de investigaciones a lo largo de los últimos 10 o 15 años evidencian que las hormonas que bañan los fetos en el útero afectan a los fetos masculinos y femeninos de forma diferente. Los fetos mismos segregan hormonas, y de hecho, en los mellizos de distinto sexo, la hermana tiene a menudo características más masculinas que las niñas gestadas en solitario, porque han estado bañadas en la testosterona segregada por su hermano.
Hay diferencias en el genoma, en la arquitectura cerebral y la conectividad neuronal. Hay mayor variabilidad masculina. Hay casos extremos a ambos lados del espectro masculino; y nuestro aprendizaje a lo largo de la vida exagera las diferencias de partida. No estoy diciendo que todo se reduzca a diferencias biológicas permanentes. Ni mucho menos. Lo que digo es que podemos partir, como en mi caso, de una pequeña ventaja en la aptitud verbal sobre la aptitud espacial, y luego esa ventaja se amplifica mediante los juegos que elegimos y las cosas que elegimos en la vida. Por supuesto las estructuras sociales reflejan la norma masculina, y todo esto se combina para crear las diferencias sexuales que vemos hoy.
Veamos algunas de las diferencias en estructura cerebral. Esto está basado en cientos de estudios. Lo que estamos averiguando es que hay una diferencia en la especialización hemisférica entre hombres y mujeres. Tenemos un hemisferio izquierdo y uno derecho, conectados por el corpus callosum. Pues bien, en los hombres hay mucha asimetría, lo que significa que sus destrezas y habilidades están más concentradas en un lado. ¿Por qué es relevante esta diferencia? Si sufrimos un accidente o una apoplejía que afecta por ejemplo al lado izquierdo del cerebro, no es posible recuperarse igual de bien si no se tienen reflejadas las capacidades afectadas en el lado derecho. En este caso la recuperación es más lenta, y a veces nula. Los cerebros masculinos son proporcionalmente más voluminosos, un hecho al que se le concedió mucha importancia cuando Sandra Witelson y otros investigadores canadienses lo divulgaron. Pero, como veremos, en realidad no es tan significativo. Lo que indica es que el tamaño del cerebro es proporcional al del cuerpo. No es tan significativo porque, como veremos, los cerebros femeninos están más interconectados; son más densos. Algo así como digamos la diferencia entre un pelota de baloncesto y de squash, sólo que la diferencia de tamaño no es tan grande. Los hombres procesan más probablemente las emociones fuertes en el hemisferio derecho; y los hombres de gran inteligencia tienen más materia gris en las áreas sensoriales posteriores –aquí en el bulto de detrás de la cabeza. Ahí es donde los hombres más inteligentes tienen más materia gris en las áreas sensoriales posteriores –en el bulto detrás de la cabeza.
En las mujeres vemos que sus hemisferios cerebrales están más compensados. Y por otra parte, no hay ningún juicio de valor en todo esto: que haya diferencia no significa que un cerebro sea mejor que otro. En ciencia no hay juicios de valor. Una diferencia no implica que alguien gane a otro; sólo significa que hay ligeras diferencias dignas de consideración.
En los cerebros femeninos tenemos densidad celular y una conectividad mayor que en las masculinos. Las emociones fuertes se procesan más en el hemisferio izquierdo que en el derecho. Y las mujeres de alta inteligencia tienen más materia gris y más materia blanca en el área frontal, que es el área de procesamiento ejecutivo, donde se resuelven problemas y se toman decisiones.
En los hombres más inteligentes –según el trabajo de Richard Haier, de la universidad de California– las áreas de color naranja se activan cuando resuelven problemas complejos. Hay mucha más actividad en la materia gris del área posterior, y muy poca actividad en la materia blanca, relacionada con la conectividad.
Esto resulta interesante cuando se piensa en la amplitud de intereses y en la resolución de problemas en las mujeres, en comparación con la resolución de problemas muy focalizada. En los cerebros femeninos, a la derecha, la actividad de su materia gris y su materia blanca se sitúa mayormente en la parte frontal, es decir, en el córtex frontal, que es realmente la parte ejecutiva del cerebro.
Podéis preguntaros por qué es así. Antes hablamos de hormonas prenatales, de arquitectura neural y conectividad neural. Hablemos ahora de la mayor variabilidad masculina, de los extremos masculinos.
Esto se ha replicado muchas veces. Estadísticamente, diferencias minúsculas en los promedios –como puede verse justo en el centro de la campana de Gauss– pueden significar diferencias enormes en los extremos. La mayoría de la gente con que nos encontramos se encuentra hacia el centro de esa campana, donde las diferencias entre hombres y mujeres son muy pequeñas. Pero cuando nos vamos a los extremos las diferencias se agrandan, a ambos lados de la distribución. No sólo por el extremo superior, sino también por el inferior. Si tomamos una variable como la estatura, y consideramos los que miden alrededod de 1.77 m., la proporción es de 30 hombres para 1 mujer –aunque probablemente no es así en Holanda. Si tomamos 1.80 m. la proporción de hombres y mujeres –a medida que nos movemos hacia la cola del lado derecho–, es de 2000 a 1. Por ejemplo, si estuviéramos entre un una multitud digamos de 500 personas, sería más probable encontrar alguna mujer por encima de 1.80. Un caso extremo es el Robert Wadlow, que medía más de 2,70 m. En la fotografía se le ve al lado de su hermano, un hombre de estatura media en 1936. No sólo era un hombre extremadamente alto, también era frágil. Los dos hermanos solían ir juntos a todas partes, y murió joven.
Dicho sea de paso, un hecho interesante es que los organismos más grandes tienden a tener vidas más cortas. Esto no vale sólo para el caso humano, sino también para los primates no humanos, y para los perros. Es un hecho.
Estas diferencias sexuales en los extremos han llevado a analistas políticos, académicos y críticos sociales a formular algunas declaraciones interesantes, como que “hay más varones idiotas y también más genios varones”. Esto lo dijo James Wilson, politólogo. Helena Cronin, de la London School of Economics dijo que hay más “varones memos y más varones premios Nobel”. Y Camille Paglia, una crítica social bastante controvertida, ha dicho que “No hay una versión femenina de Mozart pero tampoco una de Jack el destripador”.
Estos comentarios tienen que ver con los extremos masculinos a ambos lados del espectro. Estas diferencias pueden verse aumentadas, no sólo en el caso de la altura, sino en la agresión –la razón por la que hay una mayor proporción de hombres en la prisión– en la determinación, y en la competitividad tradicional.
Veamos, pues, algunos históricos extremos masculinos.
Cuando repasaba mis notas anoche me di cuenta que debí haber incluído a Napoléon, por lo cerca que estamos aquí de Waterloo –pero era ya un poco tarde.
Hablamos entonces de Guillermo el Conquistador, que fue rey de Inglaterra de 1066 a 1087, y fue responsable de miles de muertes en la batalla de Hastings. Hizo que miles de familias murieran de hambre para sofocar los levantamientos, sin importarle que hubiera civiles, mujeres y niños. Era un megalómano. Mandó construir un enorme número de castillos y monumentos, algunos de los cuales siguen en pie. Pero por supuesto tuvo una vida corta, porque murió a los 59 años al caerse de su caballo.
¿Es esto a lo que aspiran las mujeres? ¿De verdad las mujeres ven estos extremos como ejemplos a emular?
¿Qué decir de este sujeto, Mulay Ismail el sanguinario? Fue conocido como el rey guerrero, y fue sultán de la dinastía alauí de Marruecos en el siglo XVII. Ordenó devastadoras masacres de otomanos, ingleses y españoles, y tenía un enorme ejército, así como un gran número de esclavos para su uso personal: 25.000. Engendró 888 hijos con múltiples esposas.
Ahora saltemos al presente, para ver un extremo masculino de nuestros días.
Se trata de Craig Venter. Es bien conocido por haber secuenciado el genoma humano –fué el primero en hacerlo. De pequeño tenía trastorno de déficit de atención. Los adultos que le rodeaban lo consideraban desobediente y rebelde –y era cierto, porque solía hacer novillos en la escuela. Secuenció el primer genoma de la historia, el del virus de la gripe, y también secuenció por primera vez el genoma humano. Pero lo que más nos interesa de él aquí es que también era una persona extremadamente competitiva, y cuando estaba en la carrera por secuenciar el genoma humano apostó con el genetista de Cambridge Michael Ashburner que él sería el primero. Craig Venter decidió decidió que el premio sería posar con el pie encima de la espalda del perdedor.
La investigación muestra que los hombres muestran un afán superior de competir en juegos de suma 0. Se deleitan más que las mujeres aplastando al contrario –no digo que todos los hombres, o todas las mujeres, estoy hablando en términos estadísticos.
No obstante, nuevas investigaciones muestran que las mujeres también son competitivas, pero son más competitivas con ellas mismas –y a veces ellas mismas representan la dificultad principal a vencer–. De manera que a menudo sus objetivos son muy diferentes.
Echemos un vistazo ahora a otra área. Aquí vemos esencialmente dos campanas de Gauss superpuestas representando datos sobre la empatía. La empatía de hombres y mujeres se superpone, pero al lado derecho del extremo, donde están los valores más altos, las mujeres dominan; lo que quiere decir que tienen niveles mucho más altos de empatía y tienden a elegir y a menudo eligen carreras donde ese nivel de empatía les resulta útil.
¿Por qué tienen niveles más altos de empatía? Esto es algo difícil de responder, pero uno de los componentes es que ellas tienen más receptores de oxitocina. La oxitocina no sólo facilita la felicidad o la satisfacción. También aumenta durante el sexo, el parto, la lactancia, los abrazos y la crianza –probablemente descubriremos mucho más de esto en la charla de Elseline. Las vías neurales maternales están repletas de receptores de oxitocina. No es que los hombres no los tengan, pero tienen menos receptores, y segregan un poco menos de oxitocina. La oxitocina promueve la resolución de problemas, reduce el stress y el dolor – es algo así a nuestro paracetamol o tycenol interno– y además induce la euforia; por eso se le llama elixir de la satisfacción.
¿Qué sucede cuando los economistas conductuales hacen experimentos donde por medio de un pulverizador administran oxitocina por la nariz a los hombres para ver cómo cambia su comportamiento? Les hacen jugar a juegos económicos de forma que a la mitad de los hombres del grupo experimental se les administra oxitocina por la nariz, y a la otra mitad se les administra placebo –aunque ellos no saben lo que les está siendo administrado. Lo que se encuentra cuando se comparan los resultados de estos dos grupos de hombres tratados de forma diferente es que la oxitocina permite a los hombres leer mejor la mente de sus compañeros. Les permite mejorar la confianza en sus compañeros. Y esto no siempre es bueno: lo es cuando se presta a alcanzar un mayor consenso o cooperación, pero no cuando se intenta conseguir un mejor trato. La oxitocina reduce la inhibición social, les facilita hablar con la gente, y es un posibilitador social.
En general les hace parecerse más a una mujer media.
Cuando nos fijamos en para qué sirven los niveles naturalmente altos de oxitocina en las mujeres, vemos que les ayuda a evitar el declive cognitivo, de forma que al envejecer son menos propensas a, como decimos en inglés “perder sus canicas”; son menos proclives a sufrir ciertos tipos de demencia, y en parte es por la oxitocina. En otra parte se debe a que ellas tejen redes sociales mucho más complejas a lo largo de su vida, y esto las protege. También las ayuda a defenderse de las enfermedades crónicas, a crear un mejor ambiente en el trabajo y a tener una vida más larga.
En general, las mujeres son más longevas, y de hecho este fue el punto de partida de mi segundo libro: The village effect.
Para concluir, simplemente me gustaría plantear si realmente el modelo masculino es el adecuado para las mujeres. ¿Deberíamos estar siempre valorando a las mujeres según una medida masculina del éxito? ¿O esto es simplemente una paradoja sexual?
Gracias a todos.
Interesante, nadie discute las diferencias entre varones y mujeres, lo único que pretenden los movimientos por la equidad de género es igualdad de oportunidades y de derechos, es todo.
Nivelazo.
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Me animo a decir que esta mujer sí tiene verdadero coraje intelectual, además de una finísima percepción y calidez de expresión, todas estas virtudes sostenidas, desde luego, en una buena estructura intelectual.
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Admirable la forma en que se manejo este tema, me inspira a ser como ella.