Divulgación Científica, Psicología evolucionista, Tercera Cultura
comentarios 3

La ciencia lúgubre de la infidelidad

Además de una obvia preocupación moral desde hace milenios, las ventajas e inconvenientes del matrimonio y la aparejada fidelidad marital también son temas que preocupan a los científicos. El asunto no pasó inadvertido para el que se considera comúnmente el padre lejano de la psicología evolucionista moderna. En el capítulo V de El origen del hombre, Charles Darwin escribía sobre la mala fortuna de los solteros:

De un enorme conjunto de estadísticas recogidas en Francia el año 1853, resulta con toda claridad que en ese pueblo mueren los solteros de veinte a ochenta años en proporción mucho mayor que los casados, por ejemplo, por cada 1.000 hombres de de veinte a treinta años, mueren anualmente 11,3 solteros y 6,5 casados. Oigamos sobre este punto al doctor Stark (…) la disminución de la mortalidad es el resultado directo del “matrimonio y de la regularidad que este estado imprime a los hábitos domésticos”.

Digan lo que digan los revolucionarios sexuales, hoy sabemos que esta observación de Darwin sigue siendo básicamente correcta. La monogamia cultural no sólo hace a las sociedades más pacíficas en su conjunto, al reducir la competencia cruenta de los machos dominantes por acaparar amantes, sino que también aporta ciertas ventajas individuales. Según los datos barajados por Waite y Gallagher los hombres casados de hecho tienen una mejor situación financiera, poseen una salud mental más fuerte, viven más, y son más felices que los solteros. Vivir en un entorno social que dificulta la conducta infiel presumiblemente también tiene efectos saludables en los mismos hombres, ya que se sabe que la percepción de la infidelidad incrementa mucho más el stress de los hombres que el de las mujeres.

Ni siquiera hay muchos sentidos por los que podamos considerar irresistiblemente “natural” la infidelidad. Ser infiel no es inevitable ni tan corriente como se cree. La mayoría de las personas en casi todas las culturas encuentran que la infidelidad es punible en distinto grado, y la mayoría de las personas (entre el 75% y el 98%, según encuestas en EE.UU) también son fieles en su vida real. Por otra parte, la “naturalidad” de la infidelidad en un ambiente evolutivo más ancestral, en ausencia de fuertes normas culturales para castigar a los infieles, todavía está sujeta a discusión.

Por contra, la infidelidad practicada por, o al alcance de, una minoría (por lo visto sólo entre el 1.5 y el 4% de los hombres casados tienen relaciones extramaritales en un año, y alrededor del 23% son infieles a sus parejas alguna vez durante toda su relación) sí que puede conllevar riesgos tangibles para la salud.

Y no se trata de un castigo divino, tal como explican Alessandra Fisher y sus colegas en el número de abril de Journal of sexual medicine. Aunque la muerte durante la cópula sexual es rara, cuando sucede, afecta más a los hombres adúlteros.

En 1963, un patólogo japonés informó que 34 hombres habrían muerto mientras practicaban sexo, y casi el 80 por ciento durante sexo extramarital, la mayoría por causas cardiacas. En 2006 patólogos surcoreanos documentaron 14 casos de muerte coital súbita y hallaron que sólo uno implicaba a un hombre que había practicado sexo con su mujer, todos los demás habían muerto por causas cardiovasculares. En 2006 investigadores de la Universidad Goethe de Frankfurt en Alemania publicaron un análisis de autopsias relacionadas con el sexo sobre 68 hombres. Diez habían muerto con una amante y 39 con una prostituta.

Hay riesgos evidentes que contribuyen a estos episodios cardiacos mortales, como que muchos de estos aventureros sexuales masculinos resulten demasiado mayores para sus jóvenes y atléticas amantes, pero según Alessandra Fisher el sentimiento de culpa también podría desempeñar un papel importante. En más de una ocasión una oportunista combinación de conciencia y naturaleza hace que las ligerezas sexuales se paguen caro.

Es posible que la soltería y la infidelidad sexual sistemática sean apropiadas para una minoría de esforzados dandys, pero para la inmensa mayoría de los hombres en nuestra cultura, la fidelidad monógama parece una no tan mala idea.

3 Comentarios

  1. JL Salgado says

    Una infidelidad dura unos minutos o una pocas horas, mientras un estado de fidelidad, sea matrimonio o lo que sea, dura casi toda una vida. Así que; el índice de prevalencia temporal de muertes por infidelidad tiende a infinito.

  2. un homo sapiens says

    Lo que importa es la felicidad de esas personas. Por qué son infieles? Es una búsqueda personal o un escapar de una situación de infelicidad? La monogamia funciona de cara a mantener cohesión social, longevidad y la estabilidad emocional de los cachorros, pero tal vez los seres humanos necesitan algo diferente para sentirse verdaderamente felices. Veamos lo que nos depara el futuro.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *