El propósito de esta iniciativa es establecer un movimiento en España basado en esta nueva manera de percibir “la cultura”, y de promoverla como un vehículo para el desarrollo del juicio crítico en nuestro país. Cada vez hay más personas dispuestas a educarse y liberarse de las supersticiones y los dogmas que reducen su campo de acción personal y social. La democracia funciona con personas armadas con pensamiento crítico.
“Cultura” es una de esas palabras que todo el mundo conoce pero que requiere reconsideración periódica, porque para ser funcional, la cultura necesita cambiar constantemente. En algunos lugares el cambio es más pronunciado que en otros. La Cultura como “conjunto de conocimientos que permite a alguien el desarrollar su juicio crítico” (DRAE) muchas veces está peleada con su otra acepción, que habla de modos de vida y costumbres, y de grados de desarrollo. Mientras que Civilización sólo hay una, la Humana, las culturas han sido los rasgos que han descrito el trayecto de diversos grupos humanos organizados hacia una meta común, claramente definida o no. La Civilización se mide por el nivel acumulativo de las mejores aportaciones de todas las culturas, y progresa en el tiempo (y el espacio) de manera palpable, medida por hitos, por Eras, como la de la Agricultura, la de la Ciudad-Estado, la de la Pólvora, la de la Ilustración, etc.
La Civilización es el concepto global, las culturas son las acciones locales. La Civilización es la meta; cada cultura es un vehículo. Las culturas funcionan como fenotipos, manifestaciones visibles del genotipo en un determinado ambiente (Dawkins), y como cualquier manifestación tienden a envejecer, a involucionar debido a su funcionalidad utilitaria, a hacerse conservadoras. Las culturas tienen también un componente memético (elementos de comportamiento o elementos culturales que pasan de un cerebro a otro por imitación) que, siendo replicantes no-genéticos, contienen un fuerte sentido de supervivencia y autodefensa y tienden a rechazar el cambio. Cuando dejan de ser competitivas en términos evolutivos, las culturas o cambian o desaparecen.
Es posible definir la Cultura en tres grandes bloques, y proponer la idea de que estamos, acabamos de entrar, en el tercero de ellos. La Primera Cultura sería la del misticismo, la de la superstición, la de los albores del “concepto religioso”. Esta etapa estaría dominada por respuestas, a las grandes incógnitas (¿qué soy? ¿dónde estoy? ¿por qué pasa lo que pasa?), basadas en asunciones como dioses, espíritus, el más allá, etc. Esto era, efectivamente, el límite del conocimiento que comenzó con homosapiens, y perdura aún hoy. Como cualquier meme, es involucionista y conservador. La Segunda Cultura podría definirse como la “era de los intelectuales literarios”, especialmente activos comenzando en el Siglo XIX, que ofrecieron respuestas a las preguntas de siempre basándose en pseudociencia y en un alarmantemente hiperinflado sentido de su propia inteligencia. Sin embargo, estos “intelectuales” sufrían de los mismos rasgos conservadores que sus antecesores en que no estaban dispuestos a tolerar discrepancias, se sentían poseedores de verdades absolutas, y siguen muy presentes y muy activos hoy en ciertas culturas como la española en la política, la filosofía y en otros ámbitos. Siguiendo esta línea, la Tercera Cultura representaría la “Era de la Ciencia”. Esta Cultura difiere de las otras por un simple rasgo: No acepta verdades absolutas. Esto evidentemente no significa que no acepte verdades funcionales, puntos de partida asumibles desde donde poder progresar y avanzar en quizás el rasgo más importante de la cultura: el desarrollo del juicio crítico. Esta cultura se evidencia en la creciente aceptación popular de obras científicas y de humanistas seculares que abren mundos posibilistas hacia todos los rincones culturales: las artes, la educación, la política, la misma convivencia humana y la protección del entorno natural, a veces con verdades realmente incómodas pero ausentes de intereses pecuniarios o espurios. La Tercera Cultura, una cultura realmente “popular”, no requiere intermediarios, místicos o intelectuales, sino que posibilita a cualquier ser humano a responder por si mismo a las grandes preguntas de siempre.
La ciencia es el gran anti-meme, porque no contempla restricciones basadas en los prejuicios de las etapas anteriores, supremacías, identidades, etnias, etcétera. Tolera puntos de vista divergentes mientras marca las verdaderas fronteras de lo que se puede afirmar y lo que se puede descartar en términos empíricos y basándose en experimentación replicable. La ciencia no es una “teoría” como las demás. Representa el punto medible del conocimiento plausible según el tiempo y el espacio existencial humano, pero permanece abierta a la corrección, al cambio, al progreso evolutivo. Con la ciencia se acaban los “ismos” : la ideología es una máquina de rechazar los hechos, cuando éstos podrían obligarla a modificarse. También sirve para inventarlos, cuando le resulta necesario para perseverar en el error (*). Antes, la “inteligencia” era propiedad de unos pocos que, reconociendo el poder de la sabiduría, la monopolizaban, la tergiversaban, y la controlaban para lograr sus fines. Esto se ha acabado. La Tercera Cultura incluye a todas las personas dispuestas a formar parte del proceso evolutivo de la inteligencia humana. Nadie tiene el monopolio. (*) La Obsesión Antiamericana, Jean-François Revel.
Colaboradores:
- Félix Ares de Blas, escritor y divulgador científico
- Antonio Elorza, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid
- Arcadi Espada, periodista y escritor
- Santiago González, periodista
- Carlos Martínez Gorriarán, profesor titular de Filosofía de la UPV-EHU
- Ramón Núñez, director del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, Madrid
- Robert Redeker, filósofo y escritor
- M. Ángel Sabadell, subdirector de la revista Muy Interesante
- José Lázaro Sánchez, profesor de Historia y Teoría de la Medicina. Dpt. Psiquiatría UAM
- Fernando Savater, ensayista y Catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid
- Manuel Toharia, director Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia
- Gabriel Tortella, catedrático Emérito de Económicas de la Universidad de Alcalá
- Ibn Warraq, ensayista y autor de libros sobre el Islam
Asesorando en Tercera Cultura
- Félix Ares de Blas, escritor y divulgador científico
- Arcadi Espada, periodista y escritor
- Ramón Núñez, director del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, Madrid
- M. Ángel Sabadell, subdirector de la revista Muy Interesante
- Manuel Toharia, director Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia
- Adolf Tobeña, neurocientífico. Catedrático de Psicología Médica y Psiquiatría en la Universidad Autónoma de Barcelona
Asesorando en el Foro Humanismo Secular:
- Antonio Elorza, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid
- Santiago González, periodista
- Carlos Martínez Gorriarán, profesor titular de Filosofía de la UPV-EHU
- Robert Redeker, filósofo y escritor
- José Lázaro Sánchez, profesor de Historia y Teoría de la Medicina. Dpt. Psiquiatría UAM
- Fernando Savater, ensayista y Catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid
- Gabriel Tortella, catedrático Emérito de Económicas de la Universidad de Alcalá
- Ibn Warraq, ensayista y autor de libros sobre el Islam
Consejo de redacción:
- Vicente Carbona, licenciado en Ciencias Políticas/Relaciones Internacionales y máster en Periodismo, de Boston University
- Roger Corcho, filósofo
- Mª Teresa Giménez Barbat, antropóloga y escritora
- Alex Mestre, licenciado en Políticas / Estudios del Asia Oriental. Máster en Márketing y Comunicación en La Salle.
- Eduardo Robredo Zugasti, licenciado en filosofía (Deusto, 2003). Autor de la bitácora «La revolución naturalista».