Desde 2005, el diccionario de la Real Academia Española (RAE) se puede consultar gratuitamente en internet; y hay que felicitarse por ello. Sin embargo, los avances técnicos no impiden que al leer alguna de sus entradas (sobre todo aquellas en las que la ciencia tiene cosas que decir) huela a rancio y que se aprecie de forma notoria ese polvo que se desprende al cerrar de golpe los gruesos y añejos volúmenes que hay en algunas bibliotecas.
Me refiero, por ejemplo, a su definición de alma. En su primera acepción, la RAE nos informa de que el alma es «Principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida.» Es una definición extraordinaria, y que no compartiría casi ningún hablante de español. ¿Cuáles son los extraños senderos por los que ha podido recalar una definición como esta en el diccionario?
Para quien lo ignore, esta definición está extraída directamente de Aristóteles, y fue aceptada por numerosos filósofos, como Tomás de Aquino. Es curioso encontrarla en un diccionario del siglo XXI porque se basa en ideas aristotélicas que en la actualidad sabemos que son falsas.
- Se identifica el alma con el principio de vida; por tanto, todos los seres vivos poseen alma. Esta idea era habitual y común en la antigua Grecia, pero no en la actualidad. .
- Aunque se acepte que el alma es principio de vida, entonces la definición excluye a numerosos seres vivos. Aristóteles creía que el Reino de la vida se dividía en plantas, animales y seres humanos (que corresponden al principio vegetativo, sensitivo e intelectual de la definición). En la actualidad, hay cinco reinos aceptados – hongos, protoctistas, moneras, plantas y animales-, y Carl Woese propuso una nueva ordenación para incluir a las archaeas. Para ser consecuentes, la RAE tendría que hablar del alma de los hongos.
- La RAE ignora todos los avances genéticos habidos y por haber. Lo que organiza y da forma no es el alma, sino los genes. Sería largo extendernos sobre el porqué la Forma -una noción central en la metafísica aristotélica- es un concepto erróneo y desde Ockham y su navaja, inútil e innecesario.
- No tiene en cuenta lo que opina la ciencia sobre el alma y que resumió Francis Crick en uno de sus libros, The astonishing hypothesis. Para Crick, la hipótesis sorprendente -y es la hipótesis que maneja la ciencia- es que el alma no existe.
La RAE funda la definición de alma en una concepción de la vida periclitada y se podría hacer un análisis semejante aplicado a términos como conciencia o espíritu. Además de emplear teorías falsas, el periodista Arcadi Espada señalaba y criticaba también la presencia de relativismos en definiciones como superstición. Seguro que los lectores de Cultura 3.0 se habrán encontrado con definiciones criticables y que necesitan ser reescritas de nuevo. Les invitamos a que nos informen sobre ellas. Nuestro propósito es remitirlas a la Real Academia para que conozcan nuestra opinión y se animen a renovar sus contenidos.
Roger Corcho – roger.corcho@terceracultura.net
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Sí, genial, pero ¿cómo definimos «alma» de manera científica? ¿Dícese de cosa que no existe y nos quedamos tan anchos venerando a la diosa Ciencia? Lo pintan ustedes tan fácil… A mí me sangra más ver cosas como los femeninos políticamente correctos, sinceramente.
La definición de alma es correcta entendida como un concepto espiritual, es sencillo. Tus ideas serían más idóneas para un diccionario de la ciencilogia o algo así, no seas petardo.
La primera acepción de «alma» en el Diccionario de uso del español (Edición abreviada) 2008 de María Moliner dice:
«Parte inmaterial del hombre con la que tiene conciencia de lo que le rodea y de sí mismo y establece relaciones afectivas o intelectuales con el mundo material o inmaterial.»
El hombre es un compuesto hilemórfico, es decir, se compone esencialmente de cuerpo y alma. El alma aparece así definida como aquello que permite al cuerpo acceder al conocimiento sensitivo, a ese primer tipo de conocimiento al que accedemos mediante los sentidos. Además el alma también abre el camino al conocimiento afectivo.
Me gustaría pensar que en esta definición el alma es la conciencia del hombre, en un sentido hegeliano que dejaría atrás los matices religiosos. Aún así, no todos estarían dispuestos a reconocer que nuestro acceso al mundo está condicionado por una parte inmaterial que el cuerpo posee.
El problema de la mayoría de las definiciones que aparecen en los diccionarios es que no están contextualizadas. En el caso de alma es especialmente relevante porque es un concepto que a lo largo de la historia a mutado mucho, además los matices sobre lo que es el alma varían si reflexionamos sobre ella desde el contexto de una religión.
En cualquier caso, la segunda acepción de «alma» en el María Moliner es gemela a la primera acepción del DRAE.
Un saludo.
Y, felicidades por la iniciativa. Ya os he puesto en favoritos. 😀
Una cosa más y ya me callo.
Sin menospreciar el trabajo que lleva construir un diccionario y lo útiles que resultan para realizar un acercamiento al significado de las palabras, no dejan de ser meros catálogos cuyos términos aparecen ordenados alfabéticamente y explicado mediante la cristalización de una definición adoptada por consenso. O como dice el DRAE: «Libro en el que se recogen y explican de forma ordenada voces de una o más lenguas, de una ciencia o de una materia determinada.».
Desde mi punto de vista lo que hay que poner en cuestión, no son tanto las definiciones de los términos como el propio sentido del diccionario. En esta sociedad de la información, mediada por la tecnología y la aceleración, los diccionarios deberían ser dinámicos, aunque eso los convierte en enciclopedias… Esta revisión quizá debería alcanzar a los conceptos de diccionario y enciclopedia.
Primero habría que comenzar precisando que no existe ningún concepto científico de «alma». Después de la derrota del vitalismo, no existe un concepto científico de «alma» referido a los seres vivos. Tampoco la neurociencia y la filosofía de la mente más actual contempla esta hipótesis, caricaturizada por Rhyle como «fantasma en la máquina».
En este sentido, cualquier definición académica de «alma» podría ser criticada hoy -no sólo esta del DRAE- si pretende mostrarse como una teoría empíricamente correcta.
Definiciones críticas de la idea de «alma» hay, desde luego, muchas. Por ejemplo, la del diccionario soviético de filosofia.
Donde se concluye diciendo que «La impugnación definitiva de las representaciones no científicas del alma sólo fue posible cuando se procedió al estudio experimental de los fenómenos psíquicos, cuando se descubrió el método objetivo de su investigación».
O la irónica impugnación de Voltaire en su diccionario filosófico: «Es un término vago, indeterminado, que expresa un principió desconocido, pero de efectos conocidos que sentimos en nosotros mismos. La palabra alma corresponde a la frase anima de los latinos, a la palabra que usan todas las naciones para expresar lo que no comprenden más que nosotros.»
El portal de documentación filosófica en español Filosofia.org recoge todo un arsenal de definiciones del «alma» aquí.
La definición que aporta el DRAE: «Principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida.» tiene un inequívoco sesgo aristotélico, pero sin embargo no le falta precisión ni arraigo en la tradición filosófica. Es una definición culta, que recoge el alcance tradicional del concepto de alma, que en absoluto se restringía a la «parte inmaterial». El alma vegetativa y sensitiva formaban parte del mundo natural (¿de dónde procede si no la palabra «animal»?) y sólo el alma intelectual se reservaba al ser humano. Al menos desde el Fedón, de Platón, esta parte intelectual del alma se concibe como eterna y singular, y así se desarrolla en toda la escolástica cristiana. Para Tomás de Aquino ni Dios ni el alma son substancias corpóreas: «Haec positio supra improbata est per hoc, quod ostensum est Deum non esse corpus, et per hoc quod ostensum est animam humanam corpus non esse, nec aliquam intellectualem substantiam (Sum, c. Gent., 1. 2, c. 85)».
Sin perjuicio de que la definición del DRAE tenga un aire dogmático y sea incompleta, en mi opinión, otras definiciones que se centran en el elemento «espiritual» del alma, como la del diccionario Oxford: «the spiritual element of a person, regarded as immortal», son en realidad más restringidas y menos claras. Hay que recordar que el diccionario de la academia no está para refutar teorías, sino para definir conceptos, y de hecho la definición aristotélica del alma es bastante ajustada para este propósito.
Atentamente,
Eduardo.
«Lo que organiza y da forma no es el alma, sino los genes.»
Creo pretenciosa esa afirmación. Si el antecedente en la filosofía griega del término «alma» es la «psyché», la sustancia inmaterial que da vida al cuerpo y que lo guía en su vida y lo abandona en su muerte, tenemos entonces que la investigación científica de la psyché no sería posible, por ser la psyché algo inmaterial, imposible de medir y, por tanto, no susceptible de investigación científica.
Sin embargo, la psicología, la ciencia de la conducta (ojo, que no de la psyché), ha demostrado una cuestión fundamental: que el método científico experimental puede (y añadiría, debe, para eviar tantas confusiones y mitos sobre el comportamiento) aplicarse a la conducta y su base material, el cerebro (o como plantea Damasio, el cerebro centrado en un cuerpo). Y es aquí donde creo reside el error de la afirmación sobre los genes. Cuando se habla de genética conductual pensamos en las bases genéticas de la conducta. Pero la identificación de conductas concretas (o, por ejemplo, enfermedades mentales) con genes individuales ha resultado un estrepitoso fracaso. ¿Por qué? Porque no son sólo los genes los que organizan y dan forma. Es el ambiente individual, social y cultural el que hace expresar determinados genes, mediante mecanismos de aprendizaje (véanse los trabajos del nobel Eric Kandel). Por tanto, el problema no es genético, sino epigenético, lo cual enlaza directamente con disciplinas de reconocido prestigio como la psicología del aprendizaje y la memoria.
Hasta aquí los hechos. Permítanme una opinión que, como personal que es, es tan rebatible como otra cualquiera: no creo que Francis Crick sea un buen ejemplo de humanidad y modestia que la ciencia necesita para su divulgación. Sí un Santiago Ramón y Cajal o un Antonio Damasio o un Daniel Kahneman, quien por cierto, nos recuerda, de manera científicamente impecable, lo humanos, demasiado humanos, que somos.
Teneis una referencia en:
http://www.diariorc.com/deslealtad-institucional/621-tercera-cultura.html
La definición filosófica del alma es sólo una variante de la de substancia. La crítica a la asubstancialidad del materialismo, que sólo podría ser substancial volviéndose atomista y demostrando la existencia de partículas de infinita dureza, ya fue efectuada por Leibniz en el siglo XVII (cfr. Monadología). Así, si el fenómeno es algo más que un compuesto imaginativo (Hume) y la materia resulta divisible hasta el infinito (como se sigue de la definición de lo extenso), entonces hay algo en el cuerpo que no es corporal y que lo distingue del resto de cuerpos con los que está en contacto o se interrelaciona.
Ahora bien, si en realidad, como quería Spinoza, todo fluye y pertenece a un solo cuerpo, el del universo, nos veremos en la dificultad de justificar de qué manera un ente así podría moverse en direcciones opuestas al mismo tiempo, o qué sentido iban a tener para el caso nociones científicamente tan consensuadas como la de inercia.
La RAE lleva años moviéndose por modas. Mäs o menos desde que aceptó un término innecesario como «nominar» que no existía en español hata el momento, o por lo menos no se le reconocía.
Antes era muy poco permisiva y «españolizaba» las palabras nuevas cuando le parecía la mejor opción. Ahora lo aceptan todo en cuanto aparece esa palabra en el libro de algún periodista más bien malo.
Lo raro es que no hayan colocado como definición de «alma» alguna frase ingeniosa de algún personaje mediático como Bisbal. Algo del tipo: «el alma es ese sentirse volar encima de un escenario cuando corean tu nombre». Y el que no tenga escenario ni público, se acaba de quedar sin alma.
Bromas a parte, cada vez tiene menos interés e importancia lo que diga la Real Academia de la Lengua Española, ya que se limita a aceptar todo aquello que se pone de moda, sea o no correcto en español. Han dejado de arbitrar, se limitan a mirar.
¡Ojalá esta «Tercera Cultura» llegue a tener la repercusión que se merece!
Personalmente, no creo que existan el alma y el cuerpo como dos partes que forman al ser humano. La persona no está formada por cuerpo y alma, sino que es un todo indivisible. Decía Max Planck que lo único que existe es la energía (y, detrás de ella, una gran inteligencia).
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