Tercera Cultura
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Despejar las ilusiones

The New York Review of books

(Trad. Antonio A. Gonzalez)

(Enlace original: http://www.nybooks.com/articles/archives/2011/dec/22/how-dispel-your-illusions/ )

Freeman Dyson

Bombardero americano en preparación en una base de la RAF en Gran Bretaña para incursiones diurnas sobre la Francia ocupada, 1942. Fotografía de Robert Capa.

Bombardero americano en preparación en una base de la RAF en Gran Bretaña para incursiones diurnas sobre la Francia ocupada, 1942. Fotografía de Robert Capa.

En 1955, Daniel Kahneman tenía 21 años y era teniente de las Fuerzas Armadas israelíes. Le habían asignado el trabajo de implantar un sistema nuevo de entrevistas para todo el ejército. El objetivo era evaluar a cada nuevo recluta y ubicar a cada cual en el resorte más adecuado de la maquinaria de guerra. Entrevistadores estimarían quién funcionaría mejor en infantería o en artillería, en el cuerpo de tanques o en cualquier otro cuerpo del ejército. El antiguo sistema, anterior a la llegada de Kahneman, era informal. El entrevistador tenía una charla de 15 minutos con el recluta y luego decidía en base a la conversación. Pero el sistema había fracasado miserablemente. Cuando a los pocos meses se comparaba el desempeño real con el previsto por los entrevistadores, la correlación entre el rendimiento real y el estimado era cero.

Kahneman era licenciado en psicología, y había leído un libro, Clinical vs. Statistical Prediction: A Theoretical Analysis and a Review of the Evidence, de Paul Meehl, publicado un año antes solamente. Meehl era un psicólogo norteamericano que estudiaba los éxitos y fracasos de predicciones en diversos ámbitos, y descubrió pruebas abrumadoras de una conclusión inquietante, que los pronósticos basados en una puntuación estadística sencilla eran por lo general más precisos que los basados en el juicio de expertos.

Un ejemplo famoso que confirma la conclusión de Meehl es el “Apgar score”, inventado por la anestesióloga Virginia Apgar en 1953 como guía de tratamiento de bebés recién nacidos. Se trata de una simple fórmula basada en cinco signos vitales que pueden medirse con rapidez: ritmo cardíaco, respiración, reflejos, tono muscular y color. En promedio, es más eficaz que un médico normal cuando se trata de decidir si el bebé necesita asistencia inmediata, y en la actualidad se emplea en todas partes y salva la vida de miles de recién nacidos. Otro ejemplo famoso de estimación estadística es la fórmula Dawes para la duración del matrimonio. La fórmula consiste en “frecuencia de relación sexual menos frecuencia de disputas”. Robyn Dawes era un psicólogo que trabajó con Kahneman más tarde. Su fórmula funciona mejor en promedio que el consejero matrimonial corriente estimando cuándo se romperá un matrimonio.

Tras la lectura del libro de Meehl, Kahneman sabía cómo mejorar el sistema de entrevistas del ejército israelí. Su nuevo sistema no dejaba a los entrevistadores el lujo de charlar libremente con los reclutas, sino que a éstos se les pedía responder a una lista estándar de preguntas concretas sobre su vida y su trabajo. Las respuestas se convertían en valores numéricos, y estos valores introducidos en fórmulas que miden la aptitud del recluta para los diversos empleos del ejército. Cuando se compararon las estimaciones del nuevo sistema con el rendimiento, varios meses después, los resultados mostraron que el nuevo sistema era mucho mejor que el viejo. La estadística y la aritmética simple nos dicen más sobre nosotros mismos que la intuición experta.

Reflexionando 50 años después sobre su experiencia en el ejército israelí, Kahneman dice en Thinking, Fast and Slow que en aquellos días no era raro que se dieran grandes responsabilidades a personas jóvenes. El propio país tenía siete años tan sólo. “Todas las instituciones estaban en construcción” recuerda, “y alguien tenía que construirlas”. Tuvo la suerte de tener la oportunidad de participar en la construcción de un país y de avanzar a la vez en el conocimiento intelectual de la naturaleza humana. Se dio cuenta de que el fracaso del viejo sistema de entrevistas era un caso particular de un fenómeno general que él llamó “ilusión de validez”. A este respecto, dice, “había descubierto mi primera ilusión cognitiva”.

Las ilusiones cognitivas son el tema principal de este libro. Una ilusión cognitiva es una creencia falsa que aceptamos intuitivamente como cierta. La ilusión de validez es la falsa creencia en la fiabilidad de nuestro propio juicio. Los entrevistadores creían sinceramente que podían predecir el desempeño de los reclutas tras tener con ellos una conversación de quince minutos. No podían dejar de creerlo incluso tras ver la evidencia estadística de que era una ilusión. Kahneman confiesa que él mismo aún sufre la ilusión de validez después de cincuenta años previniendo a otras personas contra ella. No puede escapar de la ilusión de que su propio juicio instintivo es fiable.

Un episodio de mi propio pasado es curiosamente similar a la experiencia de Kahneman en el ejército israelí. Antes de ser científico fui estadístico. Cuando tenía veinte años me encontraba haciendo análisis estadístico de las operaciones del Mando de bombarderos británico durante la II guerra mundial. El Mando tenía entonces siete años, igual que el estado de Israel en 1955. Todas sus instituciones estaban en construcción. Constaba de seis grupos de bombarderos que evolucionaban hacia la autonomía operativa. El vice-mariscal aéreo sir Ralph Cochrane era el comandante del 5º grupo, el más independiente y eficaz de ellos. Nuestros bombarderos sufrían por entonces fuertes pérdidas, y su causa principal eran los cazas nocturnos alemanes.

Cochrane decía que los bombarderos eran demasiado lentos, y que la razón por la que eran demasiado lentos era que equipaban pesadas torretas de ametralladoras que aumentaban la resistencia aerodinámica y bajaban su techo operacional. Como los bombarderos volaban de noche, estaban normalmente pintados de negro. Con su carácter extravagante, Cochrane declaró que le gustaría coger un bombardero Lancaster, arrancarle las torretas y todo el peso muerto relacionado con ellas, dejar en tierra a los artilleros, y pintarlo todo de blanco. Entonces volaría con él sobre Alemania, y lo haría tan alto y tan rápido que nadie podría derribarlo. Nuestro comandante en jefe no aprobó la sugerencia, y el Lancaster blanco no voló nunca.

La razón por la que nuestro comandante en jefe no estaba dispuesto a eliminar las torretas de ametralladoras, ni siquiera de modo experimental, era que estaba cegado por la ilusión de validez. Esto era diez años antes de que Kahneman la descubriera y le diera nombre, pero la ilusión de validez hacía su mortífero trabajo. Todos en el mando de Bombarderos compartíamos la ilusión. Una tripulación de bombardero era un equipo de siete personas estrechamente unidas, en el que los artilleros jugaban un papel esencial defendiendo a sus compañeros contra los ataques de los cazas mientras el piloto volaba en vaivenes irregulares para defenderlos de los antiaéreos. Parte esencial de la ilusión era que el equipo aprendía por experiencia. En la medida en que estaban más adiestrados y más estrechamente unidos, sus oportunidades de supervivencia irían en aumento.

Cuando me encontraba reuniendo datos en la primavera de 1944, la probabilidad de que una tripulación completara un tour de treinta operaciones era de alrededor del 25 por ciento. La ilusión de que la experiencia les ayudaba a sobrevivir era esencial para su moral. Al fin y al cabo, todos podían ver en cada escuadrón a algunas respetadas y expertas tripulaciones veteranas que habían completado un tour y se habían presentado voluntariamente para hacer un segundo. Era evidente para todos que los veteranos sobrevivían porque eran más diestros. Nadie quería pensar que los veteranos sobrevivieron sólo porque tuvieron suerte.

Por el tiempo en que Cochrane hizo su sugerencia del Lancaster blanco, yo me encargaba de examinar las estadísticas de pérdidas de bombarderos. Hice un análisis cuidadoso de la correlación entre la experiencia de las tripulaciones y sus índices de pérdida, separando los datos en muchos paquetes pequeños para eliminar así efectos meteorológicos y geográficos. Mis resultados fueron tan concluyentes como los de Kahneman. No había efectos de la experiencia sobre el índice de pérdidas. De modo que, hasta donde yo puedo decir, si una tripulación vivía o moría era puramente cuestión de suerte. Su creencia en el efecto protector de la experiencia era una ilusión.

La demostración de que la experiencia no tenía efecto sobre las pérdidas habría apoyado fuertemente la idea de Cochrane de eliminar las torretas de ametralladoras. Pero no ocurrió nada de eso. Tal como Kahneman descubrió más tarde, la ilusión de validez no desaparece sólo porque los hechos prueben su falsedad. Todo el mundo en el Mando de bombarderos siguió creyendo en la ilusión, desde el comandante en jefe hasta las tripulaciones de vuelo. Las tripulaciones continuaron cayendo, tanto las expertas como las inexpertas, hasta que Alemania fue invadida y la guerra terminó por fin.

Otra cuestión del libro de Kahneman, declarada en el título, es la existencia de dos sistemas independientes de organización del conocimiento en nuestro cerebro. Kahneman los llama Sistema Uno y Dos. El Sistema Uno es asombrosamente rápido, y nos permite reconocer caras y comprender el habla en una fracción de segundo. Debe haber evolucionado a partir de los antiguos pequeños cerebros que permitieron a nuestros ágiles ancestros mamíferos sobrevivir en un mundo de grandes predadores reptilianos. La supervivencia en la jungla requiere un cerebro que tome decisiones rápidas basadas en información limitada. Intuición es el nombre que damos a los juicios basados en la acción rápida del Sistema Uno. Este decide y actúa sin esperar a que el conocimiento consciente le de alcance. El hecho más destacable del Sistema Uno es que tiene acceso inmediato a un vasto almacén de memorias que usa como base de decisión. Las memorias más accesibles son las asociadas con emociones fuertes, con miedo, dolor y odio. Los juicios resultantes son a menudo erróneos, pero en el mundo de la jungla es más seguro un juicio equivocado y rápido que uno acertado y lento.

El Sistema Dos es el lento proceso de formar juicios basados en el pensamiento consciente y el examen crítico de los datos. Evalúa las acciones del Sistema Uno. Nos da una oportunidad de corregir errores y revisar opiniones. Probablemente evolucionó más recientemente que el Sistema Uno, después de que nuestros ancestros primates se hicieran arbóreos y tuvieran el tiempo de considerar las cosas detenidamente. Un mono en un árbol no se preocupa tanto de los predadores como de la adquisición y defensa de territorio. El Sistema Dos permite a un grupo familiar hacer planes y coordinar actividades. Tras convertirnos en humanos, el Sistema Dos nos posibilitó crear arte y cultura.

La cuestión que se plantea es: ¿por qué no abandonamos el Sistema Uno, propenso a errores, y dejamos el gobierno de nuestra vida al más fiable Sistema Dos? Kahneman da una respuesta simple a esta cuestión: el Sistema Dos es vago. Activarlo requiere esfuerzo mental. El esfuerzo mental es costoso en tiempo y también en calorías. Mediciones precisas de la química de la sangre muestran que el consumo de glucosa se incrementa cuando el Sistema Dos está activo. Pensar es un trabajo duro, y nuestras vidas diarias están organizadas para economizar el pensamiento. Muchas de nuestras herramientas intelectuales, como la matemática, la retórica y la lógica, son sustitutos convenientes del pensamiento. Mientras estamos ocupados en tareas rutinarias como calcular, hablar o escribir, no estamos pensando, y el Sistema Uno se hace cargo. Sólo hacemos el esfuerzo mental de activar el Sistema Dos cuando hemos agotado las alternativas posibles.

El Sistema Uno es mucho más vulnerable a las ilusiones, pero el Sistema Dos no es inmune a ellas. Kahneman usa la expresión «inclinación de disponibilidad» para definir un juicio tendencioso basado en una memoria que resulta estar disponible rápidamente. No espera a examinar una muestra mayor de memorias menos contundentes. Un ejemplo llamativo de inclinación de disponibilidad es el hecho de que los tiburones salvan vidas de bañistas. Análisis detallados de muertes en el mar en las cercanías de San Diego muestran que, en promedio, cada muerte de un bañista por ataque de tiburón salva la vida de otros diez. Cada vez que un bañista es atacado, el número de ahogados desciende durante unos pocos años y luego vuelve al nivel normal. El efecto se da porque las informaciones de muertes por ataques de tiburones se recuerdan con más viveza que las de muertes por ahogamiento. El Sistema Uno está fuertemente sesgado, y presta mayor atención a los tiburones que a las resacas que se dan con mayor frecuencia y pueden ser igualmente letales. En este caso, el Sistema Dos probablemente comparte la misma tendencia. Los recuerdos de ataques de tiburones están vinculados a emociones fuertes y por tanto son accesibles a ambos sistemas.

Kahneman es un psicólogo que obtuvo el Premio Nobel de economía. Su gran aportación fue convertir la psicología en una ciencia cuantitativa. Sometió nuestros procesos mentales a medidas precisas y cálculo exacto, estudiando en detalle cómo negociamos con dólares y centavos. Al hacer cuantitativa la psicología, brindó una nueva y potente visión de la economía. Gran parte de su libro contiene historias que ilustran las variadas ilusiones a las que personas supuestamente racionales sucumben. Cada historia describe un experimento que examina la conducta de estudiantes o ciudadanos a quienes se presentan opciones bajo condiciones controladas. Los sujetos toman decisiones que se pueden medir y registrar con precisión. La mayoría de las decisiones son numéricas, y tienen que ver con pagos en dinero o cálculo de probabilidades. Las historias demuestran cuánto difiere nuestra conducta de la conducta del mítico «actor racional» que obedece las reglas de la economía clásica.

Un ejemplo típico de experimento de Kahneman es el experimento de la taza de café, diseñado para medir una forma de tendencia que él llama «efecto dotación» (endowment). Este efecto consiste en nuestra tendencia a valorar más un objeto cuando lo poseemos nosotros que cuando lo posee algún otro. Una taza de café debe ser tan elegante como útil, de modo que sus dueños les toman cariño. Una versión simple del experimento consistía en dos grupos de personas, vendedores y compradores, escogidos aleatoriamente de una población de estudiantes. A cada vendedor se le daba una taza y se le pedía que la vendiera a un comprador. A los compradores no se les daba nada y se les pedía que compraran una taza a un vendedor con su propio dinero. Los precios medios ofrecidos en un experimento típico fueron: vendedores 7,12$, compradores 2,87$. Con una diferencia de precios tan grande, se vendieron pocas tazas.

El experimento echó por tierra de manera convincente el dogma central de la economía clásica. Este dogma afirma que, en un mercado libre, compradores y vendedores acordarán un precio que ambas partes consideren justo. El dogma es cierto para agentes profesionales que negocian acciones en el mercado de valores. No lo es para compradores y vendedores no profesionales debido al efecto dotación. No se llega a un trato beneficioso para ambas partes porque la mayoría de la gente no piensa como los agentes profesionales.

Nuestra incapacidad para pensar como profesionales tiene consecuencias prácticas importantes, para bien y para mal. La mayor consecuencia del efecto dotación es dar estabilidad a nuestras vidas e instituciones. La estabilidad es buena cuando una sociedad es pacífica y próspera. Pero la estabilidad es mala cuando una sociedad es pobre y oprimida. El efecto dotación funciona para bien en la ciudad alemana de Munich. Una vez alquilé allí durante un año una casa a pocas millas del centro de la ciudad. Enfrente de nuestra casa había una auténtica granja con un campo de patatas, cerdos y ovejas. Los niños de la localidad, incluidos los nuestros, salían al campo al campo al anochecer, encendían pequeñas hogueras en la tierra y asaban patatas. En una economía de libre mercado, la granja hubiera sido vendida a algún promotor y convertida en viviendas. Tanto el granjero como el promotor habrían obtenido un beneficio excelente. Pero en Munich la gente no pensaba como lo haría un agente financiero. Allí no había mercado libre con la tierra. La ciudad valoraba la granja como un espacio abierto público que posibilitaba a los vecinos pasear por el campo hasta el centro y a los chicos asar patatas por las noches. La granja sobrevivió gracias al efecto dotación.

En las sociedades agrícolas pobres, como la Irlanda del siglo XIX o gran parte de África hoy en día, el efecto dotación funciona para mal porque perpetúa la pobreza. Las posesiones otorgan poder político al terrateniente irlandés o al jefe tribal africano. Ellos no piensan como lo hace el agente financiero, porque el estatus y el poder político son más valiosos que el dinero. No cambiarían su estatus superior por dinero aunque estuvieran fuertemente endeudados. El efecto dotación mantiene a los campesinos en la pobreza y aboca a la emigración a quienes piensan como el agente financiero.

Al final de su libro, Kahneman se hace la siguiente pregunta: ¿Qué beneficio práctico podemos derivar de la comprensión de nuestros procesos mentales irracionales? Sabemos que nuestro juicio está fuertemente inclinado por ilusiones heredadas que nos ayudaron a sobrevivir en una jungla llena de serpientes pero que poco tienen que ver con la lógica. También sabemos que, aunque lleguemos a tomar conciencia de estas tendencias e ilusiones, éstas no desaparecen. ¿Qué utilidad tiene saberse engañado, si el conocimiento no disipa el engaño?

Kahneman responde a esta pregunta con la esperanza de cambiar nuestro comportamiento cambiando nuestro vocabulario. Puede que, si los nombres que él ha dado a las inclinaciones e ilusiones comunes, como «ilusión de validez», «inclinación de disponibilidad», «efecto dotación» y otros que no tengo espacio para describir en esta reseña llegan a formar parte de nuestro lenguaje diario, entonces las ilusiones pierdan su capacidad de engaño. Si usamos estas expresiones en nuestra vida diaria para criticar los juicios de valor erróneos de nuestros amigos y reconocer los propios, entonces quizá aprendamos a superar nuestras ilusiones. Tal vez nuestros hijos y nietos crezcan con el uso del nuevo vocabulario y corrijan automáticamente sus tendencias congénitas al formar juicios. Si este milagro ocurre, las generaciones futuras tendrán una gran deuda con Kahneman por aportar una visión más clara.

Algo que está llamativamente ausente en el libro de Kahneman es el nombre de Sigmund Freud. En las treinta y dos páginas de notas no hay una sola referencia a sus escritos. Esta omisión con seguridad no es accidental. Freud ha sido la figura predominante en el campo de la psicología durante la primera mitad del siglo XX y el tirano derrocado durante la segunda. En el artículo de Wikipedia dedicado a Freud, podemos encontrar citas del inmunólogo y premio Nobel Peter Medawar -el psicoanálisis es «el más formidable timo intelectual del siglo XX»- y de Frederick Crews:

Poco a poco vamos viendo que Freud ha sido la figura más sobrevalorada de toda la historia de la ciencia y la medicina, que ha causado un daño inmenso mediante la propagación de etiologías falsas, diagnosis erróneas y vías de investigación estériles.

En estas citas hay una alta emotividad. Freud es odiado ahora tan apasionadamente como fue una vez amado. Kahneman comparte evidentemente este rechazo hacia Freud y su legado escrito.

Freud escribió dos libros, Psicopatología de la vida cotidiana (1901) y El yo y el ello (1923), que estuvieron muy cerca de adelantar dos de los temas principales del libro de Kahneman. El de psicopatología describe los muchos errores de juicio y de acción que surgen de las tendencias emocionales que operan bajo el nivel de consciencia. Estos «deslices freudianos» son ejemplos de inclinación de disponibilidad causados por memorias asociadas a emociones fuertes. El yo y el ello dibuja dos niveles de la mente que son similares a los sistemas Uno y Dos de Kahneman, siendo el yo usualmente consciente y racional y el ello usualmente inconsciente e irracional.

Hay grandes diferencias entre Freud y Kahneman, como podría esperarse de pensadores separados por un siglo. La mayor de ellas es que Freud es escritor y Kahneman es científico. La gran aportación de Kahneman ha sido convertir la psicología en una ciencia empírica, con resultados experimentales susceptibles de ser repetidos y verificados. Freud, en mi opinión, hizo de la psicología una rama de la literatura, con historias y mitos que apelan más al corazón que a la mente. El dogma central de la psicología freudiana es el complejo de Edipo, una historia tomada de la mitología griega representada en las tragedias de Sófocles. Freud afirmó haber identificado a través de su práctica clínica las emociones que los hijos sienten hacia sus padres, que él denominó complejo de Edipo. Sus críticos han rechazado esta afirmación. Freud ha sido para sus seguidores un profeta de la sabiduría espiritual y psicológica, y para sus detractores un curandero que aparenta remediar enfermedades imaginarias. Kahneman enfocó la psicología en una dirección diametralmente opuesta, al no pretender curar dolencias sino solamente disipar ilusiones.

Es comprensible que Kahneman no conceda utilidad a Freud, pero también es lamentable. Los descubrimientos de Kahneman y de Freud son más complementarios que contradictorios. Cualquiera que se interese en la comprensión de la naturaleza humana tiene mucho que aprender de ambos. El campo de la psicología de Kahneman está limitado necesariamente por su método, que consiste en estudiar procesos mentales que puedan ser observados y medidos bajo condiciones experimentales controladas rigurosamente. Siguiendo este método, ha revolucionado la psicología. Descubrió procesos mentales que pueden ser descritos con precisión y demostrados de manera fiable. Kahneman rechazó las fantasías poéticas de Freud.

Pero junto con las fantasías poéticas desestimó también otras cosas de valor. Dado que las emociones fuertes y las obsesiones no pueden ser controladas experimentalmente, el método de Kahneman no permite su estudio. La parte de la personalidad humana que puede abordar el método de Kahneman es la parte no violenta, la que tiene que ver con decisiones cotidianas, juegos de salón artificiales y pequeños intereses. Las manifestaciones violentas y apasionadas de la naturaleza humana, aquellas que tienen que ver con la vida, la muerte, el amor, el odio, el dolor, el sexo, no pueden controlarse experimentalmente y están fuera del alcance de Kahneman. La violencia y la pasión son territorio Freud. Freud puede penetrar más profundamente porque la literatura ahonda más profundamente que la ciencia en la naturaleza y el destino humano.

William James es otro gran psicólogo cuyo nombre tampoco se menciona en el libro de Kahneman. James fue contemporáneo de Freud y publicó su obra clásica, Las variedades de la experiencia religiosa: un estudio de la naturaleza humana en 1902. La religión es otra gran área de la conducta humana que Kahneman opta por ignorar. Como el complejo de Edipo, la religión no se presta a estudio experimental. En lugar de hacer experimentos, James escucha a personas que describen sus experiencias. Estudia las mentes de sus testigos desde el interior y no desde el exterior. Distingue dos tipos de temperamento religioso, que él llama once-born [por nacimiento o tradición] y twice-born [por conversión], anticipando la división de Kahneman de nuestra mente en sistemas Uno y Dos. Como James busca sus pruebas más en la literatura que en la ciencia, los dos principales testigos que estudia son Walt Whitman como once-born y León Tolstoi como twice-born.

Freud y James fueron artistas y no científicos. Es normal que artistas que reciben grandes elogios en vida se eclipsen y pasen de moda tras su muerte. Cincuenta o cien años después pueden disfrutar de un renacimiento y ser admitidos entre los grandes maestros. Los seguidores de Freud y James pueden tener la esperanza de que llegue un tiempo en que figurarán junto con Kahneman como los tres grandes exploradores de la psique humana, Freud y James de nuestras emociones más profundas y Kahneman de nuestros procesos cognitivos más comunes. Pero ese tiempo aún no ha llegado. Mientras tanto, debemos agradecer a Kahneman habernos proporcionado en este libro una amena comprensión del lado práctico de nuestra personalidad.

2 Comentarios

  1. walter says

    Es llamativo que los estudios y lecturas sobre Freud y los post freudianos ,excluyen deliberadamente a Jacques Lacan(el «unico que leyo a Freud»).Leer a Freud desde Popper o desde el cognitivismo es como tratar de aplicar las leyes de Newton a la microfisica. Hace(hizo, en realidad) falta un nuevo campo epistemologico. Jacques Lacan, haciendo una lectura critica de Freud y con fundamentos psiquiatricos y del estructuralismo semiologico, es el unico que logra desarrollar el psicoanalisis tal cual lo conocemos hoy, ese que permanecera misterioso y hereje a la cultura anglosajona en general y la comunidad cientifica norteamericana en particular.

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