Tercera Cultura
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Adiós a las armas

Traducción: Teresa Giménez Barbat
Steven Pinker

A Farewell to Arms. Publicado en Nature, 27-10-11

Las guerras y los genocidios, el asesinato y el caos homicida – la victimización violenta-  parece crecer inexorablemente. Pero la cobertura masiva de estos fenómenos horrorosos enmascara una verdad importante. Por regla general, nuestras posibilidades de ser asaltados o asesinados han ido disminuyendo durante siglos. En Los Mejores Ángeles de Nuestra Naturaleza, el psicólogo Steven Pinker revisa la evidencia para esta sorprendente tendencia histórica, y trata de explicarla.

En lo que es posiblemente su trabajo más ambicioso hasta ahora, Pinker  aporta números que muestran los porcentajes de homicidios, guerras, actos de terrorismo, abuso infantil y otras formas de violencia en varios períodos de tiempo. Pero hay más que estadística. La narrativa de Pinker va desde la prehistoria, a las revoluciones sociales e intelectuales de los siglos dieciocho y diecinueve, y a los conocimientos modernos sobre la mente, el cerebro y el comportamiento. Citando las ideas y la autoridad de no sólo el conjunto habitual de psicólogos, neuroscientistas y biólogos evolutivos, sino también de historiadores, filósofos y toda clase de científicos sociales, concluye que la evolución social ha reducido los incentivos para cometer violencia y que ha cambiado las sensibilidades modernas.

El héroe intelectual de la historia de Pinker – un hombre al que él llama » el pensador más importante del usted nunca ha sabido nada» – es el sociólogo alemán Norbert Elias. A finales de los años 1930, él propuso que los últimos siglos recientes habían experimentado  “un proceso de civilización” en la forma de un respeto creciente por los intereses de los demás y una mejora del auto-control.

Según Elias, el proceso de civilización tuvo dos causas. Una fue la consolidación de los gobiernos (como describió Thomas Hobbes en 1651 en su libro Leviatán) como monopolizadores de la violencia legítima y del arbitraje de las disputas reduciendo la necesidad de la venganza privada. La otra fue el auge del “comercio apacible ‘, por el cual los beneficios mutuos del intercambio crearon un objetivo común.

Después de presentar y defender las ideas de Elias, Pinker las aplica a la historia. Revisando ‘la revolución humanitaria ‘, describe cómo, en Europa y en todas partes, la xenofobia que fue una vez ubicua se hizo insostenible a través de los siglos. La tortura, la ejecución caprichosa y la esclavitud también se pasaron de habituales a marginales.

Pinker sostiene así que la guerra ha estado en declive durante  tiempo y que puede estar a punto de extinción. Los análisis de los estudiosos de los conflictos armados y sus cifras de muertes demuestran que un sesgo hacia lo inmediato nos ha cegado al parecer ante esta verdad alarmante: que tanto la incidencia de la  guerra como el índice de mortalidad que ésta impone ha ido disminuyendo. Incluso en el siglo XX, con sus dos guerras mundiales, las cifras han sido inferiores que en siglos anteriores. Y han continuado bajando.

Pinker relata que  ‘las revoluciones de los derechos” del siglo XX: luchas por los derechos civiles, derechos de la mujer, derechos de los niños, los derechos  de los gay y los derechos de los animales, han provocado un cambio en las sensibilidades. Su habilidad en mezclar el análisis cuantitativo con ejemplos ilustrativos, sus apropiadas citas y su humor ocasional convierte estos capítulos en amenos.

Pinker gira luego su atención a los vínculos entre la historia de la violencia y su punto de vista – que nos es familiar por sus libros anteriores – de que la psique humana evolucionada es un conjunto  ‘de facultades intencionadas ‘, incluyendo ciertos  “demonios interiores » y «ángeles buenos «. Revisa lo que la neurociencia tiene que decir sobre la agresión y la empatía, y lo que los psicólogos sociales han descubierto sobre lo que propicia la compasión, el castigo y otros estados mentales. Concluye con un sorprendente y contundente argumento para una subida histórica de la capacidad del razonamiento humano, que cree que ofrece contrapeso para el favoritismo con los propios y la hostilidad intergrupal.

Cualquier lector reflexivo de este tratado de amplio espectro encontrará algunas pegas. No soy convencido de que porque la contracultura de los años 60 glorificase la impulsividad egoísta (‘ just do it ‘), fuese responsable de un pequeño aumento en la tasa homicida de los EU. La contracultura insistió mayormente en abandonar la violencia (‘ haced el amor, no la guerra ‘). Tampoco estoy convencido de las explicaciones de Pinker sobre la disminución del homicidio en EEUU en los años 90; en mi punto de vista, desprecia demasiado de prisa el posible efecto de los cambios demográficos, y acepta demasiado crédulamente la importancia del aumento de la presencia de la policía y del encarcelamiento.

El resbalón más grande de Pinker, en mi punto de vista, es la relevancia que les da a las desigualdades económicas, que han sido el predictor más acertado en la  variabilidad en las tasas de homicidio en todas partes. Pinker les dedica un breve párrafo, alegando que el índice estándar de desigualdad de ingresos subía durante los años 1990 en los Estados Unidos mientras las tasas de crimen experimentaban una caída, y que estaban en su mejor momento en 1968 cuando el crimen «se disparaba hacia arriba». El problema con este argumento es que no hay ninguna razón para esperar que las vicisitudes a corto plazo de la desigualdad de renta y homicidio se den juntas ; cualquier efecto de lo primero sobre lo segundo estará seguramente mediado  por las experiencias acumulativas de la gente durante su vida. Y es irónico que a pesar del desinterés de Pinker, el gran relato de la historia que él mismo cuenta – el progreso en la disminución del despotismo y del abuso, y el auge de los gobiernos democráticos – es realmente un relato sobre una desigualdad que disminuye.

Pinker cierra su libro con una defensa encendida de la modernidad. En última instancia, su explicación para el declive de la violencia es la de Elias – que los impactos sinérgicos del Leviatán y los beneficios del comercio crearon un proceso de civilización que ha ido en detrimento de la utilidad de violencia y, de ahí, su atractivo.

Pero él elabora sobre esto una excitante vuelta de tuerca en teoría de juegos (el Dilema » del Pacifista «), y disfruta de un conjunto de conocimientos puestos al día más allá de lo que Elías tenía disponible. Los Mejores Ángeles de Nuestra Naturaleza resulta en una vivaz y fascinante lectura y un logro académico remarcable que merece ser estudiado y debatido por todos los científicos sociales, los ciudadanos atentos y quienes se encargan de hacer política.

Martin Daly is professor of psychology in the Department of Psychology, Neuroscience and Behaviour, McMaster University, Ontario L8S 4K1, Canada.

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1 Comentario

  1. Nestor Mayer says

    Vargas Llosa en su artículo “Libros y cadáveres” *, destaca un aforismo de George Steiner «Las humanidades no humanizan». Plantean, estos dos intelectuales, el poco efecto de la cultura ante la barbarie. Por el contrario, interpreto que este Pinker que describe el artículo, tiene, en parte, un enfoque demasiado optimista sobre la influencia directa del desarrollo cultural, en la disminución de la barbarie. Creo que se debe precisar y hacer hincapié, en que lo único que frena y frenará la barbarie del ser humano, es su subordinación efectiva a las instituciones – los impactos sinérgicos del Leviatán Hobbesiano, pregonado por Elías -, que han sido, a través del tiempo, los únicos medios conducentes para regular y ordenar conductas.
    *http://www.elpais.com/articulo/opinion/Libros/cadaveres/elpepiopi/20111204elpepiopi_12/Tes

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