Psicología evolucionista, Tercera Cultura
comentarios 5

Por qué nos engañamos

Si (como Dawkins argumenta) el engaño es fundamental en la comunicación animal, entonces debe existir una fuerte selección para detectar el engaño y esto, a su vez, debió seleccionar el autoegaño en algun grado, relegando algunos hechos y motivaciones al inconsciente para impedir que traicionaran -mediante los sutiles signos del autoconocimiento- el engaño que estaba teniendo lugar. En consecuencia, el punto de vista convencional de que la selección natural favorece sistemas nerviosos capaces de producir imágenes cada vez más adecuadas del mundo debe ser un punto de vista muy naïve de la evolución mental.

– Robert Trivers (en el prólogo a El gen egoísta de Richard Dawkins)

Robert Trivers (universidad de Rutgers), conocido por sus trabajos sobre la evolución del altruísmo, y William Von Hippel (universidad de Queensland), un psicólogo evolucionista, han publicado recientemente un penetrante y controvertido artículo sobre la evolución del autoengaño [PDF]. A diferencia de la visión tradicional en la psicología, que veía en el autoengaño una estrategia defensiva de las personas en el contexto de un mundo hostil, Trivers y Von Hippel han decidido explorar el aspecto interpersonal del autoengaño, sugiriendo que el autoengaño podría ser una estrategia ofensiva social que habría evolucionado con el objetivo de engañar a los demás. Desde la perspectiva de la evolución humana, el autoengaño podría verse como una especie de entrenamiento individual cognitivo que nos capacita para poder engañar mejor a los demás y obtener así mayor éxito social.

El autoengaño, una estrategia profundamente social

La cantidad de maneras en que somos capaces de engañarnos a nosotros mismos y a los demás es abracadabrante, y afecta a casi todos los órdenes de la vida. Los psicólogos creen haber identificado al menos tres estrategias básicas: búsquedas sesgadas de información, procesos sesgados de interpretación y procesos sesgados de memoria. Todas estas modalidades se aprovechan de una característica marcadamente humana: a las personas nos gustan las buenas noticias sobre nosotros mismos, las noticias que favorecen nuestros objetivos y motivaciones en la vida, mientras que tendemos a negar y ofuscar las noticias que nos resultan más incómodas.

Presentarnos como más inteligentes, más fuertes, y más seguros de lo que somos realmente funciona como una estrategia socialmente favorable. Entre otras cosas, creemos más a las personas seguras de sí mismas y nos enamoramos más de ellas. Se sabe también que una persona media tiende a creer que es mejor que la media. Y esto no es simplemente “pesimismo antropológico” o sabiduría común, tambien existen confirmaciones experimentales. Uno de mis experimentos favoritos ha sido llevado a cabo recientemente por Epley y Whitchurch (2008) [PDF]. Estos investigadores fotografiaron a los participantes de su estudio y después modificaron estas fotografías originales añadiendo rasgos atractivos o repelentes. Más tarde se les presentó a los participantes una serie de fotografías para que identificaran su fotografía real… y de hecho escogieron más las fotos modificadas con rasgos atractivos, pero irreales, que las fotos originales o modificadas con rasgos no atractivos. Quienes hayan pasado un tiempo escogiendo su fotografía para el perfil de una red social tal vez reconozcan que esta experiencia no es extraña.

El autoengaño también es común en el mantenimiento de las preferencias políticas. La idea de que las personas buscamos información política en los sitios más fiables, profesionales y objetivos merece poco crédito. Parece que no nos inclinamos por los medios más fiables, sino por aquellos que no alteran gravemente nuestra visión del mundo y sirven simultáneamente para ofuscar la información hostil. Si de todos modos accedemos a la información no deseada, existen más estrategia cognitivas para darle el esquinazo: atención selectiva de los hechos, que nos permite seleccionar sólo los aspectos más agradables, y memoria selectiva, que nos impide recordar y asimilar la información a posteriori. Y si todo esto falla, no está todo perdido, todavía queda un último recurso: ¡interpretación sesgada! Uno de los experimentos más significativos sobre interpretación sesgada corrió a cargo de Lord et al. (1979) [PDF], que seleccionaron a partidarios fuertes de la pena de muerte a los que les fueron presentadas distintas evidencias sugiriendo que la pena de muerte servía para prevenir el crimen, o bien todo lo contrario. La lógica sugeriría que estas evidencias servirían para aligerar en alguna medida las fuertes posiciones previas de los participantes, pero lo que sucedió realmente fue que la polarización ideológica aumentó.

El autoengaño afecta tanto a cerebros sanos como enfermos

Las estrategias del autoengaño pueden estar motivadas, o no, por ciertos daños neurológicos. Michael Gazzaniga (1997) describe distintos casos experimentales en los que pacientes que han sufrido un daño grave en su corpus callosum, y como consecuencia sus hemisferios son incapaces de comunicarse adecuadamente, generan pintorescas confabulaciones para explicar el comportamiento incoherente. Otro ejemplo de autoengaño acompañado por una lesión neurológica es la anosognosia, un desorden típico de autoengaño en el que las personas que han sufrido una lesión en una parte de su cuerpo niegan vehementemente la realidad de su lesión.

Los cerebros neurológicamente sanos también son muy hábiles autoengañándose. Un ejemplo es la investigación sobre percepciones de control. Cuánto menos sienten las personas que pueden controlar sus vidas, más proclives resultan a percibir patrones ilusorios en configuraciones dadas al azar y a apoyar teorías conspirativas (Whitson y Galinsky, 2008). Similarmente, las personas podrían emplear la creencia en Dios o en un gobierno fuerte como forma de compensar su necesidad de control personal (Kay, 2008), lo que abre la puerta, de acuerdo con von Hippel y Trivers, nada menos que a la posibilidad de un autoengaño a escala humana masiva.

Aunque es cierto que las estrategias del autoengaño nos hurtan el acceso a la información de mayor calidad, estos costes parecen sobrepasados por las ventajas que ofrecen las prácticas de autoengaño orientadas a la búsqueda de status y felicidad. En un mundo fuertemente social donde la gente que es más feliz experimenta un mayor éxito financiero, donde las personas alegres son más atractivas, y donde las personas más seguras de sí mismas son vistas como las más fiables, autoengañarse no es tan mala idea.


von Hippel W, & Trivers R. (2011) The evolution and psychology of self-deception. The Behavioral and brain sciences, 34(1), 1. PMID: 21288379

5 Comentarios

  1. maria cinta says

    lo de la foto de facebook me ha llegado al corazón….

  2. Nos autoengañamos siempre que tengamos alto el umbral del «sabe que no sabe».
    Mi hipótesis es que lo hacemos, básicamente, porque no sabemos digerir el desajuste entre la expectativa (subjetiva) y la realidad impuesta (teóricamente objetiva), y porque somos animales tiempo-dependientes. En otras palabras: PRIMERO creamos la autoexpectativa (p.e. «soy magnífic@»), normalmente antes de los 6 años, y SEGUNDO, la vida nos va aportando datos de la realidad (o la de los demás). Si p.e. nos creemos magnífic@s y alguien nos llama tontos, la reacción sensata y desapasionada sería «hum, lo pensaré». Sin embargo, por requerir esto una digesión previa del desajuste, solemos optar por «me tiene envidia» o «no me comprende», que son atajos para no tener que digerir nada que amenace nuestro patrón original.
    O sea, nos autoengañamos por causa de un sistema digestivo poco capaz 🙂

  3. vicente says

    Um, Ana, ¿magnífic@s, pero tontos? ¿No debería ser tont@s? Pregunto, hablando de autoengaños.

  4. Mpiryko says

    La responsabilidad favorece aportar lo mejor de cada uno, mientras que la culpa, nos obceca, discrimina y se pretende superar y ocultar socialmente mediante técnicas de orgullo y autoengaño.
    Propongo el destierro de la culpa y el ensalzamiento de la responsabilidad.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *