Tercera Cultura
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EL LIBRO ÁRABE, UNA ESPECIE EN PELIGRO DE EXTINCIÓN (Segunda parte)

Autor: Fernando Peregrín

EL LIBRO ÁRABEOtro hecho histórico que contribuyó más adelante y de forma no menos notable a la decadencia del libro en la cultura árabe-islámica fue la prohibición otomana, hacia 1485, de la imprenta industrial de Gutemberg que había hecho su aparición en Europa unos treinta años antes. De nuevo, los historiadores han buscado explicaciones plausibles para esta prohibición que estuvo en vigor, en algunos países islámicos, hasta principios del siglo XX. Es difícil no poner en el debe de la religión mahometana este rechazo que contribuyó en gran medida al aislamiento cultural de la civilización árabe-islámica del resto del mundo, proceso que ya estaba en pleno apogeo en siglo XV.[1] Toby E. Huff, en su obra citada anteriormente en estas mismas líneas, culpa a los ulemas de este rechazo, pues sostenían que la imprenta profanaba la palabra de Alá. Sea como sea, parece bastante evidente que la temprana prohibición de la imprenta en los países árabes es señal inequívoca del temor de los religiosos musulmanes a cualquier novedad que viniese de Occidente—miedo que aún subsiste y, se puede decir, que hasta en mucho mayor grado—y un desprecio por el saber que se fue haciendo endémico tanto en el Trono como en la Mezquita y que acabó arrinconando y eliminando a las élites cultivadas de la mayoría de esas sociedades árabes.

Algunos historiadores de credo musulmán que han investigado y publicado sobre la recepción de la imprenta en el mundo árabe-islámico suelen ser, en general, muy condescendientes con el efecto negativo que tuvo el islam en la prohibición de esta tecnología en la civilización del Libro. Empero, no sólo hay que encontrar explicaciones veraces—o al menos, con cierta probabilidad de ser acertadas—para esta prohibición, sino también para el fracaso estrepitoso de la producción en masa de libros árabes, una vez autorizada por decreto la imprenta—excepto para la publicación de libros religiosos—por el sultán otomano Ahmed III en 1712, decreto que tuvo que ser declarado legítimo mediante una fatua del Shaik al-Islam Abdallah Efendi, la máxima autoridad religiosa del imperio otomano en aquellos días. En consecuencia, se considera que la primera imprenta del mundo musulmán empezó a funcionar en Estambul en 1727. Pues bien, hasta 1743 se habían publicado sólo 17 libros y, desde ese año hasta su cierre en 1797, otros siete más.[2] Estos son los datos irrebatibles del fracaso del intento de introducir la imprenta en el mundo árabe-islámico.

Para la historiadora Nadia al-Bagdadi de la Universidad Central de Budapest, el fracaso de la imprenta se debió principalmente a que el libro tenía un aura especial en la cultura árabe-islámica que se perdió con el advenimiento de la impresión mecánica. Esta aura—según al-Bagdadi—iba más allá de la calidad caligráfica y el esmero general con que estaba elaborado el manuscrito y hacía de los libros un objeto de culto, una especie de fetiche de la sabiduría entendida favorablemente como correspondía a la revelación divina, en el caso del Corán y otros textos religiosos; o negativamente, como peligrosas puertas por las que podía entrar en el mundo musulmán las más corrosivas y dañinas herejías, caso de la gran mayoría de los libros profanos y religiosos que llegaban del Occidente cristiano. Por ello, y como ya se ha visto, el decreto que autorizaba la imprenta no se aplicaba ni al Corán—libro que, por otro lado, constituía por si sólo una categoría ontológica distinta y única—ni a las tradiciones de los dichos del Profeta ni a otros libros religiosos que contenían materias exegéticas o jurídicas, lo que significaba una clara demarcación física entre los libros sagrados y los profanos. Por lo tanto—concluye esta historiadora—no debe verse en el islam una religión que pusiera barreras a la imprenta, pues si algunos segmentos de eruditos musulmanes se mostraron desde el principio muy poco favorables a la producción en masa de idénticas copias de un mismo original, no se debió a actitudes tradicionalistas o conservadoras en materia de religión, sino que representó la expresión de una particular veneración por los libros, que se deriva tanto de su origen divino como profano. Lo cual, lamentablemente, es una hipótesis basada más en el amor al islam que en hechos empíricos y que, por tanto, no cuadra con la evidencia de que una de las razones principales por las que el sultán Ahmed III autorizó la imprenta fue que la sociedad de su tiempo se estaba quedando literalmente sin esos venerados libros, pues las bibliotecas estaban muy descuidadas, cuando no claramente en ruinas, apenas se producían nuevos textos y los manuscritos desaparecían a millares en incendios, robos, saqueos y otras tropelías.

Volvamos rápidamente al presente y prestemos oídos a lo que dice el vicepresidente de la Arab Publisher Union, Fathi Khalil al-Biss en un recuadro destacado del AHDR 2003 y cuyo título he tomado prestado para este artículo:

“La publicación de libros árabes está en crisis. Decrece el número de nuevas publicaciones y también el de copias de cada una, alcanzando en algunos casos unos pocos centenares de lectores. Esta tendencia hace inviable la industria del libro árabe. Las grandes editoriales han dejado de publicar libros científicos y culturales serios y de calidad que contribuyen al avance del conocimiento y a su difusión […]

Esta crisis del libro en los países árabes se debe a varios factores:

1)  La censura y el retroceso de la democracia y la libertad de expresión

La distribución de cualquier libro en los países árabes requiere el permiso previo de los censores locales. El rigor de esta censura varía de un país a otro […] Sin embargo, la aplicación de las leyes de censura es casi siempre arbitraria y se aplica con todo rigor en cuestiones religiosas, de moral pública, de simpatías o críticas al régimen político de cada nación y de los Estados aliados o amigos […]  Es difícil que autores y editores se ajusten a los caprichos y dictados de tantos censores como países árabes hay. La censura afecta muy adversamente a la creatividad y a la producción de libros.

2) El escaso número de lectores

Las editoriales árabes observamos cómo el número de lectores diminuye en los países árabes pese a que están aumentando las instituciones de enseñanza de todo tipo […] El Estado frecuentemente dicta lo que los lectores deben leer y lo que los autores deben escribir […] Los sistemas de enseñanza se basan en el dictado y en la memorización más que en el aprendizaje y el incentivo para que los estudiantes busquen la información en libros y otras fuentes […] El poder económico medio de la población árabe es muy bajo […] Los libros se han convertido en objetos de lujo para las élites educadas y para las instituciones científicas que no están subvencionadas o lo están muy escasamente […] Las escasas bibliotecas públicas están infradotadas de medios económicos y recursos humanos […] No hay apenas hábito de lectura ni se fomenta desde los distintos Estados […]

3) Una infraestructura de distribución pobre e inadecuada.

Los libros sólo se pueden comprar en las pocas grandes librerías que existen en las grandes ciudades […]

4) Violaciones sistemáticas de los derechos de la propiedad intelectual

En muchos países árabes no existen o no se aplican las leyes sobre el derecho de autor […]”

A lo largo de la historia los libros han tenido una importancia capital para el entendimiento mutuo—en busca de establecer modus vivendi justos, apropiados y duraderos—y para el intercambio de patrimonios sapienciales y artísticos entre las distintas culturas del mundo. Asimismo, han resultado imprescindibles para el avance y la diseminación del conocimiento conjunto de la humanidad, especialmente el científico, base hoy día del desarrollo tecnológico, económico y social. Por tanto, era lógico pensar que en el documento que establece los grandes principios en los que, al parecer, se quiere basar esa entelequia que es la Alianza de Civilizaciones que evangeliza el presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, figurase algún comentario, algunas recomendaciones tocantes a los libros en general y al libro de la cultura árabe-islámica, en particular. En lugar de eso, en el informe final de los grandes sabios de las civilizaciones que forman el llamado Grupo de Alto Nivel (GAN), sólo hay esta propuesta:

“8. Los donantes públicos y privados deberían crear un “fondo de riesgo” para contrarrestar las fuerzas del mercado que fomentan los medios y materiales culturales sensacionalistas y estereotipados.

Las salas de cine y de teatro, museos, editoriales y otras entidades culturales deberían tener acceso a un fondo que contribuya a asegurarles contra el riesgo de pérdidas cuando decidan exhibir películas, obras y otros productos culturales que humanicen y normalicen las opiniones de la población occidental sobre las sociedades de mayoría musulmana y las de estas últimas sobre las occidentales. Un ejemplo sería contar en los países occidentales la historia de mujeres musulmanas célebres, exhibir en el mundo musulmán historias de judíos famosos por su defensa de los derechos humanos y la justicia social, o poner a disposición del público en general los clásicos de la literatura musulmana y occidental que contrarrestan los estereotipos imperantes.”[3]

Si no fuesen tan graves y serios los problemas y los desencuentros entre culturas o civilizaciones en un mundo tan globalizado y desigual  como es el nuestro, esta recomendación del GAN sería desternillante por ridícula e inoperante. En la situación actual, es en verdad, bochornosa.


[1] La religión también tuvo mucho influjo en la historia de este invento en Europa, pues se suele citar la Reforma como la principal causa de la expansión popular de la imprenta y su conversión en una industria de bienes de consumo.

[2] William Gervase Clarence Smith, “Science and Technology in Early Modern Islam, c. 1450-c.1850.” London School of Economics and Political Sciences, 1998. Este arabista inglés es un claro ejemplo de los historiadores del islam que escriben más con el corazón que con la razón y el pensamiento crítico. No obstante, sus artículos suelen ser bastante fiables en cuanto a los datos, no así tocante a sus interpretaciones.

[3] Alianza de Civilizaciones. Informe del Grupo de Alto Nivel. 23 de noviembre de 2006. http://www.unaoc.org/repository/report.htm

3 Comentarios

  1. alfredo says

    Me parece un excelente trabajo de divulgación para comprender el por qué de la baja producción intelectual en el mundo musulmán.

  2. Xavier Rovira says

    Muy interesante. ¿Y como está afectando el mundo de Internet en la sociedad del Islam? Eso merece también otro artículo.

  3. Pingback: El libro árabe, una especie en peligro de extinción

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