Tercera Cultura
comentarios 17

Abajo el fatalismo: Cómo el mundo resiste a las predicciones de los pesimistas

Matt Ridley es un escritor científico británico   que obtuvo el doctorado en Zoología por la Universidad de Oxford antes de comenzar su carrera como periodista científico. Como ha repetido en varias ocasiones: «No hay que ser paternalista con el lector, sino llevarle de la mano hasta las fronteras del conocimiento para que eche un vistazo a lo que hay fuera. La ciencia de vanguardia no trata sobre el conocimiento, sino sobre la ignorancia».

Ha trabajado como corresponsal científico para The Economist y para The Daily Telegraph . Tiene un excelente blog llamado «The Rational Optimist». Actualmente preside el International Centre of Life, Newcastle, Reino Unido dedicado a la difusión de la ciencia, y es profesor visitante en el laboratorio Cold Spring Habor de Nueva York. Entre sus libros destacan: The Red Queen: Sex and the Evolution of Human Nature (1995), The Origins of Virtue (1997) y Genoma: La autobiografía de una especie en 23 capítulos, por editorial Taurus.

Les ofrecemos la traducción de Antonio Arturo de uno de sus artículos más interesantes.

Matt Ridley, www.rationaloptimist.com

Abajo el fatalismoCuando yo era un estudiante, en la década de 1970, el mundo estaba llegando a su fin, o eso me decían los mayores.  Decían que la explosión demográfica era imparable, la hambruna en masa inminente,  se iniciaba una epidemia de cáncer causado por productos químicos en el medio ambiente, el desierto del Sahara avanzaba una milla por año, volvía la edad del hielo, el petróleo se estaba agotando, la contaminación del aire nos estaba a asfixiando y el invierno nuclear nos iba a rematar. No parecía tener mucho sentido hacer planes de futuro. Me acuerdo de una fantasía que tenía, me iría a las islas Hébridas, cerca de la costa oeste de Escocia, y viviría de la tierra para poder sobrevivir a estos holocaustos, al menos hasta que el cáncer me pillara.

No me estoy inventando nada. Cuando yo tenía 21 años me di cuenta de que nadie me había dicho nunca nada optimista sobre el futuro del planeta y su gente, ni en una conferencia, ni en un programa de televisión. Ni siquiera en una conversación en un bar, al menos que yo pudiera recordar. El desastre era seguro.

Las dos décadas siguientes fueron igual de malas: la lluvia ácida iba a devastar los bosques, la pérdida de la capa de ozono nos iba a freír, los estrógenos iban a diezmar la cantidad de espermatozoides, la gripe porcina, la gripe aviar y el virus del Ébola nos iban a aniquilar a todos. En 1992,  la Cumbre de la Tierra de las Naciones Unidas celebrada en Río de Janeiro abrió su agenda para el siglo XXI con estas palabras «La humanidad se encuentra en un momento decisivo de su historia. Nos enfrentamos con la perpetuación de las disparidades entre las naciones y dentro de ellas, un agravamiento de la pobreza, el hambre, las enfermedades y el analfabetismo, y el continuo deterioro de los ecosistemas de los que dependemos para nuestro bienestar».

Para entonces yo había empezado ya a darme cuenta de que este terrible futuro no era tan malo. De hecho, todos y cada uno de los desastres con que me habían amenazado habían resultado falsos o exagerados. La explosión demográfica se suavizó, el hambre había sido erradicada en gran parte (salvo en las tiranías asoladas por la guerra), la India exportaba alimentos, la tasa de cáncer (ajustada por edad) caía en vez de aumentar, el Sahel se hacía más verde, el clima se templaba, el petróleo era abundante, la contaminación del aire mejoraba rápidamente, el desarme nuclear avanzaba aceleradamente, los bosques prosperaban, la calidad del esperma no se había desplomado. Y, sobre todo, la prosperidad y la libertad estaban avanzando a costa de la pobreza y la tiranía.

Comencé a interesarme y hace unos años empecé a preparar un libro sobre el tema. Me quedé asombrado por lo que descubrí. Durante los años de mi vida, la renta per cápita global, corregida la inflación, se había triplicado , la esperanza de vida se había incrementado en un tercio, la mortalidad infantil había disminuido en dos tercios, la tasa de crecimiento de la población se había reducido a la mitad. Había salido de la pobreza más gente que en toda la historia anterior de la humanidad. Cuando yo nací, el 36% de los estadounidenses tenía aire acondicionado. Hoy en día el 79% de los estadounidenses por debajo del umbral de la pobreza tienen aire acondicionado. Las emisiones contaminantes de los automóviles se redujeron un 98%. El tiempo de salario medio que hay que trabajar para pagar una hora de luz artificial para leer bajó de 8 segundos a medio segundo.

Los seres humanos no sólo son más prósperos, también son más saludables, más sabios, más felices, más tolerantes, menos violentos, más iguales. Compruébelo usted mismo, los datos son claros. Sin embargo, los pesimistas eran cada vez más estridentes y apocalípticos. Nos enfrentábamos al “fin de la naturaleza», a la “anarquía inminente’, a un “futuro robado», al “siglo final” y a la catástrofe climática. Y empecé a preguntarme ¿por qué el fracaso de las predicciones anteriores tiene tan pocas consecuencias en esta letanía?

Pronto me di cuenta. Como otros que han tratado de llamar la atención sobre la mejora de los niveles de vida, en particular Julian Simon y Bjorn Lomborg, estoy empezando a ser objeto de una sostenida campaña de difamación de los pesimistas. Distorsionan mis argumentos, cuestionan mis motivos y me atacan por decir cosas que nunca dije. Dicen que yo pienso que el mundo es perfecto, cuando no puede estar más claro que yo defiendo el progreso precisamente porque tenemos que ser ambiciosos para corregir tantas cosas que siguen estando mal. Dicen que soy un conservador, cuando es el temor reaccionario hacia el cambio lo que ataco. Dicen que favorezco a los ricos, cuando es la prosperidad de los pobres lo que yo defiendo. Dicen que soy un conformista, cuando es todo lo contrario. Sabía que esto iba a pasar, y lo tomo como un malintencionado cumplido, pero aun así la intensidad es alarmante. En vez de mantener un debate, están ansiosos por cerrarlo.

Ahora veo en primera persona cómo evité toda buena noticia cuando yo era joven. ¿Dónde están los grupos de presión con interés en relatar las buenas noticias? No existen. Por el contrario, los gigantes de las malas noticias, como Greenpeace, Amigos de la Tierra y el WWF, gastan cientos de millones de dólares al año, y el desastre es su mejor recaudador de fondos. ¿Dónde está el interés de los medios de comunicación en verificar los resultados de las predicciones pesimistas anteriores? No hay ninguno. Según mis cuentas, Lester Brown, ha pronosticado ya un punto de inflexión en los rendimientos agrícolas en seis ocasiones desde 1974, y se ha equivocado cada vez. Paul Ehrlich ha venido pronosticando hambrunas y cáncer masivos durante 40 años. Todavía predice que “el mundo está llegando a un punto de inflexión».

Ah, esa frase otra vez. Yo la llamo inflexionitis. No suele andar lejos de los labios de los profetas de la catástrofe. Están convencidos de que se encuentran en lo alto del pivote de la historia, el punto de inflexión donde la montaña rusa comienza a ir cuesta abajo. Pero entonces comencé a mirar hacia el pasado para ver qué habían dicho antes los pesimistas y descubrí la expresión usada en cada generación, o un equivalente. La causa de su pesimismo variaba -por ejemplo, tintada a menudo de eugenesia a principios del siglo veinte-, pero la certeza de que su propia generación se hallaba en el cénit de la historia humana era la misma.

Me remonté hasta 1830 y aún estaba la misma creencia. De hecho, el poeta e historiador Thomas Macaulay ya estaba harto por entonces: “No podemos probar con certeza que están equivocados quienes nos dicen que la sociedad ha llegado a un punto sin retorno y que hemos visto ya nuestros mejores días. Pero lo mismo dijeron todos antes de nosotros y con la misma razón aparente”. Y continúa: “¿En base a qué principio, cuando detrás nuestro no vemos otra cosa que mejoras, tenemos que esperar nada más que deterioro en el futuro?

En efecto.

____________________________________________

Publicado en http://www.huffingtonpost.com/matt-ridley/down-with-doom-how-the-wo_b_630792.html
30-06-2010

Trad. Antonio Arturo González

17 Comentarios

  1. Pingback: Abajo el fatalismo: Cómo el mundo resiste a las predicciones de los pesimistas

  2. Sergio says

    ¿En base a qué principio, cuando detrás nuestro no vemos otra cosa que mejoras, tenemos que esperar nada más que deterioro en el futuro?”

    Es lo mismo que piensa un cerdo… hasta que le llega su San Martín.

  3. Jose says

    El miedo es un gran negocio.De hecho es «el negocio». 0% de inversión, 100% de beneficio

  4. Vaticinar desastres es, ha sido y será una forma eficaz y prestigiada de conseguir poder. Si uno se fija, el profeta siempre acaba añadiendo a su discurso, implícita o explícitamente, la coletilla: «Todo esto ocurrirá… a menos que se me haga caso». En este juego, pues, vale todo. No hay truco demasiado obvio ni demasiado sucio. Ni existe sanción para el tramposo. Aquí sólo se castiga al perdedor.

    http://antoniolopezpelaez.com

  5. Luis says

    Se dice que la mejor forma de manipular la información son las medias verdades, pero aquí además hay datos falsos directamente. Por ejemplo la renta media habrá subido pero se oculta que la diferencia entre los que más tienen y los que menos no para de aumentar: también lo ha hecho el número de pobres. La tasa de mortalidad por cáncer se ha reducido (gracias las medidas tomadas por la presión de los «apocalípticos») pero uno de cada tres europeos sufrirá cancer a lo largo de su vida (Esto ha aumentado). El petróleo se acaba, está confirmado (no ha aumentado la cantidad de petróleo -qué cosa más absurda- sino la rentabilidad de yacimientos por el aumento de precios. ¿Hablamos de los más de 200000 muertos, directos e indirectos, de la guerra de Irak por este motivo? En los 70 ya se hablaba de calentamiento global, ahora habría que hablar de achicharramiento global. Qué habría pasado con la capa de ozono de no haberse tomado medidas gracias a la presión de los «apocalípticos? ¿Hablamos de pérdida de biodiversidad? ¿0 eso también son predicciones apocalípticas? ¿De dónde te sacas que aumentan los vergeles cuando es un hecho (no una predicción apocalíptica) que la desertización y la pérdida de bosques aumenta sin parar? El Sahara efectivamente, ha aumentado pero además ¿Es que ya vuelven a tener el agua el lago Chad o el mar de Aral? ¿Vuelven las ardillas a viajar por una Iberia arbolada? Disculpa, debo ser un malinformado que no ha leído dichas noticias … etc etc etc …

  6. Pues a la hora de utilizar medias verdades, Don Luis no se queda precisamente corto. Ha aumentado el número de pobres, pero el % de la población a la que atribuir dicha característica no, porque lo que ha aumentado es el conjunto de la población. La reducción de la mortalidad por cáncer se debe a un mejor conocimiento del mismo (sus mecanismos de aparición, su comportamiento, las señales precoces que envía el organismo, etc.)y sobre todo a una mejor detección precoz (no sé qué presión de apocalípticos ha habido al respecto), porque ahora resulta más fácil asociar unos síntomas a una enfermedad. El petróleo se acabará (también la tierra, no lo olvide), pero llevo un buen montón de años escuchando que quedan reservas para 40 años (y dentro de 10 años seguramente volveré a escucharlo). Lo de los muertos indirectos tiene su gracia. ¿Cómo los adjudica? ¿Algún modelo mágico/climático? ¿O una simple aproximación a ojo? Infórmese, en los 70 se hablaba de una nueva edad de hielo, la monserga del calentamiento es más joven (por cierto, en los 10 últimos años, los modelos para atemorizar a la población con el asunto del clima han fallado más que una escopeta de feria, pero según sus creadores es por culpa de variables ocultas, ¡eso es método científico y lo demás tonterías!). Con la capa de ozono no hubiera pasado nada. Resulta que los malvados CFC no tenían mucho que ver con el asunto. ¿Pérdida de biodiversidad? Claro, unas especies nacen y otras mueren, lo que pasa es que para los apocalípticos las primeras son unas malignas mutaciones y las segundas «pérdida de biodiversidad». Por cierto, ni idea tenemos de cuantas especies existen realmente en la tierra, cada año se descubren miles (sí, miles) de especies nuevas. Los datos de los vergeles te los puedes encontrar en cualquier parte a poco que busques. Las Lagunas de Ruidera. Que estaban resequísimas, que iban a pasar décadas hasta que volvieran las lagunas a su antiguo esplendor. Vaya, llueve un poco más de lo habitual y todo se soluciona. ¿El mar de Aral? En cuanto dejer de llevarse el agua y represarla, asunto arreglado. En el caso del Chad, tres cuartos de lo mismo. Lo de las ardillas, creo que se fueron a la Atlántida junto con los bosques (puestos a hablar de mitología). Disculpa, debe ser que leemos distintas noticias etc, etc, etc,

  7. Miguel Carrero says

    Entiendo el optimismo referido como la capacidad del ser humano de cambiar.

    Porque los hechos son tozudos: pérdida de biodiversidad, cambio climático, pobreza, guerras…

    Utilizarlo como justificante para no hacer las cosas correctas es demencial y suicida.

  8. Menudo festival de la desinformación:

    HAY UNA COSA CLARA: ESTE HOMBRE TAMBIÉN ES UN VENDEMOTOS.

    1) NUNCA SE HA VATICINADO EL FIN DEL MUNDO: NUNCA!
    2) SÓLO POR PARTE DE MUCHOS SE HA HECHO HINCAPIÉ EN QUE MUCHOS HECHOS TRAEN NUEVOS PROBLEMAS Y QUE LAS SOLUCIONES DE ESOS DÍAS (O ACTUALES) NO -NO!- SON SOLUCIONES.

    a) Jamás el mundo iba a desaparecer por hambruna… pero el hambre sigue creciendo (¿o es que en África están todos contentos y satisfechos?) tanto en África como en Ásia.

    b) La incidencia del cancer AUMENTA… negar eso es mentir. Las «curaciones» no son tales: NADIE HA DESCUBIERTO LA CURA DEL CÁNCER, amigos. Sería premio nobel al día siguiente.

    c) La crisis ecológica no ha hecho más que aumentar (¿o es que acaso hay más hielo en el polo, más ozono en la atmósfera y la amazonia está creciendo?)

    d) El petróleo está agotándose (¿o es que se genera espontáneamente?) y las nucleares no serán la solución le pese a Felipe González lo que le pese

    e) La contaminación (tanto de rios y mares, aire y acuíferos) ha aumentado

    f) La explotación de inmigrantes ha aumentado, la esclavitud en china (disfrazada de crecimiento económico) también.

    Significa esto que estoy diciendo que vamos a desaparecer HOY como especie? NO!

    Significa que para mantener este estatus se generarán guerras por petróleo, recursos, etc.??? noooooo, a Irak fuimos de vacaciones! y en Afganistán estamos allí de paso, y en Sudan (que nada en petroleo) las cosas van bien.

    Significa que FINALMENTE: en occidente vivimos cada vez «mejor» (si descontamos los millones de parados y desheredados, claro) y que en el tercer mundo la gente vende sus riñones para comer…

    Pero parece que estamos de puta madre (mejor que en el medievo, claro!) según este vendemotos.

    Suerte!

  9. JAJAJAJAAJAJA
    ¿LAS LAGUNAS DE RUIDERA ESTÁN RECUPERADAS????? Y NADIE SE HA ENTERADO????

    Ha hecho falta uno de los años más lluviosos de la historia (de la histoooria) para que recuperen ALGO de su antiguo esplendor… las lagunas están muertas y sentenciadas gracias a la extracción de pozos legales e ilegales. Lo siento pero tu optimismo no es tal: es error. Eso sin mencionar el incendio subterraneo y de cómo eso habrá afectado al «futuro» de las lagunas.

    Y el mar de Aral ¿que??? falla la premisa base, hombre.

  10. Luis says

    Sr. JB Qué argumentos más flojitos ¿No es capaz de hacerlo mejor? Ande esfuércese un poco más a ver si vale la pena dedicar mi tiempo a contestarle.

  11. Néstor Mayer says

    Mi conjetura es que los catastrofistas tienen también la `nostalgia del absoluto´ – al igual que el marxismo, el psicoanálisis freudiano o el estructuralismo de Lévi-Strauss – excelentemente descripto por George Steiner (Ed. Siruela).

  12. Entiendo vuestra filosofía; pero, con profunda tristeza, me di cuenta de que en mi país,vuestros postulados son usados con fines deshonestos. Me explico:
    En méxico, la élite ha llegado a un grado de depravación y corrupción como nunca antes se ha visto. Las familias de los ricos, sus hijos, son personas violentas; deshonestas y entregadas a todos los vicios. Pero lo peor es que
    los padres de estos jóvenes se complacen y enorgullecen de que sus hijos sean unos rateros y depravados por la sencilla razón de que ellos, principalmente los empresarios y los corruptos políticos que les sirven, son igual de depravados, violentos y rateros. Y como esta situación de saqueo depravado a la nación ya no la puede ocultar la élite tras tantas maldades que han hecho, pues las universidades privadas y los filósofos de la élite están mezclando las ideas de «la tercera cultura» con la idea de que en estos nuevos tiempos, se requiere ser malvado; (que es lícito robar y engañar para avanzar) y que es lícito ser depravado que porque eso es parte de el cambio a nuevas formas sociales.
    No permitan ustedes, los de buena intención, que otros hundan sus avances sociales al hacerse pasar por miembros del movimiento que dirigen.
    El egoísmo rapaz y la perversidad solo encienden el fuego del odio en el corazón de los pueblos saqueados. Debemos buscar el bienestar de todos, para crear una sociedad sana y que tenga un mínimo d violencia. Si quienes tienen el poder buscaran dar a el pueblo los medios para salir de la miseria en vez de ponerles la bota en el cuello a los que osan quejarse, entonces méxico no estaría hundido en el infierno de violencia en que estamos empantanados.
    No es más el que puede someter a otros y quitarles todo. Es más el que con bondad da más; sobre todo a aquellos que nada tienen. ¿No vemos que incluso las humildes abejas se sirven las unas a las otras sin robarse o hacerse mal alguno? Seamos pues mejores que los animales y entendamos que con compasión; amor y sobretodo honestidad podremos construir un mundo más sano y seguro para todos.

  13. Pingback: 29S – Sobre el optimismo « 20000caligrafías

  14. Xavier Rovira says

    El optimismo nos ayuda a actuar porque vemos que podemos mejorar. El pesimismo nos ayuada a estar alerta de los posibles peligros. Y supongo que el fatalismos y el superoptimismo son extremos opuestos. Entonces ¿porque ser de una sola manera? Como un coche que tiene marchas nosotros podemos ser optimistas para actuar y pesimistas por un corto periodo de tiempo para reflexionar. Pero el pesimismo nos puede anclar por miedo. Entre una cosa y otra es mejor ser optimista y también un poco de falso pesimista. El autor del texto lo único que se queja es que solo se habla de lo negativo y lo exagerado de la situación. Y que si miras atrás esta actitud no es nueva, que siempre se ha dado. ¿Porque somos así? ¿Cómo nos tomamos personalmente estas declaraciones fatalistas? ¿las creemos, las pensamos, nos reimos? El autor tiene todo el derecho a quejarse y bien que hace.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *