Entrevistas, Tercera Cultura
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Adolf Tobeña: “los científicos están excluidos del debate social en España”

Adolf Tobeña es catedrático de Psicología Médica y Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona y es director del Departamento de Psiquiatría y de Medicina Legal. Participa en el ciclo de conferencias Encuentros con Darwin, evento que se celebra en Murcia entre el 23 y el 29 de octubre y en cuya organización ha participado Cultura 3.0.  Nos recibe en su despacho de la universidad, en una entrevista que se extiende durante más de una hora.
Por: Teresa Giménez Barbat y Roger Corcho

Un neurobiólogo como tú, ¿qué puede aportar al debate social y político?

Santiago Ramón y Cajal, durante muchos años, escribió de forma regular en los diarios españoles, mucho antes de que le dieran el Nobel. No sólo hacía trabajo de laboratorio y publicaba ensayos en los que desarrollaba el pensamiento científico, sino que también era un diseminador y un opinante regular. Esto, que era normal a finales del siglo XIX y a inicios del XX, ahora no lo es. Gente como Marañón y otros científicos y médicos tenían unas tribunas que en la actualidad no existen.

¿Te refieres en concreto a España?

Sí, esto no pasa a Inglaterra, o en Francia, en Estados Unidos o en Alemania. Se trata de una peculiaridad española. El científico opinador era una noción aceptada y común en una España que se consideraba atrasada. Que los científicos tuvieran una presencia regular en las tribunas públicas con la finalidad de aportar su pensamiento y su visión del mundo era normal, y en cambio ahora no lo es.  Hace cien años se consideraba que los neurobiólogos tenían algo que decir en el debate general y se les reservaba unos lugares para opinar. Ahora no.

Y realmente te has especializado en disciplinas que tocan aspectos de la naturaleza humana que podrían cambiar la opinión común en asuntos de especial interés social.

Pero yo no encuentro especial mi disciplina. También los genetistas están cambiando la concepción del mundo que tenemos. Y los paleontólogos, que explican la historia de los orígenes de otra manera. Pensar que los neurobiólogos tienen algo más que decir es un error. Como se ocupan del cerebro, y el cerebro está más próximo a lo misterioso y noble…  Si excluimos a los que se ocupan de las rocas y de los fenómenos de la materia inanimada, que están más lejos del análisis de las conductas sociales, todas las ramas de la biología y la medicina tienen cosas que decir sobre el debate social. Te lo diré al revés: es poco habitual que en cuestiones como la eutanasia o el mantenimiento de la vida en estados vegetativos prolongados, participe la opinión científica. Es muy poco habitual.  Participa todo el mundo, excepto los científicos.

Los temas que acostumbras a tratar son polémicos. En el libro Cerebro y Poder, por ejemplo, te refieres a unos estudios que demuestran que el castigo es indispensable y que encima promueve el civismo. Hacemos esta entrevista en la Universidad Autónoma de Barcelona y en la universidad es usual un tipo de estudiante roussoniano -por decirlo así- que defiende que la sociedad es la que nos corrompe, un estudiante que defiende puntos de vista antiautoritarios. ¿Cómo explicas a uno de estos jóvenes que el castigo en realidad es algo bueno y necesario?

El problema es que las ideas que explico están casi prohibidas en la sociedad española actual. Desde muy antiguo se sabe que sin sanciones no hay civilización. Al eliminar una sanción, se entra en la selva y todo el mundo empieza a actuar como un depredador.  Esto ya se sabía, y los experimentos no han hecho otra cosa que mostrar hasta qué punto la potencia de las sanciones promueve la cooperación y en qué variables y en que circunstancias. Pero el concepto básico es muy antiguo, y por eso los dioses eran sancionadores y hay reglas que tipifican las sanciones fundamentales para los pecados fundamentales (no matarás…) que estaban fijados porque la gente sabía por aproximación, por propia experiencia que si eliminas las sanciones desaparece la civilización

¿Y los pedagogos…?

Lo que ocurre con los pedagogos es que desde hace 50 años viven desenfocados. Se han inventado una burbuja, se han colocado dentro y están haciendo un daño terrible al conjunto de la sociedad. Porque han tenido éxito. Predicar la bondad universal es una cosa muy agradable y todos se quedan satisfechos. Lo que tira es la bondad, y la maldad viene siempre de fuera. Ellos viven en esta burbuja y han hecho daño a los padres -que han acabado confundidos- y han hecho daño a los burócratas, que son los que han de regular las políticas educativas. Se trata de una epidemia, y ya pasará. Porque en definitiva, para las cosas que un gobierno considera importantes, no han aplicado esta forma de pensar. No ha habido ningún gobierno que haya suprimido la policía. Sobre esta cuestión hay incluso experimentos naturales. En una ciudad de Estados Unidos, todos los policías hicieron huelga [por ejemplo en Boston en 1919] y la entrada en la selva fue automática. El aumento de criminalidad ocurrió en cuestión de minutos y en un crescendo apoteósico.  Si se querían datos naturales, ahí están, y no en condiciones de laboratorio. A ningún gobierno se le ha ocurrido suprimir a la policía, ni tan solo a los más radicales. A algunos se les ha ocurrido: «ahora eliminaremos el ejército» o el ejército será  sólo de paz, engañando al personal porque los ejércitos no pueden ser de paz. Pero a la policía nadie se le ha ocurrido suprimirla; al contrario, lo que se ha hecho ha sido reforzarla. En el fondo, predique lo que se predique, todos están convencidos -incluidos los pedagogos- de que para preservar la tranquilidad de estar tranquilo sin preocuparse de que nadie vaya a entrar en tu casa con malas intenciones, tiene que haber normas.

Los economistas y psicólogos experimentales han establecido un cuerpo de datos tremendo según el cual el castigo es un elemento imprescindible de la civilización. Sin castigo no hay ni conducta cooperativa ni conducta moral. Si se suprime el castigo, los niños crecen más amorales,  o más inmorales.

Hay madres que han acabado en prisión por dar un cachete a un niño…

Todo esto no son más que patologías de esta epidemia tóxica en la cual han vivido los pedagogos doctrinales, que por otro lado tampoco son la mayoría de los maestros, que son personas más sensatas. Los pedagogos doctrinales y los que fabrican las políticas educativas han vivido en esta especie de optimismo iluso sobre la naturaleza humana que ha hecho más daño que bien.

Pero es fácil caer en esto, porque los humanos, de forma espontánea, somos muy cooperadores. Y la presencia del castigo en sociedades muy reguladas y ricas es muy lejana e indirecta. Los ejemplos de conducta cooperadora sin necesidad de sanción inmediata y visible son enormes. Todos subimos diariamente al metro y soportamos incomodidades y estar cerca los unos de los otros con la consiguiente vulneración del espacio personal y en general no hay peleas. La gente tiene una gran capacidad de tolerancia.

Hay respeto y auotoorden, por ejemplo en las colas de las autopistas, y encima tienen que pagar. Y la gente también se coloca en las playas con orden y respeto, a pesar de que estén abarrotadas.  Y en las colas de supermercados tampoco se necesitan policías, la gente se autoordena. Los ejemplos de conductas cooperativas sin sanción visible son tantas que en conjunto se produce la sensación aparente de que somos seres cooperadores, morales, leales y cumplidores y por tanto no es necesaria la sanción. El problema es que funciona porque la sanción se encuentra siempre detrás. Por eso hay radares, y hay avisos de que hay radar para que la gente obedezca. Y eso que sabe el común de la gente, no se aplica en el período más crucial, cuando las criaturas tienen que aprender la jerarquía y la importancia de las normas. Esto es una epidemia que ya pasará, y está dando señales de bajada.

En la pedagogía, los sacerdotes de este error doctrinal han acumulado poder y están colocados en las posiciones de comandancia y a los que vayan con otro discurso se les castiga. Los funcionarios obedecen aunque no estén de acuerdo. Si los que mandan piensan así y es lo que toca decir, pues obedecen, aunque después en las salas de profesores luego digan lo contrario.

Entonces está claro que el aprendizaje más elemental no puede excluir la autoridad y la jerarquía como un elemento básico en la educación…

Los recién nacidos, en primer lugar, están desvalidos durante la primera época de su vida. Son primates inermes y sin capacidad de defensa. Si conoce la  maldad es porque otros se la enseñan y le estropean. Ellos de entrada son bonitos e inermes y si no se les cuida con constancia mueren con seguridad. Es así. No pueden ni desplazarse ni gatear. Los hay que a los tres días saben gritar y protestar con berrinches brutales. Otros que protestan moderadamente y otros que muy poco. Pero los hay muy guerreros, y las madres saben que son guerreros ya la primera semana. Y son guerreros  siempre. Y estos necesitan más esfuerzo. Y lo saben las madres, y los cuidadores de guardería y los profesores…

¡Excepto los pedagogos!

Excepto los pedagogos doctrinales, que están confundidos y están engañando a la gente.  Están ayudados por muchos políticos que también tienen una potencia de inducción de doctrina errónea tremenda cuando predican que todos los conflictos humanos son resolubles desde el diálogo, o desde la negociación o la conciliación.  Como son gente espabilada, están mintiendo deliberadamente. Tienen un doble juego interior. Tienen el grado suficiente de convencimiento para predicarlo, pero mantienen reductos de prudencia y solvencia porque, si fueran consecuentes,  suprimirían ejércitos y policía. Si fuera verdad que los conflictos son resolubles con el diálogo, nos podríamos ahorrar todo el dinero que nos gastamos en policía, en inspección y en ejército. Pero no cometen este error. Una cosa es el discurso, y otra es el comportamiento.

Has afirmado que el castigo crea civilización, pero en algunos de tus libros también has apuntado que el altruismo se encuentra en la raíz de muchos actos destructivos.  Son afirmaciones que contradicen lo que se cree comúnmente.

La tendencia a ayudar a los otros a costa de los propios intereses, eso es el altruismo. Para que haya altruismo tiene que haber sacrificio. Por otros me refiero a extraños. Ayudar a la familia es un tipo de altruismo donde hay un favorecimiento de la proximidad genética, lo que se conoce como nepotismo. Ahora los biólogos lo llaman selección de parentesco, pero se conoce desde hace cientos de años y se llama nepotismo. La ayuda desinteresada a los extraños hasta el punto de perder algo es el altruismo.  Veamos un ejemplo sencillo: ayudar a una persona que no conocemos en el metro nos puede hacer perder una oportunidad; por ejemplo, que lleguemos tarde a matricularnos en un curso y de esta forma perdamos una oportunidad. La persona perdida nos genera compasión, nos detenemos, y como resultado llegamos tarde para matricularnos en el curso que nos interesaba. Hemos puesto en cuestión nuestros intereses por favorecer a un extraño que no nos devolverá el favor. Hay gente que ayuda y se sacrifica; otros no, pero algunos lo hacen.

Esta tendencia tiene una parte buena porque favorece la cooperación (si no hubiera confianza en que al hacer una inversión habría un retorno todas las transacciones comerciales desaparecerían) y que a pesar de que no se espere la reciprocidad, sin embargo se ayuda. Esto que tiene elementos buenos, tiene una cara mala. Se ha demostrado que la gente ayuda más a los que son más próximos, y menos a los que son más lejanos. Es una tendencia selectiva, no universal. Los economistas lo llaman altruismo parroquial, pero tiene nombres más antiguos, como tribalismo o sectarismo. Esto es el germen de la xenofobia. Detrás está la facilidad para ayudar a los tuyos recurriendo a la crueldad en situaciones de conflicto severo, de guerra.  En muchas situaciones en las que hay que hacer favores o aplicar sanciones, no es lo mismo que pertenezcas al grupo o que pertenezcas a un grupo distinto. Por el color de la piel, el acento, la manera de ir vestido….  por lo que sea. En último extremo, hay personas que sacrifican la vida para hacer el máximo daño a los enemigos del propio grupo. Son altruistas, son gente venerada en sus propias sociedades como héroes. Son gente hipermoral en su propio grupo, y amoral respecto a otros grupos. Hay variedades de altruismo tóxico.

Hemos comprobado que hay un cierto rechazo y animadversión hacia la idea de una Tercera Cultura (la que busca el enriquecimiento mutuo entre la ciencia y las humanidades) tanto desde la izquierda como desde la derecha. ¿Qué opinas, te extraña?

No me extraña nada; en el pensamiento «sabio» más habitual de la actualidad hay un gran miedo a la ciencia. No es el miedo a la ciencia característico de mediados del siglo XX, como fue el miedo a la destrucción nuclear. Este miedo está desapareciendo; ahora en cambio hay un gran miedo a la biología y a la genética. Es un miedo que nace de los éxitos tan continuos, sistemáticos e indudables de la biología, y por los que el pensamiento «sabio» está desbordado. La sensación es que se está tocando todo  y no dejan nada. No sólo es que el cuerpo humano es similar al resto de primates y que hay continuidad evolutiva: esto incluso lo acepta la Iglesia sin problemas. Pero ahora se afirma que se conocen  engranajes biológicos relacionados con la creatividad, el talento artístico y la agudeza intelectual. Si los científicos son capaces de explicar los atributos más nobles del alma según el pensamiento de los «sabios», al tocar los sustratos de la res cogitans cartesiana, esto supone que se derrumba todo el sistema de pensamiento que se ha utilizado hasta ahora.

¿De dónde derivan las leyes y el sistema judicial? De la asunción de que los humanos son animales racionales y pueden decidir libremente en situaciones de dilema. Partimos de esto. Si ahora los científicos dicen que hay engranajes y son variables entre individuos, resulta que parece necesario modificar esta premisa. Pero no se puede tocar, porque entonces se derrumba todo. Hay que repensarlo todo de nuevo. Estamos en este período y esto genera una gran aprensión. Hay temas y cuestiones científicas que aún son preliminares y prematuras, pero otros aspectos son sustantivos, y pueden empezar a tener incidencia en cuestiones como las leyes o la educación.  Lo lógico sería que reaccionaran diciendo: «¿Qué hacemos, creamos comités conjuntos para ver cómo reformular las normas a partir de los conocimientos actuales?»  En lugar de esto, la reacción consiste en tratar de detener este cuestionamiento.

Te pondré un ejemplo. El País es el diario mayoritario de expresión del pensamiento «sabio» en España, de la sabiduría más homologada. Si hiciéramos un ranking: ¿dónde se expresan los sabios oficiales españoles que generan opinión? Primero seguro que saldría El País, luego La Vanguardia o El Mundo, y luego el ABC. Decía lo de «sabio» en este sentido coloquial. Pues portada de El País: «Más castas que genes» y un artículo largo del periodista científico más sólido que hay en España, Javier Sampedro. Todo el artículo estaba dedicado a explicitar que había más genes que castas pero el título lo ponían al revés. Esta es la situación, y lo que retrata lo que pasa.

Pero Javier Sampedro sabe de lo que habla. Igual le han cambiado el título…

O él mismo lo ha cambiado porque de lo contrario sabe que no se publicará… No lo sé, no tengo ni idea de lo que ha ocurrido. Él comentaba un artículo publicado en la revista Nature, donde por primera vez se habían encontrado diferencias genéticas dentro de las castas.  En India hay más diversidad genética que en toda Europa. El artículo explicaba los gradientes génicos con detección de los cruciales que distinguen las castas. La teoría social que prevalece dice que no hay diferencias genéticas, que todo son diferencias sociales. ¡Tururú! Es un artículo que demuestra las diferencias genéticas y enuncia los mecanismos de poblaciones fundadoras diferenciadas, más la deriva debido al aislamiento y más la deriva añadida por las barreras sociales y culturales (lengua, rituales). Pero el artículo lo que demuestra son las diferencias genéticas.

¿Cómo puede ser de otro modo? Si se están detectando las diferencias genéticas de una persona, ¿cómo no se va a distinguir las diferencias genéticas en los grupos físicamente diferenciados? Montan el discurso que en los grupos no se encuentran las diferencias genéticas. Es mentira y se engaña, y para mantener el engaño, en el titular de El País se dice lo contrario de lo que luego se explica en la noticia. Eso es engañar al personal para mantener la ficción de que las normas sociales, las influencias, las doctrinas, son más importantes que nuestra herencia biológica. Si es más importante esto, continuamos siendo pequeños dioses. Tenemos una parte conectada con la esencia divina. Tenemos toda la libertad, podemos imaginarlo todo y cambiarlo todo y si aceptamos lo otro, nos limitamos, y eso nos produce un miedo brutal. Si somos totalmente libres y racionales, tenemos todos los grados de libertad hasta el infinito, podemos montar los sistemas sociales y políticos y la educación puede ser como queramos. Y esto es lo que el conocimiento biológico constriñe y obliga a repensar. Y es una mezcla de miedo y vagancia. Porque tocan los cimientos sobre los que descansan las instituciones humanas.

Y esa es la razón por la que al principio afirmaste que a los científicos no les dejan hablar en las tribunas públicas…

Claro, pero hay muchos científicos que no quieren decepcionar y se apuntan a esta moda. Javier Sampedro, que es muy sólido, o lo hacen apuntar o se apunta a esto. Hay muchos científicos de primera fila que se apuntan a continuar generando miedo a la biología y a la genética, y a la neurobiología. A veces hay científicos imprudentes que a partir de un pequeño descubrimiento pretenden explicarlo todo, pero no hablamos de esto.

Hay teorías biológicas que se etiquetan inmediatamente con una determinada opción política. En algún momento has afirmado que has perdido amigos por explicar el amor paternal por las hormonas. ¿Es posible que debido a todo lo que explicas hayas perdido amigos también porque te etiqueten de un determinado modo desde el punto de vista político?

Los humanos tienden a agruparse, son sociales y cooperadores, y necesitan señales de connivencia y de compenetración. Desde indumentarias hasta ideas compartidas. Si pones en cuestión una idea crucial, no eres de fiar. Te excluyen y te catalogan en otro grupo, a pesar de que tú mismo no te consideres de ese grupo.

Los disidentes siempre acaban mal, antes los quemaban y ahora los silencian. Pero deja que vuelva a lo de antes. Y es que hay un error de base: que las explicaciones científicas son reduccionistas. Se cree que en ciencia siempre hay reducción, y que esta es mala porque simplifica. Y esto no es así. Esto no es así ni en física, ni tampoco en biología.

Es más complicada la explicación del universo de los físicos que la que aporta la religión. En biología es aún mucho más que esto. La biología tiende a la complejidad. La biología por definición es complejidad y diversidad porque es la generación de variabilidad. En cambio, a veces se pretende explicar un fenómeno por un gen, pero esto sólo lo dicen científicos que aspiran a su minuto de gloria. Esto no ocurre con ningún rasgo humano. Ni en los rasgos simples ni mucho menos en los complejos ocurre esto. Ningún científico serio comete el error de atribuir a un solo gen un rasgo complejo.

Se repite este mantra y es un error: «Si aceptamos formulaciones de explicación biológica reducimos la complejidad del ser humano». Al contrario, la explicación biológica siempre será más compleja. Hay una mezcla de miedo y vagancia.

Pero hay otro aspecto más prosaico, que es la competencia gremial. De las cuestiones más trascendentes se han ocupado algunos gremios determinados, como teólogos, politólogos o filósofos. Y estas personas piensan: «¿ahora me quitarán mi silla? De ninguna manera. Nosotros nos ocupamos de las cuestiones profundas.  Que los científicos se ocupen de cuestiones prácticas, que nosotros nos ocuparemos de lo serio». Esto es típico de competencia gremial.

Estábamos seguros de que llegaríamos a una sociedad liberada libre de prejuicios, sexo libre, sin celos, familias monoparentales igualmente efectivas, fin de la prostitución, pero la violencia doméstica campa a sus anchas. En las familias monoparentales, los hijos tienen muchas más probabilidades de abandonar la escolaridad prematuramente…  Todos los mitos tan queridos nacidos en la década de los 70 parece que no se han cumplido, y ahora incluso la ciencia rechaza que puedan tener éxito…

Todas estas revoluciones no logradas, la revolución sexual, el sexo libre, las sociedades libres,  la destrucción de los prejuicios, la desaparición de la violencia, son esperanzas. Los humanos somos muy variables. Tanto como las flores y quizás más. Y esta variabilidad en interacción necesita límites, barreras y constricciones. Esto no da nunca como resultado la libertad infinita. Esta es otra parte del error, lo digo de forma un poco abstrusa. La biología da enormes grados de libertad. En el discurso verbal (que es conducta motora, es un flujo sonoro de mi aparato vocal) tengo una libertad infinita de construir concatenaciones verbales infinitas, puedo recombinar las palabras en cada instante con una ventana de salida hipervariable. Al bailarín le ocurre igual. A cada paso le puede dar un eje de rotación y una combinación de gestos muy variable. Sin embargo, esta variabilidad no es infinita, tiene constricciones. Lo mismo ocurre con las normas. Si prescindimos de cualquier tipo de constricción en sexo, en interacciones conflictivas y eliminamos sanciones en cuestiones de violencia, entonces nos encontramos con sorpresas.

Y es que habíamos pensado que el sexo era el reducto de la libertad absoluta…

La clave es la diversidad. Hay personas a las que el sexo les motiva raramente. Hay que empezar por aquí. La verdadera asunción democrática es reconocer la variabilidad humana. Los individuos que aspiraban a la libertad sexual absoluta completa como fuente de felicidad son individuos que tienen un deseo, una motivación y una alegría en la promiscuidad formidable. Pero este deseo no es generalizable, y hay gente que no tiene esa necesidad. Las opciones de conducta, y de deseo y de motivación, son diferentes para todo el mundo.  La biología lo que da son enormes grados de variabilidad.

Cuando nos vimos la última vez, afirmaste que Barcelona era una ciudad antidarwinista. ¿Nos puedes aclarar por qué piensas así?

Como todas las ciudades, Barcelona tiene unas elites y castas dirigentes que en algunas iniciativas son formidables. La transformación de la ciudad a finales de la década de los 80, que convirtió Barcelona en una ciudad habitable, agradable y atractiva para todo el mundo, fue estupenda. Pero la parte negativa de estas elites es que, a pesar de ser «progres», son muy beatas, en todos los sentidos. A pesar de ser anticlericales, son de una beatitud extrema, como por ejemplo la beatitud que ponen en la globalización, o en iniciativas como la del fórum y la confraternización universal. Se refuerzan entre ellas y  dan poco juego al pensamiento más abierto. Son gente que ha sido influida por mayo del 68 y la revolución de París y si me apuras Tumbuctú, mezclando el cosmopolitismo de París con el africano y de Tanzania. También han sido marcados por la burguesía catalana y por Montserrat.  El resultado de la combinación: son personas beatas, franciscanos, escolásticos.  Aunque sean progres y cosmopolitas, son beatos.  Quizá el único que se escapa es Jorge Wagensberg, uno de los primeros promotores culturales de aquí, pero el resto de grandes impulsores culturales y dirigentes son unos beatos.

[El ex alcalde de Barcelona] Joan Clos parece que se interesaba por la ciencia…

Pero no son más que pinceladitas. Los motores culturales de la ciudad están en manos de beatos, los que dirigen el Ateneu, el CCCB,  el Centre d’Art Santa Mónica, están en manos de beatos. En otras ciudades españolas hay más penetración de la Tercera Cultura, como por ejemplo en Valencia. Allí destaca por ejemplo Martí Domínguez, que es columnista habitual de El País en la sección valenciana, y es el director de Mètode, la revista de divulgación científica más bonita del mundo. En otros lugares, hay salida para la Tercera Cultura, pero en Barcelona es difícil.

12 Comentarios

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  2. Apasionante entrevista. Su incorrección viene a ponernos ante la evidencia de que sólo el pensamiento incorrecto puede traernos hoy espacios de libertad. Bienvenida sea la ciencia en auxilio de quienes consideramos la psicopedagogía una de las estafas intelectuales para la toma del poder más formidables y destructivas de nuestros días. Se van a enterar en las universidades con Bolonia. Ya nos avisó Brecht de que vendrían a por todos. Pero lo más inquietante, en efecto, es esa exposición de los límites, inaceptable para nuestra idea liberal del self-made-man, y mucho más devastadora para esa explicación general del mundo con la que el marxismo y el feminismo nos inundaron durante un siglo: la de que todo es cultural, un resultado de la lucha de clases o de la de géneros como su rostro posmoderno. El determinismo social. Tampoco me parece aceptable, sin más, un nuevo determinismo biológico que vendría a sustituir al anterior. El propio Tobeña evita caer en ello al hablar de la complejidad, que siempre nos deja más desnudos que otra cosa. El ser humano no puede vivir sin asideros. Y sin hogueras. Aunque sean las de Monjuïc.
    Auguri para una web tan necesaria.

  3. Alberto says

    Espléndido artículo.
    Entiendo que espinozista, por la necesidad de comprender el comportamiento humano con criterios materiales y claramente crítico hacia los que consideran que sólo el diálogo es la base del entendimiento social ( Petit y compañía).

  4. Lorenzo says

    Interesante entrevista. Lo que es una vergüenza es que no haya oído hablar de este investigador hasta ahora, a pesar de tener intereses comunes. ¿Por qué no le llaman para una entrevista en algún medio mayoritario?

    Muchas gracias.

  5. Es preciso que masivamente las televisiones y otros medios inviten contratados a tantos científicos que saben y quieren comunicar cuestiones de sus áreas de conocimiento, para que en espacios mediáticos organizados de común acuerdo puedan debatir viva y libremente en debates televisados en directo, sobre temas candentes para la vida de la gente real, y, así, alcanzar conclusiones pre-ejecutables, o al menos orientaciones válidas para articuladamente promoverlas al Congreso desde los lobbies populares, y sobre todo dotar a la ciudadanía de mejor conocimiento individual y capacidad analítica individual en el proceso. Se puede hacer, falta la voluntad. Por eso nos despistan con telebasura y cotilleos de lavadero. ¡Digamos NO! Pero ¿Se treverán los ya colocados?

  6. Ernesto Vega Riego says

    Muchas gracias al profesor Tobeña por ayudarnos a ver lo que hay detrás de las apariencias, desde el pensamiento serio.

  7. Carlos Geijo says

    Me ha encantado la entrevista. El ver la realidad, aunque sea «fea», como la via para el crecimiento y mejora, en vez de basarnos en la correción política ilusa.

  8. Manuel Perez says

    Yo creo que no tiene ni idea cuando dice que el castigo es beceficios para crear cultura.

    Es una visión antigua, dados la perpectiva donde el papel fundamental esta en el modo en que los padre enseñan y se comportan con sus hijos. Esa disciplina artificial, de la reprimenda vocal, sin base comportamental por parte de las personas alrecedor del niño, es contraproducente. Sabesmo que hay adultos que toda su personalidad, su conocimiento, esta en la palabra, pero no en sus actos, en su comportamiento.

    Estoy en total desacuerdo con reprimir conductas como medio de crear cultura, es mejor demostrar capacidades que hagan y modifiquen malos comportamientos.

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