Por Teresa Giménez Barbat en la revista leer
¿Se puede estudiar la teoría de la decisión política desde las ciencias evolucionistas? Jonathan Haidt, psicólogo social y profesor de Liderazgo Ético en la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York y autor de “The Righteous Mind: Why Good People Are Divided by Politics and Religion”, es uno de los adalides de este tipo de investigaciones. Antiguo militante de izquierdas, pensaba que una mayor comprensión de la psicología moral podría dar armas al partido con el que simpatizaba, el demócrata. Pero no fue esto lo que ocurrió. Más bien empezó a vislumbrar qué se escondía en los cerebros de las personas de distinto signo político. Dejó de ver a los conservadores y a la gente religiosa como oponentes y a comprender su punto de vista. Y declaraciones posteriores como que «los conservadores tienen una comprensión más ajustada de la naturaleza humana que los progresistas (“liberals”)» le granjearon la etiqueta de “centrista” en el caso más benévolo cuando no la de “traidor”[1].
¿Existe libertad de opinión en los círculos universitarios e intelectuales en general? Haidt cuenta que, una vez que reunió a unos mil colegas en una conferencia sobre psicología social, entre el 80 y el 90 % de ellos se clasificaron como «liberals». Sólo tres se identificaron como conservadores[2]. Según encuestas que cita, hasta el 66% de los profesores de ciencias sociales en Estados Unidos se identifican como “progresistas” mientras que los que se califican de “conservadores” apenas llegan al 8%. Las humanidades o las “ciencias sociales” son monótonamente de izquierdas cuando en otras áreas de conocimiento como la informática, los negocios o las ingenierías existe un equilibrio entre gentes de izquierda y de derecha. Y no va en retroceso sino todo lo contrario. Eso por sí sólo desmentiría la promoción sincera por parte de este mismo colectivo de valores como el de la “diversidad” en el mundo académico y cultural.
Jonathan Haidt se ha propuesto seriamente cambiar el campo de juego donde se celebran las guerras culturales denunciando «una comunidad moral de tipo tribal que desalienta activamente a los conservadores cuando intentan participar» y que consigue que se sientan como “homosexuales que no han salido del armario”. No se trata de discutir sobre hechos establecidos como que la Tierra no es plana. Pero, nos dice, “¿queremos realmente que todo el mundo comparta los mismos presupuestos en temas como el estudio de la raza, la clase social, el “género”, la desigualdad, la evolución o la historia?” En su opinión la investigación que surja de una academia ideológicamente uniforme y ortodoxa no tendrá la misma calidad que la surja de una que sea más heterodoxa. Y añade: “la ciencia está entre las más exitosas instituciones humanas no porque los científicos sean tremendamente racionales y abiertos de mente sino porque las instituciones académicas trabajan para corregir los errores y los fallos de quienes son, después de todo, seres humanos normales”. Los científicos son personas tan tendentes al sesgo a favor de las propias teorías como cualquier otra.
No sólo Jonathan Haidt sino un buen número de importantes investigadores se inclina por un enfoque de las tendencias políticas a través de la psicología científica[3]. Pero él ha abierto la que llama “Universidad Heterodoxa” que pretende “incrementar la diversidad de puntos de vista en la universidad, especialmente en las ciencias sociales”[4]. Esto podría facilitar el diálogo entre gentes de ideologías opuestas cuyo objetivo es buscar soluciones y no algún tipo de superioridad moral. La propuesta es francamente rompedora y, como no, diana de los ataques de quienes prefieren considerar la política desde posiciones puramente maniqueas. Se trata esencialmente de una página web con distintos recursos educativos donde es sencillo acceder a las publicaciones más relevantes del campo que pueda interesar. Estas iniciativas son tremendamente importantes para hacer política en el SXXI. Si se pudieran discutir objetivamente los desafíos que sacuden los cimientos de nuestra cultura (inmigración, salud pública, políticas de igualdad etc.) mejoraría la calidad de unas decisiones que ya no tendrían que estar basadas en ideologías que prejuzgasen lo existente de antemano. Dejaríamos atrás la política basada en ocurrencias o en decidir cómo debería ser el mundo forzando a encajar la realidad en él.
[1] http://www.terceracultura.net/tc/?p=4290
[2] http://www.terceracultura.net/tc/?p=7799
[3] http://ourpoliticalnature.com o http://2012election.procon.org/sourcefiles/the-secret-lives-of-liberals-and-conservatives-personality-profiles-interaction-styles-2008.pdf
[4] http://heterodoxacademy.org/2015/09/10/welcome-to-heterodoxacademy/
Pingback: Una universidad Heterodoxa. | Mujerpez
Lo verdaderamente revelador, querida Teresa, y la paradoja de esta hora, es que todas las universidades no sean heterodoxas. Es decir, que todas sean en realidad conservadoras, y se conformen, en las ciencias sociales y las humanidades, con los esquemas de realidad sobre los que han fundamentado su ceguera, su ignorancia revestida de investigación y progreso. Y que la única universidad abierta sea ésta, la que se declara conservadora. Y que esa sea hoy la heterodoxia.