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¿Una sociedad enajenada?

Damos cobijo, de nuevo, en Tercera Cultura a un artículo de Adolf Tobeña donde plantea dudas técnicas sobre algunas etiquetas psicopatológicas que se han convertido en habituales para analizar el  pulso secesionista que se vive desde hace dos años largos, en Cataluña, con una tensión social innegable. El comentario fue concebido para “El País” y ahí fue enviado, pero quedó enterrado. En Tercera Cultura  no tenemos inconveniente alguno, por el contrario, en alumbrar discusiones sobre la psicología del comportamiento político y si abordan cuestiones candentes, tanto mejor. Es algo que venimos haciendo desde el inicio de nuestra andadura, aunque los artículos de opinión no sean nuestro formato más común.

Adolf Tobeña

Adolf Tobeña

En un editorial dedicado a analizar el horizonte que se adivina para  la  confrontación entre el secesionismo catalán y el estado español, “The Guardian” (15-10-2014) aconsejaba serenidad y predisposición al compromiso como antídotos ante la tentación ibérica de la colisión frontal. Recomendaba unas cuantas tazas de té británico para encauzar el asunto y versatilidad para probar tácticas que han dado buen resultado en Escocia y en Quebec.  Al hilo de esa prédica un tanto alarmada, el rotativo deslizaba un diagnóstico “psiquiátrico” para la sociedad catalana que me llamó la atención. La catalogaba de “sociedad, a menudo, claustrofóbica”.  Del contexto podía deducirse que, con ese epíteto, los editorialistas del “Guardian” no pretendían indicar, en absoluto, que las personas que sufren ese síndrome sean abundantes, en Cataluña,  porque no es así. Tampoco se referían con ello a una vivencia mayoritaria y angustiosa, en la ciudadanía, de sentirse ahogados y constreñidos por un caparazón y unas argollas hispánicas insoportables. Nada de eso, porque en el “Guardian” saben que los catalanes y el resto de españoles conviven, comercian, bromean y se toleran la mar de bien, y que incluso los secesionistas más recalcitrantes no se cansan de pregonar que aprecian, de veras, a todos los hispanos y que los quieren seguir teniendo como vecinos entrañables, por los siglos de los siglos. Y no hay razón alguna para dudar de tan fervientes proclamas.

No, no se trata de eso. Sospecho que con la catalogación de “claustrofóbica” el “Guardian”  pretendía identificar atributos comunales que resultan a veces molestos o  desagradables si uno tiene que vivirlos como foráneo. Son las sociedades cerradas, encapsuladas o muy ensimismadas las que resultan asfixiantes para los pulmones y las entendederas ajenas. Para quienes las contemplan desde una perspectiva algo distanciada. Es una vivencia que mucha gente habrá tenido ante comunidades exóticas y poco permeables. Pero el hecho de que el “Guardian” asigne esa condición a una cultura mediterránea volcada al turismo y que suele alardear de un cosmopolitismo inigualable le da un valor añadido ya que, a menudo, la visión de los demás y sobre todo si se trata de observadores ecuánimes, ayuda a encuadrar mejor la descripción de los cuerpos sociales. Ese dato del sello psicopatológico quizás no sea del todo casual, además, porque ha habido otros diagnósticos recientes sobre la sociedad catalana, emitidos también desde fuera, que han recurrido a descripciones de tono “psiquiátrico”. Julián Marías, por ejemplo, en El País Semanal (28-9-2014) aventuró, refiriéndose al fervor independentista que campa desbocado en el Principado: “es como si a los catalanes se los hubiera narcotizado o hipnotizado”. Y no contento con eso añadía,  a continuación, que el mero pensamiento de situarse en la piel de un catalán común y corriente le producía “pánico”. Terror verdadero, insistía, ante el previsible panorama de futuro caso de cumplirse las aspiraciones secesionistas. Eso supone un escalón más en la gradación psicopatológica. Marías está postulando una potencial “intoxicación colectiva” de intensidad más bien severa y con un pronóstico nada halagüeño. Y no es el único, ni mucho menos, en hacerlo. Para redondear el panorama, desde la propia sociedad catalana han comenzado a surgir voces autorizadas que apuntan a diagnósticos coincidentes. Sin abandonar las páginas de opinión de ese rotativo y refiriéndose al mismo fenómeno, Joan Boada sentenciaba no hace mucho  “¿Tenemos locura pasajera o somos así?” (10-9-2014). Lo cual traslada ya la conjetura a rasgos temperamentales duraderos, incluso.

La concordancia de descripciones rayanas en la psicopatología comienza a ser sospechosa. ¿Llevarán razón todos esos “diagnósticos” y estaremos quizás alcanzando el punto en que será necesario reclutar a enjambres de psicólogos clínicos y psiquiatras para sustituir a politólogos y sociólogos de cara a instaurar un tratamiento de emergencia a escala masiva?. Como desafío podría resultar apasionante por lo quimérico y abrumador pero estoy convencido, al cien por cien, que no ha lugar. Que no es necesario, de ningún modo. En primerísimo término porque todos esas hipótesis diagnósticas yerran. No hay psicopatología alguna detrás de la efervescencia independentista de un formidable segmento de catalanes, sino estricta normalidad. No están narcotizados, ni hipnotizados, ni locos los secesionistas. De ninguna manera.

Al contrario: se han propuesto conseguir unos objetivos, cueste lo que cueste (o casi). Pretenden ganar la partida, en definitiva: todos y cada uno de ellos, con la porción del premio que  les pueda corresponder cuando llegue la hora de repartir beneficios, sean estos sustanciosos, nimios o meramente simbólicos. Y eso es justamente el reverso de andar desquiciados. El cuadro que ofrecen es ciertamente extraordinario pero es un rotundo error usar el lenguaje de los desórdenes mentales aunque sea de modo figurado. Sólo contribuye a confundir.  El frenesí  catalán es complicado y acuciante pero resulta mucho más manejable si uno se atiene a los análisis de la sociología de los comportamientos políticos y a la psicología de las colectividades en circunstancias de litigio álgido y con una gran carga de tensión fragmentaria. No hay porqué invocar fenómenos cercanos a la patología.

Voy a avanzar una conjetura, con el  ánimo de suscitar dudas fructíferas y abrir, si hay suerte, alguna senda para el conocimiento firme. Sospecho que todos esos analistas han observado un hervor social incandescente y ciertamente poco fundamentado y de ahí el recurso (metafórico) a la psicopatología grupal. Creo, no obstante, que es obligatorio ceñirse a explicaciones más sencillas y normativas, si ello es viable. Avanzaré una sola posibilidad (entre otras muchas a explorar), aunque sólo sea para dar satisfacción a mi colega de claustro Joan B. Culla, que reclamaba en ese mismo periódico (19-10-2014), que las cabezas pensantes hispánicas se dedicaran, de una vez, a analizar el porqué de la efervescencia secesionista. Propongo, por consiguiente, una pequeña variante temática para sus sesudas elucubraciones. Al contemplar, admirado, las magnas romerías procesionales del independentismo catalán empecé a barruntar que una  devoción comunitaria tan apoteósica debía tener alguna vinculación con  la pasión romántica. Que los independentistas (quizás rondando la mitad del censo, ahora) andan perdidamente enamorados, vaya.  Enamorados de un ideal, de un paraíso espléndido, gozoso y dorado (las villas y pueblos del país han aparecido, por cierto, engalanados con rutilantes lazos del edén, de color amarillo-vaticano, para comenzar a disfrutarlo). Viven apasionadamente encandilados por el fulgor de un horizonte de mieles, aunque sin consumar resultado alguno, por el momento. Calentones y sucedáneos llevan buen un rosario ya, pero deleite a fondo y clímax plenamente satisfactorio, ninguno, por ahora.

Como a menudo se suele considerar el enamoramiento como un estado de enajenación transitorio, de ahí quizás derive la confusión y la zozobra de nuestros ilustres analistas. Porque la pasión romántica encendida no es una enajenación mental, salvo en casos muy singulares y estrambóticos que suelen nutrir la crónica negra o les excursiones literarias. El enamoramiento supone un estado anímico tormentoso y extraordinario, eso sí, pero no es un trance desquiciador para la mayoría de la gente. Es euforizante, dinamizador  y festivo, por regla general, y persigue siempre una meta clarísima y altamente objetivable: seducir y conquistar a un congénere para convertirlo en aliado firme, en los episodios individuales, y monopolizar un nicho territorial y cultural en las pasiones comunales con apetito urgente de victoria sobre los contrincantes.

Dejo para las cabezas pensantes ibéricas la tarea de identificar, con claridad, quién lanza señuelos honestos y  quien los lanza averiados, tramposos y aviesamente interesados, en este inacabable envite vecinal con aires de serial. También conviene precisar cómo se mueven, diversifican y avanzan las oleadas litúrgicas y las pasionales (no necesariamente benignas, todas ellas), en el ánimo expansivo de la multitud de feligreses fervientes. Hay trabajo urgente e intenso por hacer que puede que ofrezca vías para dar con alguna solución o componenda que conviene que sean, por cierto,  lo menos lesivas posible.  Sobre todo para los que deben soportar los sucesivos chaparrones más de cerca.

 

Adolf Tobeña es catedrático de Psiquiatria en la universidad Autónoma de Barcelona.

 

24 Comentarios

  1. Rawandi says

    Las metáforas se quedan cortas para describir la colosal estulticia de los secesionistas catalanes. Por supuesto que no están «narcotizados» ni «hipnotizados» ni «locos» en sentido literal. Precisamente lo grotesco de la situación es que personas que no están bajo la influencia de drogas, hipnosis o locura hayan podido cometer la estupidez de creer en un paraíso quimérico, un paraíso prometido en este caso no por una iglesia sino por la falaz ideología nacionalista.

  2. idea21 says

    Sorprende en el artículo del señor Tobeña que no se haga referencia a los mecanismos psicosociales que a veces se denominan «tribalismo» o «grupalismo», y que existen en todos los seres humanos, al mismo nivel que las creencias en lo sobrenatural, la agresividad o los impulsos de dominación masculina.

    El fenómeno de masas que ha acontecido en los últimos tres o cuatro años en Cataluña, por el cual más de un millón de personas se han convertido, de repente, en «independentistas», obedece sin duda a estos mecanismos y ha sido agitado intencionadamente por los dirigentes políticos locales que, como es natural, ambicionan mayores cuotas de poder.

    Aunque la defensa del independentismo catalán por parte del señor Tobeña pretenda, como es habitual, hacer creer que se trata de algo «normal y natural», perfectamente equiparable a otras iniciativas políticas democráticas, la realidad es que cualquier persona honrada sabe que se trata de una iniciativa política sin precedentes, revolucionaria y que, de llevarse a cabo, tendría un impacto impresionante en Occidente. Las machaconas referencias a Quebec y Escocia obvian el hecho de que, en el caso del referéndum de Escocia (que fue legal y autorizado por las autoridades, puesto que no había oposición jurídica alguna en aquel caso), toda la Unión Europea y también los Estados Unidos se alegraron del fracaso independentista.

    No hay nada razonable en el movimiento independentista catalán. No hay apoyo exterior, la comunidad internacional no quiere a una Cataluña independiente, pues el inevitable contagio sería catastrófico, los «agravios» de los nacionalistas contra el Estado español son absurdos y disparatados, y no se da ninguna causa excepcional para un posicionamiento tan excepcional y sin precedentes.

    También es falso decir que el independentismo no esté desarrollando animadversión contra «los otros». Todo fenómeno nacionalista, o grupalista, se basa en eso. Para los nacionalistas, más que nunca, España es una nación inferior, de gente muy diferente a los catalanes con los que no conviene mezclarse. Otra cosa es que finjan lo contrario por conveniencia política.

    Los intereses políticos tratan de hacer pasar por algo «normal y civilizado» lo que no es más que un nuevo despertar de emociones atávicas para unir al cuerpo social frente al «otro»… y para beneficiar a las élites políticas que han desatado este fenómeno por sus propios intereses.

    Nadie en el mundo civilizado de Occidente quiere una Cataluña independiente… excepto sin duda las élites políticas de otras regiones que también tienen sus propias ambiciones políticas. ¿Qué gobernador regional no quiere ser Jefe de Estado?

    Por lo demás, la actitud del Estado español al respecto del independentismo catalán es la que se podía esperar: la independencia de Cataluña sería una catástrofe para España, luego hay que hacer todo lo posible para evitarla. ¿Por qué ayudar a la independencia de Cataluña organizándoles un reférendum?

    Por lo demás, Cataluña tiene la opción de la independencia unilateral con su parlamento. Puesto que el derecho internacional no reconoce el derecho a la secesión dentro de un estado-nación como es España, cualquier medio mínimamente democrático es aceptable, y no hay por qué hacer ningún referéndum «a la escocesa» si aquí no se dan las condiciones políticas y jurídicas del Reino Unido. Si los catalanes no se declaran independientes es por qué no quieren, pero el victimismo siempre da buenos réditos políticos, y unas masas enfervorizadas («apasionadas» diría, más que «enamoradas») se lo tragan absolutamente todo.

  3. «estulticia y estupidez colosales generadas por una ideología falaz»: ese es el diagnóstico del Sr. Rawandi. Julián Marías coqueteó (en el artículo citado) con esa conjetura, «un inmenso engañabobos», para retractarse a renglón seguido, al percatarse que no pueden haber tantos bobos en un lugar, por otra parte, que suele agrupar a gente bastante despierta.
    En el comentario se propone un mecanismo – la pasión romántica y euforizante por un ideal» – como un ariete poderoso y muy efectivo, nada estúpido, para la belicosidad intergrupal. Eso es lo que hay que discutir: si tiene o no tiene sentido y si se aplica a éste caso concreto.

    El Sr. idea 21 puede ir al artículo «La comunión independentista», aquí mismo, en Tercera Cultura (http://www.terceracultura.net/tc/?p=7059) donde encontrará una conferencia entera dedicada a los mecanismos psicosociales que le interesan.

  4. idea21 says

    «En el comentario se propone un mecanismo – la pasión romántica y euforizante por un ideal” – como un ariete poderoso y muy efectivo, nada estúpido, para la belicosidad intergrupal. Eso es lo que hay que discutir: si tiene o no tiene sentido y si se aplica a éste caso concreto. »

    Muy interesante la recomendación de «atp» sobre el pdf del señor Tobeña acerca del grupalismo. Me sorprendió que el mismo señor Tobeña no hiciera referencia a este fenómeno en su artículo. Se trata de un fenómeno cuyos mecanismos íntimos aún se conocen poco.

    Lo que sí se conoce es que para quienes tenemos una idea del «humanismo» como explotar los rasgos más cooperativos del ser humano mediante, entre otras cosas, la represión de los que son más antisociales (desde el punto de vista de nuestra cultura actual), entonces el «grupalismo» es el enemigo, y su fomento siempre será reaccionario.

    ¿Es estúpido el independentismo catalán, como podrían serlo otros movimientos parecidos?

    Eso es como preguntarse si Hitler era un estúpido. En realidad, desde un punto de vista objetivo, fue un estadista inteligente, tanto o más que Stalin. Stalin tuvo éxito y Hitler no… Porque uno ganó la guerra y el otro no, y como esto dependió sobre todo de las decisiones estratégicas de los generales (no hay determinismo histórico alguno en este caso que se pueda invocar). Si el independentismo catalán tiene éxito y provoca una catástrofe geopolítica en Europa Occidental, entonces habrá sido inteligente y no estúpido. Si fracasa ahora, como fracasó el «Plan Ibarretxe» o el independentismo quebequés habrá sido «moderadamente estúpido», en mi opinión.

    Si tomamos una perspectiva más ambiciosa, podemos considerar que la estupidez depende de las incoherencias del mismo discurso. A los catalanes se les han prometido el reparto de varios miles de millones de euros, y un Estado independiente próspero y moderno como Holanda o Suecia. También se les ha dicho que la Unión Europea les hará entrar en la Unión sin tener que hacer cola, a diferencia de Serbia o Albania. También se les ha dicho que no hay racismo en este movimiento, a pesar de que los apellidos de los dirigentes de este movimiento no coinciden, en origen, con los de la mayoría de los catalanes (basta mirar los apellidos de los comités nacionales de CDC y ERC para darse cuenta).

    Más de dos millones de catalanes lo creen en estos momentos, ¿demuestran ser inteligentes o más bien demuestran estar… no en su momento más lúcido de su buen juicio político?

    También se puede hacer desde un punto humanista en general. La humanidad va hacia la abolición de las fronteras, pero ellos quieren crear fronteras nuevas (también se les ha dicho que entre España y Francia actualmente no hay fronteras por ser miembros de la UE… y también millones se lo han creído…).

    Evidentemente, la «belicosidad intergrupal» no puede ser calificada de trastorno psicosocial. Por lo que parece, el asesinato político tampoco es. Cuando los griegos aniquilaron a los troyanos no estaban locos. Cuando los blancos de sudáfrica discriminaban a los de color, tampoco. Cuando los franceses votan a Le Pen y los italianos a Berlusconi, tampoco.

    Pero cuando uno presume de «moderno y humanista» defendiendo instintos reaccionarios, por lo menos está siendo incoherente.

  5. Rawandi says

    «Julián Marías»

    Sr. ATP, está usted confundido. Quien escribe para ‘El País Semanal’ no es «Julián Marías» sino su hijo: Javier Marías.

    «coqueteó (en el artículo citado) con esa conjetura, “un inmenso engañabobos”, para retractarse a renglón seguido, al percatarse que no pueden haber tantos bobos en un lugar, por otra parte, que suele agrupar a gente bastante despierta.»

    ¿Me podría usted citar esa supuesta «retractación»? Yo no la veo por ninguna parte, la verdad.

    «En el comentario se propone un mecanismo – la pasión romántica y euforizante por un ideal” – como un ariete poderoso y muy efectivo, nada estúpido, para la belicosidad intergrupal.»

    La pasión fomentada por los secesionistas catalanes es estúpida porque ‘sirve a’ un ideal tan abyecto como quimérico: un paraíso etnicista.

    «Eso es lo que hay que discutir: si tiene o no tiene sentido y si se aplica a éste caso concreto.»

    Es obvio que los separatistas catalanes están aplicando el «mecanismo» pasional para lograr una meta (la secesión) que únicamente «tiene sentido» desde una perspectiva tribalista.

  6. Lleva Ud. razón por duplicado,Sr.Rawandi. Salió Julián, del teclado, cuando debía ser Javier y la retractación («Y, precisamente, los catalanes, en términos generales, no se puede decir que sean muy bobos, sino que más bien están por encima de la media en inteligencia»,Javier Marías, Agencia EFE-La Vanguardia, 24-9-2014) no apareció en el artículo citado sino en multitud de medios. Duendes de la memoria y los teclados.

  7. idea21 says

    Acabada la jornada de urnas y papeletas del 9 de noviembre de 2014 en Cataluña (Spain), ¿Se puede añadir algún comentario nuevo al artículo del señor Tobeña?

    A mí se me ocurre que sí, ya que él escribe:

    «El enamoramiento supone un estado anímico tormentoso y extraordinario, eso sí, pero no es un trance desquiciador para la mayoría de la gente. Es euforizante, dinamizador y festivo, por regla general, y persigue siempre una meta clarísima y altamente objetivable»

    Veamos lo que se refiere a metas «clarísimas y objetivables» que demostrarían que el movimiento independentista catalán no tiene nada de «trance desquiciador».

    Aparece unanimidad en los medios de que los independentistas se sienten grandes triunfadores de la jornada de urnas y papeletas.

    -Porque se ha dado una lección democrática
    -Porque ahora se sabe qué opina el pueblo
    -Porque se ha demostrado la fuerza del independentismo

    ¿Es esto racional o están desquiciados?

    -La «lección democrática» consiste en que la gente ha votado en colegios electorales organizados por independentistas, en mesas controladas por independentistas y un escrutinio a cargo de independentistas. Recuerdo a las personas no desquiciadas que en Cuba y en Corea del Norte también ponen urnas y papeletas en condiciones parecidas. ¿Es una muestra del tipo de democracia que se espera de la futura República Catalana?

    -Ahora se sabe lo que opina el pueblo catalán sobre la independencia: han votado por la independencia de Cataluña 1.800.000 personas (según el dudoso escrutinio). Como habría que descontar los menores de 18 años que han votado y los residentes no nacionalizados, un cálculo generoso deja el número de votantes independentistas en 1.700.000 como máximo (para caso de unas elecciones parlamentarias a las que se daría carácter «plebiscitario»). En las elecciones al parlament del 2012 hubo más de 3.500.000 de voto efectivo. O sea 1.700.000 por la independencia, 1.800.000 en contra. Lo que sabemos ahora es, básicamente, lo que ya sabíamos por las encuestas e incluso por el reparto de escaños actual en el Parlamento de Barcelona (donde los partidarios de la declaración unilateral de independencia ERC-CDC-CUP son minoría).

    -Ha aumentado la fuerza del independentismo. Más bien se ha confirmado que la mayoría de los catalanes (aunque sea por escaso margen) se oponen a la independencia…

    Pero ellos lo celebran como un triunfo, ¿están más cerca del desquiciamiento o de lo «claro y objetivable»?

    No creo que el señor Tobeña se atreva a pronunciarse sobre la cuestión a la vista de los datos. La UAB no es el mejor entorno para expresarse libremente sobre cuestiones tan apasionadas actualmente.

  8. Sr. idea 21. Las metas claras y objetivas se definen, en el artículo, como: «monopolizar un nicho territorial y cultural, en las pasiones comunales con apetito urgente de victoria sobre los contrincantes». En eso están. Ud. explicita los números de manera plausible, pero fíjese que hay casi unanimidad, en España y en el resto de mundo, en que acaban de conseguir un resonante triunfo (aunque sea provisional y propagandístico). No parece muy desquiciado eso.

  9. idea21 says

    «fíjese que hay casi unanimidad, en España y en el resto de mundo, en que acaban de conseguir un resonante triunfo (aunque sea provisional y propagandístico). No parece muy desquiciado eso.»

    Pues de eso se trata. Están todos convencidos de que han tenido un triunfo a pesar de que las cifras que ellos mismos proporcionan y los hechos que ellos mismos reconocen hacen ver lo contrario. Eso es pura «disonancia cognitiva», si no «desquiciamiento».

    Apenas un 33 % de la población ha aceptado el evento de urnas y papeletas, se demuestra que los independentistas son minoría, el evento se ha dado sin garantías democráticas (a nivel de «anocracia») y no han recibido reconocimiento internacional alguno (lo que hace imposible la aparición del nuevo estado independiente).

    En lo único en que han tenido éxito ha sido en conseguir someter a la legalidad del Estado democrático, ya que el evento estaba prohibido y se ha celebrado a pesar de ello, y encima haciendo uso de bienes de propiedad pública por iniciativa de las autoridades cuya obligación era proteger la legalidad. En eso sí han tenido éxito. Y en convencer a muchos de que han tenido éxito.

    Y en cuanto a

    «las pasiones comunales con apetito urgente de victoria sobre los contrincantes»

    Si aceptamos que la «agresividad intergrupal» es un comportamiento instintivo aceptable en nuestra idea actual de cultura humanista,entonces no están desquiciados. Ya digo que el que los griegos arrasaran Troya fue algo natural según los instintos humanos. Pero ya Freud dijo que la cultura es luchar contra el instinto. Las autoridades catalanes avivan el fuego del instinto por su conveniencia política. No me parece propio del humanismo del siglo XXI, aunque es muy humano, por supuesto.

    Y también es muy humano, por supuesto, la «vertiente positiva» de la «agresividad intergrupal» que se ha mencionado varias veces: la gente que votó «por su tribu» se sintió emocionada, hermanada y hasta oceánica, pero el mensaje de odio y desprecio al enemigo estaba también ahí, tanto como lo está ahora mismo en Ucrania Oriental. Por fortuna, los independentistas catalanes quieren seducir a la Unión Europea, mientras que los ucranianos prorrusos miran a la Rusia de Putin. Eso es un alivio, y de eso nos libramos, menos mal…

  10. Sr. Idea21. En el mundo de hoy los triunfos propagandísticos suelen convertirse en victorias efectivas, con beneficios cuantificables y duraderos. Hay casi unanimidad, insisto: incluso Ud. reconoce que, en ése aspecto, se han salido con la suya (por el momento). La profesionalidad y la capacidad logística que se requiere para culminar un triunfo así es sensacional. Cualquier desquiciamiento les hubiera llevado a embarrancar y no parecen nada petrificados. Más bien al contrario: es el campo no secesionista quien da muestras de perplejidad y ánimo derrotado (por ahora).

  11. idea21 says

    «Ud. reconoce que, en ése aspecto, se han salido con la suya (por el momento). La profesionalidad y la capacidad logística que se requiere para culminar un triunfo así es sensacional. Cualquier desquiciamiento les hubiera llevado a embarrancar y no parecen nada petrificados. »

    Es que todo consiste en saber cómo definimos «desquiciamiento» de acuerdo con el artículo del señor Tobeña.

    «Pretenden ganar la partida, en definitiva: todos y cada uno de ellos, con la porción del premio que les pueda corresponder cuando llegue la hora de repartir beneficios, sean estos sustanciosos, nimios o meramente simbólicos. Y eso es justamente el reverso de andar desquiciados. »

    Si ganar la partida a cualquier precio para repartirse beneficios «nimios o meramente simbólicos» no es desquiciamiento, entonces tenemos que ponernos en una situación de relativismo cultural absoluto. Y lo peor del caso es que los demagogos que han puesto en marcha esto, nunca admiten públicamente que los beneficios van a ser «nimios o meramente simbólicos»: muy al contrario, ofrecen beneficios millonarios, prosperidad, modernidad y radiante porvenir. Cuando son preguntados explícitamente si apoyarían este «proceso» incluso admitiendo perjuicios materiales para la sociedad catalana, rechazan de plano esa posibilidad. Y cuando alguno de los líderes tiene que admitir en público que «la libertad tiene su precio» o que «es difícil declarar la independencia de un país si nadie la reconoce en el contexto internacional», nadie se da por enterado.

    El que las cosas se hagan «porque sí» o por beneficios «nimios o simbólicos» asumiendo grandes costes y peligros aún mayores (para sí mismos y para otros)… bueno, quizá no se puede decir que se trate de una sociedad «enajenada» porque ninguna sociedad puede estarlo en términos clínicos, pero nos encontramos claramente a nivel social en un caso más de coyuntura irracional que contradice los ideales humanistas de nuestra época y entorno geográfico. Otro ejemplo son las revoluciones islámicas… aunque se dan en otro entorno. Allí también las recompensas son nimias o simbólicas o inexistentes.

  12. Sr. Idea21. Las ganancias a repartir una vez culminada la secesión serán tangibles y ampliamente distribuidas: para algunos espléndidas e inigualables, para una gran franja sustanciosas y para la mayoría de secesionistas nimias o tan sólo simbólicas. Todos ellos, sin embargo, se habrán quitado de encima la losa del convecino irritante y mandón convirtiéndolo en extranjero. Y eso supone una ganancia neta inmediata de enorme potencia psicológica. Y como van consiguiendo hitos exitosos hacia ese objetivo no se aprecia desquiciamiento en ningún lado. Pasión fanática la que Ud. quiera, agobiante incluso, pero dirigida con tino y tenacidad hacia una meta con premios a repartir.

  13. idea21 says

    «Las ganancias a repartir una vez culminada la secesión serán tangibles y ampliamente distribuidas: para algunos espléndidas e inigualables, para una gran franja sustanciosas y para la mayoría de secesionistas nimias o tan sólo simbólicas. Todos ellos, sin embargo, se habrán quitado de encima la losa del convecino irritante y mandón convirtiéndolo en extranjero. Y eso supone una ganancia neta inmediata de enorme potencia psicológica. Y como van consiguiendo hitos exitosos hacia ese objetivo no se aprecia desquiciamiento en ningún lado. »

    Ya expliqué (me parece) que si se trata de la eficiencia del comportamiento y ése es el baremo para juzgar una conducta como «desquiciada» nada tengo que objetar. Un psicópata puede ser muy eficiente al sacar adelante su comportamiento antisocial para obtener sus objetivos (que en los psicópatas son bien «sustanciosos» desde su punto de vista). En tal caso, el psicópata no está «desquiciado», pues obra con tino a la búsqueda de sus objetivos y obtiene ganancias netas «de enorme potencia psicológica».

    Si esto lo podemos extrapolar a nivel social, sobran ejemplos de sociedades que han sacado adelante sus metas, aunque desde un punto de vista humanista (que es, por cierto, el contexto histórico dentro del cual está inserta la Unión Europea) puedan ser de valor discutible. Así, millones de personas creen que al señor Joseph Smith le habló el ángel Moroni y le contó una serie de cosas de la mayor importancia, y sobre este principio se ha construido algo tan atinado, eficiente y económicamente sólido como la iglesia mormona.

    Imagino que el artículo de Javier Marías daba por sentado que la sociedad catalana, en tanto que enclavada en Europa, debería compartir las tendencias culturales de racionalidad, tolerancia, libertad, respeto a la ley y fraternidad. Pero esto es una opinión. Y nadie nos garantiza que determinados efectos psicosociales de sobra conocidos logren desarrollarse, con eficiencia y con «tino» para obtener recompensas psicológicas de otro tipo.

    Por cierto que la apreciación de «se habrán quitado de encima la losa del convecino irritante y mandón» es totalmente subjetiva y dudosamente atinada. Podría formar parte de las obsesiones de un paranoico.

  14. Estupendo Sr. Idea 21!: tenemos acuerdo casi total. Concede Ud. que el empeño secesionista de insistir, con tenacidad, para conseguir ganancias tangibles y distribuidas no implica desquiciamiento. Y lleva Ud. razón:la urgencia de deshacerse de un convecino indeseado y entrometido podría catalogarse como una obsesión, aunque si consigue su objetivo también podría verse como un vector ganancial. Y racional, claro, si se mide atendiendo a los rendimientos.
    No vienen a cuento, por el contrario, las referencias a la psicopatía, la mormonería y la paranoia. Y todavía menos, sospecho, las dedicadas al humanismo europeo. Los secesionistas le dirían que los persiguen con ahínco.

  15. idea21 says

    «Concede Ud. que el empeño secesionista de insistir, con tenacidad, para conseguir ganancias tangibles y distribuidas no implica desquiciamiento»

    Partiendo de la base de que «ganancias tangibles» pueden ser meramente «simbólicas» y referidas a la «potencia psicológica», por supuesto. Pero recuerde usted que estas ganancias pueden ser también las que obtiene una tribu de cazadores de cabezas al ganar una batalla. Es un relativismo absoluto.

    «la urgencia de deshacerse de un convecino indeseado y entrometido podría catalogarse como una obsesión, aunque si consigue su objetivo también podría verse como un vector ganancial. » «No vienen a cuento, por el contrario, las referencias a la psicopatía, la mormonería y la paranoia.»

    Es que el que ese «convecino indeseado y entrometido» exista en realidad es un juicio totalmente subjetivo. Lo que antes se llamaba «manía persecutoria» hoy a veces se llama «trastorno delirante» y está relacionado con la paranoia.

    No hay más que leer las afirmaciones de los propagandistas de la independencia de Cataluña acerca de los «agravios» o «la falta de democracia en España» para darse cuenta de que se está alimentando deliberadamente a la población con obsesiones hasta cierto punto delirantes y sin justificación racional alguna. Así que hablar de paranoia no creo que esté de más. Si existen sociedades con episodios de trastorno paranoico, ésa es ahora la catalana, obsesionados como están muchos de ellos en que están siendo abusados y privados de sus libertades dentro de un estado miembro de la Unión Europea.

    «Y todavía menos, sospecho, las dedicadas al humanismo europeo. Los secesionistas le dirían que los persiguen con ahínco.»

    Los secesionistas me dirán absolutamente todo lo que consideren oportuno de acuerdo con la propaganda política que responde a la estrategia previamente diseñada.

    Es lamentable que mientras Richard Dawkins, por ejemplo, trata de implicar a la ciencia social en un compromiso ético contra los primitivismos culturales, tales como el teísmo, sean tan pocos los que se pronuncien en contra del tribalismo o grupalismo. Evidentemente, los intereses políticos en Occidente ya han desechado en su mayoría el teísmo como instrumento de lucha por el poder, pero el nacionalismo es todavía un arma poderosa que los ambiciosos siguen utilizando. Y los profesionales de las ciencias sociales, muchos de ellos funcionarios muy bien instalados en su condición «de autoridad», carecen de la autonomía intelectual suficiente para hacer uso de sus conocimientos. Se echa de menos a los Sócrates o hasta los Diógenes de otros tiempos. Aquí no se sale nadie de la fila.

  16. Lástima Sr. Idea21!!. Pensaba que teníamos acuerdo casi total pero constato que no es así. Insiste Ud. en aplicar diagnósticos psicopatológicos a la sociedad catalana (o al gran segmento secesionista, al menos). Ahora la presunción es una trastorno paranoide o delirante. Veo que ha descartado a Marías, pero puede Ud. presumir de la compañía de un catalán ilustre, Boadella, que lleva pregonando eso desde hace muchos años. Lo siento pero no coincido con Uds.: una cosa es detectar rasgos sugerentes y otra cosa sustanciar diagnósticos.

    En cuanto a la ausencia de discurso académico sobre el grupalismo y el tribalismo, permítame recomendarle de nuevo una visita al artículo «La comunión independentista», aquí en Tercera Cultura:
    http://www.terceracultura.net/tc/?p=7059.
    Tiene ahí material relevante y reciente sobre el particular.

  17. idea21 says

    El problema es que siempre estaremos de acuerdo cuando se utilicen argumentos racionales y coherentes, pero cuando se elige emocionalmente adherirse a una particular opción simplemente por motivos accidentales (como los geográficos), entonces es más difícil.

    «Insiste Ud. en aplicar diagnósticos psicopatológicos a la sociedad catalana (o al gran segmento secesionista, al menos)»

    Disculpe, pero eso es lo que hace el artículo que se debate en cuestión: «los independentistas andan perdidamente enamorados» (…)»Viven apasionadamente encandilados por el fulgor de un horizonte de mieles» (…)»Como a menudo se suele considerar el enamoramiento como un estado de enajenación transitorio, de ahí quizás derive la confusión y la zozobra de nuestros ilustres analistas»

    Ahí lo tiene usted: si se compara las peculiaridades del comportamiento social con un «estado de enajenación transitorio» podemos también compararlo con otro tipo de fenómenos. El señor Tobeña considera que no se trataría de «enajenación mental» (es su opinión particular) y ahora se añade que «una cosa es detectar rasgos sugerentes y otra cosa sustanciar diagnósticos». Yo no he pretendido hacer ningún diagnóstico. Solo lo mismo que el señor Tobeña: «detectar rasgos sugerentes»

    ¿Conoce algún «diagnóstico» que alguna vez se haya «sustanciado» sobre fenómenos sociales? No, por supuesto. Todo lo que se hace es «detectar rasgos sugerentes». El señor Tobeña habla de «enamoramiento», yo hablo de «delirio», y por lo tanto yo soy coherente con el discurso en cuestión («detectar rasgos sugerentes»).

    La diferencia es que yo argumento racionalmente sobre tales rasgos en cuestión y usted se limita a descartar mis argumentos sin oponer racionalmente los correspondientes contraargumentos.

    Por cierto, he mirado el pdf «la comunión independentista» y contiene datos falsos: no existe ninguna suma real de «secessionist parties» «1.800.000» votos, porque ahí se han incluido los votos de la coalición CIU que no fue a las elecciones de 2012 con un programa independentista y uno de los partidos que lo integran (UDC) se ha pronunciado claramente (hasta ahora) CONTRA la independencia. Es una pena que se den datos falsos deliberadamente.

    También es tendencioso el supuesto «argumento» de que a Cataluña se le niega el «derecho» que tiene Escocia. Escocia es una nación reconocida como tal en el Reino Unido, puesto que Cataluña no está reconocida como «nación» por nadie, carece de «derecho» (es decir, no puede reclamar ante ninguna instancia, pues en eso consisten los «derechos»). Ahora bien, Cataluña puede declararse independiente haciendo uso de su parlamento cuando le venga en gana, lo cual, para conseguir el fin buscado, hace tan válido el «hecho» como el «derecho». El agravio, por tanto, no está justificado. Se trata de un detalle «de forma».

    Todo lo demás del estudio es muy interesante. Pero no es la actitud de Dawkins con respecto al teísmo, desde luego. No es un posicionamiento del científico social en defensa de la racionalidad, sino precisamente lo que Dawkins combate: la neutralidad objetiva del científico con respecto a la realidad social… combinada con algún dato falso y algún juicio tendencioso… siempre favorable al punto de vista del poder político.

  18. Santo Dios bendito, Sr. Idea 21!: Si alguien va blandiendo «argumentos racionales y coherentes» y adjudica a los demás meras adscripciones emotivas, no sólo hay imposibilidad de dar con puntos de acuerdo sino de establecer un diálogo. Andaba yo muy equivocado, lo reconozco, al sospechar que había acercamiento de posiciones.

    Dos adscripciones emotivas más:

    1. El enamoramiento, la pasión romántica focalizada en un ideal político compartido por mucha gente, es un estado mental singular, aunque plenamente normativo (no patológico), que puede resultar utilísimo en la competición intergrupal. Esa es la conjetura que se ha estado discutiendo, creo. Puede ser correcta o no. Si lo es convendría descartar los diagnósticos psicopatológicos, para esas condiciones, porque sólo contribuyen a confundir.

    2. Los números redondeados de secesionistas que aparecen en «La comunión independentista» tienen toda la apariencia de formar parte de una estimación (la falta de texto explicativo impide estar seguros de ello). Pero vaya, si aceptamos que se trata de una estimación adelantar una cifra de 1.800.000 secesionistas que prácticamente coincide (1.861.753 votos) con los independentistas confesos en el «simulacro de referéndum» del 9 de Noviembre de 2014, convierte aquella conjetura en una predicción ajustadísima. Casi milagrosa.
    Ahí tiene Ud. (http://elpais.com/elpais/2014/11/19/opinion/1416415999_256355.html), un trabajo muy divertido e ilustrativo sobre el asunto que se basa, todo él, en conjeturas y estimaciones numéricas.

  19. idea21 says

    «Si alguien va blandiendo “argumentos racionales y coherentes” y adjudica a los demás meras adscripciones emotivas, no sólo hay imposibilidad de dar con puntos de acuerdo sino de establecer un diálogo.»

    No entiendo lo de «adjudicar meras adscripciones emotivas». La cuestión es que cuando se habla de «enamoramientos» y de «episodios delirantes» (que estará de acuerdo en que suelen darse en las pasiones, eróticas y las demás) estamos haciendo comparaciones útiles entre fenómenos psicosociales y fenómenos de psicología humana individual. En las pasiones se dan irracionalidades, dificultades de juicio, negaciones, incoherencias y absurdos, mientras que, como muy bien dice usted, en los enamoramientos nada es patológico. Si estamos haciendo la comparación habrá que llevarla hasta sus lógicas consecuencias. Nada de lo que está pasando en Cataluña en este asunto ahora mismo es «utilísimo en la competición intergrupal»

    Y añade en su mensaje:

    «Esa es la conjetura que se ha estado discutiendo, creo. Puede ser correcta o no.»

    Pues mi aportación a la discusión es que no es correcta la conjetura, y que lo que tiene lugar en Cataluña ahora sobre esta cuestión es, a mi parecer (creo), de tipo regresivo y más bien antisocial. La comparación la hago teniendo en cuenta (como ya he mencionado) que vivimos en un contexto histórico (Europa occidental, principios del siglo XXI) con un marcado perfil cultural (un ethos, incluso) dentro del cual el fenómeno del secesionismo catalán supone un obstáculo al desarrollo. Cada cual puede tener su idea al respecto, pero el discurso de los demagogos incurre en constantes contradicciones.

    Y reitero que en el texto pdf se ha dado un dato falso, por los argumentos que ya expuse (no rebatidos), y que no tienen nada que ver con ninguna «estimación» (se refieren a datos concretos). Un trabajo que pretende ser científico y fiable no debe incluir datos falsos.

  20. Sr. Idea 21: Ahora ya se tienen las cifras finales del «referéndum de autodeterminación» simulado, organizado por el Gobierno de la Generalitat, el 9-11-2014. Una vez cerrada la post-votación que se alargó hasta el 25-11-2014, el cómputo definitivo arroja una cifra de 1.897. 244 votos favorables a la independencia (el 80,9% del total de participantes: 2.344.828 ciudadanos). Por consiguiente, el redondeo estimado de 1.800.000 secesionistas en el pdf de marras («La comunión independentista»), se queda algo corto aunque sigue siendo estupendo, como predicción con muchos meses de anticipación. En el pie de la misma diapositiva, por cierto, aparece una cifra estimada de 2.600.000 secesionistas para un posible referéndum de autodeterminación legal con opciones claras y alta participación (que es lo esperable en convocatorias de ese tipo, cuando son legales y va de veras). Ese supuesto, sin embargo, quizás no llegue a darse nunca. El millón ochocientos mil independentistas deriva, aparentemente, de las cifras (recogidas en el pdf) de las últimas elecciones del 2012, que son los únicos datos verdaderamente firmes. Entonces las posiciones de varios partidos nacionalistas eran ambiguas respecto de la secesión, eso es cierto, pero ahora ya se han quitado la careta. De ahí, sospecho, que las estimaciones tiendan a cuadrar.

  21. idea21 says

    Lo interesante sería debatir acerca de la irracionalidad (o no)del fenómeno psicosocial que está teniendo lugar ahora en Cataluña con el movimiento independentista (¿»Una sociedad enajenada?»)

    Pero los datos tienen su interés porque su interpretación da una pauta de los problemas de racionalidad de los analistas, según sean partidarios o no de una u otra opción.

    «Una vez cerrada la post-votación que se alargó hasta el 25-11-2014, el cómputo definitivo arroja una cifra de 1.897. 244 votos favorables a la independencia (el 80,9% del total de participantes: 2.344.828 ciudadanos). Por consiguiente, el redondeo estimado de 1.800.000 secesionistas en el pdf de marras (“La comunión independentista”), se queda algo corto aunque sigue siendo estupendo, como predicción con muchos meses de anticipación»

    En el pdf se da una estimación con respecto a lo que sería una votación «normal» en la que no participaran ni menores de edad ni extranjeros residentes. En el texto publicado en «El País» se da una cifra apenas superior a 1.600.000 teniendo en cuenta los casi 1.900.000 (que incluyen algunos menores de edad y extranjeros residentes).

    «En el pie de la misma diapositiva, por cierto, aparece una cifra estimada de 2.600.000 secesionistas para un posible referéndum de autodeterminación legal con opciones claras y alta participación (que es lo esperable en convocatorias de ese tipo, cuando son legales y va de veras). Ese supuesto, sin embargo, quizás no llegue a darse nunca. El millón ochocientos mil independentistas deriva, aparentemente, de las cifras (recogidas en el pdf) de las últimas elecciones del 2012, que son los únicos datos verdaderamente firmes. Entonces las posiciones de varios partidos nacionalistas eran ambiguas respecto de la secesión, eso es cierto, pero ahora ya se han quitado la careta»

    Estoy de acuerdo en la estimación que si se diera un referéndum legal y acordado el número de independentistas aumentaría (lo fácil es mas fácil y lo difícil es más difícil). Pero como eso no va a darse, uno piensa que las dificultades (declaración unilateral sin ningún apoyo internacional para la autoproclamada nueva república) lo harán difícil. Si el cálculo del país daba un claro NO, estos factores añadidos lo harían aún más imposible. De ahí, lo que me parece un factor irracional por parte de quienes se dejan deslumbrar por el radiante porvenir que ofrecen los demagogos.

    En cuanto a los partidos nacionalistas no independentistas que se estima que se harían independentistas de repente, el problema no es lo que hagan sus dirigentes, sino lo que harán sus votantes. De hecho, si sus dirigentes siguen sin volverse independentistas es porque saben que los votantes «moderados» no les seguirían.

    Hay estudios muy curiosos acerca del temperamento individual y cómo influye en las elecciones políticas.

  22. Sr. Idea 21: No han tardado mucho en «El País» en reclamar el envío urgente de legiones de psicoterapeutas para intentar recomponer el desaguisado catalán: Ignacio Vidal-Folch «Trenes llenos de psiquiatras» (http://elpais.com/elpais/2014/12/03/opinion/1417604363_185634.html). Era previsible con el desconcierto que suelen destilar. La conjetura «psicopatológica» tiene un atractivo irresistible, por lo que se ve. Ahora viene avalada incluso por la opinión de Julio Caro Baroja que, al parecer, la sugirió para el País Vasco hace una trentena de años. Es curiosa, esa querencia, por cuanto todo el mundo ha podido comprobar que no han sido los «trenes llenos de psiquiatras» el factor crucial para desactivar al movimiento armado euskaldún.
    Al margen de esa demanda de socorro, Vidal-Folch aporta una crónica interesante del recorrido reciente del «desaguisado».

  23. idea21 says

    No me parece mal el artículo del señor Vidal-Folch, sospecho que su dictamen

    «una fantasía decimonónica cuya realización conllevaría la ruina de Cataluña y también probablemente de toda España sea el proyecto político del Gobierno catalán y del principal partido de la oposición, de su sumisa opinión pública y de una masa de ciudadanos a los que se ha implantado el “falso recuerdo” de un agravio y la convicción de que tienen un cheque millonario a cobrar en el banco del futuro»

    será el que quedará en los libros de historia que cuenten este episodio dentro de cincuenta años.

    Por lo demás, todo este debatillo tiene que ver con que se haya equiparado la «anomalía política» que tiene ahora lugar en Cataluña con una «enajenación», y creo que el señor atp estará de acuerdo conmigo y con el señor Vidal-Folch en que el que una persona necesite ayuda psicoterapéutica no equivale a calificarla de «enajenada». ¿Está o no está de acuerdo con eso el señor atp? Porque la gran industria benefactora de la psicoterapia se basa precisamente en eso: Usted no necesita estar loco para acudir a terapia!

    Por el contrario, y yo ya lo he manifestado en esta línea de comentarios, una persona puede estar «mentalmente sana» y al mismo tiempo padecer transitoriamente algún trastorno delirante… sea consecuencia del estrés o de cualquier otro estímulo desgraciado del entorno. Tampoco hay que estar loco para hablar solo de vez en cuando o para creer que una bella mujer felizmente casada está en secreto totalmente enamorada de uno.

    Y desde luego que no fueron los psiquiatras los que acabaron con el terrorismo etarra y sus devastadoras consecuencias políticas. Fue el estado francés cuando les retiró a los terroristas el estatuto de «refugiados políticos».

    Es triste reconocerlo, pero mentes tan extraordinarias como las de Martin Heidegger y Jean-Paul Sartre solo dejaron de apoyar regímenes totalitarios y criminales cuando estos fueron derrotados, militarmente o económicamente.

    http://unpocodesabiduria21.blogspot.com.es/2013/12/pensadores-temerarios-2001-mark-lilla.html

    La inteligencia erudita no es suficiente contra la irracionalidad. Hay formas de inteligencia de tipo emocional, especiales, que son las que permiten dar ese paso. Los psicoterapeutas pretenden hacer algo en ese sentido, de ahí que muchos deseen que sean efectivos. Por desgracia, las habilidades de los psicoterapeutas de hoy están -en contra, como digo, de lo deseable- muy limitadas. Falta algo por hacer. Algo importante que no tiene mucho que ver con la política.

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