El estudio de la psicología infantil durante los últimos años está conduciendo a afirmaciones considerablemente fuertes sobre habilidades cognitivas innatas que en otro tiempo se atribuían a etapas posteriores del desarrollo. Algunas de estas tempranas habilidades, en particular con respecto a la interacción social, podrían ser incluso prenatales, y mientras que algunos investigadores de la cognición infantil creen haber encontrado rastros de religiosidad natural en los niños, otros creen haber descubierto que los bebés humanos de menos de un año poseen ya una “vida moral”.
Este tipo de historias son atractivas y tienen grandes posibilidades de convertirse en ciencia popular, hasta alcanzar los titulares del New York Times, pero hay nuevas razones para pensar en ellas con una dosis de escepticismo. Parece que no corren muy buenos tiempos para el innatismo moral.
Recapitulando, según las conclusiones del trabajo más conocido de Hamlin, Wynn y Bloom (citado desde 2007 hasta 100 veces, a raíz de su aparición en la prensa popular) los bebés humanos entre 8 y 10 meses distinguirían entre acciones morales e inmorales. En el experimento preparado en la universidad de Yale, los bebés sorprendentemente mostraban una preferencia hacia la figura que ayudaba a otra a escalar una especie de montaña (en comparación a la figura que impedía la misma acción). A partir de esta base experimental, los autores concluían que la habilidad de distinguir interacciones sociales de carácter moral podría ser no “universal y no aprendida”.
¿Moral innata?…¿para qué educar entonces?. La historia nos demuestra como moralinas hay para todos los gustos, y aceptar unas normas de comportamiento más o menos consensuadas no siempre casa con los intereses propios, digamos, más innatos. Me quedo con la frase del Perich: «De derechas se nace, de izquierdas se hace, razonar ayuda».