La culpa es de los ricos
Richard Conniff Smithsonian magazine, Diciembre 2007 Un hermoso día de verano de 1899, la fabulosamente rica Alva Vanderbilt Belmont organizó una exhibición de «carruajes a motor» sobre el césped de su «casita» campestre en Newport, Rhode Island. Entre los festejos figuraba una pista de obstáculos con maniquíes simulando policías, niñeras y bebés en sus cochecitos, con un premio para el conductor que «atropellara» al menor número de transeúntes inocentes. Su hijo Willie K. patrocinó más tarde el primer trofeo americano importante de carreras de coches (y en una de las primeras carreras de la Copa Vanderbilt, un transeúnte inocente resultó muerto realmente). Podemos añadir las carreras de coches a la larga lista de grandes ideas llevadas a la práctica por aquellos que el arqueólogo canadiense Brian Hayden denomina arribistas «triple-A», personas agresivas, avariciosas y ambiciosas cuando se trata de conseguir lo que desean. Hayden reconoce que otras palabras que empiezan por «a» pueden venir al caso. Arrogante, por ejemplo. O incluso alarmante. Pero llamémosles ricos, simplemente. Nos gusta creer de corazón que todas las grandes …