Los hombres y las mujeres son iguales ante la ley. Tienen los mismos derechos y libertades. Es un triunfo de las sociedades occidentales, y de su tradición ilustrada y librepensadora, que esto sea, a día de hoy, una realidad. Sin embargo, hay cosas que se resisten a cambiar, como es el caso de la violencia hoy llamada “de género”, antaño “doméstica” y no mucho más atrás “crimen pasional”. Que estos sucesos continúen llena de frustración a algunos ciudadanos y, especialmente, a unas ciudadanas que se lamentan de que los nuevos tiempos no hayan traído un cambio en la manera en que algunos hombres dirimen conflictos en el seno de la pareja. Y le dan la culpa a “la sociedad” y sus “roles”. Como ejemplo de ello: hace unos días me entretuve leyendo una “carta al director” que enviaba una escritora andaluza a El País Semanal. En ella relacionaba algunos estereotipos, “la niña y sus muñecas”, con la desigualdad y la necesidad de que exista un Ministerio de Igualdad ante el drama de que 41 mujeres hayan …