El campo de la psicología se ha esforzado durante mucho tiempo por ser reconocido como “ciencia exacta”. Ha trabajado duro para distanciarse de su comprometida asociación con la herejía freudiana. Su progreso se ha caracterizado como una embarazosa serie de “teorías” que, en retrospectiva, demasiado a menudo resultaron modas pasajeras y fueron olvidadas por falta de poder explicativo. La psicología carece de una tabla periódica con “hechos” incuestionables para apoyar su ciencia. No ha llegado a crear un proyecto convincente de la mente humana, y su aceptación siempre ha estado obstaculizada por el hecho de que todo el mundo viene equipado con una ingenua psicología popular que normalmente compite con la investigación profesional.
Útimamente, la disciplina ha alcanzado un cierto grado de respetabilidad al vincularse con socios más fiables, como la investigación del cerebro en el campo de la neurociencia cognitiva, o con la economía en el creciente dominio de la economía conductual. Pero en los últimos años, en un irónico giro, la psicología se ha hecho un nombre como maestra de los fraudes, la mala conducta científica y la colección de retractaciones a la par con los “grandes jugadores” de la comunidad científica; a este respecto, el campo se ha convertido realmente en una “ciencia dura”.
En los últimos años, toda la empresa científica ha sido afectada por un incremento substancial en el número de artículos científicos que deben ser retractados, más y más a menudo sobre la base del fraude y la mala conducta científica. Y la psicología no es extraña a esta tendencia, como reconoce Jürgen Margraf, profesor de psicología en la universidad de Bochum y presidente de la asociación alemana de psicología. “Es verdad que la psicología no ocupa el primer puesto, pero ya no está localizada en un rango despreciable”. La investigación biomédica es responsable del grueso de las retractaciones; contribuye con alrededor del 40% de las publicaciones, pero se apunta alrededor del 50% de todas las retractaciones. Las ciencias sociales en general suponen sobre el 10% de todas las publicaciones, pero son responsables de menos del 5% de las retractaciones.
En última instancia, esta proporción comparativamente inferior basta para apuntar a la psicología en la lista de éxitos de retractaciones científicas. Como deja claro la Figura A, el campo se sitúa ahora a la par entre la biología molecular (algo más de retractaciones) y la economía (ligeramente menos). En otras circunstancias, a los psicólogos les encantaría tener a estos vecinos. Y la tendencia sigue incrementándose, como muestra un análisis sobre todas las publicaciones y retractaciones psicológicas desde 1989 a 2013 (Figura B). “No sólo apreciamos un claro aumento de las publicaciones, más de 19000 en 2013, más del triple que en 1989, sino también un crecimiento en la proporción de retractaciones, que se se cuadruplicó desde el 0.01% al 0.04%”, según dice Margraf. “Incluso descontando el espectacular caso de Diederik Stapel (49 retractaciones entre 2012 y 2013), la oleada de retractaciones, particularmente en los años recientes, es alarmante. Una apreciada revista de psicología, The journal of personality & social psychology, alcanza incluso el Top 15 de revistas científicas con mayores tasas de retractación.
El caso del psicólogo social Diderik Stapel, el “rey del engaño” de la psicología, es ilustrativo. Ahora parece que toda su “oeuvre” se basaba en datos fabricados (fue revelado en 2011). Su subdisciplina no sólo es la división más glamurosa y mejor recibida de la psicología, capaz de producir constantes titulares, también parece encabezar los casos de fraude y mala conducta. Otros psicólogos de los que se ha sabido que falsificaron datos y perdieron sus puestos también son originarios de este campo, como Dirk Smeersters y Lawrence Sanna. El psicólogo social Jens Förster, al que han retractado un artículo, aún está siendo investigado por manipulación de datos. El psicólogo de Harvard Marc Hauser, del que se revelaron ocho instancias de mala conducta científica y dimitió de su puesto, investigaba en el área fronteriza de la etología y la psicología social.
Tras su caída como científico, Diederik Stapel aún logró hacer de él una personalidad mediática, consiguiendo hacer chocantes apariciones públicas, y sonadas metedura de pata. También publicó sus memorias, “Faking science: A true story of academic fraud” (Falsificando ciencia. Una historia verdadera de fraude científico, que ofrece graciosamente en inglés como libro electrónico gratuito.
Sin embargo, casos de claro fraude y falsificación probablemente son sólo una punta visible del iceberg en la mala conducta científica de la psicología, según Margraf. Mucho mayor, aunque no tan visible, es el alcance que tienen los efectos combinados de las así llamadas “Prácticas de investigación cuestionables” (siglas en inglés QRP), incluyendo informaciones selectiva, investigación selectiva, P-Hacking y gusto por los temas a la moda que niegan otros temas.
Las prácticas cuestionables de investigación bien pudieran ser una de las principales razones tras el triste hecho de que el campo esté experimentando una así llamada “crisis de reproducibilidad”. Toda una serie de estudios psicológicos, principalmente sobre el tema de “primado social”, fracasó en un test sistemático de replicación. El “subidón de primado” tuvo lugar a inicios de los 90 cuando el psicólogo de Yale John Bargh descubrió que los sujetos de estudio “primados” con palabras pertenecientes a la edad anciana andaban más despacio al salir del laboratorio que los sujetos estimulados con un conjunto de palabras al azar. Esta aproximación al poder de los estímulos fortuitos hicieron de Bargh una celebridad académica.
Pero entonces, trágicamente, el estudio de referencia de Barch, y varios otros en esta misma tradición, han sido puestos en duda debido al fracaso de distintos laboratorios para reproducir los efectos publicados. De acuerdo con el premio Nobel Daniel Kahneman, la psicología social ahora se ve como “la encarnación de todas las dudas sobre la integridad de la investigación psicológica” y predice un “choque de trenes” a no ser que los psicólogos tomen medidas inmediatas de limpieza.
Algunos autores de los estudios no replicados de primados contestaron que, básicamente, las condiciones de base exactas de la investigación original no han sido reproducidas en las replicaciones. Bajo estas excusas, según dice el psicólogo Stanley Klein de la universidad de California, figura un problema más profundo: el fracaso de gran parte de la teoría psicológica para alcanzar los standard de las ciencias no sociales. “Una teoría científica bien formulada explicita las condiciones de su propia evaluación empírica”. Si la exactitud predictiva de una teoría psicológica depende completamente de la reproducción exacta (o casi) de los detalles de las tareas, entonces los efectos son sólo un resultado específico de las tareas, más que una predicción basada en teoría. ¿Cómo podrían aplicarse los resultados psicológicos en el mundo de ahí afuera si ni tan siquiera se aplican al laboratorio que intenta recrear exactamente las condiciones experimentales originales?
Peor aún, el principal problema con el primado social es que no existe ninguna teoría válida que explique por qué las personas deberían comportarse de ese modo. Presume que la evolución nos ha hecho de un modo que nos hace susceptible a influencias azarosas del entorno que están más allá de nuestro control y no son útiles de un modo adaptativo. Pero si esto existió, si conductas análogas fueron desencadenadas inconscientemente por estímulos respectivos en el mundo exterior- habría un exceso tal de desencadenantes sutiles que en la vida real se cancelarían entre sí.
La idea de primado implica que el más ligero y discreto estímulo en cualquier situación puede desencadenar unas respuestas conductuales desproporcionadas. Pero incluso los entornos experimentales controlados al máximo por definición contienen siempre estímulos marginales, que causarían innumerables e impredecibles efectos de primado. Pero no es sólo el lado del estímulo, también el lado de la respuesta está contaminada sin remedio. Un reciente estudio de primado pareció probar que sentarse en una silla tambaleante causaba que los sujetos juzgaran sus relaciones románticas como más inestables. ¿Y por qué sólo las relaciones? ¿Por qué no la economía, el clima o el futuro de la psicología? Una teoría que permite resultados innumerables realmente no predice ni uno solo. Es significativo que el artículo de Jens Förster retractado debido a la manipulación de datos fuera clasificado dentro de la tradición de primado, y no pudiera ser replicado. El primado es una desgracia para el campo.
Pero no todos dan la bienvenida desde dentro a este momento autocrítico del campo: James Coan de la universidad de Virgina, en un influyente post, denunció todo el movimiento como “psicología negativa”. Y Daniel Gilbert, psicólogo social de la universidad de Harvard y un titán del campo, llegó a insultar en un post a los líderes en este esfuerzo de replicación, aunque después se “retractó” informalmente.
Unas palabras del sabio economista suizo Mathias Binswanger: “En las ciencias sociales, sin embargo, la investigación empírica a menudo ha alcanzado un grado de irrelevancia en el que ha dejado de importar si los resultados son falsos o si son “verdaderos resultados” de un experimento o encuesta. Son irrelevantes en ambos casos.”
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Si esto sucede en las «alturas» no sé a qué conclusiones se llegaría analizando la práctica de esos equipos psicosociales que deciden cosas tan importantes en nuestras vidas y de un tiempo a esta parte vienen siendo tan cuestionados.
La psicología no es una sola, sino que hay varias, que van desde los peores disparates hasta los sistemas mejor elaborados. Aquí por ejemplo se mencionan una serie de variedades y personajes que son poco citados y tienen solo un peso relativo. No hay que generalizar fingiendo que es un experto en psicología, porque la verdad es que sus conocimientos del campo parecen linitados.