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Optimismo “irracional”

Tali Sharot es una neuróloga británica, autora de The optimistic bias. Why we’re wired to look on the bright side, donde analiza las bases biológicas del optimismo. Aunque últimamente se ha puesto de moda presentar la actitud optimista como una decisión racional, después de examinar las evidencias, en general el optimismo no es algo que decidimos, sino algo que somos, o no.

El optimismo e incluso una «ilusión de superioridad» está en todas partes. Según encuestas, el 90% de los conductores se consideran mejores que la media. El 76% de las personas se muestra optimista sobre el futuro de su propia familia, pero sólo un 30% es optimista con respecto a las demás familias. En general, las encuestas muestran un nivel inferior de optimismo cuando se evalúa el futuro de la sociedad en su conjunto, una tendencia que acentúan los momentos críticos, tal y como muestran los últimos indicadores del CIS sobre la valoración de la situación económica en nuestro país.

Una aportación interesante de Sharot es que sus trabajos han ampliado el espectro empírico del optimismo, al menos dentro de las sociedades occidentales: los europeos y los israelíes son tan optimistas como los norteamericanos. El sesgo optimista podría atravesar fronteras, culturas, razas, sexo, incluso especies (Matheson et al. 2008), lo que hablaría bien sobre su valor biológico adaptativo.

La actitud optimista podría abarcar hasta el 80% de los humanos. Interesante: de hecho, la mayor parte de este 20% restante sufre síntomas depresivos.

Pesimismo y depresión. Strunk et al. 2006

Las expectativas optimistas son tan fuertes que se mantienen a menudo frente a las evidencias. Parece que esto es debido a que el cerebro es mucho más eficaz recolectando información positiva, y aprendiendo de ella, que recolectando información negativa. Según Sharot estas diferencias tienen un correlato neuroanatómico. Experimentos mediante estimulación transcraneal electromagnética, aparentemente muestran que es posible variar actitudes pesimistas u optimistas mediante la estimulación de una zona concreta del cerebro: el giro frontal inferior.

Una consecuencia interesante para la ética de la felicidad según esta aproximación neurobiológica al optimismo, en apariencia en contradicción con concepciones tradicionales, es que las expectativas de felicidad bajas o modestas no están relacionadas con una mayor satisfacción personal. Desde el punto de vista de la felicidad personal, parece más rentable y eficaz elevar y no bajar las expectativas optimistas. La gente con expectativas inferiores terminan sintiéndose peor. En parte, esto es así porque al enfrentarse con malos resultados la gente optimista es capaz de generar explicaciones menos comprometidas con su propia competencia. En otras palabras, se engañan mejor que los pesimistas.

Este es el lado bueno del optimismo. Aunque, como cualquier otro producto natural, tiene costos. Las personas hiperoptimistas juegan un papel desproporcionadamente importante tanto en nuestras vidas personales como en nuestra vida social porque, tanto la sociedad, como los gobiernos y el mercado, valoran más el optimismo. Y el atractivo irresistible del optimismo nos hace vulnerables al riesgo. Daniel Kahneman y Amos Tversky, en particular, han subrayando las consecuencias potencialmente catastróficas de la «falacia de la planificación», cuando quienes tienen el poder de las decisiones económicas y políticas importantes sobrevaloran los beneficios e infravaloran los costos de tomar decisiones arriesgadas.

Mientras que la actitud realista y el pensamiento estadístico son recomendables en las decisiones financieras y políticas, según se desprende del examen de Sharot, cuando pasamos a la vida personal, normalmente es preferible dejarse llevar por un poco de optimismo.

Referencia: Sharot, T. (2011) The Optimism Bias. Current Biology, 21 (23).

4 Comentarios

  1. El gato de Schrödinger says

    Dice la doctora Sharot en una entrevista:

    A menudo le digo a la gente a la que le está resultando difícil tomar una decisión «¿Sabes? No importa que decisión tomes. Probablemente acabarás pensando que tomaste la decisión correcta»

    Me sorprende tanta ligereza y frivolidad. Si se trata de una decisión importante -por ejemplo, una decisión de orden financiero, sobre cómo invertir los ahorros-, una decisión equivocada podría llevar a esa persona a la ruina. Pero, según Tali Sharit, probablemente ese pobre diablo pensará que tomó la decisión correcta.

    En relación con el optimismo, yo añadiría que quienes tienen ese sesgo son más proclives a pensar en el libre albedrío, y que los pesimistas tienden a pensar que sus actos, sus vidas y su personalidad están muy condicionados, o incluso determinados. Schopenhauer, el filósofo pesimista por antonomasia, no creía en el libre albedrío.

    No obstante, en general está claro que el optimismo es una ventaja para enfrentarse a la vida -lo pueden llamar factor biológico adaptativo, ventaja evolutiva o como quieran-. El carácter ilusorio del sesgo optimista, bien patente en el estudio de Tali Sharot, no hace sino confirmar que las ilusiones cognitivas son necesarias para vivir. La expresión «estar ilusionado» -o «tener ilusiones»- equivale, en el lenguaje corriente, a estar equipado psicológicamente para afrontar la vida.

    Ay del que no tenga ilusiones cognitivas: es como un caracol sin cuernos.

    Eso sí, estoy totalmente de acuerdo con que el optimismo no es muy recomendable en los asuntos públicos. Cuidado con los planificadores, y con la fatal arrogancia de los poderes públicos…

  2. Alfredo says

    Bueno, Sr. Gato, la frase clave es:»cuando quienes tienen el poder de las decisiones económicas y políticas importantes sobrevaloran los beneficios e infravaloran los costos de tomar decisiones arriesgadas.»
    Parece cómo si hablase de España y la era post-mega-optimista que nos ha dejado un paisaje de aeropuertos sin pasajeros o polideportivos en pueblos de 50 habitantes…
    No cabe duda de que estas reflexiones son cruciales . El optimismo puede ser una pandemia de resultados catastróficos. Permea la sociedad. Los políticos ponen el ave en Perejil, pero yo me compro un 4 por 4 y un chalet en la playa pensando que todo irá, como mínimo, a mejor….

  3. Eduardo Zugasti says

    Pero, ojo, la psicología de los sesgos cognitivos es ideológicamente postpartidista: no sólo ataca la «fatal arrogancia» de los políticos, para traer la famosa formulación de Hayek, también la arrogancia de los técnicos financieros. Es decir, esta es una «epidemia» que afecta tanto al proceso político como al proceso de mercado.

  4. Eso de que en la vida personal es mejor ser un Optimista irracional, no es cierto. Una cosa es pensar en las cosas buenas que uno tiene para salir adelante, y otra cosa muy distinta es pensar irrealistamente que las cosas van a ser maravillosas porque nunca voy a tener problemas, nunca me van a hechar del trabajo, nunca voy a enfermar etc etc. La consecuencia más grave de este Optimismo irracional, se da en las parejas que al tener hijos comprueban que la realidad no era como pensaban que sería y que un niño a pesar de querérsele mucho, exige grandes responsabilidades, sacrificios, que impiden a uno desarrollarse individualmente con la consiguiente frustración matrimonial, algunos eso no parecen tenerlo claro, cuanto más si el niño les sale con problemas, otra falacia, pensar que el niño va a ser maravilloso y normal…hay que estar preparado para todo, cierta dosis de pesimismo te prepara para tener un plan b si las cosas no salen como esperabas por no mencionarte estupideces como comprarse un piso que va más alla de las posiblidades de uno, pensar que uno va a ser más feliz por tener un chalet, etc etc, y otros ejemplos de optimismo irracional que puede tener consecuencias catastróficas en la vida de uno.

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