Historia de las ideas

Nada más fácil que de condenar el dinero, por Robert Redeker

Nada más fácil que de condenar el dinero. Nada más aplaudido. No hay mejor cabeza de turco. Con el tiempo cada uno proyecta sobre él sus frustraciones, sus odios, sus celos, sus vilezas. El mismo Diablo en persona. La izquierda más recalcitrante e inquisidora echa pestes contra él. Los más moderados lo tienen por un mal necesario. Total, no importa que uno sea creyente o ateo, todos lo hacemos pasar por el corruptor supremo. ¿ Está justificado este odio ? 

 

Abstracción pura, el dinero es el equivalente general que hace que todo – objetos, actividades, ideas, hombres – sea cambiable. ¡ Sin él, ningún intercambio verdadero sería posible ! ¡ Sin él, las creaciones y las producciones humanas no se propagarían ! En ausencia del dinero, las sociedades y las comunidades humanas serían reducidas al trueque; verían su área de actividad y de comercio reducida, serían forzadas a limitarse al horizonte limitado de lo inmediatamente accesible, corriendo el peligro de reducir la Cultura a una cerril culturilla de campanario. La desaparición del dinero desecaría el mundo, cerrando todas las comunidades sobre su territorio, petrificándolas en el localismo. La muerte del dinero sería la muerte de la universalidad.   

 

Porque el dinero y la universalidad son evidentes. Es él quien abre las comunidades de todo el planeta. Es él quien las precipita en la historia. Une a los hombres unos a los otros creando una dependencia y una solidaridad recíprocas. Por su dimensión planetaria, la crisis económica actual ilustra esta reciprocidad. Evidencia que la universalidad es ni más ni menos obra del dinero. Prueba que el dinero ha llegado a unificar a la humanidad. Demuestra que su poder es más fuerte que el de las ideas o las religiones ( las cuales, en nombre del Bien, desatan océanos de sangre cuando se sistematizan en ideologías políticas). El dinero hace entre ellas solidarias, por el milagro del interés, a comunidades que sin él no lo serían. Así, fuerza a los hombres a que se integren en un destino común, universal y planetario.  

 

El dinero es consustancial al ser humano. Ni en el caso de que existieran, tanto los seres espirituales (los dioses, los ángeles), ni los animales fabrican ni utilizan el dinero. Ignoran el comercio. Ignoran la mercancía. Entre los animales, la unidad de cada especie es determinada por la naturaleza. Entre los hombres esta unidad es el resultado del dinero, permitiendo el comercio y la industria ; un artificio que en el curso de los milenios ha reunido a habitantes de distintas naciones primero, y luego de distintos continentes en una sola especie con un destino común. Juntó las piezas del rompecabezas humano. Si la humanidad tiene conciencia de formar una sola especie se lo deben a él. Las sociedades primitivas consideraban a los otros pueblos como bárbaros, excluyendo de la categoría humana a todos aquellos que se encontraran fuera de su territorio. A medida que entran en el universo del dinero – es decir del comercio y de la mercancía – las sociedades reconocen al diferente como humano.

 

¡ Vaya a Pekín! ¡ Vaya a Moscú! ¡ Vaya a Lézignan-Corbières! En todos lugares el la gente comprende lo qué es el dinero. Las monedas son diferentes, pero su significado es el mismo. ¡ El dinero es el único lenguaje común a toda la humanidad! Mejor aun : es realmente la lengua universal que organiza el incesante movimiento de aproximación entre los individuos y las civilizaciones.

 Irracional, el odio al dinero, favorecido por la crisis, es una reminiscencia del pensamiento mágico, de fetichismo. El oprobio puede dirigirse a instituciones, actividades o a personas, pero no sobre el dinero en sí, como tampoco sobre el propio  mercado o el comercio. El mal jamás viene de dinero mismo – moralmente neutro, no es el Diablo – pero sí de las pasiones que lo invisten, que se sirven de él para saciarse. Estos abusos no pueden conducir a negar los beneficios del dinero, su papel humanizador, civilizador y universal.