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Mas-Colell, el gestor de la ciencia

El economista Andreu Mas-Colell (Barcelona, 1944) fue Consejero de Universidades, Investigación y Sociedad de la Información de la Generalitat de Cataluña entre 2000 y 2003. Durante su mandato, impulsó la creación de instituciones dinámicas que han favorecido la investigación y su labor ha sido muy bien valorada por muchos científicos catalanes. Contribuyó a que en la actualidad Cataluña y España tengan algo que decir respecto a la investigación científica a nivel mundial.

Entrevistamos al señor Mas-Colell un domingo por la mañana en su casa. Uno de los escasos momentos que tenía libres, en una vida en constante vaivén (en la actualidad, como responsable del European Research Council). La entrevista se alarga hora y media, donde con calma, orden y claridad nos proporciona información de primera mano de capítulos importantes de la historia de la ciencia reciente de Cataluña y de España.

Aunque ha sido uno de los economistas más destacados a nivel mundial, la entrevista gira en torno a su faceta política y su contribución a la creación de instituciones científicas ágiles y capaces de alcanzar la excelencia.

Roger Corcho
Teresa Giménez Barbat

En un momento en el que la clase política ha sido muy criticada -hay encuestas que sitúan a la clase política como la tercera preocupación ciudadana-, la sensación que tenemos con usted no es sólo que de cara al contribuyente es un político justificado, sino que incluso tenemos un importante retorno.

Me permitirán que antes que nada ponga disclaimers y contexto, y después añadiré algo sobre política. En mi caso tuve la suerte de estar en el lugar adecuado y en el momento adecuado. Eso una. El progreso de la ciencia en Cataluña ha sido notable y hay que destacar que se ha resuelto con una política bastante consecuente y con mucha continuidad. Esto quizá en las incidencias del día a día no se acaba de notar, pero es así. Cuando entré primero como comisionado en el gobierno del presidente Pujol y después como consejero de universidad e investigación había un trabajo previo realizado por Vergés y Laporte. Nada más empezar vi una carta que envió el consejero Laporte al presidente en la que decía que una vez recuperado y consolidado el mapa universitario, era hora de lanzarnos a la investigación. Esto en relación con el momento en que empecé. En cuanto al 2003, que fue una transición política profunda, también debo decir que en lo esencial -dejando particularidades de lado- yo también veo una continuidad de la política científica.

¿Conoce esas paradojas que siempre nos gusta explicar en divulgación científica sobre procesos exponenciales? Se caracterizan porque al principio no se notan y de repente explotan. La cantidad de nenúfares en una piscina se dobla cada día que pasa y sin darte cuenta llega un día en que toda la piscina se llena. Yo creo que en investigación nosotros estamos en este proceso.

Una primera característica, por tanto, es la continuidad.

Una segunda característica, con sus subidas y bajadas y sus incidencias, es que la necesidad nos ha llevado a un sistema abierto. Me explico. Por supuesto, a veces las cosas, pese a ser necesarias, no se hacen. Por necesidad me refiero a que hemos tenido poco dinero público para investigación y ciencia. Y por tanto, yo creo que todo el mundo vio muy pronto que desde Cataluña, si tuviéramos un sistema cerrado de investigación, no tendríamos ninguna posibilidad. Para tener un sistema que contara en Europa, era necesario que fuese abierto, y que tuviera una base sobre todo humana y también tecnológica y de infraestructuras, que atrajera considerables recursos de fuera de Cataluña. Recursos desde España -estatales-, recursos europeos y recursos desde empresas. Estamos en esta línea y nos queda mucho por recorrer, pero es la única posibilidad que tenemos.

Por tanto, fíjese que tanto los antecesores como en general mis predecesores y yo mismo, no pusimos nunca énfasis en políticas de proyectos. La búsqueda de ayudas para investigación siempre fue una tarea marginal, en general, si queremos hacer investigación sobre X, lo mejor es tener gente que sabe de X y gente que sabe obtener recursos de las convocatorias que haya. Por supuesto, un sistema abierto en Cataluña sólo puede existir si hay un sistema abierto al resto. Y es cierto que en el caso español, el sistema ha sido relativamente abierto. Mientras que el apoyo de la investigación basada en construcción de instituciones ha estado muy condicionada por decisiones políticas y muy centralizada en Madrid, por lo que hace a las convocatorias de proyectos han sido convocatorias abiertas y eso se ha hecho bien.

A nivel personal, debo decir que creo que muchas cosas sólo se pueden hacer desde la política. Yo no creo que la política sea un terreno cerrado para profesionales de la política.

Es el autor de un manual de economía que es un referente a nivel mundial.

Yo soy economista, economista teórico, he escrito mis papers, y he hecho un libro de texto que tuvo la suerte de ser un éxito. Esto de los libros de texto es una proposición muy complicada. Todo lo que un científico escribe, uno siempre puede pensar que lo escribes para la humanidad, y que su función está completa si te sientes satisfecho con él y después se hace público. Y siempre puedes pensar que si no tiene éxito pues la humanidad se equivoca y que tarde o temprano te descubrirán. En un libro de texto no existe esta posibilidad. O se vende, o has perdido el tiempo. No puedes pensar que ya lo descubrirán en cinco años porque ya sabes que saldrán nuevas teorías. Tuve mucha suerte.

Por tanto, yo soy básicamente un científico. Pero oiga, eso lo dice mucha gente, y por tanto también lo digo yo. En el ciclo vital de los que nos dedicamos a la academia y a la investigación científica, llega un momento en que hay que utilizar los métodos indirectos de producción -por utilizar terminología de mi oficio-, y ya no plantearse escribir tantos papers, sino ayudar a desarrollar las estructuras que crearán nuevas posibilidades a los más jóvenes. En este contexto, hay quien se concentra en impulsar un centro de investigación o, como fue mi caso, si lo llaman de la política para hacer esta tarea, pues es una oportunidad. La política es enormemente poderosa. Si uno aspira a impulsar el nivel y la competitividad de la ciencia en Cataluña, la política es esencial.

Esta es la parte que dignifica la política… Pero el señor Wagensberg se escandalizaba de que los partidos políticos no tuvieran la amplitud de miras para permitir que una persona como usted continuara en el cargo.

La política se ha de aceptar con todas sus consecuencias y tiene su lógica, y la lógica es que los gobiernos pasan con sus formas políticas y su flexibilidad cuando hay un cambio de sentido político y de gobierno. Yo me identifiqué con la política del gobierno…

Ya nos ha dicho que usted ve la continuación con buenos ojos …

No entremos en detalles, no entremos en detalles, pero globalmente y en los aspectos esenciales creo que está bien. Y para hablar más concretamente, con los centros de investigación o de ICREA se ha hecho bien, y también ha habido incrementos presupuestarios que van en la línea de lo que yo propugnaba.

Es normal que haya cambios y, afortunadamente, en Cataluña no sólo hay un buen número de buenos científicos, sino que también hay un buen número de gente con experiencia y capacidad de dirección.

¿Nos puede explicar cuáles fueron los aspectos concretos que implantó en Cataluña para impulsar la investigación?

No seré sistemático, pero diré varias características de este modelo:

Una, la incardinación de la investigación en la función pública es un accidente histórico. Una cosa es que el fomento de la investigación básica sea responsabilidad pública, la otra es que la hayan de ejecutar funcionarios.

Todo lo que miramos de desarrollar, lo hicimos con las formas contractuales normales. Cuando digo normales no quiero decir ni precarias ni temporales, quiero decir contratos estables, indefinidos …

¿Qué pasa si se incardina la investigación a la función pública? La movilidad es difícil. Contratar a ciudadanos que no sean españoles se hace muy complicado. Hoy en día, un sistema abierto de investigación, cuando tienes la necesidad de un investigador que domine unas técnicas particulares, la tienes que buscar donde sea. ICREA hace unas convocatorias, y puede contratar de inmediato porque tiene flexibilidad para contratar. Las instituciones basadas en la función pública no tienen esa flexibilidad. Las estructuras contractuales son totalmente uniformes -o sólo hay un repertorio de categorías posibles-. Un sistema funcionarial es rígido, y esto no lo digo como un defecto. La función pública cumple una misión donde la rigidez era una virtud. Para la investigación, la rigidez propia de la función pública es muy perjudicial. Por tanto, esta es una línea maestra de todo lo que nos impulsó…

Entonces, sus predecesores se basaron en el funcionariado para impulsar la investigación …

A ver, vamos por partes. La investigación en España ha seguido el modelo francés en dos lugares: en la universidad y el otro, las OPIS (Organismos Públicos de Investigación), que aquí básicamente lo que conocemos es el CSIC. Las OPIS son función pública de arriba abajo, las universidades también, con unos principios de márgenes de flexibilidad. En la ley de universidades de Cataluña que promovimos en ese momento se abría el máximo que se podía-que tampoco era mucho-la contratación laboral, y de hecho todo el debate del siglo XX sobre la universidad en Cataluña se basaba en eso . Si uno se lee los debates de la época de la República, de principios del siglo XX del IEC, la reivindicación siempre era desfuncionarizar la universidad. Esta era la paradoja de que una vez llegado 1975 y cuando esta posibilidad se va realmente poner sobre la mesa, nos llamaran al orden, y todo el mundo se convirtió en partidario de la función pública en la universidad. Algún día esto se deberá estudiar, pero es una de las grandes ocasiones carentes en la historia reciente de Cataluña. También de España, pero en el caso de Cataluña la tradición era hacerlo al margen.

En el caso de la universidad no me pronuncio, no lo conozco bien. Sí diré que la cuestión contractual se llevó a cabo con menos ambición de la que me hubiera gustado.

El segundo aspecto son los centros de investigación. Yo recuerdo que la realidad con la que nos encontramos era una presencia magra de CSIC en Cataluña. Sólo había algo del Centro de Estudios Agrarios (no sé como se decía en aquel momento) y el CSIC. Hubo una negociación y un movimiento de reivindicación para traspasar estos centros a Cataluña. La dimensión del CSIC en Cataluña era la tercera parte del que hubiera correspondido. Era una estructura muy centrada en instituciones en Madrid. Ese movimiento inicial llevó en una dirección, se traspasaron los centros agrarios, a partir de los cuales se constituyó el IFCA, que es un centro excelente, y que salió por la transferencia de un OPI. El CSIC nunca se transfirió, en parte por resistencia burocrática, y en parte por el 23 F, que se produjo justo después del traspaso del IFCA y rompió la dinámica que se llevaba. Como consecuencia, el CSIC no se transfirió. De todos modos, el CSIC era una institución muy tradicional y, en el caso de Cataluña, pequeña. Buena gente, buena gente. Con cuidado. No mezcle, ninguna de las críticas que hago  se pueden entender como críticas a personas, porque estas instituciones-universidades y OPIS-están pobladas de gente de todo tipo y en particular de gente muy buena.

Si queríamos construir este sistema de investigación competitivo, teníamos que hacer un esfuerzo para desarrollar centros de investigación, para tener en Cataluña esa cantidad de Centros de Investigación que nos tocaría.

Entre centros de investigación y universidades siempre hay tensiones. Siempre menciono que hay una ley empírica según la cual cuando hay un centro de investigación y una universidad en el mismo lugar, cuando se ve de cerca, se ven unas tensiones y luchas brutales. Pero a medida que te vas retirando, cuando se miran de lejos, se observa colaboración y conjunción, como algo muy rico y muy potente. Se deben tener centros de investigación y deben estar en campus universitarios.

Esto es lo que hicimos. Empezamos a impulsar toda una serie de centros de investigación. Ya puestos a hacer -a mí me parece evidente pero a veces no lo es-, lo último que teníamos que hacer era copiar el modelo tradicional, rígido y funcionarial que habíamos heredado. Que por suerte, no era demasiado grande. El coste fue nos lo tuvimos que pagar nosotros, la Generalitat. Por eso tuvimos que adaptar un sistema abierto, porque alimentar la investigación es muy caro, pero los pudimos montar bien.

Esto ha funcionado muy bien, ahora tenemos un conjunto de centros de investigación, algunos de ellos excelentes, que han sido capaces de atraer muchos recursos de Europa. Hoy en día, cuando me lo miro desde el European Research Council, el éxito de Cataluña es espectacular. No sólo, pero en buena parte esto se debe a esta dinámica de centros nuevos que se han podido crear desde cero siguiendo los mejores modelos.

Esta por tanto es una línea, la de tratar de montar las cosas fuera de la función pública, y que ya tiene unas consecuencias, como por ejemplo que te internacionalizas de inmediato porque ya no hay diferencia entre alguien que te viene con pasaporte argentino o italiano. Para mí, lo mejor que se podría hacer para impulsar el sentido de empresa en la universidad y los centros de investigación es anular el referente de función pública. La función pública no se ha inventado para hacer empresarios. A un funcionario no se le pide que monte empresas, no se le pide que cuando tenga una idea la desarrolle por su cuenta. Al funcionario se le pide que siga las reglas, que las discuta, lo que sea, pero una cosa diferente.

Por otra parte, es muy difícil abandonar la condición de funcionario. Casi nadie lo abandona. Y el espíritu empresarial exige tomar riesgos. Si se mira cómo empiezan las Start up, vemos que hay una idea interesante que ha salido de un laboratorio, y alguien del laboratorio deja la universidad y monta la empresa. Aquí dejar la universidad es impensable. Por tanto, si queremos promover el espíritu de empresa, hay que sacar el mundo de la investigación del espíritu funcionarial.

Otro aspecto importante es el de la gobernanza. Es esencial que los centros de investigación tengan buena gobernanza. ¿Qué quiere decir? Que tengan patronatos responsables y que esté implicada gente que tenga interés en ese ámbito de investigación, y puede ser una unión de instituciones públicas y privadas. Patronatos que son los responsables y que nombran un director, preferiblemente por convocatorias internacionales. El director es una figura muy importante porque es el líder institucional. En una institución grande el director no impulsa todas las líneas de investigación. Esto no está en nuestra tradición. Aquí no hay directores, sino coordinadores (el nombre ya lo dice todo). Se busca el menos agresivo de tu entorno y con habilidades para hablar con la gente. El mensaje que envía es que tú déjanos en paz que yo me dedico a lo mío.

Es verdad que ligado con la función pública, cuando tu relación con el puesto de trabajo es ocupar una plaza, una cajita, que ha sido diseñada en un plan del estado, piensas que esta cajita es propiedad tuya. Y tu relación es con la cajita y en todo caso con una entidad más abstracta que es el Estado. Y no te ves en relación con la institución en particular donde se ha situado la cajita. Esto es típico. Un profesor universitario funcionario inevitablemente piensa que un día puede estar en una institución y luego en otra. No hay un contrato que te ate con un sitio.

La gobernanza es esencial. Hay patronatos, dirección, comités asesores internacionales y contratación laboral. Como partimos de realidades preexistentes, hay investigadores adscritos, asociados, que vienen de la universidad… Estas son en general las características fundamentales de los centros que se han hecho. El empuje de un centro está condicionado por la capacidad de liderazgo de sus directores.

Había que desarrollar un sector de centros de investigación. Se ha hecho. Ha ido bien. Como no tenían instituciones, pudimos crear con la última tecnología organizativa. Esto ha funcionado y hay que mantenerlo. Pero hay que tener en cuenta que todo esto todavía no está suficientemente consolidado.

Para nosotros,  la visión científica está relacionada con el universalismo. En la actualidad existe la tendencia a volcarse hacia políticas localistas -hay por ejemplo 17 sistemas universitarios en España-, cuando usted nos ha hablado de una «apertura» fluida con el resto de España y del mundo.

Esto de las 17 autonomías sólo es un problema visto desde España. Visto desde Europa, la realidad española es una realidad europea. Europa se caracteriza por una diversidad extrema. Se caracteriza por la existencia de numerosas instituciones de todos los tamaños, y por una gran diversidad de lenguas. Esto es Europa. Y desde Europa, la organización administrativa española no parece nada extraño. Evidentemente hay que hacer esfuerzos de armonización, pero siempre desde un nivel europeo. Ahora me toca decirlo porque estoy en Europa, pero también lo pienso profundamente. Pasar de 200 unidades disgregadas a una unidad con mucha movilidad aumenta el nivel de eficiencia. Pasar de 200 unidades a 27 unidades, y cada una de ellas muy homogéneas, no es necesariamente un progreso. De la misma manera si que hubiera un mundo con sólo 2 estados. Uno está mal, y muchos, quizás también. No veo el problema si uno no se lo quiere buscar.

Nosotros estamos tratando de impulsar el proyecto de la Tercera Cultura y nos hemos dado cuenta de que el público en general le da miedo asumir ciertas conclusiones.

Desde las ciencias sociales y humanas pienso que se puede hacer mucho. Hace poco leí un artículo en Nature que decía que la evolución de los estudios sociológicos había pasado por dos fases. Una fase enormemente positiva hacia la ciencia, en la que los sociólogos la miran de forma muy positiva. Estudian cómo se comportan los científicos, las relaciones de mecenazgo…

La segunda fase es la deconstrucción, donde se relativiza lo que hacen los científicos, que son entendidos como una especie de literatos que tienen un discurso propio. El artículo advertía que esta concepción puede llevar a catástrofes como el sida en Sudáfrica. Una mentalidad relativista que sólo entiende las cosas según intereses (qué farmacéuticas hay detrás …) e ignoran los resultados científicos… Estoy a favor de que haya un poco de relativismo, pero no tanto.

Usted se define como un racionalista extremo …

Yo soy más un deductivista que un inductivista. Por ejemplo, en los argumentos del cambio climático, el argumento que encuentro más contundente es que la teoría dice que debe haber calentamiento y también se observa (aunque es difícil). Como la teoría dice que se observa, creo que es verdad.

Me considero racionalista, no puedo hacer más.

En relación a su biografía, hemos leído que lo expulsaron de la Universidad …

En 1962 estudié en los escolapios. Muy pronto, tomé la decisión fue la de dedicar mis años de universidad a la acción política sin perder ningún curso. Soy de clase media catalana y la idea de que había un opresor que venía de fuera la he «mamado», más de parte de mi madre que de mi padre. Esto ya me venía de dentro. No fui a una escuela muy ilustrada, pero los últimos dos años tuve un profesor que se llamaba Octavi Fullat. Aún recuerdo cuando llegó un día desolado a clase y nos explicó que Camus -su pensador favorito- se había matado en un accidente. Fullat fue la persona más interesante que conocí la escuela. Sea como sea, cuando llegué a la universidad estaba ya politizado. Mi plan vital era ir a la universidad y durante cinco años hacer ruido, y luego tenía muy claro que me marcharía fuera. Más o menos este plan lo mantuve, me pasé cinco años agitando, y pasé un mes y medio en la Modelo. No me exilié nunca. Era tentador porque tenía un juicio. Pero nos salimos sin tener que pasar la frontera.

Me expulsaron a raíz de las protestas por la expulsión de Sacristán. Éramos unos cuarenta y nos expulsaron a todos. Esta fue la razón técnica en mi caso.

Cumplí con mi plan porque pasé todos los cursos sin repetir. Tuve mucha suerte a la hora de hacer la mili porque me tocó la Marina y mi expediente no llegó. Más tarde fui a Madrid y me incorporé a la cátedra de Rojo (que más tarde sería director del Banco de España). Después fui a Estados Unidos por dos o tres años y me quedé 26.

¿En qué es optimista de cara al futuro?

Soy optimista respecto al poder de la ciencia y la racionalidad y la posibilidad de progreso. La economía en el siglo XIX era descrita como la ciencia lúgubre porque sólo preveía desgracias. Soy del tipo de economistas que piensa que esto ha cambiado radicalmente. La economía es una disciplina social optimista porque cree que los problemas tienen solución. Todo tiene un coste, pero los problemas tienen solución. Si nos planteamos los grandes retos, creo que saldremos adelante.

1 Comentario

  1. maria estrada says

    Andreu Mas colell ha estat un dels principals impulsors de la ciència a catalunya. Magnífica entrevista.

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