Moral minds, Neurociencia, Tercera Cultura
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La red social de Dios

Si el sentimiento religioso es irreducible a la psicología convencional, como pensaba Rudolf Otto (conocido sobre todo por su famoso ensayo Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, de 1917), buscar la experiencia de «lo santo» en algo tan profano como el cerebro empleando la metodología fisicalista corriente parecería un esfuerzo inútil o condenado al fracaso. Sin embargo, esto es justamente lo que están haciendo los neurocientíficos y los científicos cognitivos que intentan naturalizar el estudio de la religión.

Encontrar que empleamos la misma área de la corteza prefrontal para entender una proposición astronómica o el dogma de la virginidad de María debería ser una revelación inquietante para los que estiman que existen diferencias cualitativas en la aprehensión de lo numinoso. Pero resulta que las diferencias entre creer afirmaciones naturales y sobrenaturales son independientes del contexto, de acuerdo con un estudio de Sam Harris et al. 1 que ha sido reseñado en Newsweek y ampliamente comentado en los blogs científicos.

Otros trabajos recientes convergen en la conclusión mundana de que «para el cerebro, Dios es simplemente otra persona«. No se espera ningún gen «pontificio» ni ningún circuito especializado en el cerebro para tratar con las creencias religiosas de forma independiente. Aunque la neuroanatomía «escéptica» y religiosa puedan variar, lo más significativo es que los sujetos religiosos emplean las mismas áreas cerebrales relacionadas con la empatía y con la habilidad para comprender la mente de los otros 2 en las redes sociales convencionales. Schjoedt y sus colegas 3, en la misma línea, han hallado que los creyentes que consiguen desarrollar una relación más «íntima» y personal con Dios, por ejemplo mediante la improvisación de oraciones, activan más las áreas cerebrales clásicamente relacionadas con la «teoría de las otras mentes».

En su conjunto, estos estudios sugerirían que no hemos evolucionado un sistema específico para creer o para relacionarnos con «lo santo», para decirlo a la manera de Rudolf Otto, sino que las relaciones llamadas religiosas se habrían desarrollado a partir de los mecanismos más ancestrales de comunicación social en los últimos 60.000 años. Para la neurociencia y el estudio científico de la conducta apenas hay diferencias entre lo sagrado y lo profano.

Fotografía: Neuroimagen correspondiente al «pragmatismo no religioso«.

Referencias
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1 Sam Harris, Jonas T. Kaplan, Ashley Curiel, Susan Y. Bookheimer, Marco Iacoboni, Mark S. Cohen. 2009. The Neural Correlates of Religious and Nonreligious Belief. PLoS ONE

2 Dimitrios Kapogiannis, Aron K. Barbey, Michael Su, Frank Krueger, Jordan Grafman. 2009. Neuroanatomical Variability of Religiosity. PLoS ONE

3 Uffe Schjoedt, Hans Stødkilde-Jørgensen, Armin W. Geertz y Andreas Roepstorff3. 2009. Highly religious participants recruit areas of social cognition in personal prayer. Social Cognitive and Affective Neuroscience 2009 4(2):199-207; doi:10.1093/scan/nsn050

2 Comentarios

  1. Mercutio says

    ‘Empleamos la misma área de la corteza prefrontal para entender una proposición astronómica o el dogma de la virginidad de María’, ‘para el cerebro dios es simplemente otra persona’ son frases sugerentes, pero quizá sería más informativo conocer cómo se comporta el cerebro cuando la comparación es entre dios y un personaje unánimemente reconocido como ficticio -Supermán, el Quijote, Bugs Bunny-, tanto en creyentes como en ateos.

  2. Pingback: ¿Quién es Dios? - ¡Cuánta Ciencia!

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