Gareth Cook, Scientific American, 15-11-11
(Traducción: Verónica Puertollano)
¿Tenemos libre albedrío? Es una vieja pregunta que ha atraído la atención de filósofos, teólogos, abogados y politólogos. Ahora está atrayendo la atención de la neurociencia, explica Michael S. Gazzaniga, director del Centro SAGE para el Estudio de la Mente en la Universidad de California en Santa Bárbara, y autor del nuevo libro Who’s In Charge: Free Will and the Science of the Brain. Habló con la directora de Mind Matters, Gareth Cook.
¿Por qué decidió abordar la cuestión del libre albedrío?
Creo que el asunto está en la mente de toda persona pensante. Recuerdo hacerme preguntas al respecto hace unos cincuenta años cuando estudiaba en Dartmouth. En esa época, el asunto estaba verde y en términos muy simples. La física y la química eran los reyes y aunque todos éramos demasiado jóvenes para afeitarnos, veíamos las implicaciones. Para mí, eran aquellos tiempos en que iba a la iglesia cada domingo, ¡y a veces el lunes si tenía algún examen!
Ahora, después de cincuenta años de estudiar el cerebro, de escuchar a los filósofos y, más recientemente, de haberme formado lentamente en leyes, el asunto vuelve a tener prioridad para mí. La cuestión de si somos responsables de nuestras acciones —o robots que responden automáticamente— ha estado presente durante largo tiempo pero hasta hace poco los grandes académicos que hablaban sobre el tema no conocían la ciencia moderna con sus profundos conocimientos e implicaciones.
¿Qué le hace pensar que la neurociencia puede arrojar alguna luz sobre lo que ha sido durante mucho tiempo una pregunta filosófica?
Los filósofos son los mejores para articular la naturaleza de un problema antes de que alguien tenga cualquier conocimiento empírico. Los filósofos modernos de la mente se aferran a la neurociencia y la ciencia cognitiva para ayudar a iluminar viejas cuestiones y en este momento van por delante del resto. Entre otras habilidades ¡tienen tiempo para pensar! El laboratorio científico está consumido por la información experimental, analizando los datos, y con frecuencia no tiene tiempo de situar un hallazgo científico en un paisaje más amplio. Es una tensión constante.
Dicho esto, los filósofos no pueden ser los únicos que se diviertan. Enfrentados a la naturaleza de los mecanismos biológicos mañanas, tardes y noches, los científicos no pueden evitar pensar sobre cuestiones tales como la naturaleza de la «libertad de acción en un universo mecanicista» como dijo un gran neurocientífico hace unos años. Como mínimo, la neurociencia dirige tu atención a la pregunta de cómo sucede la acción.
¿Cree que la neurociencia, como campo, necesita abordar estas cuestiones? Es decir, ¿considera que el libre albedrío es una importante cuestión científica?
Todos necesitamos entender más sobre el libre albedrío, o dicho más acertadamente, la naturaleza de la acción. La neurociencia es una disciplina de suma relevancia para esta cuestión. Sean cuales sean tus creencias sobre el libre albedrío, todos sienten que lo tienen, incluso aquellos que discuten su existencia. Lo que la neurociencia nos ha estado enseñando, en cambio, es que todo funciona de manera distinta a como nos parecía que debía funcionar. Por ejemplo, los experimentos neurocientíficos indican que las decisiones humanas sobre los actos se toman antes de que el individuo sea consciente de ellas. En vez de que este descubrimiento responda la vieja pregunta de si el cerebro decide antes que la mente, nos hace preguntarnos si es incluso la manera de pensar sobre cómo funciona el cerebro. La investigación se ha centrado en muchos aspectos de la toma de decisiones, como en qué lugar del cerebro se forman y ejecutan las decisiones para actuar, cómo un grupo de neuronas que interactúan se convierte en un agente moral, e incluso de qué modo las creencias sobre si tienen libre albedrío afectarán a sus acciones. La lista de cuestiones donde la neurociencia tendrá peso es interminable.
Por favor, explíqueme, ¿qué quiere decir con la idea de una «mente emergente» y la distinción que establece entre ésta y el cerebro?
Leibnitz planteó la cuestión hace casi 300 años con su analogía del molino. Imagine que puede ampliar el molino de modo que todas sus partes aumentan y puede caminar entre ellas. Todo lo que verá son piezas individuales, una rueda aquí, un eje allá. Mirando las partes del molino no puedes deducir su función. El cerebro físico también puede ser desmontado en partes, y sus interacciones examinadas. Ahora entendemos las neuronas y cómo se disparan y un poco sobre los neurotransmisores, etcétera. Pero de algún modo las propiedades mentales son indivisibles y no pueden ser descritas en términos de disparos neuronales. Necesitan ser comprendidas con otro vocabulario. A esto se le llama a veces la mente emergente. Emergencia como concepto en general está ampliamente aceptado en la física, la química, la biología, la sociología, lo que quiera. Los neurocientíficos, sin embargo, tienen problemas con él porque tienen la sospecha de que este concepto cuela un fantasma en la máquina. No lo es en absoluto. Lo que motiva esta idea es conceptualizar la arquitectura real de la interacción estratificada mente/cerebro y así poder estudiarla correctamente. Es de perezosos quedarse fijos en una capa del análisis y descartar las demás.
¿Cómo limita la mente el cerebro?
Nadie dijo que fuera a ser fácil y es aquí donde la cosa se pone difícil. Desarrollando la última idea: tenemos un sistema en capas, y cada capa tiene sus propios protocolos, igual que las leyes de Newton afectan a una capa de la física y la mecánica cuántica a otra. Piense en las capas de hardware/software. El hardware es inútil sin software y el software es inútil sin hardware.
¿Cómo vamos a captar una comprensión de cómo interactúan las dos capas? Por ahora, nadie ha captado realmente esa realidad y nadie ha captado todavía cómo los estados mentales interactúan con las neuronas que los producen. Pero sabemos que las capas superiores mentales y las capas de debajo, que los producen, interactúan. Los pacientes con depresión pueden ser ayudados con psicoterapia (descendente). También pueden ser ayudados con fármacos (ascendente). Cuando estas dos terapias se combinan la terapia es aún mejor. Esto es un ejemplo de la mente limitando el cerebro.
¿Y cómo esta idea de la interacción de la mente y el cerebro le lleva a su postura sobre el libre albedrío?
Para mí, refleja el hecho de que estamos tratando de entender un sistema por capas. Te vuelves consciente de que hay un sistema encima de las capas mente/cerebro que es otra capa más: el mundo social. Interactúa masivamente con nuestros procesos mentales y viceversa. De muchas maneras, nosotros los humanos, en el logro de nuestra resistencia, hemos subido muchas de nuestras necesidades críticas al sistema social que nos rodea así que las cosas que inventamos pueden sobrevivir a nuestras frágiles y vulnerables vidas.
Usted habla de «abandonar» la idea del libre albedrío. ¿Podría explicar qué quiere decir con esto, y cómo ha llegado a esa conclusión?
A mi juicio, esta es el modo en que hay que pensar sobre ello: si fueses un marciano aterrizando hoy en la Tierra, y estuvieras recogiendo información sobre cómo funcionan los humanos, la idea del libre albedrío, tal como se entiende comúnmente en la psicología popular, no surgiría. El marciano observaría que los humanos han aprendido sobre física y química y causalidad en el sentido estándar. Les impresionaría ver la cantidad de información que ha acumulado sobre cómo funcionan las células, y de cómo funciona el cerebro, y concluiría: «Ok, lo están consiguiendo. Igual que las células son maravillosas máquinas complejas, también los son cerebros. Trabajan de maneras sorprendentes a pesar de esa fuerte sensación de que hay un hombrecillo en su cabeza que toma las decisiones. No lo hay.»
El mundo no es plano. Antes de que se conociera esta verdad, la gente solía preguntarse qué pasaría si llegabas al fin de la tierra —¿te caías?—. Una vez que supimos que la tierra era redonda, la nueva perspectiva nos hizo ver que las viejas preguntas eran estúpidas. Las nuevas preguntas también parecen tontas muchas veces hasta que se acepta una nueva perspectiva. Creo que superaremos la idea del libre albedrío y aceptaremos que somos un tipo especial de máquina, una máquina con un agente moral que es el resultado de vivir en grupos sociales. Esta perspectiva nos hará plantearnos nuevos tipos de preguntas.
¿Hay algún experimento en concreto que crea que ha arrojado una luz importante sobre la cuestión del libre albedrío?
Todo en la neurociencia arroja luz de un modo u otro respecto a cómo funciona el cerebro. Está la realidad y es ese conocimiento, acumulándose poco a poco, que nos llevará a pensar de forma más profunda. Una manera de avanzar es intentarlo y responder la simple pregunta. ¿Libre albedrío de qué? ¿De qué quiere estar libre alguien? Yo sin duda no quiero estar libre de las leyes de la naturaleza.
¿Cree que la ciencia va a obligar a los filósofos a cambiar lo que piensan sobre el libre albedrío? ¿Y el resto de nosotros?
El saber humano no puede valerse a sí mismo a la larga. Las cosas se vuelven lenta y gradualmente más claras. A medida que los humanos prosigan su recorrido llegarán a convencerse de ciertas cosas sobre la naturaleza de las cosas y esas abstracciones se reflejarán entonces en las reglas que se establecen para facilitar la convivencia en común. Las convicciones tienen consecuencias y las veremos reflejadas en todo tipo de formas. Sin duda cómo acabemos pensando y entendiendo la responsabilidad humana en el contexto del conocimiento moderno de los mecanismos biológicos dictará cómo elegimos nuestras leyes y nuestras penas. ¿Qué podría ser más importante?
Prefiero la frase del Dr.Gazzaniga, que el New York Time transcribe; «Not now and not likely ever, Dr. Gazzaniga argues in his book. Social constructs like good judgment and free will are even further removed, and trying to define them in terms of biological processes is, in the end, a fool’s game.»* Interpreto que una cosa es el concepto y otra son los mecanismos del cerebro que producen ese concepto. En filosofía valen los conceptos.
*http://www.nytimes.com/2011/11/01/science/telling-the-story-of-the-brains-cacophony-of-competing-voices.html?_r=2&pagewanted=all
La noción de que el libre albedrio no puede existir se deriva de que la conducta del ser humano está determinada por la ley del máximo beneficio. Y dado que no podemos elegir cual es nuestro máximo beneficio, porque esto depende de la genética y de la experiencia, carecemos de libertad para elegir.
Por otra parte, cualquier elección «libre» sería contraproducente para los intereses del individuo y se convertiria en una decisión aleatoria y, por tanto, autodestructiva, dado que somos seres intensamente organizados.
Saludos.
Un nuevo artículo sobre el tema («El libre albedrío») aparece en el Blog Simbiotica. Saludos:
Alejandro Álvarez
El libre albedrío no existe por más que nos ilusione tenerlo. Se puede demostrar por medio de la filosofía, física o psicología. La moral no necesita del libre albedrío, pues sigue siendo útil en el determinismo o el azar (indeterminismo). La discusión se debería centrar en cómo debemos vivir sin libre albedrío, cómo podemos ser felices sin libertad. Todo eso es lo que analizo en mi libro: «Cómo vivir feliz sin libre albedrío» que podéis descargar gratuitamente en http://www.janbover.org.
El libro analiza todos los aspectos debatidos sobre el libre albedrío y más (con bastantes ideas propias). El libro está dividido en 5 apartados: un Estudio filosófico y un Estudio psicológico que analiza la imposibilidad del libre albedrío analizándolo desde todos los ángulos posibles, un Estudio moral que demuestra que la moralidad no tiene nada que ver con el libre albedrio, y un Estudio estadístico y Estudio práctico que analiza de qué modo podemos actuar sabiendo que no somos libres, y a pesar de todo ser felices.
Espero que os interese y, si fuera así, que me devolváis algún comentario al finalizarlo.