Steven Pinker
New York Times, 10-06-2010
(Traducción: Verónica Puertollano)
Las nuevas formas de los medios siempre han provocado pánicos morales: la imprenta, los periódicos, las ediciones de bolsillo, y la televisión han sido todos acusados de ser amenazas para la capacidad mental y la fibra moral de sus consumidores.
Lo mismo sucede con las tecnologías electrónicas. Se nos ha dicho que PowerPoint reduce el discurso a viñetas. Los motores de búsqueda ralentizan nuestra inteligencia, favoreciendo que pasemos por la superficie en lugar de sumergirnos en las profundidades. Twitter reduce nuestro intervalo de atención.
Pero a menudo esos temores no superan los controles básicos de realidad. Cuando acusaron a los cómics de convertir a los jóvenes en delincuentes en los años 50, los delitos estaban cayendo a mínimos históricos, igual que las denuncias contra los videojuegos en los 90 coincidieron con el gran declive de la delincuencia americana. Las décadas de televisión, aparatos de radio y vídeos de rock también fueron décadas en que los índices de C.I. subieron continuamente.
Para hacer un control de realidad actual: el estado de la ciencia, que requiere altos niveles de trabajo mental y que se mide por puntos de referencia claros —los descubrimientos. Hoy en día los científicos nunca se alejan de su email, rara vez tocan el papel y no pueden dar conferencias sin PowerPoint. Si los medios electrónicos fuesen perjudiciales para la inteligencia, la calidad de la ciencia caería en picado. Sin embargo, los descubrimientos se multiplican como las moscas de la fruta y el progreso es vertiginoso. Otras actividades de la vida mental, como la filosofía, la historia y la crítica cultural, también prosperan, como puede atestiguar cualquiera que haya perdido una mañana de trabajo en la web de Arts & Letters Daily.
Los críticos de los nuevos medios usan a veces la propia ciencia para insistir en su idea, citando investigaciones que demuestran cómo «la experiencia puede cambiar el cerebro». Pero los neurocientíficos cognitivos están hartos de oír hablar así. Sí, siempre que aprendemos un hecho o una habilidad el cableado de nuestro cerebro cambia; no es como si la información se almacenara en el páncreas. Pero que exista plasticidad neuronal no significa que el cerebro sea una un montoncillo de plastilina moldeado por la experiencia.
La experiencia no renueva la capacidad del para procesar información básica.
Los cursos de lectura rápida afirmaron mucho tiempo hacer justo eso, pero el veredicto lo dio Woody Allen después de leer Guerra y paz de una sentada: «Iba sobre Rusia»2. La auténtica multitarea, también, ha sido expuesta como un mito, no sólo por los estudios de laboratorio, también por la típica visión de un todoterreno haciendo eses por las calles mientras el conductor cierra acuerdos por móvil.
Es más, como demuestran los psicólogos Christopher Chabris y Daniel Simmons en su nuevo libro The Invisible Gorilla: And Other Ways Our Intuitions Deceive Us [El gorila invisible y otras formas en que nos decepciona nuestra intuición], los efectos de la experiencia son altamente específicos de las propias experiencias. Si educas a la gente para hacer una cosa (reconocer formas, resolver enigmas matemáticos, encontrar palabras ocultas), acaban haciendo mejor esa cosa, pero casi siempre es lo único. La música no te vuelve mejor en matemáticas, conjugar latín no te vuelve más lógico, los juegos de brain training no te vuelven más listo. La gente comprometida no aumenta sus cerebros con calistenia intelectual; se sumergen en sus campos. Los novelistas leen muchas novelas, los científicos leen mucha ciencia.
Probablemente, los efectos del consumo de medios electrónicos también son mucho más limitados de lo que sugiere el pánico. Los críticos de los medios escriben como si el cerebro asumiera la calidad de cualquier cosa que consume —el equivalente en información al «eres lo que comes». Como los pueblos primitivos, que creían que comer animales feroces les volvía feroces, asumen que ver clips de vídeos de rock convierte tu vida mental en clips, o que leer viñetas y posts de Twitter convierte tus pensamientos en viñetas y en posts de Twitter.
Sí, la llegada constante de paquetes de información puede distraer y ser adictiva, especialmente para personas con trastorno por déficit de atención. Pero la distracción no es un fenómeno nuevo. La solución no es lamentar la tecnología, sino desarrollar estrategias de autocontrol, igual que hacemos con cualquier otra tentación de la vida. Desconectar el email o Twitter cuando estás trabajando, o alejar tu Blackberry durante la cena, o pedirle a tu mujer que te mande a la cama a una hora señalada.
Y para fomentar la profundidad intelectual, no la tomemos con PowerPoint o Google. No es que los hábitos de reflexión profunda, mediante la investigación y el razonamiento riguroso, hayan llegado naturalmente a la gente. Necesitan ser adquiridos en instituciones especiales que llamamos universidades, conservadas con un mantenimiento constante que llamamos análisis, crítica y debate. No las garantiza sostener una pesada enciclopedia en el regazo, ni están desapareciendo por el acceso eficiente a la información en internet.
Los nuevos medios han tenido éxito por una razón. El conocimiento está creciendo exponencialmente; la capacidad mental humana y las horas de vigilia, no. Afortunadamente, internet y las tecnologías de la información nos están ayudando a gestionar, buscar y recuperar nuestros resultados intelectuales colectivos a diferentes escalas, desde Twitter y las vistas previas de los ebooks a las enciclopedias online. Lejos de hacernos estúpidos, estas tecnologías son las únicas cosas cosas que nos mantendrán inteligentes.
notes
1 «Mind over mass media» en el original.
http://en.wikipedia.org/wiki/Mind_over_matter
2 «Hice un curso sobre lectura rápida y leí Guerra y Paz en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia.» (Woody Allen)
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Excelente artículo, cada vez me gusta más todo lo que escribe Steven Pinker.
Una de las capacidades mas importantes, y que ha potenciado su crecimiento a través de los nuevos medios, es la conciencia. Especialmente a través de aquellos que incluyen un componente social.
Yo lo llamo «la historia de la Conciencia Social Globalizada», y cómo esto nos hace cada vez más humanos.