Tercera Cultura
Dejar un comentario

Krakatoa

Un peligroso volcán con piel de cordero

En mi reciente vuelta al mundo, hace unos días que mi barco iba desde Mumbai –antiguo Bombay– hasta Singapur. Para hacerlo tuvimos que pasar el estrecho de Sonda que separa las islas de Java y Sumatra. Hacia las siete de la tarde el sol estaba muy bajo en el horizonte y teñía de rojo la banda de nubes que se ubicaban muy cerca del mar. KrakatoaA nuestra izquierda –oeste– vimos dos montes, los dos cónicos. Uno más grande que otro. El pequeño se mostraba como un montecito inofensivo que parecía de color negro al estar delante de las nubes rojas. Saqué unas cuantas fotos de puestas de sol con los dos montes como protagonistas. Son fotos idílicas de las que hacen pensar en paraísos tropicales. Sin embargo ese montecito es nada menos que lo que queda del Krakatoa, uno de los volcanes que más víctimas ha causado en época histórica.

En mayo de 1883 empezaron una serie de erupciones que culminaron con una gran explosión el 27 de agosto. Fue una explosión terrible; se estima que fue equivalente a haber hecho explosinar en aquel lugar algo más de siete mil bombas atómicas como la Hirosima. ¡Siete mil bombas como la de Hirosima! La explosión fue tan brutal que se escuchó a cinco mil kilómetros de distancia. Tras esa violencia extrema vinieron los tsunamis. Como la explosión fue en el mar se crearon enormes olas, algunas llegaron tener cuarenta metros de altura y arrasaron con 163 aldeas. Se estima que el número de muertos que causó fue superior a los 36 000.

Las cenizas de la explosión alcanzaron los 80 kilómetros de altura y sin duda que influyeron en la temperatura del siguiente año. La refracción de la luz del sol en ese polvo produjo preciosos atardeceres y amaneceres que fueron descritos incluso tres años más tarde. Siendo todo esto espectacular se queda corto con lo que ocurrió en el año 1815 cuando explosionó un volcán no lejano del Krakatoa: el Tambora, que está en Indonesia. Fue una explosión tan enorme que cubrió una superficie similar a la de España con tres metros de lava. En lugares mucho más alejados, como por ejemplo Francia, la lava cubrió el país con una capa de un centímetro de grosor. Las temperaturas globales bajaron. Las cosechas fueron malas y hubo terribles hambrunas en todo el mundo. El año siguiente, 1816, fue un año de frío y lluvias en Estados Unidos y en Europa. En Francia la temperatura de ese verano fue tres grados centígrados inferior a la media. En muchos sitios al año 1816 se le llama «el año que no tuvo verano».

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *