por Vicente Carbona
Como director del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia, ¿qué papel piensas que cumplen, o deben cumplir, los museos de ciencia en la sociedad española?
Éste en particular probablemente no iba a ser lo que está siendo. Yo creo que nadie sabía lo que iba a ser. De hecho, cuando yo vine, no había ni siquiera un proyecto museológico, o sea, nadie sabía para qué iba a servir esto. Se sabía que era un museo de ciencia, más o menos similar a los que hay por ahí en Europa. Lo que yo creo que hemos conseguido hacer, y era mi idea más o menos al principio, es un museo donde, primero, no hay colecciones, ni grandes hitos de la historia de la ciencia o curiosidades almacenadas para mayor gloria de los visitantes. Es un museo nuevo. Lo que tiene en cambio son elementos que tienen que ver con la actualidad, siempre que se pueda, y con casi cualquier cosa que tenga que ver directa e indirectamente con la cultura, en su sentido más amplio, focalizada al mundo del conocimiento científico y tecnológico.
Mi intención, sencillamente, era que los visitantes cambiaran de actitud hacia la ciencia. El diagnóstico que muchos hacen es que para la mayor parte de las personas incultas en estos temas, la palabra ciencia evoca siempre cosas difíciles, cosas aburridas. El reto era que cambiara esa actitud, y que ante el fenómeno de la ciencia, del conocimiento aplicado y abstracto, la gente realmente pensara que eso era divertido y fácil. Por tanto, no hacemos ni enseñamos ciencia en el sentido que se hace en los colegios y en las universidades: nosotros aspiramos como lema al hecho de que la naturaleza no tiene la culpa de que nosotros, los humanos, hayamos inventado las asignaturas. Aquí no hay asignaturas. Intentamos integrar el conocimiento de la manera más asequible posible para el visitante, por tanto hay mucha interactividad manual, así que hay mucho «hands on»… también hay mucho «hearts on», y mucho «minds on». Y el resultado es «learning». La idea es que al final aprendes sin querer y te lo pasas bien, porque tocas, porque piensas, porque sientes cosas. ¿Cómo? Con muchos trucos, pero siempre pensando en eso que interesa a la gente, no lo que me interesa a mí como científico, o como representante de la Academia. Es decir, que la ciencia que aquí intentamos poner al alcance de las personas es aquella ciencia que yo, como periodista y como comunicador, pienso que a la gente le interesa. Y no tanto la que quizá más interese a los científicos.
La ciencia no puede presentarse como algo hecho y terminado, sino como algo en constante crítica, en permanente elaboración y reelaboración. Hay gente que piensa que la ciencia es como las Tablas de la Ley; pero perdona, no, una cosa es el dogma y otra es la ciencia. Es muy importante que la gente perciba que hay un debate, un debate científico. No de opiniones, no religioso, no ético, aunque no hay ningún problema en hablar de ética, pero sobre todo un debate científico, racional, donde diversas teorías pueden en un momento determinado estar confrontándose porque no tenemos seguridad absoluta nunca, y es importante que la gente acabe con la idea de que en la ciencia las cosas son Verdades con mayúscula. No. Lo son… mientras no se demuestre lo contrario.
Un lema que aquí tenemos, es aquel que hace que nuestro mundo, el que intentamos poner al alcance de las personas, el mundo de la ciencia como cultura, es un mundo que le pertenece a todo el mundo, no sólo a los científicos, a los políticos, a los economistas o a los periodistas. La ciencia es de todos. Porque todos la pagamos, o bien a través de revoluciones tecnológicas, o directamente con nuestros impuestos.
Al final, estamos teniendo éxito de público, algo muy significativo. Siempre se puede pensar que vienen por el edificio, que es extraordinario, pero claro, después de diez años, si siguen viniendo, está claro que vienen por el contenido.
En España empezaron con el museo privado de la Caixa en Barcelona, luego al año siguiente el primer museo (de ciencia) público de España, que fue el de La Coruña, hace más de veinte años, y desde entonces, ahora somos casi quince museos y planetarios interactivos, la asistencia de la gente se sigue multiplicando… Yo creo que hay una clara influencia, que aunque sea indirecta, que no se pueda medir fácilmente, sí que contribuye a elevar el nivel cultural de las personas, de los jóvenes, de los jubilados, porque no todos van a ser científicos.
¿El conocimiento científico apoya y fortalece a la democracia?
Indirectamente, sí. Porque enriquece el debate público sobre temas importantes, y un votante informado tiene más criterio. Hoy, en pleno siglo 21, las decisiones colectivas que tomamos entre todos son más informadas, y por tanto, podemos actuar con más libertad, no haremos lo que nos digan otros, haremos lo que nosotros mismos creamos que será mejor o peor para nuestra sociedad. Además, el conocimiento científico casi te obliga a querer saber más: algo que te impulse a querer saber más. Esto, en el mundo de hoy, es muy importante.
Se dice que, históricamente, España tiene un problema con la ciencia.
Es una reflexión histórica que lleva ya más de un siglo, desde la generación del 98, Unamuno y compañía, cuando hablaban de la tontería ésa de «que inventen ellos». Pues bien. Decían que España es un país intelectual, un país espiritual, que no estamos hechos para hablar de máquinas… La mística frente a la ciencia y la técnica… Eso es una tontería.
Es verdad que eso nos ha hecho mucho daño, y que el franquismo no mejoró la cosa para nada, y es verdad que vamos muy retrasados. Pero también es verdad que estamos mejorando muy deprisa, muy deprisa, aunque claro, hemos partido desde muy abajo. A mí me da la impresión… por ejemplo, yo conozco muy bien el mundo francés… no me da la impresión de que la ciencia en España esté muy diferente ahora ya a como está en Italia, en Francia… incluso en Inglaterra, aunque todos ellos están aun un escalón más arriba. Por ejemplo, para comparar. La influencia de las creencias, no ya religiosas, sino pseudocientíficas: astrología, videntes, o magos, todo eso… bueno, en París hay, en proporción, los mismos que en Madrid. Y en Roma, o Nápoles, muchísimos más.
España ya se ha incorporado al mundo en el que la ciencia se piensa de otra manera, hasta los políticos piensan de temas científicos de otra manera, cosa que antes no ocurría, y esto es bastante significativo.
Los medios de comunicación han hecho un esfuerzo enorme, aunque haya sido sencillamente por navegar con el viento girado. Si el viento gira tú tienes que adaptarte, y así fue. Por ejemplo con la revista Muy Interesante; con el éxito que tuvo, muy pronto se vio que allí había un filón, y de repente los periódicos entendieron que aquella sección de ciencia minúscula que tenía alguno, podía ser potenciada, y vinieron los suplementos… bueno, poco a poco. Pero partíamos de casi cero. Y en eso, en la prensa, sí que seguimos por debajo, sobre todo de Francia, Alemania e Inglaterra.
La influencia francesa sobre el pensamiento español: ¿Positiva o negativa? ¿Ha contribuido a una tendencia hacia el pensamiento blando, pseudocientífico, en España, como alegan algunos anglosajones?
Bueno, podemos hablar de aquello que hicieron Sokal y Bricmont. Fue un ensayo que demostró hasta qué punto las palabras pueden emborrachar hasta no decir nada haciendo parecer que dices mucho, y especialmente utilizando términos científicos que no entiendes, como por ejemplo la cuántica, que se ha usado para decir las mayores tonterías pareciendo que decían algo muy sólido.
Pero bien. De todas maneras, el mundo anglosajón también tiene grandes pecados sobre su espalda que los franceses no dejan de señalar con muy mala uva. Mira lo cerquita que están Francia e Inglaterra pero lo enemigos que son. Y sin embargo, tienen problemas similares. No creo que España se haya mirado mucho en Francia. España ha sufrido sobre todo el franquismo, que era aislante en general. Llevamos de democracia muy poco, y la democracia no se ha hecho realmente democracia hasta después del intento de golpe de estado, estamos ya hablando de apenas treinta años, que no es nada.
Y el mundo francés ya no está muy cerca de España, lo está más bien el mundo americano, como en casi todas partes, que es el gran unificador de tendencias. El mundo sajón británico siempre ha visto con recelo al mundo europeo continental, pero por ejemplo, los pensadores alemanes son mucho más sólidos que los ingleses, en todos los sentidos. Incluso los franceses más sólidos que los ingleses. Ahora, hay mucho cuentista en todas partes.
¿Y la influencia de la religión en España?
El problema con este tipo de pensamiento es que te lo dan ya todo hecho, sin ni siquiera pedirte tu opinión. Cae del cielo como una especie de bomba y lo compras porque te gusta, porque te adhieres, porque te lo crees, pero nadie te dice qué es lo que hay. Nadie te dice lo que es un embrión, por ejemplo. Todavía estamos discutiendo sobre si el embrión es un bebé, como dicen los obispos. ¿Cómo va a ser un bebé? Oigan, perdonen, un bebé es un bebé nacido, y el embrión es un paquete de células que, ¿tú puedes decir que es vida humana? Claro que es vida humana, pero que eso tenga el sentido de vida humana que le da la ley, eso ya es discutible, es opinable. Estamos a punto de poder clonar a los seres humanos a partir de cualquier célula; ¿serán entonces embriones esos clones? Cada cual puede pensar lo que quiera, pero la ley decidirá democráticamente lo que haya de afectar a la vida civil de todos, le guste a quien le guste. Eso se llama estado democrático de derecho.
Entonces, claro, ese tipo de argumentos tan falaces, te hacen ver hasta qué punto la incultura científica te lleva a no poder entender ni siquiera las palabras, no ya los conceptos o los debates o las ideas: las palabras.
¿Por qué no hay mercado en España para libros de ciencia?
Bueno, en España no se venden bien ni las traducciones. Y es verdad que en general están muy mal hechas. Mi mujer es traductora de la ONU, así que te hablo con conocimiento de causa. Pero, a veces hay buenas traducciones, y aún así no se venden. Ahí sí que hay en España un problema muy antiguo, y es que la gente no lee. Ni libros ni periódicos.
Yo tengo una teoría bastante divertida, y es que el clima influye mucho. En España estamos mucho más en plein air, y el aire libre es un enemigo de la vida intelectual. En cambio, en los países nórdicos, hay más oscuridad, llueve más, la gente lee más… te pones un buen sillón de orejas, tu té al lado, tu pipa… Aquí no. Aquí todas las noches a las doce de la noche están las calles llenas de gente, y en Alemania, por ejemplo, a las siete de la tarde no hay ni un alma en la calle. Incluso en verano. Es curioso que el mundo rico es también el mundo frío. En realidad no es ni siquiera una teoría, pero es algo que me intriga.
Hablemos del concepto de los memes, de la cultura como transmisión de ideas de un cerebro a otro. ¿Es posible que esto sea negativo para la transmisión del pensamiento crítico, el pensamiento científico en ciertas culturas?
La tradición, que dice (Richard) Dawkins. Sí. Eso nos llevaría muy lejos. Nos llevaría a pensar en cómo pensamos. Hemos aprendido (a través de la tradición) el valor simbólico de las palabras, y hemos aprendido a correlacionar esas palabras, las ideas abstractas… claro, tú eres producto de tu propia cultura. De cómo te han enseñado a conceptualizar la realidad. Si en esa cultura la religión, por ejemplo, forma parte de uno de los elementos de conceptos como dios, etcétera, el meme religioso se convierte en un meme esencial en tu mundo.
Para la religión, la ciencia es un problema. Para la ciencia, la religión no. La ciencia pasa de la religión. La ciencia, como constructo de ideas racionales basadas en experimentación, no necesita para nada la religión. El que quiera, que crea, y el que no quiera, que no crea. Yo no entiendo que un avión va a volar porque crea que va a volar. Me tendré que inventar la manera de hacer que vuele. En cambio, a la religión sí que le molesta la ciencia, y no ha parado de estar constantemente a la contra, y luego, cuando no ha tenido más remedio que tragárselo, pues lo han adoptado de la mejor manera posible… y algunos ni siquiera, se niegan a adoptarlo.
Los creacionistas siguen pensando que no es verdad lo de Darwin, y en algún momento tienen que decidir en qué punto ese argumento es estéril, absurdo, porque no es sostenible. Pero ahí están.
¿Adónde vamos en términos globales? ¿Será la ciencia la respuesta a los problemas generados por esos memes destructivos?
Las religiones son por definición excluyentes. Es decir, que mi religión es la verdadera, por lo tanto la tuya es falsa, por lo tanto te mato, o te combato, o en todo caso, en el mejor de los casos, no hablo contigo. La ciencia es todo lo contrario. No es excluyente.
Hace unos días leí una entrevista en El País de un médico del instituto del cáncer de Houston, y éste hombre decía que está trabajando con grupos de científicos en Irán, y los problemas científicos son los mismos, un cáncer es igual en Irán que en cualquier otro lugar, y que quizá esto nos ayude a entendernos de manera mucho más positiva que otros campos del pensamiento humano. Yo creo que efectivamente, la ciencia te ofrece un camino de racionalidad que todos podemos compartir.
La ley de Newton es la misma; aunque Newton sea inglés y protestante, la ley es igual para un musulmán que para un judío o para un sintoísta de Japón. Y es que es una ley de la naturaleza, y eso no tiene dioses por detrás. La ciencia permite que el hombre utilice al máximo su expresión racional, mientras que la religión es irracional.
¿Crisis de civilización? Lo que está en crisis es el crecimiento de la especie humana. Que la población humana sea de siete mil millones cuando hace apenas un siglo éramos algo más de mil millones, el impacto de esto es importante. Y si vivimos más de cien o ciento cincuenta años, todo esto tiene un impacto. Ese impacto ecológico es la auténtica crisis.
¿Cómo evaluarías tu vida profesional, pasada, presente y futura?
A mí eso no me importa mucho. Que a mi edad pueda estar en una cosa como ésta, y que me estimule, y que tenga problemas como todo el mundo, ya me vale. Mi cuota de vanidad, que todos la tenemos, yo la gocé con muchas ganas cuando era muy joven, porque fui famosísimo como «el hombre del tiempo de la noche» (en TV1) con veintiséis años. Y claro, yo estuve ahí catorce años de mi vida, y me conocía todo el mundo, por una razón sencilla: en España sólo había una cadena de televisión, y era la mía. Me veían todas las noches veinte millones de personas. Eso ya te quita toda la vanidad del mundo… o te vuelve tarumba. No creo que haya sido éste mi caso.
A corto plazo, mis planes son de al menos dos o tres años de trabajo de museo, los tengo ya planificados, lo que no quiere decir que lo vaya a dejar en dos años. También estoy escribiendo tres libros, a la vez, y planeando conferencias… me lo paso muy bien. Luego toco el piano en mi casa, para mover las neuronas por otro lado.