La oxitocina es una de las hormonas más “sexys” del mercado de la divulgación científica, debido al papel que desempeña en un variadísimo conjunto de conductas sociales: cuidado materno de los niños, cooperación social, ansiedad, confianza económica, miedo, diferencias sexuales, síndromes antisociales…
Sin embargo, la oxitocina no es exactamente una “molécula del amor”, y por desgracia los peores inconvenientes de vivir en sociedad no se van a poder resolver con sprays de esta hormona, tal como parecía inferirse de los primeros trabajos optimistas de los neuroeconomistas. El neurotransmisor de las caricias tiene su lado oscuro. No es una «bomba para la paz«.
Ed Yong pasa revista en New Scientist [PDF] (Vía) a algunos de los hallazgos desagradables de los que aparentemente es responsable la misma oxitocina: promoción de la envidia y de schandenfraude (Journal of Biological Psychiatry, Vol 66, Pág 864), mejora de la capacidad para leer las emociones, pero sólo para los más sociables (Psychological Science Vol 21, Pág 1426), reducción de la confianza y la cooperación en personas particularmente ansiosas (Social Cognitive and Affective Neuroscience, Vol 5, Pág 556), aumento de la confianza en los compatriotas, pero no hacia las personas de otras nacionalidades (Science, Vol 328, Pág 1408).
Según Carsten de Dreun, la oxitocina proporcionaría, ante todo, una respuesta de defensa dirigida a las personas del propio círculo social para protegerlas de los peligros exteriores. Más que promover una buena voluntad genérica, la oxitocina parece promocionar los sesgos sociales más provincianos. También es el «neurotransmisor del nacionalismo».
Para Patricia Churchland, la oxitocina es una “poderosa hormona que juega muchos papeles en el cerebro y el cuerpo” pero sigue siendo muy difícil identificar un papel causal directo en comportamientos socialmente complejos. Es probable que averiguar más sobre estas “hormonas sociales” pueda ayudar, en un futuro próximo, a remediar síndromes antisociales como el autismo o el síndrome de Asperger, pero los efectos a largo plazo son desconocidos, y las soluciones fáciles están descartadas. En Braintrust (Pág. 59 ):
Aunque los datos que hemos discutido muestran que hay una importante relación entre el comportamiento social, la oxitocina, la vasopresina y sus receptores, entender la naturaleza precisa de estas relaciones requerirá entender mucho más sobre cómo se toman las decisiones, así como sobre los efectos de la percepción en las emociones. Hay que tener en cuenta que la Oxitocina no debe ser etiquetada como la molécula de la función social y cognitiva. Es una parte de un circuito interactivo complejo y flexible de genes, de interacciones entre genes, neuronas y el entorno neuroquímico, y de interacciones entre las neuronas y el cuerpo.
De lo que ya podemos dudar menos es de que existe una neurobiología de la moralidad y que, probablemente, el circuito cerebral de la oxitocina y la vasopresina, en particular, desempeña papeles cruciales. Como explica Mario Bunge en un libro de próxima aparición, “todos los descubrimientos científicos logrados durante estas tres décadas se refieren a entes concretos, y nadie descubrió entes desencarnados”. Carece de sentido sorprenderse de que las conductas “inmorales” o moralmente provincianas también se correlacionen con entes y moléculas concretas. Repetimos: la moralidad no ha bajado del cielo. El tradicional problema ético del mal también depende de una compleja interacción entre moléculas físicas.
Como simple aficionada a la ciencia (soy de «letras») esa «neurobiología de la moralidad» me parece que abre un campo de conocimiento fascinante, a la vez que, quizá, las bases para un mejor entendimiento para un futura ética supra cultural.
Es altamente improbable que eso (una «ética supracultural») llegue a suceder. Yo me inclino a pensar que es imposible por principio. Es la famosa discusión sobre si la ciencia puede «determinar» los valores y la respuesta podría ser, que no.
http://blog.practicalethics.ox.ac.uk/2011/11/sam-harris-is-wrong-about-science-and-morality/
Eso de encontrar una ética supra-cultural es interesante
Hola Eduardo, me he fijado que hay una errata en la traducción.
En el artículo original:
found that it improves people’s ability to read emotions, but only if they are not very socially adept to begin with (Psychological Science Vol 21, Pág 1426)
Y tiene puesto:
mejora de la capacidad para leer las emociones, pero sólo para los más sociables.
Un saludo y como siempre un buen trabajo en sus artículos, en su blog como por aquí.
Un artículo muy interesante. Era interesante hasta la parte de «la moral no baja del cielo», etc. Mucha ciencia y conocimiento para luego hacer comentarios ignorantes. Nadie piensa que la moral baje del cielo, ni siquiera la gente religiosa. Una cosa es lo que nos condicione la química en nuestro comportamiento, que nadie lo duda, y otra es nuestra propia responsabilidad sobre esos comportamientos (por supuesto una responsabilidad en relación a cómo es «químicamente» cada uno). Ese manejo de la responsabilidad y voluntad se puede manejar de manera religiosa o puramente ética, pero ni un punto de vista ni el otro se puede excluir por conocer qué ocurre químicamente en el cerebro. El saber cómo funciona una estructura no significa que se sepa qué es esa estructura. Todo lo demás… es pura soberbia (lo dicho, tanta ciencia pero tanta ignorancia). Afortunadamente algunos científicos conocen el significado de sus palabras antes de expresarlas.
Afortunadamente…la moral no baja del cielo… 😉
nooo jaja hormona de la nacionalidad xD xD jajajaja nono pues acaso y es lo mismo ponerle gasavion a un bocho que a un ferrari ; me refiero al estado mental dado por el espiritu ; pues una mente cerrada ira a su limite limitado visto desde una mente muy abierta por un gran espiritu . bueno espera y sirva algo mi comentario , saludos