autora: María Teresa Giménez Barbat fuente: elcultural.es
¿Se imagina un día en que la humanidad sea capaz de proyectar su mente hacia el vasto espacio sideral y vagar entre las estrellas? Libres de nuestro cuerpo material,exploraremos el universo como entes de pura energía. El sueño de los poetas y de la ciencia ficción más fronteriza se hará realidad.
Pero no es utopía, nos asegura Michio Kaku (California, 1947), autor de El futuro de nuestra mente. Introducir nuestra impronta neuronal y enviarla por medio de un rayo láser al espacio profundo está dentro de las leyes de la naturaleza. Para este físico, los únicos grandes retos los constituyen el cerebro y el universo. En libros anteriores, como Física del futuro, ya hablaba de la ciencia ficción convertida en realidad, de los viajes espaciales y de la medicina nanotecnológica. Este libro escrito con claridad y optimismo a partes iguales describe un mundo que cambia a gran velocidad. Según Kaku, hemos aprendido más del cerebro en los últimos 15 años que en toda la historia humana. Dividido en tres secciones, la primera describe un panorama general sobre el cerebro y la conciencia que sonará familiar a los interesados en estas ciencias. El segundo nos revela las tecnologías que ya están haciendoposible el registro de los recuerdos, la lectura de la mente, su “videotaping” y la versión científica de la nigromántica Telequinesia. El tercero nos da la visión de un futuro donde nos llevará laingeniería revertida del cerebro.
La expansión humana por el universo es un sueño de difícil realización. Que el hombre pueda asentarse en otros planetas o satélites del Sistema Solar es prácticamente un imposible. Por lo menos una condena a muerte en un corto plazo. Sin embargo, la robótica abre grandes posibilidades a la exploración de planetas como Marte enviando avatares mecánicos de astronautas que no se moverán de su oficina. Naturalmente, la dificultad aumenta a medida que la distancia se hace mayor y el tiempo de respuesta condicionado por la velocidad de la luz ya no lo hace práctico. Sin embargo, el conocimiento del cerebro nos abre las puertas a la exploración del cosmos.
El cerebro es el órgano más misterioso, un verdadero desafío para humanos que reflexionan sobre su propio pensar. El cerebro representa el 2% del peso corporal, pero consume un 20% de toda la energía. En los bebés, este gasto puede llegar al 65%. En nuestra receta genética, un 80% de los genes codifican características cerebrales. Igual que otros científicos “futuristas” como Marvin Minsky (reciente premio BBVA “Fronteras del conocimiento”) o Ray Kurtzweil, el teórico de cuerdas convertido en científico pop, Michio Kaku sostiene que el cerebro es un ordenador hecho de carne y su comprensión, básicamente, un problema de ingeniería sofisticada. Los investigadores están estudiando la dinámica microscópica del cableado cerebral. Aunque no tan optimista como Kurzweil, que no cree que esto vaya a tardar más de dos décadas, Kaku imagina el día en que los recuerdos podrán registrarse y luego activarse en el cerebro de otra persona, en que los viejos recuerdos podrán ser grabados y reproducidos como vídeos, en que robots autoconscientes serán nuestros compañeros o en que nuestra propia conciencia será descargada en máquinas que vivirán para siempre.
En estos momentos están en marcha varios proyectos. El Blue Gene, (un supecomputador con 147.456 procesadores y 150.000 gigabytes de memoria),el Human Brain Project, el BrainResearchthroughAdvancing InnovativeNeurotechnologies (BRAIN) o el impulsado por Paul Allen, multimillonario cofundador de Microsoft. Sólo el Human Brain Project le cuesta a la Unión Europea 1.000 millones de euros. Sin embargo, terribles enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer y otros tipos de depresiones podrían ser aliviadas en unos años con la correspondiente descarga económica para las arcas de los estados.
Un adolescente paralítico, con un exoesqueleto controlado por el cerebro representará uno de los mayores hitos científicos de 2014. En la inauguración del Mundial de Fútbol de Brasil en junio podría levantarse de su silla, caminar hasta el balón y dar la patada inaugural del campeonato. Este artilugio está siendo desarrollado por cerca de un centenar de científicos de EEUU, Europa y América Latina. Usa un sistema de electrodos conectados a la cabeza que recolectan las ondas cerebrales del usuario y generan señales que se traducen en movimiento del exoesqueleto. Quizá ese balón dirigido a las estrellas marque el inicio de una nueva era.
María Teresa Giménez Barbat
A Michio Kaku sólo le falta anunciar el pan Bimbo. Por cierto, Ray Kurzweil nunca ha sido «un teórico de cuerdas» (a no ser que te refieras a los timbres de cuerdas de los teclados Kurzweil).