Tercera Cultura
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El conocimiento no es una pala

autor: Gesine Schwan – traducción: Fernando Peregrín

Gesine Schwan

Gesine Schwan

El primer objetivo de la educación, comoquiera que uno la entienda, debe de ser para nutrir la habilidad de reflexionar, desarrollar nuevas ideas, e implementarlas colectivamente, escribe Gesine Schwan. Multilingualismo cognitivo es la única manera de prevenir la especialización del conocimiento que estrecha nuestros horizontes hasta un extremo que resulta una irresponsabilidad estructural

Hoy, las discusiones sobre el papel de las universidades se centran casi exclusivamente en su contribución al desarrollo económico de un país o región, y más específicamente a como las universidades pueden contribuir a contrarrestar

el desempleo y mejorar la competitividad. Esta prioridad se ilustra poderosamente en la justificación del llamado proceso de Bolonia, en particular el cambio del convencional Diploma y Magíster al de BA y MA[1]. El argumento es que el alineamiento internacional de medidas para el rendimiento académico aumentará la competitividad de las universidades europeas con respecto a las correspondientes de EE UU y les permitirá a prepara mejor graduados para la competencia en el mercado internacional de trabajo.

En suma, el marco de referencia para la definición del papel de las universidades rara vez va más allá de estos aspectos de competitividad económica. A la vista de un desempleo que crece, esto es sobradamente entendible: la experiencia demuestra que el conocimiento, educación y adiestramiento suministran la mejor oportunidad para reducir el desempleo y estimular la economía, especialmente por medio de la innovación. Empero, esta tendencia a limitar el papel de las universidades a este aspecto debe, yo creo, superarse, porque lleva a un empobrecimiento cultural y descuida la amplia perspectiva de la educación en el mundo de las sociedades liberales y democráticas A largo plazo, las consecuencias de esto pueden ser severas.

¿Cuál es el propósito de la educación en las democracias?

Está generalmente aceptado que la educación garantiza a largo plazo el marco de normativas democráticas en el cual se esté educando, como también el poder cumplir con los desafíos empíricos – por ejemplo, la transformación del trabajo – que encontraremos en un futuro predecible. Me gustaría explotar las implicaciones de esto para la educación universitaria, un área en la que me considero más cualificada para hablar de ello que en el sector de las escuelas. ¿A qué metas educacionales deben las universidades dedicarse en condiciones democráticas? Permítanme ignorar, por el momento, el hecho de que hoy esa cuestión se considera a menudo superflua, porque, en suma, la relevancia económica de la academia y las universidades es casi exclusivamente el centro de atención, eso se da por supuesto. Tradicionalmente, las metas extra-económicas de las universidades debían ser la “formación cultural” y la “capacitación”. A menudo, estas dos metas se contrastan una con la otra, con el desarrollo no instrumental de la personalidad visto como antitético a la capacitación para el mercado de trabajo. Esto usualmente viene con el aviso de que hoy día las universidades no pueden educar por el motivo del conocimiento académico solamente – como si lo hubiesen hecho alguna vez en tal estrecho sentido.

Por supuesto, una profunda inseguridad acerca de la forma que el mercado del trabajo tendrá en el futuro ha causado, cada vez más, que se cuestione la meta de la educación superior de preparar graduados para el empleo. Ya no sabemos cómo será el mercado de trabajo del futuro y hacia que profesiones y destrezas debería por tanto, dirigirse la educación superior. Sin embargo el mercado del trabajo no se nos impone como un sino, si no que puede ser influenciado en gran medida. Por ejemplo, la competencia global puede disparar variadas reacciones de las compañías: pueden transferir producciones de trabajo intensivo a países con salarios más bajos, pueden intensificar el trabajo doméstico de una manera “taylorista”, pueden reemplazar a los trabajadores con máquinas, o pueden elegir procedimientos de producción centrados en la innovación como por ejemplo la producción de móviles. La última de estas soluciones tiene el mejor futuro, de acuerdo con los especialistas. Sin embargo requiere empleados altamente cualificados.

En la década de 1990, la firma italiana Fiat quiso introducir la fabricación modular en su nueva factoría en Melfi. Por causa de la carencia de trabajadores cualificados en el área  inmediata, sin embargo, Fiat optó por reducir su nueva planta significativamente. El resultado será menos demanda de trabajadores cualificados en el futuro, más monotonía en el trabajo de muchos, y la creación de un cisma social entre trabajadores de baja calificación y de los de alta quilificación. Si se quiere evitar esto, entonces una capacitación de alto nivel guiada hacia la independencia, creatividad y responsabilidad puede ciertamente merecer la pena, incluso si no hay perspectivas de aplicación concreta en el mercado laboral. Es la existencia de una fuerza de trabajo altamente cualificada la que proporciona, en primer lugar, a las empresas competitivas la oportunidad de moverse en otras direcciones.

Este ejemplo apoya la creciente visión común de que una buena y “sostenible” capacitación de ninguna manera se opone a la educación en un sentido más amplio. Puesto que el futuro esta abierto, lo importante no es ya la adquisición de habilidades técnicas o información, sino la habilidad de los individuos para desarrollar categorías independientes a partir del creciente volumen de información y de “experiencia del mundo” como un todo. Haciendo esto, se permite a los individuos lograr conocimiento reflexivo que va más allá de la mera información, para desarrollar nuevas ideas, tomar iniciativas, e implementar éstas en colaboración con otros. Todos estos pasos demandan alto nivel de reflexión. Esto es pertinente, en una mano, a las bases metodológicas y teóricas de la información y del conocimiento. Esto solo requiere perseverancia y sobre todo paciencia, dada la incertidumbre oculta en cada método y en cada teoría – la razón por la que no hay tal cosa como un conocimiento seguro, fácilmente manejable sin considerar su condicionalidad. Este es el caso hasta para la más pequeña de las observaciones. “Hay mas que observar que lo que pueda observarse”, como el filósofo y teórico del conocimiento Günter Abel dijo. Medida frente a los estándares académicos, para no mencionar las últimas investigaciones, la ingenuidad cognitivo-teórica que se encuentra en incontables defensas de la nueva sociedad del conocimiento, incluyendo las altamente oficiales (a veces ocultas en lenguaje burocrático), es en mi opinión, escandalosa. ¡Como si el conocimiento se pudiera usar como una pala!

En la otra mano, la reflexión permite llegar a un entendimiento con aquellos con los que yo me esfuerzo para obtener conocimiento, aquellos con los que entro en intercambio, y aquellos con los que colaboro. Quienquiera que no esté acostumbrado a reflexionar sobre las condiciones de sus propias acciones y pensamientos se encontrará en dificultades para entrar en discusión con otros acerca de la cuestión a mano, y, en contextos y situaciones complejos, será incapaz de seguirlos y actuar conjuntamente con ellos. Esta habilidad de reflexionar, como la he descrito brevemente, es un prerrequisito para la educación superior si ha de ser a la vez, abierta al futuro y capaz de sobrevivir en él. Al mismo tiempo, es una característica esencial de la educación en el amplio sentido de “cultura”, vista desde la Ilustración como la ruta y el objetivo del desarrollo de la personalidad. De importancia central aquí es la actividad soberana del individuo, como el medio por el cual el individuo se hace un sujeto moral. La educación no es una mercadería para el comercio o una garantía para el prestigio que permite, usando la frase sarcástica de Nietzsche, al ciudadano burgués educado (Bildungsbürger) convertirse en un “educado filisteo” (Bildungsphilister).

Más bien es un esfuerzo constante con el que una persona entiende el mundo, adquiere orientación moral, y subsecuentemente, actúa responsablemente. Una persona reflexiva compara cada experiencia con sus previas experiencias, consciente de que no hay tal cosa como un conocimiento total en el que uno pueda simplemente apoyarse, un conocimiento que ya no requiere alcanzar un entendimiento con otros. Por el contrario, el progreso desde la información singular al conocimiento, propiamente entendido como el logro de un incremento en certeza sobre aquello que se dice o asume, consiste en la paradójica confirmación del principio de incertidumbre del conocimiento y los límites de su validez. El conocedor sabe los límites y las vallas acerca cada presunción de certeza mejor que la persona que está meramente informada. El conocimiento de la incertidumbre entonces indica un progreso en el entendimiento. La obra de Kant, Crítica de la razón pura, la “revolución copernicana” de la teoría cognitiva, detrás de la cual tantos retóricos contemporáneos de la sociedad del conocimiento van a la zaga, ofrece la base para entender la educación. Es mucho más moderna y sobre todo ilustrada que muchas posiciones pseudos-progresistas que proclaman, sin reflexionar, que la sociedad del conocimiento es un hecho o incluso una meta.

Justificación para la necesidad de una educación de por vida que se refiera a la así llamada “media-vida” del conocimiento, indica una desconsideración que necesita ser denunciada si queremos evaluar y determinar las metas de la universidad en condiciones de un exceso de fe en los ordenadores y una avalancha de información. El genuino conocimiento reflexionado no pierde su validez después de tres meses como la información en una tabla de horarios de viajes. Lo crucial es desarrollar un conocimiento de larga duración porque es reflexionado, para lo cual los conocedores son responsables; un conocimiento que no puede reducirse a una serie de cifras que uno pone en una cajita y la adorna con flechas que funcionan como causalidad, mas un conocimiento que se realiza a si mismo a través de la praxis de la reflexión de la experiencia, y que depende de un continuo proceso de negociación con uno mismo y con otros. Los Diálogos de Platón y la Metafísica de Aristóteles han permanecido contemporáneas durante un milenio porque a través de pensar, en un proceso de argumentación y contra-argumentación, prescindiendo de las desviaciones, retienen su validez – incluso es una validez en principio incompleta, en otras palabras, siempre relativa, o más precisamente: “relacional”

La dimensión esencialmente política

Mientras “formación cultural” y “capacitación” puede que no representen ya más objetivos opuestos en un futuro marcado por el rápido cambio tecnológico, sin embargo la cuestión que surge es si la dimensión política del concepto de educación esbozado aquí, esto es, el acoplamiento de la educación con la moral y cívica responsabilidad permanece significativo para el futuro de la universidad. ¿No está la ciencia “libre de valores”? Esto, en todo caso, es lo que frecuentemente se mantiene, citando en apoyo a Max Weber. Por supuesto, este mal entendido involucra a cada análisis científico e impide reclamar validez universal para ellos. Esto no sólo se aplica a las ciencias humanas y sociales. Los métodos de las ciencias naturales y medicina (si uno cuenta esta última como ciencia separada) siempre implican entendimientos pre-formados acerca de la realidad o acerca del ser humano, que incluyen juicios de valor. A menudo, preservar la fiabilidad de un método probado y comprobado se considera más importante que preguntar cuestiones de amplio alcance, con el resultado de segmentar la realidad o que se excluyan del análisis posibles relaciones causales.

Entonces, ¿necesitamos definir el propósito de la universidad políticamente? ¿Es esto hasta posible? ¿O nos fuerza la lógica de la globalización económica a ir adelante con un acuerdo político, democrático, y de libertad y justicia por el motivo de la eficacia económica, auto-aserción y supervivencia? Poniendo la pregunta de forma más mordaz: ¿no está la idea  de las políticas contenidas en el concepto ilustrado de educación, su concepto de la responsabilidad política de los ciudadanos, esto es, los ciudadanos que actúan en el interés de la comunidad (definida como la nación-estado en el cual él o ella habían nacido), obsoleta, incluso imposible?.

Estas cuestiones son bajo ningún concepto académicas, especialmente cuando se llega a la educación de futuros hacedores de decisiones, gente que va a ocupar puestos de alto nivel y responsabilidad. Aquí también, no puede haber ninguna respuesta puramente objetiva, y menos vinculante. El científico político Fritz Scharp, en su visión teórica y sistemática, refuta la idea de que la política estará obsoleta en el futuro. Empero, lo hizo no simplemente sobre la base de argumentos teóricos o empíricos, mas sobre todo de una normativa, quizá un impulso moral a no permitir que los problemas se resuelvan por sí mismos, y en vez de ello, a pesar de todas las dificultades, moldear las circunstancias. Scharpf hizo, sin embargo, adjuntar una condición a la posibilidad de políticas en general y democráticas en particular (esto es, políticas basadas en la discusión y acuerdo, que es lo que nos interesa aquí ahora): la capacidad para el multilingüismo. Lo que significa estar familiarizado con más de un área de la realidad y la sociedad, una habilidad para hablar diferentes “lenguas” (Niklas Luhmann hablaría de “códigos”). Sin esta habilidad, no podemos alcanzar entendimiento de unos con unos los otros o comprender uno la vida y las experiencias del otro, y en vez de ello, hablar de cosas distintas.

Multilingüismo en la única manera para prevenir la inevitable especialización de nuestro conocimiento y actividades, reduciendo el horizonte de nuestra realidad hasta el punto de resultar una distorsión de la verdad e incluso – porque somos ya capaces de predecir las consecuencias de nuestros pensamientos y acciones – una irresponsabilidad estructural. Llegaremos a tener, como lo expresó Thomas Mann, “estrecha mentalidad sin límites”, y esto puede costar mucho. Si queremos continuar a influir en el mundo en el que vivimos debemos devenir cada vez más multilingüistas.

¿No es acaso la dimensión cívico-política de la Ilustración un posible componente – y lo que es más, uno necesario – de la educación universal, y por lo tanto una meta para la universidad? La respuesta es sí, si consideramos importante despedirse de los peligros de ceguedad parcial e irresponsabilidad estructural; si comprendemos la noción de que la supervivencia en este planeta y la supresión de la creciente violencia están conectadas a condiciones morales y políticas no más aisladas de nosotros; y si tenemos en cuenta que el desarrollo de una democracia liberal basada en unos mínimos estándares de justicia es prerrequisito para nuestra supervivencia común en este mundo compartido. Esta sería una meta fundamental y de largo alcance a la cual la eficiencia económica y la transformación tecnológica de la universidad deberían subordinarse.

¿Permanece válida esta conclusión a pesar de la creciente inhabilidad de la nación-estado en tomar decisiones políticas? ¡Sí, más aún! Como forma política, la democracia liberal puede estar atada a un tiempo y un lugar, porque las políticas no pueden justificarse de otra manera. Sin embargo el terreno de la autoridad política no necesita ser congruente con el de la nación-estado. Hay mucho que decir a favor del “doblarse” o distribuir la esfera de la toma de decisión en el nivel Sutra-nacional en una mano, y en el nivel regional en la otra, formando así una red de “gobernanza” cuyos actores, junto con los mandatarios elegidos de la forma tradicional, serán grandes organizaciones internacionales, empresas multinacionales y sociedad civil (ONG). En esta compleja red de gobierno, las políticas democráticas tendrán éxito en la medida en que los problemas se aborden y las respuestas se decidan con una actitud de responsabilidad cívica por gente que ha aprendido a mirar más allá de su propio e inmediato interés, los mundos propios de su vida, profesiones, especializaciones y cosmovisiones, gente que puede entender y “empatizar” con otros, alcanzar entendimientos “en el acto” y encontrar soluciones perdurables y duraderas. Cuanto más independientes son, cuanto menos dependientes de la aprobación por un superior, mejor

Habilidad para alcanzar un entendimiento.

Me parece a mí que en las democracias, la amplia meta de la educación superior en el futuro es la habilidad de lograr entendimientos. En una mano, esto significa alcanzar un conocimiento de los prerrequisitos cognitivos de nuestro propio conocimiento, pensamiento y actuación; un conocimiento reflexivo de varias áreas de la realidad y por tanto, de la ciencia; un interés en otras experiencias históricas e influencias culturales. En la otra mano, significa la habilidad, la fantasía y la voluntad de entender y “empatizar” con otros y otras maneras de pensar, y actuar junto con otros en un espíritu de libertad y justicia. No es insignificante que el término “alcanzando acuerdos” combine una (aparente) actividad puramente intelectual-cognitiva con otra actividad moral. Ambos sentidos son indispensables. Para ambos, es acerca de comprender lo nuevo – su lógica, su construcción interna, sus consecuencias. Este es el primer elemento de una investigación. Sin embargo, es también cada vez más crucial, para la vida y la supervivencia, alcanzar acuerdos con otros, acudir a ellos con ideas claras y con la voluntad, si existe un conflicto, de alcanzar soluciones equitativas. Esto sólo puede suceder si se evita llegar a estar encapsulado en su propio campo de vida y conocimiento, y en vez de eso, reflexionar sobre nuestro propio mundo para entender a otros.


[1] Antes de la reforma de Bolonia, el Diploma era concedido primeramente a los graduados de ciencias aplicadas y equivalente al BA, mientras el Magíster se concedía a los graduados de las humanidades y equivalente al MA. Ambas graduaciones requerían más tiempo y mas cursos en profundidad que sus BA y MA equivalentes

3 Comentarios

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  2. Xavier Rovira says

    Creo que es importante que en la educación primaria, secundaria y bachillerato las personas adquieran todo tipo de recursos como saber escuchar, estar atento, resumir, relacionar, clasificar, actuar y por otro lado elevar el dominio del lenguaje, las matemáticas y las relaciones sociales. Eso depende únicamente de los profesores de cuan capaces sean. La universidad ha de educar también (ética del ingeniero) pero su objetivo principal es que el alumno haga un recorrido por un temario exigente y de calidad y acercarlo al mundo de la empresa. De la educación general a la universidad el abanico se cierra. Una vez incorporado en el trabajo el abanico se cierra aun más. Es común oir cada día me vuelvo más tonto pero más maduro. Así que al final quedan los rescursos que potencias en la empresa. Por tanto los centros de trabajo han de educar también y ser la continuación del proceso. Porque el que no avanza retrocede.

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