Política

China, ese adalid del respeto a la diversidad cultural en África

China, ese adalid del respeto a la diversidad cultural en África
Alex Mestre

Las buenas relaciones entre China y África datan de los años de Mao Zedong, cuando la República Popular financió y promovió proyectos económicos en el continente (de todo tipo, guerrillas inclusive). Entonces, además, el voto de los países africanos fue muy importante para que el gobierno de Beijing fuera recuperando su posición en las Naciones Unidas y otros organismos internacionales. Hasta mediados de los años 70 esta cooperación consistía en construir puentes de solidaridad entre países y continentes que pertenecían al mismo bloque, el de los países en vías de desarrollo.

La China de la reforma y la apertura al exterior propició, en los 80 y los 90, un mayor acercamiento de Beijing a Occidente, y por razones geográficas a Asia, en detrimento, en muchos casos, de las relaciones con África (o América Latina). A principios del siglo XXI son las propias necesidades de China para su desarrollo las que están motivando esta nueva ofensiva diplomática en África y otras regiones del mundo.

Las razones hay que buscarlas, en primer lugar, en la búsqueda de nuevas fuentes de recursos energéticos y de materias primas. El espectacular crecimiento económico de China ha transformado al país asiático en uno de los principales consumidores de materias primas del mundo, entre las cuales destacan el petróleo o los minerales. La producción china de petróleo y de carbón es cada vez menor e insuficiente. Actualmente el 25% del total de las importaciones chinas de energía provienen de África.

Esta es la razón por la que Beijing sitúa las relaciones con sus proveedores energéticos africanos como uno de los asuntos más importantes en su agenda, promoviendo visitas de estado del máximo nivel y realizando grandes inversiones en el continente. Todo ello siguiendo una estricta política de no interferencia en asuntos internos que los dictadores africanos agradecen sobremanera, en contraposición a las habituales exigencias de sus partenaires occidentales (respeto por los derechos humanos, pluralidad de partidos etc.). Los USA i Francia siguen siendo los dos primeros interlocutores financieros en el continente, pero ya no poseen un coto privado como antaño . China amenaza en tercera posición y ya rebasó al Reino Unido en el continente.

En el caso de Sudán, su gobierno ha realizado un genocidio de la población no musulmana en la provincia de Darfour a pesar de las amenazas y las sanciones impuestas por las democracias occidentales, las cuales no son apoyadas por el gobierno chino. El gobierno de Khartoum ha obligado a desplazarse a centenares de miles de personas de sus casas en las provincias sureñas, donde se encuentran gran cantidad de pozos petrolíferos propiedad de la CNPC (China National Petroleum Company). De hecho, las tropas gubernamentales han utilizado helicópteros de fabricación china con base en campos petrolíferos en sus demoledores raids contra la población local. En declaraciones realizadas por el ministro de asuntos exteriores chino, éste comentó : “El negocio es el negocio. Tratamos de separar la política de los negocios. Las soluciones a los problemas de Sudán las tiene que encontrar su propio gobierno. No estamos en situación de imponer nada”. Sudan representa el ejemplo más llamativo de lo que algún analista ha denominado “el pack completo” ofrecido por China : dinero, asesoramiento técnico y cobertura e impunidad diplomática en la ONU ante este tipo de tropelías.

Por otra parte, China apoya la presencia de un país africano en el Consejo de Seguridad de este organismo (los tres candidatos son Sur África, Egipto  y Nigeria, su preferido). Así mismo, el Reino del Centro se ha distinguido por enviar tropas al continente africano en misiones de mantenimiento de paz en los últimos tiempos.

Zimbabwe es otra satrapía con la que China mantiene fuertes lazos. En este caso las relaciones se remontan décadas atrás, cuando el Reino del Centro apoyaba el movimiento de liberación de Robert Mugabe, mientras que la URSS hacía lo propio con el movimiento de Joshua Nkomo.

Así mismo China mantiene fuertes lazos económicos con otros países, ciertamente más “homologables” que los dos anteriores casos citados, como Angola y Nigeria. Ambos son los mayores productores de crudo del continente. China no solo importa crudo de África, también minerales. El Reino del Centro es el principal consumidor mundial de cobre. Zambia y la República Democrática del Congo poseen unas buenas reservas en las que China tiene fijados sus intereses. Además de crudo y minerales China también tiene inversiones en otros sectores : telecomunicaciones en Etiopía, hoteles en Sierra Leona o farmacéutico en Uganda. Hay que añadir que China invierte en sectores tradicionalmente poco atractivos para el inversor clásico occidental como son infraestructuras, industria o agricultura. Hay que tener en cuenta que aunque las inversiones en estos sectores sean deficitarias, éstas son asumidas por compañías públicas chinas en aras de la consecución de objetivos más amplios a largo término. Además la cooperación se está abriendo a otros sectores, como el turístico.

En segundo lugar, el continente africano puede convertirse en un importante mercado para las empresas chinas, desde constructoras hasta fabricantes de bienes de consumo y equipos en su camino de salida al exterior. De hecho hasta pequeños comerciantes chinos están rápidamente suplantando retailers y fabricantes locales en muchas ciudades africanas. Esta amenaza también es percibida por los comerciantes indios instalados en suelo africano desde hace décadas. El comercio de China con África viene aumentando un 50% anualmente en los últimos años, y es especialmente significativo en algunos sectores como el textil. En algunos lugares como en Sur África, hasta un 80% de las camisetas importadas provienen del gigante asiático.

Estamos ante una nueva era de cooperación sur-sur como han sugerido algunos especialistas?. La presencia china en África arranca hace centenares de años: excavaciones arqueológicas en las ruinas de grandes Estados medievales con tradición comercial como Tombuctú o el Gran Zimbawe así lo demuestran. Restos de porcelana china y otros objetos así lo atestiguan. No es hasta la fundación de la República Popular China en 1949 que el nuevo Estado definió la doctrina que regiría sus relaciones con los países en vías de desarrollo, “los cinco principios de coexistencia pacífica”. Para ello utilizó su propio legado de país sometido a las potencias occidentales durante el siglo XIX para establecer vínculos con los países africanos que se encontraban por entonces en una situación parecida y a punto de iniciar los procesos de descolonización. A pesar de que China en los años 60 carecía de los recursos de las superpotencias de la Guerra Fría, invirtió gran energía y recursos en apoyar los procesos de independencia en marcha en el continente africano. Esta ayuda decreció en la década de los 80, pero después de los sucesos de Tiananmen en 1989 se produjo un nuevo acercamiento.

Así pues, en los 90 China de nuevo aumentó su ayuda a países africanos afines bajo la retórica del “mutuo respeto” y el “respeto por la diferencia”. Como contrapartida China recibió apoyo sobre sus reivindicaciones sobre Taiwan y ninguna crítica sobre cuestiones interiores relativas a abusos de los derechos humanos en su territorio.

El salto cualitativo se dio en el 2000 con la realización del Foro de Cooperación Chino-Africano y el establecimiento de una agenda común sobre temas económicos y sociales. China se adelantó al G8 con la cancelación de una deuda global de 10 billones de $. Un segundo Foro se llevó a cabo en el 2003 con la cancelación de otro paquete de deudas aplicable a 31 países africanos así como el inicio del estudio de la reducción de las tarifas arancelarias. En 2006 se lanzó el New Asian-African Strategic Partnership. Por todo ello China representa ya el tercer inversor mundial en el continente. Además, el gobierno chino trata de exportar su propio modelo social y económico a sus socios africanos, modelo basado en un sistema de mercado restringido a un solo partido sustento de un gobierno totalitario.

De alguna manera el crecimiento económico en Asia y su subsiguiente aumento de la demanda se está demostrando que es en términos generales bueno para África, sobre todo por lo que respecta al precio de las materias primas, que se ha revalorizado en los últimos tiempos después de décadas de bajos precios. Al fin y al cabo, recientemente el continente ha alcanzado los niveles de crecimiento más altos de las últimas décadas (con valores cercanos en algunos casos al 6%). En otros sectores, como el ya mencionado del textil, los productos chinos están arruinando a los productores locales, que además de perder su propio mercado tampoco pueden vender fuera porque el fenómeno de las exportaciones chinas de productos textiles inunda no solo el continente africano, si no todo el planeta. Si Europa y los USA quisieran decantar de nuevo de su parte al continente africano siempre les quedaría el jugar la carta de abrir sus mercados a los productos agrícolas africanos, cosa que de momento se encuentra vetada debido a la protección de sus agricultores.

Así pues, bajo la tan conocida retórica del “mutuo respeto” y el “respeto por la diferencia”, tan conocida en nuestros lares gracias a los nacionalistas o a los multiculturalistas de izquierda amantes del velo, China apuntala regímenes despóticos y sanguinarios en África en aras de sus intereses estratégicos. Nada de nuevo. No menos cierto es que el crecimiento de las economías asiáticas beneficia en muchos aspectos al continente africano. China se está colando en el patio trasero de las potencias occidentales, y lo hace implantando y exportando su modelo. A Europa siempre le queda, a medio plazo, sacrificar a sus agricultores y echarle la culpa a los chinos.