Divulgación Científica, Tercera Cultura
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Breve historia de un gen y una proteína que nos hace humanos

La asombrosa historia del gen FOXP2 y el lenguaje comienza en 2001, cuando un equipo de investigadores ingleses identifican por primera vez una mutación asociada con los desórdenes lingüísticos de la llamada -para preservar su intimidad- «familia KE«, algunos de cuyos miembros sufrían dificultades cruciales en el habla vinculadas con el Trastorno específico del lenguaje, afectando severamente a la gramática, la escritura, la comprensión y la sofisticada coordinación facial que requiere la comunicación verbal en seres humanos.

Pero FOXP2 no es el «gen del lenguaje», un meme espectacular habitualmente repetido, sino sólo «uno de ellos», como advertía Juan Uriagereka en Cultura 3.0. FOXP2 es un gen transcriptor que determina la activación y la supresión de otros cientos de genes involucrados en muchos procesos, desde el desarrollo de los pulmoles al cerebro.

El blogger científico Ed Yong recuerda que la versión básica del gen es en realidad muy antigua, evolucionó probablemente antes de los dinosaurios y permanece en muchos animales actuales: desde pájaros a abejas. Simon Fisher, miembro del equipo que identificó la mutación del gen en la familia KE considera que esta historia nos proporciona una importante lección: «El lenguaje y el habla no aparecieron desde ninguna parte. Fueron construídos sobre la base de antiguos y bien conservado senderos evolutivos». John Hawks insiste también en que FOXP2 no debe considerarse un «gen mágico» que desencadenó una misteriosa revolución.

Desde luego, la historia del gen es profunda, pero las consecuencias de FOXP2 parecen importantes en los tramos más recientes de la evolución humana. Wolfgang Enard, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, ya encontró en 2001 que la proteína codificada por FOXP2 difería en el ser humano en sólo dos aminoácidos de un total de 715, comparado con chimpancés, gorilas y macacos, y en tres aminoácidos comparado con los ratones, un conjunto de evidencias que indicarían la evolución reciente de la versión humana del gen probablemente en los últimos 200.000 años (se sabe que los neandertales poseían la misma versión, aunque esto no implica necesariamente que desarrollaran las mismas habilidades lingüísticas que nosotros).

La expresión del gen y de la proteína que codifica influye en el desarrollo de los pulmones, el esófago y el corazón, pero lo más intrigante es su relación con el cerebro de los humanos y otras muchas especies. Experimentos con animales revelan que FOXP2 desempeña un importante rol en la coordinación motora de los ratones y se sabe que la inhibición del mismo gen en pinzones afecta drásticamente a sus cantos y a su capacidad para el aprendizaje, de un modo bastante similar a los desórdenes observados en el habla de la familia KE. Por eso los estudios con aves canoras podrían tener un impacto en la comprensión del mismo lenguaje humano, tal y como proponen los biolingüistas.

El último episodio relacionado con FOXP2 se acaba de publicar en la revista Nature, gracias a un trabajo de Genevieve Konopka y su equipo que ayuda a localizar las pequeñas pero significativas diferencias que median entre las versiones humana y chimpancé del gen. Martin Dominguez y Pasko Rakic ya han comentado los resultados de la investigación en la misma revista.

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eduardo.robredo@terceracultura.net

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