Ciencias sociales, Tercera Cultura
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Las raíces profundas del conflicto humano

El debate sobre la guerra humana, sobre sus orígenes, y su naturaleza es un área caliente y polarizada de la ciencia. Una corriente de la antropología fomenta la idea de que el conflicto humano es básicamente causado por las instituciones sociales, no por la “naturaleza humana”. Estos principios están resumidos en la llamada “Declaración de Sevilla” apoyada por la UNESCO en 1986, que condena como “científicamente incorrecta” la idea de que “hemos heredado una tendencia para hacer la guerra de nuestros ancestros animales”. Los críticos de esta postura, apoyados por la psicología evolucionista, por la antropología evolucionista y por algunos hallazgos de la paleoantropología, discuten fuertemente este punto de vista.

Siguiendo la primera línea, “rousseauniana”, John Horgan amonesta en Scientific American a los escépticos convencionales por desperdiciar el tiempo en asuntos menores, como el Yeti, mientras ignoran la noble lucha contra las concepciones erróneas del conflicto humano. Para Horgan el “escepticismo con mayúsculas” debe ocuparse prioritariamente de lo que llama “teoría de raíces profundas de la guerra”, de acuerdo con la cual la violencia letal de grupo estaría “en nuestros genes” y sus orígenes se remontarían “millones de años atrás, hasta nuestro antecesor común con los chimpancés”. Para Horgan existe una evidencia “incontrovertible” de que la guerra es una “innovación cultural, como la agricultura, la religión o la esclavitud, que emergió hace menos de 12.000 años”. Por otra parte, Horgan rechaza la teoría de raíces profundas también por motivos morales: “porque estimula el fatalismo hacia la guera”.

Steven Pinker ha respondido a Horgan a través del blog del biólogo evolucionista Jerry Coyne: “Horgan ha sostenido incansablemente el non sequitur de que si la guerra tiene raíces profundas, entonces es inútil intentar reducirla. La metedura de pata es obvia, porque podemos reducir todo tipo de cosas que tienen raíces profundas en la prehistoria (el analfabetismo, las enfermedades, a poligamia, etc).”. Pinker también discute que la posición de Horgan, según la cual a guerra es una “invención cultural”, tenga un fundamento empírico: “A diferencia de invenciones claramente culturales como la agricultura y la escritura, que se originaron en un pequeño número de focos hace unos pocos miles de años y se extendieron al resto del mundo, la violencia colectiva se ha documentado en numerosas tribus independientes entre sí, y a principios de este año, en un emplazamiento de cazadores y recolectores en Kenia”.

Pinker se refiere al trabajo publicado por un grupo de antropólogos y paleoantropólogos en la revista Nature (2016), en el que figura como coautor el español José Manuel Maíllo Fernández, del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED. Este artículo mostró evidencias de conflicto letal entre grupos humanos formados enteramente por cazadores y recolectores. Hasta ahora disponíamos de evidencias de que el conflicto humano interpersonal era tan profundo como la evolución humana, como mostró el descubrimiento del homínido asesinado hace 430.000 años en Atapuerca, hallado por otro equipo español (2015). También disponíamos de evidencias recientes de conflictos entre grupos humanos, como una matanza de granjeros en la cueva alemana de Schöneck-Kilianstädten hace al menos 7000 años (2015). Lo que ahora tenemos, gracias al hallazgo de los cazadores aniquilados en Nataruk, a orillas del lago Turkana, es algo más: primeras evidencias de que el “conflicto antagonista” entre grupos, que normalmente llamamos “guerra”, hunde sus raíces profundamente, en un periodo anterior a la aparición de la agricultura, la escritura o el estado.

Como explicó el psicólogo evolucionista Mark Van Vugt en el foro Euromind del Parlamento Europeo, el conflicto humano intergrupal está muy lejos de ser “superficial”. Hunde realmente sus raíces más allá de la prehistoria, y descansa en una psicología tribal moldeada por la selección natural y por la selección sexual durante los últimos miles y quizás millones de años. Como recuerda Pinker, sin embargo, que algo tenga raíces profundas no implica que no se puedan –o no se deban– reducir sus efectos en el presente.

2 Comentarios

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  2. Ramón says

    Quien ha visto algún documental sobre un grupo de chimpancés atacando a otro grupo vecino, aproximándose en silencio, en una verdadera formación militar, no puede dejar de concluir que la tendencia al enfrentamiento grupal es innata también en nosotros…

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