Tercera Cultura
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La verdad y la elegancia

autor: Arcadi Espada en El Mundo por dentro y por fuera
Voy leyendo las respuestas anuales de Edge. Pero no creo que haya ninguna tan sabiamente impugnadora como la de Rich Harris.

«La belleza es verdad y la verdad belleza», dijo John Keats. ¿Pero qué sabía él? Keats era poeta, no científico.

En el mundo que habitan los científicos, la verdad no siempre es bella o elegante, aunque pueda ser profunda. De hecho, tengo la impresión de que a mayor profundidad en la explicación, menor probabilidad de que sea bella o elegante.

Hace algunos años, el psicólogo B. F. Skinner propuso una explicación elegante de «la conducta de los organismos», basada en la idea de que recompensar una respuesta —él lo llamaba refuerzo— elevaba la probabilidad de que se volviera a producir la misma respuesta en el futuro. La teoría falló, no porque fuera falsa (el refuerzo sí eleva por lo general la probabilidad de una respuesta), sino porque era demasiado sencilla. Ignoraba los componentes innatos de la conducta. No podía manejar siquiera toda la conducta aprendida. Gran parte de la conducta se adquiere o se moldea por la experiencia, pero no necesariamente a través del refuerzo. Los organismos aprenden diferentes cosas de distintas maneras.

La verdad y la eleganciaLa teoría de la mente modular es otra forma de explicar la conducta —en particular, la conducta humana—. La idea es que la mente humana está hecha de una serie de componentes especializados, llamados a menudo módulos, que trabajan de manera más o menos independiente. Estos módulos recogen diferentes tipos de información del entorno y la procesan de distintas maneras. Emiten diversas órdenes —órdenes en conflicto, a veces—. No es una teoría elegante; al contrario, es la clase de cosa que haría a Occam sacar inmediatamente su navaja. Pero no deberíamos juzgar las teorías pidiéndoles que compitan en un concurso de belleza. Deberíamos pedirles si pueden explicar más, o mejor, la realidad de lo que fueron capaces las teorías previas.

La teoría modular puede explicar, por ejemplo, el curioso efecto de los daños cerebrales. Algunas capacidades pueden perderse mientras que otras pueden salvarse, difiriendo los patrones de un paciente a otro. Más concretamente, la teoría modular puede explicar algunos de los misterios de la vida diaria. Por ejemplo el conflicto entre grupos. Los Montesco y los Capuleto se odiaban entre ellos, sin embargo Romeo (un Montesco) se enamoró de Julieta (una Capuleto). ¿Cómo puedes amar a un miembro de un grupo, y sin embargo seguir odiando a ese grupo? La respuesta es que están involucrados dos módulos mentales separados. Uno trata con la grupalidad (identificación con el grupo de pertenencia y la hostilidad hacia otros grupos), y el otro se especializa en las relaciones personales. Ambos módulos recogen información sobre la gente, pero hacen diferentes cosas con los datos. El módulo de la grupalidad traza líneas de categorías y computa las medias dentro de las categorías; el resultado se llama estereotipo. El módulo de las relaciones recoge y almacena información detallada sobre individuos específicos. Siente placer recogiendo esta información, por eso es por lo que nos encanta cotillear, leer novelas y biografías, y ver a los candidatos políticos desatados en nuestras pantallas de televisión. Nadie tiene que darnos comida o dinero para hacer estas cosas, ni siquiera darnos una palmadita en la espalda, porque recoger esos datos es la propia recompensa.

La teoría de la mente modular no es bella ni elegante. Pero sin ser poetisa, valoro la verdad por encima de la belleza.»

Las palabras de Harris concuerdan con la experiencia darwinista. Por ejemplo, con lo que explica David Linden en El cerebro accidental. Si estuviera diseñado ese cerebro sería una bella pieza de orfebrería. Como no ha sido así, es lo que es: una agregación de cosas inútiles, de rodeos inexplicables, de soluciones chapuzas. Algo similar sucede entre la faction y la fiction. En el relato de la vida la elegancia siempre es una impostación. Una forma de marketing. Puede practicarse. A condición de no creérsela. Ese periodismo patético que cuadra los círculos.

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